"El Señor es Dios; ¡Él nos alumbra!"
/ Autores: Conchi Vaquero y Arturo López
"El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
–¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar".
(Juan 20, 1-9).
Jesús resucitó hace casi dos mil años. Los cristianos, que se supone intentamos seguirle, poniendo en práctica el mensaje del evangelio, que nos revela toda la historia de la salvación contenida en la Biblia, con asiduidad repetimos la escena de María Magdalena en muchas ocasiones y exclamamos:
–¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Eso sucede en nuestras vidas cuando vivimos momentos de dificultad ante los cuales no podemos hacer nada, sólo estar quietos esperando la resurección, la solución al problema que nos provoca desaliento, desesperanza, depresión, angustia y miedo. Estamos como Jesús en el sepulcro: con una gran losa, una piedra muy pesada, atados e inmóviles. Sólo el Amor de Dios Padre puede apartar esas dificultades de nuestra vida y restablecernos de manera providencial. Pese a que, en decenas de ocasiones, hemos vivido como de repente toda losa era quitada, todo camino allanado, no nos acabamos de creer la promesa de Jesús resucitado que prometió acompañarnos siempre.
Y hemos constatado todos lo que nos sucede: el problema ya no existe, ha desaparecido. Pero, la oscuridad, el miedo, la angustía y la depresión persisten. Nos preguntamos: ¿Es verdad o es un espejismo de mi mente? Cuando María Magdalena fue al sepulcro era oscuro y vió con sus propios ojos que Jesús no estaba. Entonces, no recuerda la promesa del Señor que resucitaría, el miedo le hace pensar que se han llavado el cuerpo. Hemos escuchado tantas veces estas Palabras de Vida del evangelio de Juan y en cambio no las sabemos vivir al mínimo tropiezo.
Pero eso no es todo, el discípulo amado se va con Simón Pedro al Sepulcro, ve las vendas desde fuera y no se atreve a entrar: el miedo le paraliza. Es como si pensará: "Bastante hemos sufrido ya, sólo falta que nos suceda algo más". Esto también lo vivimos nosotros cuando acompañamos a alguien en el dolor y sufrimiento: "A ver si no voy saber estar a la altura de las circunstancias".
Én todas las variantes en que la resurrección de Cristo no es actualizada en nuestras vidas seguramente es que necesitamos crecer dejándonos guiar por el auténtico resucitado: Jesús el Señor. Para ver la luz de Cristo sólo hace falta que nos acerquemos a Él con confianza, en todo el estado deplorable en que nos encontremos y reconozcamos que sólo Él tiene Palabras de Vida.
Como los apóstoles, muchas veces vivimos en la dispersión -ellos la experimentaron con la muerte de Jesús- y no entendemos las Escrituras porque no escuchamos la voz suave del Salvador que clama continuamente: "no tengaís miedo. Soy yo el que os hace caminar pese a vuestra debilidad". A cada uno de nosotros como toda respuesta sólo se nos ocurre gritar como Pedro cuando debía andar sobre las aguas: "Señor que me hundo!!!." Hasta ese grito es humano y positivo hacerlo porque nos muestra nuestra debilidad y el tener que depender de la providencia del Altísimo.
Claro que, a veces o casi siempre, y ese es el mayor de los problemas, los cristianos no comprendemos las Escrituras porque nos fabricamos una interpretación a nuestra medida de la Palabra de Dios. Realmente Cristo ha Resucitado!!! Aleluya!!! ¿Pero, donde está escrito que se nos quitarían las dificultades y los problemas que tenemos como consecuencia del pecado y del espiritu del mundo por la resurrección de Jesús? El oró al Padre para que fueramos preservados del maligno en medio del mundo y nos aseguró acompañarnos en todo momento hasta el fin del mundo por el don del Espíritu Santo. El Espíritu de la verdad es quien debe enseñarnos todo, entre otras cosas como afrontar el mal cogidos de la mano de Jesús resucitado.
Como el discípulo amado corrió delante de Simón Pedro, nosotros nos soltamos de la mano de Jesús para ver y discernir con ojos humanos lo que nos está pasando hasta quedar paralizados por el miedo. Dejemos que el Señor nos indique el camino y aunque sea angosto a primera vista oremos para poder saber a que ritmo debemos andar, para poder escuchar paso a paso la voz de Cristo que nos habla al corazón: "Soy yo. La paz este contigo."
Uno de los ejemplos contemporáneos de cuanto hemos explicado es la Madre Teresa de Calcuta. De la obra realizada por ella no dudan ni los cristianos, ni los creyentes de otras religiones, ni los mismos ateos o laicistas. Actualmente conocemos que Teresa de Calcuta vivió momentos de gran sequedad y oscuridad. Ninguna explicación intelectual, ni sicológica puede justificar que una mujer sóla iniciara a contracorriente y sin posibilidad de volver atrás la atención a tantos moribundos, pobres, enfermos y desesperados. Si a los problemas que supone atender humanamente con pocos medios a los más desprotegidos sumamos la sequedad espiritual y la oscuridad, sería imposible la consolidación de las Misioneras de la Caridad si no es porque la obra estuvo cimentada fuertemente en la creencia que Cristo estaba resucitado, a su lado, enseñándole el camino para construir sobre roca una obra que da gloria a Dios porque sólo Él la ha podido realizar.
Aclamemos la resurección de Cristo con el salmo 118 (117):
"Dad gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Digan los israelitas:
“El amor del Señor es eterno.”
Digan los sacerdotes:
"El amor del Señor es eterno.”
Digan los que honran al Señor:
“El amor del Señor es eterno.”
En mi angustia llamé al Señor;
él me escuchó y me dio libertad.
El Señor está conmigo; no tengo miedo.
¿Qué me puede hacer el hombre?
El Señor está conmigo; él me ayuda.
¡He de ver derrotados a los que me odian!
Es mejor confiar en el Señor
que confiar en el hombre.
Es mejor confiar en el Señor
que confiar en grandes hombres.
Todas las naciones me rodearon,
pero en el nombre del Señor las derroté.
Me rodearon por todas partes,
pero en el nombre del Señor las derroté.
Me rodearon como avispas,
pero su furia se apagó como fuego de espinos;
¡en el nombre del Señor las derroté!
Me empujaron con violencia, para que cayera,
pero el Señor vino en mi ayuda.
Yo canto al Señor, que me da fuerzas.
¡Él es mi salvador!
En las casas de los hombres fieles
hay alegres cantos victoriosos:
“¡El poder del Señor alcanzó la victoria!
¡El poder del Señor es extraordinario!
¡El poder del Señor alcanzó la victoria!”
¡No moriré, sino que he de vivir
para contar lo que el Señor ha hecho!
El Señor me ha castigado con dureza,
pero no me ha dejado morir.
¡Abrid las puertas del templo,
que quiero entrar a dar gracias al Señor!
Esta es la puerta del Señor,
y por ella entrarán los que le son fieles".
Te doy gracias, Señor, porque me has respondido
y porque eres mi salvador.
La piedra que los constructores despreciaron
se ha convertido en la piedra principal.
Esto lo ha hecho el Señor,
y estamos maravillados.
Este es el día en que el Señor ha actuado:
¡estemos hoy contentos y felices!
Por favor, Señor, ¡sálvanos!
Por favor, Señor, ¡haz que nos vaya bien!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Os bendecimos desde el templo del Señor.
El Señor es Dios; ¡él nos alumbra!
Comentad la fiesta y llevad ramas
hasta los cuernos del altar.
Te doy gracias y alabo tu grandeza,
porque tú eres mi Dios.
Dad gracias al Señor, porque él es bueno,
porque su amor es eterno.
Feliz Pascua de Resurrección!
Que la Luz de Cristo os llene de su Paz!
Alegraos con este vídeo
sábado, 11 de abril de 2009
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