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miércoles, 22 de abril de 2009

¿Deseas en tu corazón que se haga la voluntad de Dios siempre? / Autores: Conchi Vaquero y Arturo López "Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros." (1 Tes, 5, 16-18). La profundidad de estos dos versículos de San Pablo es tan reveladora que nos disipa toda duda respecto a cual es la llamada en nuestra vocación cristiana.
La voluntad de Dios para todos testificada en Jesucristo es que siempre estemos alegres, oremos sin cesar y le demos gracias en cada circunstancia e instante que vivimos. Nadie puede estar alegre y dar gracias si no ora permanentemente. La alegría y la acción de gracias son un fruto del Espíritu Santo como consecuencia de nuestra relación con el Amor del Padre revelado en Cristo.

El primer paso para vivir en unión espiritual con Dios en medio del mundo es orar adecuadamente. Dios siempre responde a nuestras oraciones llenándonos de su Vida. Muchas veces no escuchamos ni comprendemos la respuesta del Señor porque no se cumple la premisa necesaria de toda relación con el Altísimo: desear siempre lo que Dios quiere para nosotros puesto que será lo que necesitamos para crecer en su Amor.

Ser como niños y pedir el Espíritu Santo

Jesucristo nos enseñó a orar cuando explicó a sus discípulos como hacerlo: "que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo." ( Mateo 6, 10). Jesús se retiraba a rezar a su Padre durante las noches según nos cuentan los Evangelios. En los textos bíblicos se nos narra que Cristo lo hacia sólo, apartado de sus amigos. Todas las cosas pedidas al Padre Celestial para las demás personas siempre le son concedidas. En cambio, cuando pasa el momento más difícil en el Huerto de Getsemaní y pide a sus apóstoles que lo acompañan orando una hora, le dejan sólo y como refiere Mateo 26, 39, las palabras que pronuncia son: "Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: "Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya"."

La manera de orar más sencilla es la de desear vivir lo que Dios quiere para nosotros. En Mateo 6, 7-8, el Señor antes de enseñar al Padre Nuestro da estas claras instrucciones: "Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan." Luego, San Pablo en Romanos 12, 2, concreta que el no hablar mucho consiste en: "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto."

No hay méritos y sacrificios aportados por nosotros que puedan variar el resultado de una oración. Sólo una actitud hará que podamos acoger la voluntad de Dios y escuchar su voz: si somos capaces de ser como los niños en brazos de su Padre, confiados que recibiremos lo mejor para nosotros como respuesta. Los niños son traviesos y en muchas ocasiones incluso crueles, pero su seguridad son sus padres. Por tanto, en los niños muchas veces no hay bondad pero si confianza y total dependencia. La única plegaria eficaz es aquella que está basada en la transparencia y limpieza de corazón, reconociendo que sólo Dios es poderoso para salvarnos a cada instante, guiarnos y hacernos caminar hacia la Vida perdurable.

En este sentido, Jesús afirma:
"Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!" (Lucas 11, 13). Pidamos pues que el Espíritu de Dios nos ilumine como Cristo promete en Juan 14, 26: "Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho." Orar es dejarse enseñar cada día por Dios. Si no actuamos de esta forma no podremos ser testigos del Amor e imitar a Jesús: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra." (Joan 4, 34).

Elegir: caminos del mundo o senderos del Reino

Aceptar el Plan de Dios sobre nuestra vida ocupará todos los años de nuestra existencia. El problema yace en el interior del corazón: ¿En cada ocasión optamos por decir al Señor "hágase tu voluntad"?. En definitiva, el crecimiento de la imagen de Cristo en nosotros se resume en perseverar siempre orando, estando alegres, dando gracias a Dios, porque así cumpliremos la voluntad del Padre.

Jesús daba gracias al Padre en cada gesto que hacía, en cada curación. Todo su caminar por la Tierra fue en la práctica una adoración perpetua a su Padre. Por eso le dice a la samaritana:
"Pero llega la hora, ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque ésta es la clase de adoradores que quiere el Padre. Dios es espíritu, por tanto, los que le adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad." Toda misión como testigos enviados por la comunidad cristiana debe estar fundamentada sobre la Roca: la adoración a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Seremos piedras sobre las cuales Cristo edificará su iglesia si adoramos a la Santísima Trinidad asumiendo con San Pablo la respuesta que recibió del Altísimo al hacerle una petición: "Mi gracia te basta, porque mi poder se manifiesta en la debilidad. Me gloriaré en mis debilidades para que el poder de Cristo permanezca en mi".
(2 Co 12, 9). Refiriéndose al Señor, San Pablo afirma en 2 Co 13,4: "Si bien fue crucificado por su debilidad, ahora vive por la fuerza de Dios. Nosotros somos débiles como Él, pero Dios que manifiesta su poder entre vosotros, hará que vivamos con Él".

El combate espiritual de andar por los anchos caminos del mundo, hacia lo que todo nos empuja, o los estrechos senderos del Reino, para los que hemos sido creados, debemos librarlo nosotros. Hay la historia de un leñador que ilustra muy bien el cruce de caminos en la cotidianidad de la vida:

El Leñador

Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que decidió hacer un buen papel.

El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona. El hombre entusiasmado salió al bosque a talar. En un solo día cortó 18 árboles.

-Te felicito, dijo el capataz, sigue así.

Animado por las palabras del capataz decidió mejorar su propio desempeño al día siguiente; así esa noche se acostó bien temprano. A la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más de 15 árboles.

-Me debo haber cansado -pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.

Al amanecer se levantó y decidió batir su marca de 18 árboles. Sin embargo ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron 7, luego 5 y el último día estuvo toda la tarde tratando de cortar su segundo árbol. Inquieto por el pensamiento del capataz, el leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer. El capataz le preguntó:

-¿Cuándo afilaste tu hacha la última vez?

-¿Afilar? No tuve tiempo de afilar, estuve muy ocupado cortando árboles.

Recibir el Reino

Cuántas veces estamos tan ocupados en lo que nos parece urgente, que le restamos tiempo a lo importante... Te invitamos a pensar... ¿Cuál es el hacha de tu vida que no estás afilando? ¿En qué estás ocupando tu tiempo y malgastando tu energía, tus esperanzas futuras, a qué le estás prestando atención que no te dará frutos de vida eterna? En Mt.6, 33 encontramos un indicador de ruta inequívoco: "Buscad el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura". Lo demás, no es todo aquello material o afectivo que deseamos o creemos que necesitamos. Es el seguro de vida o plan de pensiones que hoy en día casi todo el mundo se hace para procurar por su vejez, pero no para la vejez terrena, que sólo Dios sabe si llegaremos a tener, sino para la vida eterna, en el Reino de los cielos con nuestro Padre y todos los santos que han estado alegres en el Señor, aun en las contrariedades y sufrimientos de sus vidas.

En palabras de San Pablo a los Rm. 14,17:
"El Reino de Dios no es cuestión de bebida o comida, sino que es, ante todo, justicia, paz y alegría que da el Espíritu Santo". Después el apóstol Pablo concreta en 1 Co, 4-20 que "Dios reina no cuando se habla, sino cuando se actúa". En la 1 Tim 6, 17-19 insiste: "A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera."

Hay unas palabras sencillas y poéticas que nos han hecho llegar que son una llamada para todos:

¿De qué te sirve la lluvia
de oro que te visita
y hace madurar el fruto
del huerto que tú cultivas,
si desconoces la Mano
que tales dones te envía?
¿De que te sirve la nube
deshecha en limpios cristales
que da canción a tu fuente
y aromas a tus rosales,
si muere de sed tu alma
cautiva en lazos carnales?
¿De qué te sirve la noche
cuajada de pedrería
si es mirada de los cielos
que nunca del pobre olvidan
si para ti tal mirada
es inconsciente y es fría?
¿De qué te sirve el pan blanco
que nunca falta en tu mesa
y el vaso que cual topacios
liquidados centellea,
si está el pobre desvalido
muriendo de hambre a tu puerta?


En Col 1,13 se nos asegura que ya vivimos en el Reino: "Nos arrancó del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo. En el nos encontramos liberados y perdonados". Se trata de aceptar esa herencia cada día: "El Reino que recibimos es inconmovible, guardemos, por tanto, lo que se nos ha concedido: poder celebrar el culto que agrada a Dios". (Heb 12,28). Podemos vivir las delicias escritas en el libro del Ap 11,15: "El mundo ha pasado a ser Reino de nuestro Dios y de su Cristo. El reinará por los siglos de los siglos".

La joven que encontró al Señor esperándola

Conocimos una joven convertida que nos explicó cómo, con poco más de 20 años, tuvo su experiencia personal con Jesús que transformó su vida, aunque ella siempre se había considerado creyente. En su adolescencia dejó de ir a misa los domingos y demás fiestas de precepto. Siguió creyendo en un Dios al que realmente nunca había conocido porque así se lo habían enseñado. Era una joven tímida, estudiosa, una hija obediente, que no causaba problema.

Cuando acabó los estudios empezó a salir con un grupo de chicos/as, como cualquier otra joven. Eran jóvenes que se divertían sanamente, no bebían, ni tomaban drogas, ni eran violentos, no necesitaban estar toda la noche fuera de casa para pasarlo bien. En unos años se disgregó el grupo conforme cada uno encauzaba su vida y esta chica, junto con otra amiga buscaron nuevas amistades. Fue un cambio de ambiente radical: salían por la noche, bebían, tonteaban con las drogas...

La muchacha no consumía nada pero reconoció que aquella época, bajo la premisa de "hay que probarlo todo para tener experiencia", pudo haber truncado su encuentro con Dios. Tras un desengaño amoroso se separó de éste grupo de gente. Poco después, le diagnosticaron un cáncer a su padre. Aprovechando que trabajaba cerca de la iglesia comenzó a ir a misa a buscar a su madre, pero era el Señor quien la estaba esperando a ella.

En la Eucaristía encontró al Señor revistiendola, poco a poco, de su paz. Su vida comenzó a tener sentido. Durante muchos años andó perdida como oveja sin pastor en las tinieblas de la rutina. Cumplía con sus obligaciones familiares, laborales y sociales, sin causar problemas jamás, pero vivía, sin saber para qué, como el ciego, sentada al borde del camino. Tuvo conciencia de como el Señor cortaba las pesadas cadenas del sin sentido, que la tenían paralizada interiormente.

No hubo ningún acontecimiento extraordinario en su vida; sólo rutina y más rutina. Pero, sin embargo, todo era nuevo, ella era nueva, había una luz que la guiaba, una sed de Dios que nunca había experimentado. Cada palabra del Evangelio y cada palabra de los sacerdotes eran exclusivamente para ella. Sentía alegría, aun en la enfermedad de su padre. Los caminos del mundo le habían hecho perder las ganas de vivir y los senderos del Reino le habían dado todo por añadidura.


María el modelo de vida a imitar

Nosotros sentimos continuas contradicciones en nuestra vida no comprendiendo muchas veces lo que llamamos el silencio de Dios. Seguro que lo hemos meditado pero deberíamos hacerlo siempre como un ejercicio de crecimiento personal en el Amor del Padre: ¿Podemos situarnos 2000 años atrás y ponernos en el corazón de María cuando el ángel le anunció que sería la Madre del Hijo de Dios? ¿Qué debió pasar por su mente, por sus sentidos en aquél instante? Los Evangelios no cuentan mucho de María pero si su actitud expresada en el fruto de su respuesta a su prima Isabel cuando se marchó a verla embarazada de Juan el Bautista:

"Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;y exclamando con gran voz, dijo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!"

Y dijo María: "Engrandece mi alma al Señor
y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre
y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.
Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
como había anunciado a nuestros padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos.""

(Lc 1, 40-55).

La oración del Magnificat resume cual debe ser nuestra actitud ante toda circunstancia de la vida: Aceptar y pedir a Dios que se haga su voluntad. Hacerlo con limpieza de corazón y darla gracias siempre, antes incluso de ver manifestada su gloria en nosotros. Demos gracias instante a instante por lo que hace el Todopoderoso en nosotros y hará siempre: llenarnos de su Amor. No esperemos los resultados. María debió esperar años a comprender que era la madre de dios aunque vivió llena de gracia.

Pidamos sabiduría

Nuestro corazón debe desear se enseñado por Dios hasta la eternidad. Por ello la mejor oración es dejarse coger por los brazos amorosos del Padre y pedirle que nos dé la Sabiduría, todo su conocimiento, su mirada sobre los acontecimientos. Pidamos al Espíritu Santo que nos bendiga profusamente para orar con algunos versículos de Libro de la Sabiduría:

"La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo:
se deja contemplar fácilmente por los que la aman
y encontrar por los que la buscan.

Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.

El que madruga para buscarla no se fatigará,
porque la encontrará sentada a su puerta.
Meditar en ella es la perfección de la prudencia,
y el que se desvela por su causa
pronto quedará libre de inquietudes.

La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella,
se les aparece con benevolencia en los caminos
y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.

El comienzo de la Sabiduría es el verdadero deseo de instruirse,
querer instruirse, es amarla;
amarla, es cumplir sus leyes,
observar sus leyes, es garantía de incorruptibilidad,
y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios:
así, el deseo de la Sabiduría conduce a la realeza."

(Sab 6, 12-20.

"En ella hay un espíritu inteligente, santo,
único, multiforme, sutil,
ágil, perspicaz, sin mancha,
diáfano, inalterable, amante del bien, agudo,
libre, bienhechor, amigo de los hombres,
firme, seguro, sereno,
que todo lo puede, lo observa todo
y penetra en todos los espíritus:
en los inteligentes, los puros y hasta los más sutiles.

La Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento;
a causa de su pureza, lo atraviesa y penetra todo.

Ella es exhalación del poder de Dios,
una emanación pura de la gloria del Todopoderoso:
por eso, nada manchado puede alcanzarla.
Ella es el resplandor de la luz eterna,
un espejo sin mancha de la actividad de Dios
y una imagen de su bondad.

Aunque es una sola, lo puede todo;
permaneciendo en sí misma, renueva el universo;
de generación en generación, entra en las almas santas,
para hacer amigos de Dios y profetas.
Porque Dios ama únicamente
a los que conviven con la Sabiduría.

Ella, en efecto, es más radiante que el sol
y supera a todas las constelaciones;
es más luminosa que la misma luz,
ya que la luz cede su lugar a la noche,
pero contra la Sabiduría no prevalece el mal."

(Sab 7, 22-30).

"Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra,
y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
para que gobernara el mundo con santidad y justicia
e hiciera justicia con rectitud de espíritu:
dame la Sabiduría, que comparte tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora,
un hombre débil y de vida efímera,
de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes;
y aunque alguien sea perfecto entre los hombres,
sin la Sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada."

(Sab 9, 1-6).

"Contigo está la Sabiduría, que conoce tus obras
y que estaba presente cuando tú hacías el mundo;
ella sabe lo que es agradable a tus ojos
y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado
y yo conozca lo que es de tu agrado:
así ella, que lo sabe y lo comprende todo,
me guiará atinadamente en mis empresas
y me protegerá con su gloria.
Entonces, mis obras te agradarán."

(Sab 9, 9-12)

"¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?

Los pensamientos de los mortales son indecisos
y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma
y esta morada de arcilla oprime a la mente
con muchas preocupaciones.

Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra,
y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo;
pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?

¿Y quién habría conocido tu voluntad
si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra,
así aprendieron los hombres lo que te agrada
y, por la Sabiduría, fueron salvados".

(Sab 9, 13-18)

Demos gracias a Dios con el Salmo 136:

"¡Aleluya!

¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!

¡Den gracias al Dios de los dioses,
porque es eterno su amor!

¡Den gracias al Señor de los señores,
porque es eterno su amor!

Al único que hace maravillas,
¡porque es eterno su amor!

al que hizo los cielos sabiamente,
¡porque es eterno su amor!

al que afirmó la tierra sobre las aguas,
¡porque es eterno su amor!

Al que hizo los grandes astros,
¡porque es eterno su amor!

el sol, para gobernar el día,
¡porque es eterno su amor!

la luna y las estrellas para gobernar la noche,
¡porque es eterno su amor!

Al que hirió a los primogénitos de Egipto,
¡porque es eterno su amor!

y sacó de allí a su pueblo,
¡porque es eterno su amor!

con mano fuerte y brazo poderoso,
¡porque es eterno su amor!

Al que abrió en dos partes el Mar Rojo,
¡porque es eterno su amor!

al que hizo pasar por el medio a Israel,
¡porque es eterno su amor!

y hundió en el Mar Rojo
al Faraón con sus tropas,
¡porque es eterno su amor!

Al que guió a su pueblo por el desierto,
¡porque es eterno su amor!

al que derrotó a reyes poderosos,
¡porque es eterno su amor!

y dio muerte a reyes temibles,
¡porque es eterno su amor!

y a Sijón, rey de los amorreos,
¡porque es eterno su amor!

y a Og, rey de Basán,
¡porque es eterno su amor!

Al que dio sus territorios en herencia,
¡porque es eterno su amor!

en herencia a Israel, su servidor,
¡porque es eterno su amor!

al que en nuestra humillación
se acordó de nosotros,
¡porque es eterno su amor!

y nos libró de nuestros opresores,
¡porque es eterno su amor!

Al que da el alimento a todos los vivientes,
¡porque es eterno su amor!

¡Den gracias al Señor del cielo,
porque es eterno su amor!"

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