Camino Católico.- El Cardenal Rainiero Cantalamessa, profundiza en una meditación a jóvenes consagradas en el año 2011 sobre la Transfiguración centrándose en la bajada al Tabor interior personal, la contemplación.
martes, 12 de agosto de 2025
lunes, 11 de agosto de 2025
La Transfiguración en el Tabor nos invita a buscar solo a Jesús / Por Cardenal Raniero Cantalamessa Ofm Cap
Camino Católico.- El Cardenal Rainiero Cantalamessa, profundiza en una meditación a jóvenes consagradas en el año 2011 sobre la Transfiguración en el Tabor que nos invita a querer y buscar solo a Jesús para invocando al Espíritu Santo conocer a Dios Padre.
domingo, 10 de agosto de 2025
El misterio de la transfiguración / Por Cardenal Raniero Cantalamessa Ofm Cap
Camino Católico.- El Cardenal Rainiero Cantalamessa, profundiza en una meditación a jóvenes consagradas en el año 2011 sobre el misterio de la transfiguración.
viernes, 27 de junio de 2025
Papa León XIV a sacerdotes: «Solo quien vive en amistad con Cristo impregnado de su Espíritu puede anunciar con autenticidad, consolar con compasión y guiar con sabiduría»
* «El sacerdote, de hecho, es un amigo del Señor, llamado a vivir con Él una relación personal y confidencial, alimentada por la Palabra, la celebración de los sacramentos y la oración diaria. Esta amistad con Cristo es el fundamento espiritual del ministerio ordenado, el sentido de nuestro celibato y la energía del servicio eclesial al que dedicamos nuestra vida; nos sostiene en los momentos de prueba y nos permite renovar cada día el “sí” pronunciado al inicio de la vocación»
Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la meditación del Santo Padre
* «Nuestro tiempo nos desafía, muchos parecen haberse alejado de la fe, pero en lo profundo de muchas personas, especialmente de los jóvenes, hay sed de infinito y de salvación. Muchos experimentan como una ausencia de Dios, pero cada ser humano está hecho para Él, y el designio del Padre es hacer de Cristo el corazón del mundo»
Camino Católico.- “Sólo quien vive en amistad con Cristo y está impregnado de su Espíritu puede anunciar con autenticidad, consolar con compasión y guiar con sabiduría. Esto requiere escucha profunda, meditación y una vida interior rica y ordenada”. Lo ha subrayado el Papa León XIV en un encuentro internacional con los sacerdotes encargados de la pastoral vocacional y la formación en los seminarios, que se ha celebrado en el Auditorium Conciliazione de Roma, en el marco del Jubileo de los Seminaristas y de los Sacerdotes, en la tarde del miércoles 26 de junio.
El encuentro “Sacerdotes Felices” ha sido organizado por el Dicasterio para el Clero con el tema del Evangelio de Juan: “Los he llamado amigos”. También ha estado presente el Cardenal Lazzaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio vaticano, al que el Pontífice ha agradecido por su labor “amplia y preciosa”, que a menudo se desarrolla “en silencio y discreción”.
El Pontífice ha recordado a los numerosos sacerdotes mártires, ha pedido una formación que fuera un camino de relación con el Señor y ha hablado de la crisis vocacional, afirmando que “Dios sigue llamando”. La invitación es a crear “ambientes y formas de pastoral juvenil imbuidas del Evangelio”, ya que muchos jóvenes parecen estar lejos de la fe.
El Papa León XIV ha llegado poco después de las 17:00 h, tras regresar de la Secretaría General del Sínodo, donde se ha reunido con los miembros del Consejo Ordinario. Entra por la escalera central del Auditorio y es recibido con una larga ovación por las aproximadamente 1700 personas presentes, acompañada de los habituales gritos de "¡Viva el Papa!" y "¡Papa León XIII!". En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE A LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO INTERNACIONAL
Sacerdotes felices: «Os he llamado amigos» (Jn 15,15)
PROMOVIDO POR EL DICASTERIO PARA EL CLERO
Auditorio de la Conciliazione, Roma
Jueves, 26 de junio de 2025
Comencemos con la señal de la cruz, ya que todos estamos aquí porque Cristo, que murió y resucitó, nos ha dado la vida y nos ha llamado a servir. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡La paz esté con ustedes!
[Saludo del cardenal Lazzaro You Heung-sik, Prefecto del Dicasterio para el Clero]
Queridos hermanos en el sacerdocio,
queridos formadores, seminaristas, animadores vocacionales, amigos en el Señor:
Es para mí una gran alegría estar hoy aquí con ustedes. En el corazón del Año Santo, juntos queremos dar testimonio de que es posible ser sacerdotes felices, porque Cristo nos ha llamado, Cristo nos ha hecho sus amigos (cf. Jn 15,15); es una gracia que queremos acoger con gratitud y responsabilidad.
Deseo agradecer al cardenal Lazzaro y a todos los colaboradores del Dicasterio para el Clero por su servicio generoso y competente; un trabajo vasto y valioso, que a menudo se lleva a cabo en silencio y con discreción y que produce frutos de comunión, formación y renovación.
Con este momento de intercambio fraterno, un intercambio internacional, podemos valorizar el patrimonio de experiencias ya maduradas, fomentando la creatividad, la corresponsabilidad y la comunión en la Iglesia, para que lo que se siembra con dedicación y generosidad en tantas comunidades pueda convertirse en luz y estímulo para todos.
Las palabras de Jesús: «Yo los llamo amigos» (Jn 15,15) no sólo son una declaración afectuosa hacia los discípulos, sino una auténtica clave para comprender el ministerio sacerdotal. El sacerdote, de hecho, es un amigo del Señor, llamado a vivir con Él una relación personal y confidencial, alimentada por la Palabra, la celebración de los sacramentos y la oración diaria. Esta amistad con Cristo es el fundamento espiritual del ministerio ordenado, el sentido de nuestro celibato y la energía del servicio eclesial al que dedicamos nuestra vida; nos sostiene en los momentos de prueba y nos permite renovar cada día el “sí” pronunciado al inicio de la vocación.
En particular, queridos hermanos, me gustaría extraer tres implicaciones de esta palabra clave para la formación al ministerio sacerdotal.
En primer lugar, la formación es un camino de relación. Convertirse en amigos de Cristo significa formarse en la relación, no sólo en las competencias. La formación sacerdotal, por lo tanto, no puede reducirse a la adquisición de nociones, sino que es un camino de familiaridad con el Señor que involucra a toda la persona: el corazón, la inteligencia, la libertad, y la moldea a imagen del Buen Pastor. Sólo quien vive en amistad con Cristo y está impregnado de su Espíritu puede anunciar con autenticidad, consolar con compasión y guiar con sabiduría. Esto requiere una escucha profunda, meditación y una vida interior rica y ordenada.
En segundo lugar, la fraternidad es un estilo esencial de la vida presbiteral. Convertirse en amigos de Cristo implica vivir como hermanos entre sacerdotes y entre obispos, no como competidores o de forma individualista. La formación debe ayudar a construir vínculos sólidos en el presbiterio como expresión de una Iglesia sinodal, en la que se crece juntos compartiendo las fatigas y las alegrías del ministerio. De hecho, ¿cómo podríamos nosotros, ministros, ser constructores de comunidades vivas, si no reinara ante todo entre nosotros una fraternidad efectiva y sincera?
Además, formar sacerdotes amigos de Cristo significa formar hombres capaces de amar, escuchar, orar y servir juntos. Por eso es necesario especialmente cuidar la preparación de los formadores, porque la eficacia de su trabajo depende ante todo del ejemplo de vida y de la comunión entre ellos. La misma institución de los seminarios nos recuerda que la formación de los futuros ministros ordenados no puede llevarse a cabo de manera aislada, sino que requiere la participación de todos los amigos y las amigas del Señor que viven como discípulos misioneros al servicio del Pueblo de Dios.
A este respecto, quisiera decir también unas palabras sobre las vocaciones. A pesar de los signos de crisis que atraviesan la vida y la misión de los presbíteros, Dios sigue llamando y permanece fiel a sus promesas. Es necesario que haya espacios adecuados para escuchar su voz. Por eso son importantes los ambientes y las formas de pastoral juvenil impregnadas del Evangelio, donde puedan manifestarse y madurar las vocaciones a la entrega total de sí. ¡Tengan el valor de hacer propuestas fuertes y liberadoras! Al mirar a los jóvenes que en nuestro tiempo dicen su generoso “aquí estoy” al Señor, todos sentimos la necesidad de renovar nuestro “sí”, de redescubrir la belleza de ser discípulos misioneros en el seguimiento de Cristo, el Buen Pastor.
Queridos hermanos, celebramos este encuentro en la víspera de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús: es de esta “zarza ardiente” de donde proviene nuestra vocación; es de esta fuente de gracia de donde queremos dejarnos transformar.
La Encíclica del Papa Francisco Dilexit nos, si bien es un don precioso para toda la Iglesia, lo es de manera especial para nosotros, los sacerdotes. Esta nos interpela con fuerza, nos pide que custodiemos juntos la mística y el compromiso social, la contemplación y la acción, el silencio y el anuncio. Nuestro tiempo nos desafía, muchos parecen haberse alejado de la fe, pero en lo profundo de muchas personas, especialmente de los jóvenes, hay sed de infinito y de salvación. Muchos experimentan como una ausencia de Dios, pero cada ser humano está hecho para Él, y el designio del Padre es hacer de Cristo el corazón del mundo.
Por eso queremos recuperar juntos el impulso misionero. Una misión que propone con valentía y amor el Evangelio de Jesús. A través de nuestra acción pastoral, es el Señor mismo quien cuida de su rebaño, reúne a los dispersos, se inclina sobre los heridos, sostiene a los desanimados. Imitando el ejemplo del Maestro, crecemos en la fe y nos convertimos así en testigos creíbles de la vocación que hemos recibido. Cuando uno cree, se nota, la felicidad del ministro refleja un verdadero encuentro con Cristo, que lo sostiene en la misión y en el servicio.
Queridos hermanos en el sacerdocio, ¡gracias a ustedes que han venido desde lejos! Gracias a cada uno por su entrega cotidiana, especialmente en los lugares de formación, en las periferias existenciales y en los lugares difíciles, a veces peligrosos. Al recordar a los sacerdotes que han dado su vida, incluso hasta derramar su sangre, renovamos hoy nuestra disponibilidad a vivir sin reservas un apostolado de compasión y alegría.
¡Gracias por lo que son!, porque recuerdan a todos que es hermoso ser sacerdotes, y que cada llamada del Señor es ante todo una llamada a su alegría. No somos perfectos, pero somos amigos de Cristo, hermanos entre nosotros e hijos de su tierna Madre María, y esto nos basta.
Dirijámonos al Señor Jesús, a su Corazón misericordioso que arde de amor por cada persona. Pidámosle la gracia de ser discípulos misioneros y pastores según su voluntad: buscando a los que están perdidos, sirviendo a los pobres, guiando con humildad a los que nos han sido confiados. Que su Corazón inspire nuestros planes, transforme nuestros corazones y nos renueve en la misión. Los bendigo con afecto y rezo por todos ustedes.
[Un sacerdote le pregunta al Santo Padre si puede abrazarlo]
¡Que sea uno que represente a todos!, porque después los demás también querrán un abrazo. ¿Están de acuerdo? [Los sacerdotes responden: ¡Sí!] ¡Uno en nombre de todos! Entonces, ¡uno en nombre de todos!
[en español] ¡Que levante la mano quien viene de América Latina!
[en inglés] ¿Cuántos vienen de África?... ¿Cuántos de Asia?... ¿De Europa?... ¿De Estados Unidos?...
[Llega el sacerdote, se presenta y abraza al Santo Padre]
En representación de todos los presentes en este momento.
[en español] Para concluir, proponemos un momento de oración. [en italiano] Un momento muy breve, pero lo que he dicho antes en mis palabras es muy importante. Quiero subrayar la importancia de la vida espiritual del sacerdote. Tantas veces, cuando necesitamos ayuda: busquen un buen «acompañante», un director espiritual, un buen confesor. Nadie aquí está solo. Y aunque estés trabajando en la misión más lejana, ¡nunca estás solo! Traten de vivir lo que el Papa Francisco llamaba tantas veces la «cercanía»: cercanía con el Señor, cercanía con el obispo o el superior religioso, y cercanía también entre ustedes, porque realmente deben ser amigos, hermanos; vivir esta hermosa experiencia de caminar juntos sabiendo que estamos llamados a ser discípulos del Señor. Tenemos una gran misión y juntos podemos llevarla a cabo. Contemos siempre con la gracia de Dios, también con mi cercanía, y juntos podremos ser verdaderamente esta voz en el mundo. ¡Gracias!
Entonces, recemos juntos: Padre nuestro...
Y a María, nuestra Madre, digamos: Ave María...
[Bendición]
¡Felicidades a todos! ¡Que Dios los bendiga siempre!
Papa León XIV
Fotos: Vatican Media, 26-6-2025
miércoles, 25 de junio de 2025
Papa León XIV a los obispos, 25-6-2025: «Ser testigo de esperanza con el ejemplo de una vida firmemente anclada en Dios e identificada con Cristo y totalmente dedicada al servicio de la Iglesia»
* «Anunciar que la esperanza no defrauda significa ir a contracorriente, incluso contra la evidencia de situaciones dolorosas que parecen no tener salida. Pero es precisamente en esos momentos cuando mejor se manifiesta que nuestra fe y nuestra esperanza no provienen de nosotros mismos, sino de Dios. Y entonces, si somos verdaderamente cercanos, solidarios con quienes sufren, el Espíritu Santo puede reavivar en los corazones la llama que ya casi se había apagado»
Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la meditación traducida al español del Papa León XIV
* «Cuando las familias llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten abandonados, el obispo está cerca y no ofrece recetas, sino la experiencia de comunidades que tratan de vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con generosidad»
25 de junio de 2025.- (Camino Católico).- “Para guiar a la Iglesia confiada a nuestros cuidados, debemos dejarnos renovar profundamente por Él, el Buen Pastor”: con estas palabras, el Papa León XIV se ha dirigido a los cerca de 300 obispos llegados a Roma con motivo de su Jubileo, con quienes se reunió en la mañana de hoy, miércoles 25 de junio, en la basílica vaticana.
Además les ha subrayado: “El pastor es testigo de esperanza con el ejemplo de una vida firmemente anclada en Dios y totalmente dedicada al servicio de la Iglesia. Y esto ocurre en la medida en que se identifica con Cristo en su vida personal y en su ministerio apostólico, entonces el Espíritu del Señor da forma a su manera de pensar, a sus sentimientos, a sus comportamiento”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación traducida al español del Santo Padre, cuyo texto completo es el siguiente:
JUBILEO DE LOS OBISPOS
MEDITACIÓN DEL SANTO PADRE A LOS OBISPOS, CON OCASIÓN DE SU JUBILEO
Basílica de San Pedro, Altar de la Cátedra
Miércoles, 25 de junio de 2025
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La paz este con ustedes.
Queridos hermanos:
Buenos días y bienvenidos.
Aprecio y admiro su compromiso de venir en peregrinación a Roma, sabiendo bien cuánto sean apremiantes las exigencias del ministerio. Pero cada uno de ustedes, como también yo, antes de ser pastores, ¡somos ovejas del rebaño del Señor! Y por eso también nosotros, es más, nosotros primero, estamos invitados a atravesar la Puerta Santa, símbolo de Cristo Salvador. Para guiar a la Iglesia confiada a nuestros cuidados, debemos dejarnos renovar profundamente por Él, el Buen Pastor, para conformarnos plenamente a su corazón y a su misterio de amor.
«Spes non confundit», «la esperanza no defrauda» (Rm 5,5). ¡Cuántas veces el Papa Francisco repitió estas palabras de san Pablo! Se habían convertido en su lema, hasta el punto de que las escogió como íncipit de la Bula de convocación de este Año jubilar.
Nosotros, los obispos, somos los primeros herederos de esta consigna, y debemos custodiarla y trasmitirla al Pueblo de Dios, con la palabra y el testimonio. A veces, anunciar que la esperanza no defrauda significa ir a contracorriente, incluso contra la evidencia de situaciones dolorosas que parecen no tener salida. Pero es precisamente en esos momentos cuando mejor se manifiesta que nuestra fe y nuestra esperanza no provienen de nosotros mismos, sino de Dios. Y entonces, si somos verdaderamente cercanos, solidarios con quienes sufren, el Espíritu Santo puede reavivar en los corazones la llama que ya casi se había apagado (cf. Bula Spes non confundit, 3).
Queridos hermanos, el pastor es testigo de esperanza con el ejemplo de una vida firmemente anclada en Dios y totalmente dedicada al servicio de la Iglesia. Y esto ocurre en la medida en que se identifica con Cristo en su vida personal y en su ministerio apostólico, entonces el Espíritu del Señor da forma a su manera de pensar, a sus sentimientos, a sus comportamientos. Detengámonos juntos a considerar algunos rasgos que caracterizan este testimonio.
El obispo es, ante todo, el principio visible de unidad en la Iglesia particular que le ha sido confiada. Su tarea es velar para que ella se edifique en la comunión entre todos sus miembros y con la Iglesia universal, valorizando la contribución de los diversos dones y ministerios para el crecimiento común y la difusión del Evangelio. En este servicio, como en toda su misión, el obispo cuenta con una gracia divina especial que le fue conferida en la ordenación episcopal: ella lo sostiene como maestro de la fe, como santificador y guía espiritual; anima su dedicación al Reino de Dios, para la salvación eterna de las personas, para transformar la historia con la fuerza del Evangelio.
El segundo aspecto que me gustaría considerar, siempre partiendo de Cristo como modelo de vida del Pastor, lo definiría de esta manera: el obispo como hombre de vida teologal. Lo que equivale a decir: hombre plenamente dócil a la acción del Espíritu Santo, que suscita en él la fe, la esperanza y la caridad y las alimenta, como la llama del fuego, en las diferentes situaciones existenciales.
El obispo es hombre de fe. Y aquí me viene a la mente esa maravillosa página de la Carta a los Hebreos (cf. cap. 11), donde el autor, comenzando por Abel, hace una larga lista de “testigos” de la fe; y en particular pienso en Moisés, quien, llamado por Dios para guiar al pueblo hacia la tierra prometida, «se mantuvo firme —dice el texto— como si estuviera viendo al Invisible» (Hb 11,27). Qué hermoso es este retrato del hombre de fe: alguien que, por la gracia de Dios, ve más allá, ve la meta y permanece firme en la prueba. Pensemos en las veces en que Moisés intercede por el pueblo ante Dios. Como él, el obispo en su Iglesia es el intercesor, porque el Espíritu mantiene viva en su corazón la llama de la fe.
En esta misma perspectiva, el obispo es hombre de esperanza, porque «la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven» (Hb 11,1). Especialmente cuando el camino del pueblo se hace más difícil, el pastor, por virtud teologal, ayuda a no desesperar; no con las palabras, sino con la cercanía. Cuando las familias llevan cargas excesivas y las instituciones públicas no las sostienen adecuadamente; cuando los jóvenes están decepcionados y hartos de mensajes falsos; cuando los ancianos y las personas con discapacidades graves se sienten abandonados, el obispo está cerca y no ofrece recetas, sino la experiencia de comunidades que tratan de vivir el Evangelio con sencillez y compartiendo con generosidad.
Y de esta manera, su fe y su esperanza se funden en él como hombre de caridad pastoral. Toda la vida del obispo, todo su ministerio, tan diverso y multiforme, encuentra su unidad en lo que san Agustín llama amoris officium. Aquí se expresa y se manifiesta al máximo grado su existencia teologal. En la predicación, en las visitas a las comunidades, en la escucha a los presbíteros y a los diáconos, en las decisiones administrativas, todo está animado y motivado por la caridad de Jesucristo Pastor. Con su gracia, obtenida diariamente en la Eucaristía y en la oración, el obispo da ejemplo de amor fraternal hacia su coadjutor o auxiliar, hacia el obispo emérito y los obispos de las diócesis vecinas, hacia sus colaboradores más cercanos, como también hacia los sacerdotes en dificultades o enfermos. Su corazón es abierto y accesible, y así es también su casa.
Queridos hermanos, este es el núcleo teológico de la vida del pastor. Alrededor de este, y siempre animadas por el mismo Espíritu, quisiera situar otras virtudes indispensables: la prudencia pastoral, la pobreza, la perfecta continencia en el celibato y las virtudes humanas.
La prudencia pastoral es la sabiduría práctica que guía al Obispo en sus decisiones, en el gobierno, en las relaciones con los fieles y con sus asociaciones. Una clara señal de prudencia es el ejercicio del diálogo como estilo y método en las relaciones, y también en la presidencia de los organismos de participación, es decir, en la gestión de la sinodalidad en la Iglesia particular. En este aspecto, el Papa Francisco nos ha hecho dar un gran paso adelante, insistiendo, con sabiduría pedagógica, en la sinodalidad como dimensión de la vida de la Iglesia. La prudencia pastoral permite al obispo guiar a la comunidad diocesana valorizando sus tradiciones y promoviendo nuevos caminos y nuevas iniciativas.
Para dar testimonio del Señor Jesús, el pastor vive la pobreza evangélica. Tiene un estilo sencillo, sobrio y generoso, digno y al mismo tiempo adecuado a las condiciones de la mayoría de su pueblo. Las personas pobres deben encontrar en él un padre y un hermano, sin sentirse incómodas al encontrarse con él o al entrar en su casa. Está personalmente desapegado de las riquezas y no cede a favoritismos basados en estas o en otras formas de poder. El obispo no debe olvidar que, como Jesús, ha sido ungido con el Espíritu Santo y enviado a llevar la Buena Noticia a los pobres (cf. Lc 4,18).
Junto con la pobreza efectiva, el Obispo también vive esa otra forma de pobreza que es el celibato y la virginidad por el Reino de los Cielos (cf. Mt 19,12). No se trata sólo de ser célibe, sino de practicar la castidad del corazón y de la conducta y, de este modo, vivir el seguimiento de Cristo, para poder manifestar a todos la verdadera imagen de la Iglesia, que es santa y casta en sus miembros como en su Cabeza. Además, deberá ser firme y decidido al afrontar las situaciones que puedan provocar escándalo, así como cualquier caso de abuso, especialmente contra menores, ateniéndose a las disposiciones vigentes.
El pastor está llamado además a cultivar aquellas virtudes humanas que también los Padres conciliares quisieron mencionar en el Decreto Presbyterorum Ordinis (n. 3) y que, con mayor razón, son de gran ayuda para el obispo en su ministerio y en sus relaciones. Podemos mencionar la lealtad, la sinceridad, la magnanimidad, la apertura de mente y de corazón, la capacidad de alegrarse con los que se alegran y sufrir con los que sufren; y también el dominio de sí mismo, la delicadeza, la paciencia, la discreción, una gran propensión a escuchar y al diálogo, la disponibilidad al servicio. También estas virtudes, de las que cada uno de nosotros está más o menos dotado por naturaleza, podemos y debemos cultivarlas a semejanza de Jesucristo, con la gracia del Espíritu Santo.
Queridos hermanos, que la intercesión de la Virgen María y de los santos Pedro y Pablo les obtenga a ustedes y a sus comunidades las gracias que más necesitan. En particular, que los ayuden a ser hombres de comunión, a promover siempre la unidad en el presbiterio diocesano, y que cada sacerdote, sin excepción, pueda experimentar la paternidad, la fraternidad y la amistad del obispo. Este espíritu de comunión anima a los presbíteros en su compromiso pastoral y hace crecer en la unidad a la Iglesia particular.
Les agradezco su recuerdo en la oración. Yo también rezo por ustedes y los bendigo de corazón.
Papa León XIV
Fotos: Vatican Media, 25-6-2025