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sábado, 2 de noviembre de 2024

Homilía de la conmemoración de todos los fieles difuntos: No «reencarnación», sino «resurrección» profesa la fe cristiana / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, ofmcap

 

 * «La doctrina de la reencarnación es incompatible con la fe cristiana, que en su lugar profesa la resurrección de la muerte. «Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio» (Hb 9,27). La forma en que se propone entre nosotros, en Occidente, la reencarnación es fruto, entre otras cosas, de un gigantesco equívoco. En su origen la reencarnación no significa un suplemento de vida, sino de sufrimiento; no es motivo de consuelo, sino de terror. Con ella se viene a decir al hombre: «¡Ten cuidado, que si haces el mal, tendrás que renacer para expiarlo!». Es como decir a un encarcelado, al final de su detención, que su pena se ha prolongado y todo debe empezar de nuevo. El cristianismo tiene algo bien distinto que ofrecer sobre el problema de la muerte. Anuncia que «uno ha muerto por todos», que la muerte ha sido vencida; ya no es un abismo que engulle todo, sino un puente que lleva a la otra vida, la de la eternidad. Y, con todo, reflexionar sobre la muerte hace bien también a los creyentes. Ayuda sobre todo a vivir mejor. ¿Estás angustiado por problemas, dificultades, conflictos? Ve hacia delante, contempla estas cosas como te parecerán en el momento de la muerte y verás cómo se redimensionan. No se cae en la resignación ni en la inactividad; al contrario, se hacen más cosas y se hacen mejor, porque se está más sereno y más desprendido. Contando nuestros días, dice un salmo, se llega «a la sabiduría del corazón» (Sal 89, 12)»

Conmemoración de todos los fieles difuntos:

Sabiduría 3, 1-9  /  Salmo 22  / Romanos 5, 5-11 /  Lucas 23, 33.39-43

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.-  La conmemoración de los fieles difuntos es la ocasión para una reflexión existencial sobre la muerte.

En la Escritura leemos esta solemne declaración: «No fue Dios quien hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los vivientes... Dios creó al hombre para la inmortalidad; le hizo imagen de su misma naturaleza; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24). Comprendemos de ahí por qué la muerte suscita en nosotros tanta repulsión. El motivo es que ésta no nos es «natural»; así como la experimentamos en el presente orden de las cosas, hay algo ajeno a nuestra naturaleza, fruto de la «envidia del diablo». Por eso luchamos contra ella con todas nuestras fuerzas. Este insuprimible rechazo nuestro hacia la muerte es la mejor prueba de que no hemos sido hechos para ella y de que no puede tener la última palabra. Precisamente sobre esto nos aseguran las palabras de la primera lectura de la Misa: «Las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno» (Sabiduría 3, 1).

El temor a la muerte es conflicto en lo más profundo de todo ser humano. Hay quien ha querido reconducir toda actividad humana al instinto sexual y explicar todo con él, también el arte y la religión. Pero más poderoso que el instinto sexual es el del rechazo a la muerte, del que la propia sexualidad no es sino una manifestación. Si se pudiera oír el grito silencioso que brota de la humanidad entera, se oiría un bramido tremendo: «¡No quiero morir!».

¿Por qué, entonces, invitar a los hombres a pensar en la muerte, si ya está tan presente? Es sencillo. Porque nosotros, los hombres, hemos elegido suprimir el pensamiento de la muerte. Fingir que no existe, o que existe sólo para los demás, no para nosotros. Hacemos proyectos, corremos, nos exasperamos por nada, como si en cierto momento no tuviéramos que dejar todo y partir.

Pero el pensamiento de la muerte no se deja arrinconar o suprimir con estas pequeñas tretas. Así que no queda más que reprimirlo o huir de su gravedad con paliativos. Los hombres nunca han dejado de buscar remedios a la muerte. Uno de estos se llama la prole: sobrevivir en los hijos. Otro es la fama. En nuestros días se va difundiendo un pseudo-remedio: la doctrina de la reencarnación.

La doctrina de la reencarnación es incompatible con la fe cristiana, que en su lugar profesa la resurrección de la muerte. «Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio» (Hb 9,27). La forma en que se propone entre nosotros, en Occidente, la reencarnación es fruto, entre otras cosas, de un gigantesco equívoco. En su origen la reencarnación no significa un suplemento de vida, sino de sufrimiento; no es motivo de consuelo, sino de terror. Con ella se viene a decir al hombre: «¡Ten cuidado, que si haces el mal, tendrás que renacer para expiarlo!». Es como decir a un encarcelado, al final de su detención, que su pena se ha prolongado y todo debe empezar de nuevo.

El cristianismo tiene algo bien distinto que ofrecer sobre el problema de la muerte. Anuncia que «uno ha muerto por todos», que la muerte ha sido vencida; ya no es un abismo que engulle todo, sino un puente que lleva a la otra vida, la de la eternidad.

Y, con todo, reflexionar sobre la muerte hace bien también a los creyentes. Ayuda sobre todo a vivir mejor. ¿Estás angustiado por problemas, dificultades, conflictos? Ve hacia delante, contempla estas cosas como te parecerán en el momento de la muerte y verás cómo se redimensionan. No se cae en la resignación ni en la inactividad; al contrario, se hacen más cosas y se hacen mejor, porque se está más sereno y más desprendido. Contando nuestros días, dice un salmo, se llega «a la sabiduría del corazón» (Sal 89, 12).

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Evangelio

Cuando los soldados llegaron al lugar llamado Calvario, crucificaron allí a Jesús y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Uno de los malhechores colgados le insultaba: 

«¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!».

Pero el otro le respondió diciendo:

 «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho». 

Y decía:

«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino».

Jesús le dijo: 

«Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Lucas 23, 33.39-43

Día de los fieles difuntos, ponemos nuestra confianza en la Eucaristía, en la intercesión por ellos y en la oración incesante de la Virgen María / Por P. Carlos García Malo

 


jueves, 4 de noviembre de 2021

Papa Francisco en homilía por obispos fallecidos, 4-11-2021: «Ante la muerte,  aprendamos el arte de esperar la salvación venidera del Señor con paciencia confiada»


 * «En medio del dolor, los que se aferran al Señor ven que Él abre el sufrimiento, lo transforma en una puerta por la que entra la esperanza. Es una experiencia pascual, un pasaje doloroso que se abre a la vida, una especie de trabajo espiritual que en la oscuridad nos hace volver a la luz»

Video completo de Vatican News de la homilía del Papa traducida al español

* «Las pruebas nos renuevan, porque eliminan muchas de las escorias y nos enseñan a mirar más allá de la oscuridad, a ver con nuestras propias manos que el Señor realmente salva y tiene el poder de transformarlo todo, incluso la muerte. Nos deja pasar por los cuellos de botella no para abandonarnos, sino para acompañarnos. Sí, porque Dios nos acompaña sobre todo en nuestro dolor, como un padre que ayuda a su hijo a crecer bien estando cerca de él en sus dificultades sin ocupar su lugar. Y antes de llorar, la emoción ya ha enrojecido los ojos de Dios Padre»

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Santa Misa  presidida por el Papa Francisco por los cardenales y obispos fallecidos en 2021, 4-11-2021


4 de noviembre de 2021.- (
Camino Católico)    El Papa Francisco ha presidido este jueves 4 de noviembre en la Basílica de San Pedro del Vaticano una Misa en sufragio por los Cardenales y Obispos fallecidos durante este año. En su homilía, el Santo Padre ha invitado a que “pidamos la gracia de mirar la adversidad con otros ojos. Pidamos la fuerza para saber vivir en el silencio manso y confiado que espera la salvación del Señor, sin quejarnos y sin refunfuñar. Lo que parece un castigo resultará ser una gracia, una nueva demostración del amor de Dios por nosotros. Saber esperar en silencio la salvación del Señor es un arte. Cultivémosla”. En el video de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración de la Santa Misa.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Fieles Difuntos: El misterio pascual de Cristo nos garantiza la vida eterna / Por P. Alvar Pérez Marqués

2 de noviembre de 2009.- El P. Alvar Pérez Marqués, Delegado para la Causa de los Santos de la Diócesis de Sant Feliu de Llobregat, Catalunya, España, profundiza, en esta homilía de hoy conmemoración de los Fieles Difuntos, en el inmenso amor que Dios nos tiene habiéndonos creado para vivir toda la eternidad. Como hijos amados de Dios en quienes el Padre del Cielo se complace, nuestra vivencia de la fe debe centrarse en que el misterio pascual de Cristo nos garantiza la vida eterna. El P. Alvar Pérez Marqués es también Párroco de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada esta meditación en directo. Ver vídeo...