"De mi fe doy testimonio entre bambalinas"
Paul y su mujer llevan una profunda vida de piedad, de oración y Misa diaria
7 de abril de 2009.- Su vida sacramental acredita el nomadismo al que le obliga la vocación que heredó de sus mayores: fue bautizado en Lima, hizo la Primera Comunión en Londres, se confirmó en Bahamas y contrajo matrimonio en Montserrat. De su dilatada carrera quizás se quede con la vez que actuó frente a Benedicto XVI y con su interpretación del malabarista de Notre Dame. Con Lia, su mujer, ha puesto en marcha un curioso proyecto evangelizador: una colección de camisetas con las frases más impactantes de Cristo (http://www.owac-tees.com/).
(Gonzalo Altozano /Alba)
-De jovencito soñaba con la fama, el dinero, las mujeres…
-Hasta que me di cuenta de que por sí solo nada de eso te llenaba.
-La plenitud, ¿dónde la encontró?
-En Dios.
-¿Cómo fue?
-Desde niño me sentí inclinado por lo trascendente. Cuando alguien hablaba de Dios, yo escuchaba atento. Pero luego seguía con mi vida…
-¿Cuándo se plantó?
-Cuando me confirmé. Al principio me planteaba el sacramento como un requisito burocrático, hasta que empecé a hacerme preguntas sobre Dios, la Virgen, la Iglesia…
-Y las respuestas…
-Abrieron mis ojos, me hicieron decir: “¡Wow! ¿Ser católico significa creer en esto? ¡Pero si es una maravilla, un tesoro!”.
-Después de la Confirmación, ¿qué?
-Me sentía tan bien que iba todos los días a la iglesia a dar gracias a Dios. Y a pedirle que guiara mis pasos.
-¿Adónde le llevó?
-A un grupo de jóvenes del Regnum Christi, a los que conocí en Montecarlo. Estos chicos daban un año de su vida para ayudar a la Iglesia como misioneros laicos.
-Y usted se apuntó al plan.
-Después de todo lo que Dios me había dado, era lo mínimo que podía hacer por Él.
-Hasta que me di cuenta de que por sí solo nada de eso te llenaba.
-La plenitud, ¿dónde la encontró?
-En Dios.
-¿Cómo fue?
-Desde niño me sentí inclinado por lo trascendente. Cuando alguien hablaba de Dios, yo escuchaba atento. Pero luego seguía con mi vida…
-¿Cuándo se plantó?
-Cuando me confirmé. Al principio me planteaba el sacramento como un requisito burocrático, hasta que empecé a hacerme preguntas sobre Dios, la Virgen, la Iglesia…
-Y las respuestas…
-Abrieron mis ojos, me hicieron decir: “¡Wow! ¿Ser católico significa creer en esto? ¡Pero si es una maravilla, un tesoro!”.
-Después de la Confirmación, ¿qué?
-Me sentía tan bien que iba todos los días a la iglesia a dar gracias a Dios. Y a pedirle que guiara mis pasos.
-¿Adónde le llevó?
-A un grupo de jóvenes del Regnum Christi, a los que conocí en Montecarlo. Estos chicos daban un año de su vida para ayudar a la Iglesia como misioneros laicos.
-Y usted se apuntó al plan.
-Después de todo lo que Dios me había dado, era lo mínimo que podía hacer por Él.
-Aquel año fue…
-El mejor de mi vida: descubrí que la felicidad no estaba en recibir, sino en dar. Olvidarse de uno para encontrarse. ¡Qué bonita paradoja!
-¿Le costó volver al mundo del espectáculo?
-Lo hice con otras miras: ya no pensaba en la fama, el dinero, las mujeres, sino en evangelizar.
-¿Desde el escenario?
-Más bien entre bambalinas, ante los artistas, dando testimonio.
-¿De qué manera?
-Mostrándome feliz, despreocupado de las cosas del mundo, pendiente sólo de las de Dios, compartiendo los dolores y las alegrías, estando allí cuando mis compañeros me necesitaran.
-¿Nunca le han mirado raro?
-En el mundo del espectáculo, donde hay de todo, suelen respetarse las creencias. Es verdad que alguna vez alguien ha podido hacer un comentario negativo sobre, qué sé yo, la Iglesia.
-Ante eso, ¿qué hace?
-Defender mi fe, aunque me cueste. Al Espíritu Santo le pido que me ilumine y a Dios Padre ayuda para amar a esa persona, por la que su Hijo también murió.
-¿Tienen que ver sus estudios de Teología con su empeño por defender la fe?
-Estudio Teología por la necesidad de fundamentar nuestras convicciones, más en los tiempos que corren. También estudio por afición.
-Y por correspondencia.
-Es que la vida que llevo…
-Ahí quería llegar: ¿la fe exige raíces?
-Sólo en Dios, pero no en sitio alguno. En esta vida estamos de paso, somos peregrinos. Por eso la fe hay que cultivarla estemos donde estemos. ¿Sabe qué?
-¿Qué?
-Me encanta ir a misa en Japón y pensar que la liturgia es la misma que la de la iglesia a la que van mis padres en España.
-¿Quiere para sus hijos la vida que ha llevado usted?
-Eso me preguntó una vez el director de un casino.
-¿Qué le respondió?
-Que quería que mis hijos fueran felices. Y que la única forma posible es haciendo la voluntad de Dios.
-Conclusión: la vida nómada no es incompatible con el catolicismo.
-Mi mujer y yo tenemos una vida de piedad bien definida: oraciones, lectura espiritual, meditación, rosario, misa diaria…
-Si no fuera por eso…
-No estaríamos donde estamos. Mantener el fuego evangelizador no es fácil. De ahí la importancia de hacer uso de los medios que Dios, respetando nuestra libertad, nos pone al alcance.
-Hablando de rezar: usted lo hace antes de salir a escena.
-Sí, y de una forma natural, nada forzada, como el que habla con un amigo, con su mejor amigo. Le pido sobre todo que lo que vaya a hacer en el escenario sirva para un bien mayor.
-Le gustará saber que ustedes, los malabaristas, tienen un patrón.
-San Juan Bosco, sí, que era fantástico porque después de hacer malabares ante los jóvenes les invitaba a misa.
-¿Y Dios? ¿Qué tal malabarista es?
-¿Dios? ¡Un fenómeno, el mejor! El mundo está como está y a Él no se le escapa una sola plegaria.
-El mejor de mi vida: descubrí que la felicidad no estaba en recibir, sino en dar. Olvidarse de uno para encontrarse. ¡Qué bonita paradoja!
-¿Le costó volver al mundo del espectáculo?
-Lo hice con otras miras: ya no pensaba en la fama, el dinero, las mujeres, sino en evangelizar.
-¿Desde el escenario?
-Más bien entre bambalinas, ante los artistas, dando testimonio.
-¿De qué manera?
-Mostrándome feliz, despreocupado de las cosas del mundo, pendiente sólo de las de Dios, compartiendo los dolores y las alegrías, estando allí cuando mis compañeros me necesitaran.
-¿Nunca le han mirado raro?
-En el mundo del espectáculo, donde hay de todo, suelen respetarse las creencias. Es verdad que alguna vez alguien ha podido hacer un comentario negativo sobre, qué sé yo, la Iglesia.
-Ante eso, ¿qué hace?
-Defender mi fe, aunque me cueste. Al Espíritu Santo le pido que me ilumine y a Dios Padre ayuda para amar a esa persona, por la que su Hijo también murió.
-¿Tienen que ver sus estudios de Teología con su empeño por defender la fe?
-Estudio Teología por la necesidad de fundamentar nuestras convicciones, más en los tiempos que corren. También estudio por afición.
-Y por correspondencia.
-Es que la vida que llevo…
-Ahí quería llegar: ¿la fe exige raíces?
-Sólo en Dios, pero no en sitio alguno. En esta vida estamos de paso, somos peregrinos. Por eso la fe hay que cultivarla estemos donde estemos. ¿Sabe qué?
-¿Qué?
-Me encanta ir a misa en Japón y pensar que la liturgia es la misma que la de la iglesia a la que van mis padres en España.
-¿Quiere para sus hijos la vida que ha llevado usted?
-Eso me preguntó una vez el director de un casino.
-¿Qué le respondió?
-Que quería que mis hijos fueran felices. Y que la única forma posible es haciendo la voluntad de Dios.
-Conclusión: la vida nómada no es incompatible con el catolicismo.
-Mi mujer y yo tenemos una vida de piedad bien definida: oraciones, lectura espiritual, meditación, rosario, misa diaria…
-Si no fuera por eso…
-No estaríamos donde estamos. Mantener el fuego evangelizador no es fácil. De ahí la importancia de hacer uso de los medios que Dios, respetando nuestra libertad, nos pone al alcance.
-Hablando de rezar: usted lo hace antes de salir a escena.
-Sí, y de una forma natural, nada forzada, como el que habla con un amigo, con su mejor amigo. Le pido sobre todo que lo que vaya a hacer en el escenario sirva para un bien mayor.
-Le gustará saber que ustedes, los malabaristas, tienen un patrón.
-San Juan Bosco, sí, que era fantástico porque después de hacer malabares ante los jóvenes les invitaba a misa.
-¿Y Dios? ¿Qué tal malabarista es?
-¿Dios? ¡Un fenómeno, el mejor! El mundo está como está y a Él no se le escapa una sola plegaria.
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