Elige tu idioma

Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:

miércoles, 8 de abril de 2009

“Dios siempre va por delante, nos fiamos de Él y Él de nosotros”
Jaime tiene dos años, doce operaciones quirúrgicas, una minusvalía importante y una familia de reportaje
8 de abril de 2009.- Borja y Patricia son un matrimonio fuera de lo normal, una especie en peligro de extinción. Peligro no para ellos, sino para una sociedad que parece haber olvidado que el amor es sinónimo de entrega, conlleva sacrificio y se encara con una buena dosis de ilusión y otra no menos grande de valor.

(Jesús García / Alba) Desde antes de casarse pasearon con alegría, en sus ocho años de noviazgo, la bandera de lo que es un noviazgo cristiano. Y eso sin saber lo que el Señor les tenía reservado, como unos escogidos de la mano de Dios, para dar al mundo un ejemplo de superación, entrega, valor y sacrificio del de carne y hueso, que siente y padece, y no de celofán y brillantina, tan de moda últimamente.

Ambos son miembros del Camino Neocatecumenal, una catequesis posbautismal que ha acercado a millones de personas en todo el mundo a vivir un encuentro personal con Cristo. Se conocieron en Loreto, bajo la atenta mirada de Juan Pablo II el Grande y ocho años después, con 29 años él y 27 ella, se casaron, “como Dios manda”.

En seguida nació Inés, su primera hija, y poco después, Patricia se quedó embarazada de Jaime, quien con prisas por conocer a sus padres y hermana, vino al mundo en la semana 28 de gestación, pesando 1.200 gramos. “Es curioso curioso cómo el Señor tiene sus planes y los dispone en la vida de los que nos acogemos a Él”, dice Patricia. “Justo el día antes yo hice un paso del Camino que se llama Reditio, en el que tras dos años de preparación, renovamos ante toda la comunidad nuestra fe de manera pública, rezando el Credo. El nacimiento de Jaime y el estado en que nació fue una llamada al abandono total en las manos de Dios Padre”. Lo cierto es que los médicos no daban un duro por Jaime, pero poco a poco, el pequeño le fue sacando minutos a la vida, haciendo frente como un valiente a las complicaciones que iban surgiendo en la incubadora.

La primera de ellas llegó unas horas después del nacimiento y con un nombre extraño que no auguraba nada bueno: la enfermedad de Hirschsprung, una afección intestinal que afecta a uno de cada cinco mil recién nacidos, que imposibilita el intestino para su función natural y que, de no descubrirse a tiempo, producirá la muerte en dos días como mucho. Jaime, con apenas unas horas de vida, afrontará entonces la primera de las once operaciones a las que se vio sometido en un año. Era la primera estación de un calvario que está viviendo un niño Jesús de menos de tres años.

A las tres de la tarde

Tenía Jaime dos meses cuando un viernes a las tres de la tarde, la hora revelada por el Señor a santa Faustina como la de su Infinita Misericordia, Patricia recibió una llamada del hospital para comunicarle que Jaime había sufrido un derrame cerebral de nivel 3, que le produjo una hidrocefalia y que hacía necesaria la implantación en la cabeza de una válvula que le ayude a eliminar líquido. “En ese momento colgué el teléfono, me metí en mi habitación y de rodillas le grité a Dios: ¡Abba! ¡Papaíto! ¿Por qué permites esto!?”. Era la segunda estación. Dice Patricia, una vez que ha pasado cierto tiempo, que “ahora sé que Dios ha ido siempre por delante de nosotros. Nos hemos fiado de Él y Él se ha fiado de nosotros”. Reconoce que alguna vez le ha dicho que no podía más, pero “luego me he dado cuenta de que Dios no te pide nada que no te haya dado antes. Te pide la fuerza que recibiste, la fe que ya te regaló”. Patricia reconoce que a veces le dan ganas de llorar cuando está en el parque y Jaime no mueve sus piernas, se queda mirando a otros niños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario