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Camino Católico.- La enseñanza la realiza Conchi Vaquero Callejas, laica casada y madre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, quien reflexiona en esta enseñanza sobre la acción de Dios en nuestra vida. Dios es un Dios de presente y en nuestra oración y en cada situación debemos experimentar que somos amados profundamente por Él. Pensar en el futuro nos trae ansiedad y depresión porque nos centramos en unas preocupaciones y problemas que no existen.
Conchi Vaquero pertenece también al grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta charla, el lunes 28 de marzo de 2011.
* «Sólo después de haber contemplado la «buena voluntad» de Dios hacia nosotros podemos ocuparnos también de la «buena voluntad» de los hombres: de nuestra respuesta al misterio de la Navidad. Esta buena voluntad se debe expresar mediante la imitación de la acción de Dios. Imitar el misterio que celebramos significa abandonar todo pensamiento de hacer justicia solos, todo recuerdo de ofensas recibidas, suprimir del corazón todo resentimiento aún justo, y ello respecto a todos. No admitir voluntariamente ningún pensamiento hostil contra nadie; ni contra los cercanos ni contra los lejanos, ni contra los débiles ni contra los fuertes, ni contra los pequeños ni contra los grandes de la tierra, ni contra criatura alguna que existe en el mundo. Y esto para honrar la Navidad del Señor, porque Dios no ha guardado rencor, no ha mirado la ofensa recibida, no ha esperado a que otro diera el primer paso hacia Él» Continuar leyendo
* «Veo tres casas concéntricas, una dentro de la otra, de las que tenemos que salir para subir al monte y reconstruir la casa de Dios. La primera casa, bien cubierta, cuidada y amueblada, es mi yo: mi comodidad, mi gloria, mi posición en la sociedad o en la Iglesia. Es el muro más difícil de derribar, el mejor tapado. Es tan fácil confundir mi honor con el honor de Dios y de la Iglesia, el apego a mis ideas con el apego a la pura y simple verdad. El hablante en este momento no se cree una excepción. Nos quedamos dentro de este caparazón nuestro como el gusano de seda en su estuche: todo alrededor es seda, pero si el gusano no rompe el caparazón, seguirá siendo una larva y nunca se convertirá en una mariposa voladora»
* «La segunda casa bien cubierta de donde salir para trabajar en la “casa del Señor” es mi parroquia, mi orden religiosa, movimiento o asociación eclesial, mi Iglesia local, mi diócesis… No debemos equivocarnos. ¡Ay de nosotros si no tuviéramos amor y apego a estas realidades particulares en las que el Señor nos ha puesto y de las que tal vez somos responsables! El mal es absolutizarlas, no ver nada fuera de ellas, no interesarse sino de ellas, criticar y despreciar a quien no las comparte. Salir de la la tercera casa bien cubierta se hace más difícil por el hecho de que se nos ha enseñado durante siglos que salir de ella sería un pecado y una traición. Hablo, por supuesto, de la casa bien cubierta que es la particular denominación cristiana a la que pertenecemos»
* «La tradición católica ha sentido la necesidad de prolongar y dar más espacio a este momento de contacto personal con Cristo eucarístico y ha desarrollado a lo largo de los siglos, especialmente a partir del siglo XIII, el culto de la Eucaristía fuera de la Misa. No es un culto separado, desprendido e independiente del sacramento; es seguir “recordando” a Cristo: sus misterios y sus palabras; es una manera de “recibir” a Jesús cada vez más en nuestra vida. Una forma de interiorizar el misterio recibido. La adoración eucarística es el signo más claro de que la humildad y el ocultamiento de Cristo en la Eucaristía no nos hacen olvidar que estamos en presencia del “Santísimo”, de aquel que, con el Padre y el Espíritu Santo, creó el cielo y la tierra»
* «Podemos amar al Padre con el amor con que el Hijo lo ama y podemos amar a Jesús con el amor con que el Padre lo ama. Todo, gracias al Espíritu Santo que es ese mismo amor. Pues, ¿qué, le damos a Dios de lo nuestro, cuando le decimos: “¡Te amo!”. ¡Nada más que el amor que recibimos de él!»
* «Podemos, en la oración, decir a Dios Padre: ‘¡Padre, te amo con el amor con que te ama tu Hijo Jesús!’ Y decirle a Jesús: ‘Jesús, te amo con el amor con que te ama tu Padre celestial’. ¡Y saber con certeza que no es una ilusión!»
* «En la mayoría de los casos que he conocido en mi vida, ese descubrimiento de Cristo que cambia la vida se produjo al encontrarse con alguien que ya había experimentado esa gracia, al participar en una reunión, al escuchar un testimonio, al haber experimentado la presencia de Dios en un momento de gran sufrimiento, y -no puedo callarme, porque es lo que pasó conmigo – habiendo recibido el llamado bautismo del Espíritu. Se ve entonces la necesidad de confiar cada vez más en los laicos, hombres y mujeres, para la evangelización. Muchos de ellos han descubierto lo que significa conocer a un Jesús vivo y están ansiosos por compartir su descubrimiento con los demás»
* «El mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia (LG 12)»
* «A Jesús se le ve y se le toca, pero con otros ojos y con otras manos: del corazón, de la fe. Él está resucitado y está vivo. Es un ser concreto, no una abstracción, para quien ha tenido esta experiencia y este conocimiento. Más aún, con Jesús las cosas van incluso mejor. En el enamoramiento humano hay artificio, atribuyendo al amado cualidades de las que tal vez carece y con el tiempo frecuentemente se está obligado a cambiar de opinión. En el caso de Jesús, cuanto más se le conoce y se está a su lado, más se descubren nuevos motivos para estar enamorados de Él y seguros de la propia elección»
* «La Navidad es la manifestación – literalmente, la epifanía – de la bondad y el amor de Dios por el mundo: ‘Se ha manifestado (epephane) la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres’, escribe San Pablo. Y otra vez: ‘Se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre’ (Tit 2, 11; 3, 4). Lo más importante que se debe hacer en Navidad es recibir con asombro el don infinito del amor de Dios… Lo que debemos hacer, ante todo, en Navidad es creer en el amor de Dios por nosotros. El acto de caridad tradicional, al menos en el rezo privado y personal, a veces no debería comenzar con las palabras: ‘Dios mío, te amo con todo mi corazón’, sino: ‘Dios mío, creo con todo mi corazón que me amas’. Parece algo fácil. En cambio, es una de las cosas más difíciles del mundo. El hombre tiende más a ser activo que pasivo, a hacer que a dejarse hacer. Inconscientemente no queremos ser deudores, sino acreedores. Sí, queremos el amor de Dios, pero como recompensa, más que como regalo. De este modo, sin embargo, se produce insensiblemente un desplazamiento y un vuelco: en primer lugar, por encima de todo, en el lugar del don, se pone el deber, en el lugar de la gracia, la ley, en el lugar de la fe, obras»
* «Además de la evangelización, la esperanza nos ayuda en nuestro camino personal de santificación. Se convierte, en quienes la practican, en el principio del progreso espiritual. Te permite descubrir siempre nuevas “posibilidades para el bien”, siempre algo que se puede hacer. Ella no nos deja acomodarnos en la tibieza y la pereza. Cuando tienes la tentación de decirte a ti mismo: “No hay nada más que hacer”, la esperanza se adelanta y te dice: “¡Ora!”. Tu respondes: “¡Pero ya oré!” y ella: “¡Ora de nuevo!”. E incluso cuando la situación se vuelva extremadamente dura y parezca que no hay verdaderamente nada más que hacer, la esperanza aún os indica una tarea: perseverar hasta el final y no perder la paciencia, uniéndoos a Cristo en la cruz»
* «La revelación dice: «Dios es felicidad»; el hombre invierte de nuevo el orden y dice: «¡La felicidad es Dios!». ¿Y qué sucede así? No conocemos en la tierra la felicidad en estado puro, como no conocemos el amor absoluto; conocemos sólo fragmentos de felicidad que se reducen con frecuencia a ebriedades pasajeras de los sentidos. Cuando por eso decimos: «¡La felicidad es Dios!», divinizamos nuestras pequeñas experiencias; llamamos «Dios» a la obra de nuestras manos o de nuestra mente. Hacemos, de la felicidad, un ídolo. Esto explica por qué quien busca a Dios encuentra siempre la alegría, mientras que quien busca la alegría no siempre encuentra a Dios. El hombre se reduce a buscar la felicidad en razón de cantidad: siguiendo placeres y emociones cada vez más intensos, o añadiendo placer a placer. Como el drogadicto que necesita dosis cada vez mayores para lograr el mismo grado de placer. Sólo Dios es feliz y hace felices. Por eso un salmo exhorta: «Ten tu alegría en el Señor, y escuchará lo que pida tu corazón» (Sal 37,4). Con Él también los gozos de la vida presente conservan su dulce sabor y no se transforman en angustias. No sólo los gozos espirituales, sino toda alegría humana honesta: la alegría de ver crecer a los propios hijos, del trabajo felizmente llevado a término, de la amistad, de la salud recuperada, de la creatividad, del arte, del esparcimiento en contacto con la naturaleza. Sólo Dios ha podido arrancar de los labios de un santo el grito: «Basta, Señor, de alegría; ¡mi corazón ya no puede contener más!». En Dios se encuentra todo lo que el hombre acostumbra a asociar a la palabra felicidad e infinitamente más, pues «ni ojo vio, ni oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (1 Co 2,9)» Continuar leyendo
* «Creemos que todos los que son salvos son salvos por los méritos de Cristo: ‘No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos.’ (Hechos 4:12). Sin embargo, una cosa es afirmar la necesidad universal de Cristo para la salvación y otra cosa es afirmar la necesidad universal de la fe en Cristo para la salvación. La fe es el único criterio capaz de relacionarnos correctamente, no sólo con la ciencia, sino también con la historia. Al hablar de la fe que justifica, san Pablo cita el célebre oráculo de Habacuc: ‘El justo por la fe vivirá’ (Ab 2, 4). ¿Qué quiere decir Dios con esa palabra profética, ya que es Dios mismo quien la pronuncia? Dios no resuelve el enigma de la historia, pero nos pide que confiemos en él y en su justicia, a pesar de todo. La solución no está en el cese de la prueba, sino en el aumento de la fe»
Camino Católico.- En esta enseñanza el P. Jaime Burke O.P. profundiza, con numerosos testimonios vividos por él, en como Dios nos ama con un amor inmenso que nos busca a cada uno como oveja perdida. El pecado no puede satisfacer el corazón tan grande que el Señor ha puesto en nosotros. Jaime Burke explica que toda conversión se da porque Dios va buscando a cada uno hasta tener un encuentro personal con Él. Jesús quiere enseñarnos a amar y unirnos en comunidad, librándonos de todo pecado y regalándonos su vida. Esta meditación fue grabada en directo el 1 de abril del año 2006, en un retiro celebrado en Barcelona, Catalunya, España.
El P. Jaime Burke O.P., falleció a los 86 años, el 6 de octubre del año 2009 en Houston (EE.UU). Este vídeo corresponde a la recopilación completa que estamos publicando de toda su predicación grabada en directo, que tantos corazones ha transformado llevándoles a los pies de Jesús el Señor.
El padre Jaime Burke fue profesor en la facultad de Santa Teresa College, Kansas City, MO y Siena Heights College, Adrian, MI. Luego asumió la responsabilidad de Rector del Seminario Mayor de La Paz, Bolivia (1958-1962), donde fue co-fundador del Instituto Boliviano de Estudios Sociales y Acción (1960-1971). Después sintió la llamada del Señor a predicar el evangelio itinerante durante los últimos 38 años de su vida. Lo ha hecho en más de 40 países del mundo, muchos en América Latina, también en Irlanda, España, Italia, India, Pakistán, Filipinas y los Estados Unidos, entre otros. Además, fue de los primeros sacerdotes en el mundo que acogió e impulsó la Renovación Carismática Católica.
El mejor homenaje que podemos hacerle es que pueda continuar predicando siempre hasta los confines de la tierra, a través de Internet, y siga siendo un heraldo del amor de Dios para las decenas de miles de personas que lo han conocido y para las muchas que ahora le escucharan por primera vez.
* «El mandamiento de Jesús es un mandamiento nuevo en sentido activo y dinámico: porque «renueva», hace nuevo, transforma todo. ‘Es este amor que nos renueva, haciéndonos hombres nuevos, herederos del Testamento nuevo, cantores del cántico nuevo’ (San Agustín). Si el amor hablara, podría hacer suyas las palabras que Dios pronuncia en la segunda lectura de hoy: ‘He aquí que hago nuevas todas las cosas’»
* «Quien, como el sacerdote, es llamado, por vocación, a este servicio «espiritual», no sirve a los hermanos si les presta cien o mil otros servicios, pero descuida ese único que se tiene derecho a esperar de él y que sólo él puede dar. Está escrito que el sacerdote ‘está constituido para el bien de los hombres en las cosas que conciernen a Dios’ (Heb 5,1). Cuando este problema surgió por primera vez en la Iglesia, Pedro lo resolvió diciendo: ‘No es justo que descuidemos la palabra de Dios para el servicio de las mesas… Nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra’ (Hch 6,2-4)»
Vídeo completo en italiano de la 5ª predicación de Cuaresma del Cardenal Raniero Cantalamessa de la transmisión en directo de Vatican News.
* «Hay pastores que, de hecho, han vuelto al servicio de las cantinas. Se ocupan de todo tipo de problemas materiales, económicos, administrativos, a veces incluso agrícolas que existen en sus comunidades (incluso cuando se podrían dejar perfectamente en manos de otros), y descuidan su verdadero e insustituible servicio. El servicio de la Palabra requiere horas de lectura, estudio y oración. Si hay una queja general que circula hoy entre los fieles en la Iglesia, es este: la insuficiencia, el vacío, de la predicación. Muchos salen de la Misa disgustados por la homilía, secos, en lugar de enriquecidos»
* «Una cosa es ‘estar’ y otra ‘estar presente’. La presencia supone alguien que está presente y alguien a quien se hace presente; supone comunicación recíproca, el intercambio entre dos sujetos libres que toman conciencia el uno del otro. Es mucho más, pues, que un simple estar en un determinado lugar. Semejante dimensión subjetiva y existencial de la presencia eucarística no anula la presencia objetiva que precede la fe del hombre, es más, la supone y la valora. Lutero, que tanto ensalzó la función de la fe, es también uno de los que ha sostenido con mayor vigor la doctrina de la presencia real de Cristo en el sacramento del altar»
Vídeo completo en italiano de la 4ª predicación de Cuaresma del Cardenal Raniero Cantalamessa de la transmisión en directo de Vatican News
* «San Gregorio de Nisa nos dejó una expresión estupenda para indicar este nivel más alto de fe; habla de ‘un sentimiento de presencia’ que se tiene cuando alguien es atrapado por la presencia de Dios y tiene una cierta percepción (no sólo una idea) de que él está presente. No se trata de una percepción natural; es fruto de una gracia que opera como una ruptura de nivel, un salto de calidad. Hay una analogía muy importante con lo que ocurría cuando, después de la resurrección, Jesús se dejaba reconocer por alguien. Era algo imprevisto que, de repente, cambiaba por completo el estado de una persona. Algo parecido tiene lugar el día en que un cristiano, después de haber recibido tantas y tantas veces a Jesús en la Eucaristía, finalmente, por un don de la gracia, lo ‘reconoce’. De la fe y del ‘sentimiento’ de la presencia real, debe florecer espontáneamente la reverencia y, más aún, la ternura hacia Jesús sacramentado»
* «En la Eucaristía, por lo tanto, no sólo hay comunión entre Cristo y nosotros, sino también asimilación; la comunión no es sólo la unión de dos cuerpos, de dos mentes, de dos voluntades, sino que es la asimilación del único cuerpo, de la única mente y de la voluntad de Cristo. «El que se une al Señor forma con él un solo Espíritu» (1 Cor 6,17)… No siempre podemos recibir el cuerpo de Cristo en la Eucaristía e incluso cuando lo recibimos, dura solo unos minutos, mientras que siempre podemos recibirlo en los pobres. Aquí no hay límites, solo se requiere que lo queramos. Siempre tenemos a los pobres a mano. Cada vez que nos encontremos con alguien que sufre, especialmente si se trata de ciertas formas extremas de sufrimiento, si estamos atentos, escucharemos, con los oídos de la fe, la palabra de Cristo: «¡Esto es mi cuerpo!»
Vídeo completo en italiano de la 1ª predicación de Cuaresma del Cardenal Raniero Cantalamessa de la transmisión en directo de Vatican News
* «¡Qué razón inagotable para el asombro y el consuelo ante la idea de que nuestra humanidad se convierte en la humanidad de Cristo! Pero también ¡qué responsabilidad de todo esto! Si mis ojos se han convertido en los ojos de Cristo, mi boca en la de Cristo, qué razón para no permitir que mi mirada se detenga en imágenes lascivas, a mi lengua que hable contra mi hermano, a mi cuerpo que no sirva como instrumento de pecado. «¿Tomaré, pues, los miembros de Cristo y haré de ellos miembros de una prostituta?», escribía Pablo a los Corintios»
* «¿Qué ofrecemos, ofreciendo nuestro cuerpo y nuestra sangre, junto con Jesús, en la Misa? También ofrecemos lo que Jesús ofreció: la vida y la muerte. Con la palabra «cuerpo», damos todo lo que concretamente constituye la vida que llevamos en este mundo, nuestra vivencia: tiempo, salud, energías, capacidades, afecto, tal vez solo una sonrisa. Con la palabra «sangre», también expresamos la ofrenda de nuestra muerte. No necesariamente la muerte definitiva, el martirio por Cristo o por nuestros hermanos. En nosotros es muerte todo lo que prepara y anticipa la muerte: humillaciones, fracasos, enfermedades que inmovilizan, limitaciones debidas a la edad, a la salud, en una palabra, todo lo que nos ‘mortifica’»
Vídeo completo en italiano de la 1ª predicación de Cuaresma del Cardenal Raniero Cantalamessa de la transmisión en directo de Vatican News
* «Nuestra firma son las pocas gotas de agua que se mezclan con el vino en la copa. Son nada más que agua, pero mezcladas en el vaso se convierten en una única bebida. La firma de todos es el solemne Amén que la asamblea pronuncia, o canta, al final de la doxología: ‘Por Cristo, con Él y en Él, a ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y gloria por los siglos de los siglos… ¡Amén!’ Sabemos que quien ha firmado un compromiso tiene el deber de honrar su propia firma. Esto significa que, al salir de la Misa, también nosotros debemos hacer de nuestra vida un don de amor al Padre y a nuestros hermanos. Repito, no sólo estamos llamados a celebrar la Eucaristía, sino también a hacernos Eucaristía. ¡Que Dios nos ayude en esto!»
* «La unción es dada por la presencia del Espíritu y es su don, ¿qué podemos hacer para tenerla? En primer lugar, debemos partir de una certeza: «Hemos recibido la unción del Santo», nos asegura san Juan (1 Jn 2,20). Es decir, gracias al bautismo y la confirmación —y, para algunos, a la ordenación sacerdotal o episcopal— ya poseemos la unción. Más aún, según la doctrina católica, ha impreso en nuestra alma un carácter indeleble, como una marca o un sello: «Es Dios mismo —escribe el Apóstol—, quien nos ha conferido la unción, nos ha impreso el sello y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones» (2 Cor 1,21-22). Esta unción, sin embargo, es como un ungüento perfumado encerrado en un jarrón: permanece inerte y no libera ningún olor si no se rompe y no se abre el jarrón. Ahí es donde se inserta nuestra parte sobre la unción. No depende de nosotros, pero depende de nosotros eliminar los obstáculos que impiden la irradiación. No es difícil entender lo que significa para nosotros romper el jarrón de alabastro. La vasija es nuestra humanidad, nuestro yo, a veces nuestro árido intelectualismo. Romperlo significa ponerse en un estado de entrega a Dios y de resistencia al mundo»
Vídeo completo en italiano de la 1ª predicación de Cuaresma del Cardenal Raniero Cantalamessa de la transmisión en directo de Vatican News
* «No todo, afortunadamente para nosotros, está confiado al esfuerzo ascético. Mucho puede, en este caso, la fe, la oración, la humilde imploración. La unción no sólo es necesaria para que los predicadores proclamen eficazmente la palabra, sino que también es necesario que los oyentes la acojan. El evangelista Juan escribía a su comunidad: «Habéis recibido la unción del Santo, y todos tenéis conocimiento… La unción que habéis recibido de él permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os instruya» (1 Jn 2,20.27). No es que toda instrucción sea inútil. ¿Por qué, entonces, Juan escribe su carta y nosotros te predicamos?, comenta Agustín, y responde: ‘Es el maestro interior quien verdaderamente instruye, es Cristo y su inspiración los que instruyen. Cuando falta su inspiración y su unción, las palabras externas solo provocan un alboroto inútil’»
* «Por desagracia también en el nivel espiritual existen estas dos tristes posibilidades. Concibe a Jesús sin darlo a luz el que acoge la Palabra, sin ponerla en práctica; quien continúa haciendo un aborto espiritual tras otro, formulando propósitos de conversión que luego son sistemáticamente olvidados y abandonados a mitad de camino. Son, dice Santiago, los que se miran rápidamente en el espejo y luego se van olvidando de cómo eran (cf. Sant 1,23-24). Por el contrario, da a luz a Cristo sin haberlo concebido aquel que hace muchas obras, incluso buenas, pero que no provienen del corazón, del amor a Dios y de recta intención, sino de la costumbre, de la hipocresía, de la búsqueda de la propia gloria y del propio interés, o simplemente de la satisfacción que da el hacer»
Vídeo completo en italiano de la 3ª predicación de adviento del Cardenal Raniero Cantalamessa de la transmisión en directo de Vatican News
* «Nuestras obras son «buenas» sólo si vienen del corazón, si son concebidas por amor de Dios y en la fe. En otras palabras, si la intención que nos guía es recta, o al menos nos esforzamos por rectificarla… Pero es necesario insistir en una cosa: este propósito de nueva vida debe traducirse, sin demora, en algo concreto, en un cambio, a ser posible incluso externo y visible, en nuestra vida y en nuestros hábitos. Si el propósito no se pone en acción, Jesús es concebido, pero no nace. Es uno de los muchos abortos espirituales. ¡Nunca se celebrará «la segunda fiesta» del Niño Jesús, que es la Navidad! Es uno de los muchos aplazamientos, de los cuales quizá nuestra vida ha sido salpicada»