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miércoles, 3 de diciembre de 2025

Jennifer S. Bryson: «Estudiaba comunismo en la Universidad Karl Marx y mientras leía a Lenin tuve una experiencia de Dios: irrumpió en mi vida, supe que existía y que me creó; cambió mi vida y nunca miré ya atrás»

Jennifer S. Bryson era agnóstica y estaba estudiando comunismo en la Alemania comunista, cuando Dios le salió al encuentro de golpe / Foto: Catholic information center

* «Fue una experiencia de Dios como mi Creador, de que Dios es Creador, que nos ha creado. Y tuve una sensación de paz y tranquilidad, de total y completo y radical sobrecogimiento. Miraba a mi alrededor a los otros estudiantes y quería hablarles, sacudirles, gritarles y decirles ‘¡no tenéis por qué ser infelices! ¡Dios existe!’ Pero no lo hice. Yo era norteamericana y la experiencia era un poco abrumadora. Desde las ventanas veía el cielo, los árboles... y volviendo a casa, esas cosas simples las veía de forma completamente nueva. ¡Dios creó el cielo, el árbol, Dios me creó a mí!. Un par de meses después, en pleno invierno, se me ocurrió que podía hablar con Dios. Intenté hacerlo... y descubrí la oración. Y no sólo oración. Me impactó porque descubrí ¡libertad! Me di cuenta de que 'esta es la única cosa que el gobierno de Alemania Oriental no puede quitarme'. En Dios, en la fe, soy libre… Dejad a Dios trabajar en vuestras vidas, cuando intenté luchar contra eso no funcionó bien. Abríos al amor de Dios. Dios quiere compartirse. Dios no es abstracto, nos guía con su Iglesia, con semillas, y con esa alegría que yo veía en aquellos jóvenes polacos» 

Camino Católico.- Jennifer S. Bryson es una mujer interesante por multitud de razones: ha sido interrogadora de yihadistas en Guantánamo (y activista contra la tortura), ha estudiado árabe y griego, ha sido activista contra la ideología de género en el deporte y ahora traduce y difunde a autoras cristianas de lengua alemana el siglo XX, Ida Friederike Görres y Oda Scheneider.

Pero en su infancia y juventud estaba convencida de que la religión era una tontería, algo para gente tonta. Hasta que tuvo una experiencia mística en el lugar más inesperado: la sala de estudios de la Universidad Karl Marx, en la Alemania comunista, leyendo a Lenin, mientras estudiaba un curso de comunismo y filosofía marxista. Lo ha contado con detalle en inglés en Coming Home Network, el programa de entrevistas a conversos católicos y lo sintetiza y traduce P.J. Ginés en Religión en Libertad.

Familia de origen luterano, poco devota

Jennifer S. Bryson nació en Estados Unidos, en una familia de cultura luterana y orígenes finlandeses. Para sus padres, lo más importante era que estudiara e hiciera carrera. Sólo la madre iba a la iglesia y llevaba a sus hijos. Iban a una iglesia luterana en parte por costumbre y convención social, en parte por mantener contactos. En su casa no se hablaba de Dios, aunque se bendecía la mesa.

Un día, cuando tenía unos diez años, en la escuela dominical (la catequesis que se da los domingos a los niños, antes o después de los servicios religiosos), hizo una pregunta incómoda. A ella le gustaba aprender cosas de ciencia, y en un reportaje en televisión había aprendido que en Mesopotamia no había manzanas. Así que, respecto a la historia de Adán y Eva y la manzana, levantó la mano y planteó que la fruta podría haber sido una granada. "Para mí, era una pregunta sincera, yo estaba interesada en el mundo. Pero la catequista dijo: 'Simplemente, deja de preguntar". Jennifer sacó una conclusión: la religión era una cosa tonta para gente tonta. Gente que temía las preguntas. Sus hermanos mayores también le decían eso. "Es un tema estúpido, no nos interesa para nada", le decían.

Ya en la adolescencia, tocaba hacer la Confirmación, un rito importante en los luteranos de países escandinavos. Ella ya no creía en lo que enseñaban en la Iglesia. Su madre le dijo que, por favor, siguiera la corriente, lo justo para hacer la ceremonia. "Me sentí como si me pidieran mentir, pero era importante para ella", recuerda. En la ceremonia, cuando todos recitaban el Credo, ella se saltaba algunas partes, como el "nació de María Virgen".

De su formación en la adolescencia, recuerda a un buen pastor de jóvenes, que recomendaba leer a CS Lewis (a ella le gustaron Las Crónicas de Narnia) y con el que se podía hablar. Transmitía "algo pacífico, gozoso y sólido en su vida, y con su esposa tenían un buen matrimonio, mientras ya veía yo divorciarse a los padres de mis amigas. Pensé: 'algún día tengo que averiguar qué hay en su vida'". ¡No lo asociaba con su fe!

En Austria con Juan Pablo II

Poco antes de los 15 años llegó a Austria para estar un año de estudiante de intercambio y mejorar su alemán. Era 1983. "Yo ya era bastante anticatólica, no sé bien por qué. Pero ahora estaba en una zona rural de Austria y todo era católico". Nada más llegar, la familia que la acogía la invitó a la misa al aire libre, en Viena, con Juan Pablo II. No recuerda mucho de esa misa. No le gustaron nada los crucifijos metálicos (con el Crucificado), similares a los del Papa, aunque no lo comentó con nadie. La misa no le pareció muy distinta al servicio luterano, pero no le causó una gran impresión.

Jennifer no acompañaba a misa dominical a su familia de acogida ese año. Sí fue a la misa de medianoche de Navidad, que le pareció "oscura, como un funeral".

Ese mismo año, acompañó a su hermano mayor (casi 20 años mayor que ella) a un viaje a Roma. En San Pedro del Vaticano vio a una mujer besar los pies de una estatua. "¿Ves? Ya lo decía yo, los católicos son paganos", se dijo.

Sin religión, a la Alemania comunista

Empezó la universidad convencida de que la religión no era para personas inteligentes como ella. En 1987, como sabía alemán, buscando viajar y aventura, se apuntó a un programa especial becado por el gobierno de la RDA, la Alemania comunista, para poder estudiar un año en la Universidad Karl Marx (desde 1991 se llama, simplemente, la Universidad de Leipzig).

Frontispicio marxista que en los años 70 y 80 recibía a los estudiantes en la Universidad Karl Marx de LeipzigBundesarchiv / Foto: CC BY-SA 3.0

Allí había estudiantes de varios países comunistas y de movimientos comunistas (sandinistas de Nicaragua, sudafricanos del ANC, etc...). "¿Eres marxista?", le preguntó un alumno. "Pues, no lo sé", dijo ella. Como el marxismo parecía importante allí, se apuntó a un curso especial que intentaba resumir en un año 3 cursos de marxismo obligatorio para los universitarios alemanes.

La primera parte era la Filosofía. De los griegos materialistas como Demócrito y Anaximandro (siglo IV a.C) pasaban directamente a Feuerbach (s.XIX) con su crítica a la religión. No existían Platón, ni Aristóteles, ni Agustín, ni Tomás de Aquino, ni Descartes, ni Leibniz...

"Mi profesor era fantástico, un auténtico creyente en el marxismo-leninismo, magnífico enseñante. En su primer día de clase nos dijo que el objetivo del curso era averiguar lo que es verdadero en la existencia". Le fascinó porque nunca antes le habían planteado la pregunta acerca de la verdad. En Stanford leían "grandes libros" de autores en desacuerdos, pero nunca le plantearon si lo que decían era verdad o no. Pensó: "Esto importa".

El curso filosófico no mencionaba el ateísmo durante los primeros meses de clase, era algo que se daba por supuesto. Ella estudiaba muy duro, se preparaba bien las clases, pensando que esa filosofía lo explicaba todo. Era nueva y fascinante.

Experiencia mística en la sala de lectura

"Nos encargaron leer un ensayo de Lenin que íbamos a debatir sobre por qué no puede haber marxismo-leninismo sin ateísmo. Y allí estaba yo, en la sala de lectura de la Universidad Karl Marx, con filas de mesas y estudiantes, rodeada de las obras completas en muchos volúmenes de Marx, Engels y Lenin, con muchas copias. Yo leía ese ensayo. No me hacía la pregunta de "ateísmo o Dios". Dios no estaba ni siquiera en mi radar".

Ella leía a Lenin con atención, y veía que era como ir hacia un precipicio, que iba a tener que decidir en algún momento sobre si lo que leía era verdadero.

"De repente, tuve una experiencia de Dios. Todo lo que puedo decir es que Dios irrumpió en mi vida. Tengo escalofríos al recordarlo", explica hablando en CHNetwork.

"Yo no estaba pensando en Él. Yo leía lo que Lenin decía, que el ateísmo es un sine qua non, que has de seguirlo. Y en ese momento... No fue un proceso de pensamiento racional, no fue el final de un silogismo. Fue una experiencia de Dios como mi Creador, de que Dios es Creador, que nos ha creado. Y tuve una sensación de paz y tranquilidad, de total y completo y radical sobrecogimiento [awe]".

"Miraba a mi alrededor a los otros estudiantes y quería hablarles, sacudirles, gritarles y decirles ‘¡no tenéis por qué ser infelices! ¡Dios existe!’ Pero no lo hice. Yo era norteamericana y la experiencia era un poco abrumadora. Desde las ventanas veía el cielo, los árboles... y volviendo a casa, esas cosas simples las veía de forma completamente nueva. ¡Dios creó el cielo, el árbol, Dios me creó a mí! Ese fue el punto que cambió mi vida, y nunca miré ya atrás".

Con la oración, ¡libertad!

Los meses que le quedaban en la Alemania comunista podrían haber sido muy duros, si no fuera por los estudiantes polacos del lugar. Eran los más amigables, "un poco locos", los más alegres... y católicos. Ellos mismos buscaban hablar con Jennifer. "La mayoría eran creyentes devotos, sin miedo, hablaban de su fe, iban a actividades de iglesia, y estaban llenos de gozo. ¡No había mucho gozo en la Alemania Oriental! Eran una chispa de luz brillante. Eran inteligentes y agudos".

Un par de meses después, en pleno invierno, "se me ocurrió que podía hablar con Dios. Intenté hacerlo... y descubrí la oración. Y no sólo oración. Me impactó porque descubrí ¡libertad! Me di cuenta de que 'esta es la única cosa que el gobierno de Alemania Oriental no puede quitarme'", detalla. Como extranjera, podían quitarle papeles, permisos, y se encontraba con controles, alambradas, soldados, el Muro de Berlín... "En Dios, en la fe, soy libre", descubrió.

Estudiantes en la Karl Marx University en noviembre de 1989, cuando cayó el Muro de Berlín, apenas 2 años después del paso de Jennifer

En "una esquina oscura de una habitación oscura de una librería oscura" en la Alemania comunista, encontró un libro inesperado. ¡Estaba en inglés! Era Mero Cristianismo, de CS Lewis. Aún lo guarda. "Debía haber llegado allí de contrabando", considera. Ella conocía a Lewis por Crónicas de Narnia y por recomendaciones de su antiguo pastor de jóvenes,

Leyó la primera parte: Dios existe. "Sí, sí, sí, es lo que yo había experimentado". Segunda parte: ¿existe el bien y el mal, lo correcto y lo inmoral? "Oh, rayos, sí, sí". Tercera parte: Jesús. Ahí ella se bloqueó y dejó de leer: no le interesaba Jesús.

Buscando creyentes en EEUU

De vuelta en EEUU, en la descreída Universidad de Stanford, buscaba creyentes, y no los encontraba. Fue a la iglesia de su madre, habló con un clérigo luterano de su experiencia mística. Fue una decepción: él no pudo mostrar menos interés.

Después, en Domingo de Pascua, fue a una iglesia luterana del campus universitario. "¡Yo tenía hambre de Dios! Y allí nos hablaron de los sandinistas de Nicaragua y de ayudar a los sandinistas. ¡Pero si yo venía de estudiar con sandinistas en Alemania Oriental!" Eran ateos, materialistas y su sistema cerrado no valoraba a la persona humana, y justificaba la violencia y la revolución para expulsar gobiernos e instaurar el comunismo. Eso lo había estudiado ella con ellos.

Decidió que tenía que acercarse a conservadores interesados en política, y así encontró jóvenes cristianos del apostolado cristiano InterVarsity. Lloró de ilusión. Eran unos "evangélicos maravillosos" y le recordaban a los católicos polacos. Amaban a Dios y la Biblia, y la creían. Perseveró en ir a la iglesia con ellos.

Jesús y el aborto

Dos temas le resultaban difíciles. Por un lado, Jesús, Dios hecho hombre, que hacía milagros. Por otro, la oposición al aborto. Ella, educada para "triunfar", veía el embarazo como un obstáculo, y no había pensado en la verdad de la causa provida. Estaba saliendo con un chico evangélico, y para él ambos temas eran innegociables.

Pasó el verano como becaria en la embajada norteamericana en Bonn, en Alemania. Allí contactó con un grupo llamado Navigators, que eran evangelizadores en círculos de diplomáticos y sus familias. Juntaban a bastantes adultos jóvenes y estudiaban la Biblia. Ella se sentía a gusto con ellos. Ese verano abrió gradualmente su corazón a entender que Jesús era el centro de todo eso, de la conexión entre Dios y los que se trataban con Dios. También quedó asombrada por la catedral de Colonia y su belleza.

Ella, tan impactada por Dios como Creador, se dio cuenta también de que cada ser humano es creado por Dios en el seno materno, meses antes de ser visto. Dios creaba a cada uno, y cada uno es valioso para Él. Así dio el paso a la cultura provida.

Jóvenes equilibrados, bebían sin emborracharse

En su último año en la universidad, ella ya era firmemente provida. Y en actividades provida encontró católicos. Ahora era una becaria-ayudante en el Senado de EEUU, con su título en Ciencias Políticas y su dominio de idiomas. En Washington encontró jóvenes católicos activos. "Eran, de nuevo, muy majos. Equilibrados. Chicos y chicas se trataban bien. Ni tenían miedo unos de otros, ni hacían nada inapropiado. Bebían alcohol, pero no se emborrachaban. Era un ambiente magnífico".

Algunos la invitaron a ir con ellos a las 8 de la mañana a un abortorio, a ofrecer alternativas a chicas tentadas de abortar. No le apetecía mucho, pero sabía que era importante. Allí no sólo repartían folletos con alternativas: un compañero permanecía cerca rezando. A veces eran dos, y rezaban el Rosario. A ella le parecía "esa cosa mariana rara". Pero también comentaban los misterios bíblicos.

Uno de aquellos chicos era del Opus Dei y estaba muy bien formado, conocía y amaba la Biblia y le gustaba responder a sus preguntas. Y él le preguntó: "Jennifer, ¿de dónde salió la Biblia?" Y también comentó con ella Juan 6, el discurso del Pan de Vida: ¡comer Su carne, beber su Sangre! De eso hablaban junto a la clínica abortista. Y ella pensó: "Estoy en apuros, si de verdad quiero seguir la Biblia... tendré que hacerme católica".

"Léete Las Confesiones de San Agustín y luego hablamos"

Era septiembre de 1989. En Europa caían los regímenes comunistas en Polonia y Hungría y temblaban en sus países vecinos. Ella empezaba a estudiar Historia de la Diplomacia, y le hablaban de Santo Tomás de Aquino. También conoció a un profesor anciano, "fabuloso", que enseñaba sobre intelectuales medievales. Era el historiador Jaroslav Pelikan. Su abuelo había sido obispo luterano en Eslovaquia. Él fue luterano hasta 1998, cuando se hizo ortodoxo. Falleció en 2006.

Durante un año Jennifer estudió con él a Agustín, Tomás de Aquino y todo lo que había entre ellos. Pelikan le dijo: "Léete las Confesiones de San Agustín y vuelve cuando hayas terminado". Lo mismo con La Ciudad de Dios. También empezó a estudiar latín: su profesor era un judío ruso converso al catolicismo.

Rodeada de católicos interesantes, empezó a ir a la misa diaria. Descubrió que en ella había mucha Biblia y que se aprendía mucho, también sobre los santos, que eran intercesores que oran a Dios por nosotros, como hacen los amigos en la tierra.

Una mujer paciente y generosa, del Opus Dei, se dedicó a prepararla a ella, y a otra estudiante, para la Vigilia Pascual y su entrada plena en la Iglesia. Recordó que Jesús no fundó un libro, sino una comunidad. Y entendió que, en esta confirmación, católica, podía rezar todo el Credo. Esa Vigilia Pascual de 1990, hundido ya el comunismo en Europa Oriental a lo largo de unos pocos meses, ella se hizo católica.

Más lenguas, más culturas, interrogar en Guantánamo

Estudiar a Tomás de Aquino le llevó a Aristóteles y la lengua griega, y también al árabe. Vivió un tiempo en países árabe-hablantes. Se doctoró en estudios Greco-Árabes en Yale, se graduó en diciembre del 2000, y diez meses después el atentado de las Torres Gemelas del 11-S hizo que todo el mundo se planteara qué pasaba en Oriente y con el Islam.

Trabajó con el ejército de EEUU. Durante dos años fue interrogadora en la base norteamericana de Guantánamo, donde se concentraban los presos yihadistas. Escribió sobre eso en varias ocasiones, a favor de interrogar, y claramente en contra de las torturas, incluso contra el terrorismo.

Jennifer Bryson, en 2025, en una ponencia sobre Ida Friederike Görres

Después ha colaborado en varios think-tanks conservadores (como el Ethics and Public Policy Institute en Washington) y asociaciones en defensa de las libertades, por ejemplo, contra el wokismo y la ideología de género en el deporte. En los últimos años, traduce a autoras cristianas alemanas del siglo XX, como Ida Friederike Görres, fallecida en 1971, que veían venir algunos desastres del cristianismo "liberal".

A las personas con preguntas sobre Dios, les da un consejo: "Dejad a Dios trabajar en vuestras vidas, cuando intenté luchar contra eso no funcionó bien. Abríos al amor de Dios. Dios quiere compartirse. Dios no es abstracto, nos guía con su Iglesia, con semillas, y con esa alegría que yo veía en aquellos jóvenes polacos".

Más sobre ella en JenniferBryson.net

jueves, 30 de enero de 2025

Li Yanl, exiliada en España por haber sido perseguida por su fe en China: «Cuando recibí el Evangelio comprendí que mi existencia y la de todos están en las manos de Dios»


Li Yanli permaneció retenida un mes nada más llegar a España procedente de su país, China, por ser perseguida por su fe

* «Solo acercándome a Dios pude experimentar una plenitud verdadera, acompañada de paz y alegría que el régimen nunca podría ofrecer. Sin embargo, esta fe que transformó mi vida me convirtió también en blanco de persecución. El Partido Comunista Chino (PCCh), ve a los cristianos como una amenaza y los persigue despiadadamente. Fui arrestada en varias ocasiones por practicar mi fe y constantemente vivía bajo vigilancia. Creer en Dios en China significa estar bajo sospecha permanente, con el miedo constante de ser denunciada, arrestada, torturada o incluso asesinada»

 Camino Católico.- Li Yanli, la cristiana de origen chino que pidió asilo en España tras sufrir persecución por sus creencias, comparte con Sayde Chaling-Chong García en  El Debate su historia de fe. Un año después de llegar a España en busca de libertad y dignidad, Li nos recibe en Madrid para relatarnos su conmovedora experiencia.

– ¿Podría hablar sobre su experiencia en China y cómo la fe cristiana ha influido en su carrera y vida personal?

– China es un país dominado por la tiranía del comunismo, una ideología que se convierte en una especie de idolatría impuesta. Aunque en apariencia parece una nación estable y próspera, la realidad es que la libertad y la dignidad humana están severamente restringidas. En mi caso, trabajé como bailarina profesional en China, una carrera que, a pesar de su belleza, no llenaba el vacío que sentía en mi vida. Como muchos, estaba atrapada en un sistema que no da espacio para encontrar un propósito real.

Cuando recibí el Evangelio, mi perspectiva cambió completamente. Comprendí que mi existencia y la de todos están en las manos de Dios. Solo acercándome a Él pude experimentar una plenitud verdadera, acompañada de paz y alegría que el régimen nunca podría ofrecer. Sin embargo, esta fe que transformó mi vida me convirtió también en blanco de persecución. El Partido Comunista Chino (PCCh), ve a los cristianos como una amenaza y los persigue despiadadamente. Fui arrestada en varias ocasiones por practicar mi fe y constantemente vivía bajo vigilancia. Creer en Dios en China significa estar bajo sospecha permanente, con el miedo constante de ser denunciada, arrestada, torturada o incluso asesinada.

Finalmente, para poder vivir y practicar mi fe con libertad, tomé la difícil decisión de huir de mi país. Llegar a España fue un acto de desesperación y esperanza, buscando un lugar donde los derechos fundamentales sean respetados.

– ¿Cuál fue la parte más difícil del proceso de solicitud de asilo en España?

– Enfrentarme al rechazo inicial de las autoridades. No nos permitieron siquiera explicar nuestra situación ni presentar nuestras solicitudes como establece la ley. Ver a 13 de mis hermanos y hermanas en la fe ser deportados fue devastador. No sé si están vivos o muertos. La incertidumbre y el dolor de no poder ayudarlos fueron desgarradores.

Li Yanli durante la entrevista

– ¿Cómo fue su experiencia al ser detenida en el aeropuerto de Barajas?

– Fui retenida durante un mes, no podía comer ni dormir bien por el miedo constante a ser deportada. Sabía que, si regresaba a China, me esperaban torturas o incluso la muerte debido a mi activismo cristiano. En un momento de desesperación, durante un intento de deportación, decidí autoinfligirme daño y me corté las muñecas. Es algo de lo que me arrepiento profundamente, porque mi vida pertenece a Dios. Sin embargo, sentí que no tenía otra opción. Era preferible enfrentar el sufrimiento en España que regresar a un país donde no hay esperanza.

Mientras me recuperaba, reflexioné mucho y pedí perdón a Dios. Decidí poner mi destino en Sus manos, confiando completamente en Su voluntad. En un giro inesperado, justo cuando ya estaba en el avión, fui retirada de él gracias a la intervención de personas justas y a los medios de comunicación. Para mí, esto fue un milagro, una prueba de que Dios obra a través de aquellos que defienden la justicia y la dignidad humana.

– ¿Qué ha aprendido de la solidaridad y el apoyo internacional durante este tiempo?

– Que frente a la opresión y las fuerzas malignas como el PCCh, es fundamental que las personas y organizaciones justas se levanten para defender los derechos humanos. En mi caso, el apoyo de medios de comunicación, personas que firmaron peticiones por mí y cadenas de oración en España e Hispanoamérica fueron fundamentales. Estoy convencida de que tantas plegarias movieron la misericordia de Dios.

Los medios de comunicación tienen un papel crucial al revelar las violaciones de derechos humanos y las persecuciones religiosas. Su trabajo no solo da visibilidad a las víctimas, sino que también genera una presión internacional que puede salvar vidas.

– ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a aquellos que aún enfrentan persecución religiosa en China y otros países?

– Les diría que no pierdan la fe. La Palabra de Dios es nuestra mayor fortaleza. Aunque las dificultades sean inmensas y el dolor parezca insuperable, la historia demuestra que la fe nos ayuda a superar el miedo y las adversidades. La persecución no durará para siempre; la luz siempre llega.

– Ahora que su solicitud de asilo ha sido aceptada, ¿cómo imagina su futuro en España?

– Estoy enfocada en fortalecer mi fe y transmitir el amor y la salvación de Dios a través de mi danza. También estoy dedicando tiempo a mejorar mi español para integrarme plenamente en la sociedad española. Agradezco profundamente el refugio y el apoyo que he recibido aquí, y estoy dispuesta a contribuir con todo lo que esté a mi alcance. España me ha dado una segunda oportunidad, y quiero retribuir ese apoyo.

– ¿Cómo ve la situación de los cristianos perseguidos como usted en todo el mundo?

– Creo que no se limita a encarcelamientos y torturas. En muchos países, los gobiernos emplean métodos más sutiles, como la vigilancia masiva, las denuncias recompensadas y la difamación. Estas políticas no solo afectan a los creyentes, sino también a sus familias, que enfrentan discriminación en la educación, el empleo y la atención médica. Esta realidad es difícil de imaginar para quienes viven en países libres.

– ¿Qué papel debe desempeñar la comunidad internacional en la protección de los derechos de las personas perseguidas por su fe?

– Tiene el deber de brindar refugio y protección a quienes huyen de la persecución. Además, deben imponerse sanciones contundentes a regímenes como el PCCh, que violan sistemáticamente los derechos humanos. La tolerancia hacia dictaduras es una receta para el desastre. Las democracias no deben colaborar con países que no respetan las libertades fundamentales.

Los medios de comunicación también tienen un rol crucial. Deben investigar a fondo y exponer las atrocidades que se cometen contra los cristianos y otros grupos perseguidos. La presión internacional debe ser constante y efectiva, vinculando los derechos humanos a las relaciones comerciales y diplomáticas.

– ¿Se siente bienvenida en España? ¿Cómo es su interacción con este mundo libre, sabiendo que aquí no será perseguida por su fe?

–España me ha ofrecido un refugio seguro, y estoy profundamente agradecida por ello. Sin embargo, no puedo bajar la guardia. Sé que el PCCh realiza represión transnacional y que ha establecido estaciones secretas de policía en el extranjero, incluidas algunas en España. A pesar de estos temores, disfruto la libertad de practicar mi fe sin miedo, algo que valoro profundamente después de haber vivido bajo opresión.

jueves, 5 de septiembre de 2024

Marcela Araya, de familia comunista y atea, herida por drogas y amarguras, reiki y masonería, abortó y quería suicidarse, pero rezó «y Jesús apareció a mi lado. Vi todos mis pecados y que lo había herido»


* «Él es puro, purísimo, todo amor, y yo lloraba de vergüenza, por todo lo que había hecho, que era terrible. Y pensaba: ahora me va a juzgar. Pero él me miraba y me amaba. Y en ese momento yo vivía su misericordia. Me estaba dando mucho amor. Casi oía caer las cadenas que me ataban. Y lloraba y lloraba. Para mí fue eterno, no sé si 10 minutos o tres horas. Le dije: ¿qué quieres? Y me dijo: ve a mi Iglesia. Y le dije: pídeme otra cosa, eso pídemelo cuando esté mejor. Yo me había leído todos esos libros contra la Iglesia y los curas me caían muy mal. Pero Él insistía: ve a mi Iglesia. Y fui al momento a buscar una iglesia, en Berlín. Cuando entré, me senté, y sentí una paz que no había sentido nunca. Sentí que era mi casa. Fue muy hermoso»

Camino Católico.- Marcela Araya ,madre de familia, procedente de una familia comunista y atea, tras abandonar la casa de sus padres queda expuesta a los peligros de la calle donde es herida por la droga, las  amarguras, el reiki y masonería:.Después de una accidentada vida llena de equivocaciones cuenta cómo Jesúcristo sale a su encuentro repentinamente, transformándola totalmente. Relató su testimonio en Barcelona, ante Nazaret.Tv en 2018, unos tres años después de su conversión.

Durante toda su vida, la sensación de falta de amor le condujo a comportamientos destructivos, adicción, intentos de suicidio y después los vacíos vaporosos de la espiritualidad New Age. Hasta que un día de invierno se dirigió a Jesucristo: "si existes, si de verdad eres 'eso que dicen', ven y sálvame". Cuenta su testimonio cuando se lo piden sacerdotes, por obediencia y con permiso de su director espiritual. Así fue su historia de conversión.

Una familia atea comunista

"Yo nací en Chile, en una familia atea, comunista, que apoyaba a Allende por el sueño de un mundo mejor para los trabajadores, una familia muy solidaria pero muy atea. Estaban en un espíritu de división: los buenos y los malos", explica Marcela. Era una familia grande y con muchos parientes. Su madre trabajaba en el Ministerio de Agricultura "con mucha gente a sus órdenes" y tenían una gran casa, y vacaciones en las montañas. 

Con la llegada del régimen de Pinochet, y con amigos y parientes detenidos, torturados o desaparecidos, la familia escapa de Chile y llega, casi sin posesiones, a Menorca, invitados por un amigo de la infancia del padre. Marcela tenía 9 años y "aunque Menorca era muy bonita", ella se sentía sola y desarraigada. "Tenía mucho dolor, no dormía de noche, lo odiaba todo, era muy pequeña y vengativa", recuerda. 

Infancia de amargura: un bloqueo al amor

Empezaron pobres: su padre trabajando en el hotel de su amigo, su madre en tiendas de bisutería y luego en una importante empresa de viajes. "Enseguida remontamos", explica. Sus padres, viendo rotos sus sueños de Chile, sintiéndose abandonados también por el Partido Comunista, se llenaron de amargura. "Mi padre se volvió muy amargo, y era bruto conmigo y con mi hermana. Luego se arrepentía, porque era buen hombre, pero tenía demasiado dolor. Ateo, no tenía donde acudir. Mi madre estaba volcada en el trabajo y solo nos daba amargura. En cuanto pudimos, las hijas nos fuimos de casa". 

"A los 13 años me fui de casa, y con mi hermana, de 19, nos fuimos a Londres, a Brighton, a estudiar inglés. El viaje, vivir solas, nos espabiló mucho, a mí, desde luego, demasiado. Yo sentía que me habían echado de casa. Mis padres no estaban para mí". 

Porros, ácidos, heroína...

"A los 14, de vuelta a Menorca, empecé con los porros, las drogas. Te hacen reir, olvidar. Y después los ácidos, y con 17 en la heroína. Era fantástico: te morías y no sentías dolor. Éramos niños bien, que robábamos a los padres".

Marcela empezó a ver a algunos amigos de la droga que les iba muy mal. Empezó a asustarse y pensar en dejarlo. Pero, ¿cómo? No se atrevía a decirlo a sus padres. Para llamar la atención, intentó suicidarse "pero de una manera muy tonta, con un cuchillo que casi no cortaba. Me pilló la madre de un amigo y me llevó a casa". Marcela reconoció antes sus padres que necesitaba ayuda... Durante unos meses sus padres de volcaron en ayudarla, con tratamientos, medicinas y atención.

Pero al cumplir los 18 años decidió irse "a descubrir mundo" con otra amiga. Era también una forma de evitar sus antiguas amistades de adicta. Dejaron Mahón, fueron a Ciudadela, conocieron más gente, fiestas... y otras vez drogas (esta vez cocaína, en vez de heroína).

Después, "haciendo todas las trampas posibles" se colocó a estudiar Económicas en la universidad en Londres. Descubrió que era buena estudiante. También hacía cortos y videoclips en una escuela de cine.

Desilusión, aborto, suicidio casi exitoso

"Aprendí a hacer producción y lo hacía bastante bien, con mi novio de entonces, que era director. Pero me desilusionó ese mundo, y mi novio. No les interesaba tanto el cine como la fiesta. Y quedé embarazada, y aborté, porque la carrera era más importante".  A Marcela le tiembla la voz cuando llega a este punto y se detiene un instante. "Dios me ha perdonado. Pero si una se da cuenta... es terrible, claro, es un asesinato. Y yo asesiné a mi hijo". 

Después de eso intentó suicidarse otra vez. No recuerda mucho, pero el doctor, después del quirófano, le dijo: "has tenido mucha suerte, te cortaste hasta los tendones, podrías haberte quedado sin manos". "Yo pensé: ¡es que estoy como una cabra, loca perdida!". Su familia había vuelto a Chile. Las autoridades la colocaron en el psiquiátrico de Sabadell, cerca de Barcelona, esperando que alguien se responsabilizara de ella. 

Por primera vez, conoce el amor

Una amiga de Inglaterra vino a sacarla del hospital y se la llevó a Londres, a su casa. En una cena allí conoció a Phillip, su marido. "Me quedé en casa de él. Vio que yo estaba fatal, porque era listo, pero me amaba de verdad. Yo descubrí que ¡hay gente que te ama! Yo estaba alucinada: era amable, respetuoso... Y quedé embarazada. Pensé que él no querría el niño, que me dejaría... Pero él se alegró, me abrazó. Yo no lo esperaba: por primera vez alguien estaba alegre por algo mío. Nos casamos por lo civil. Teníamos un niño, esperábamos el segundo. Por primera vez tenía amor, daba amor, recibía amor".

El reiki y la new age

En lo material estaban bien y vivían ahora en Barcelona. Pero ahora una amiga la inició en el reiki para "sanar más". Se inició en distintos tipos de reiki, la supuesta técnica para canalizar una indetectable energía vital sanadora. Lo combinaba con otras prácticas new age. 

"Empecé a adorar piedras, yo que sé, tonterías, que uno se lo quiere creer por buena voluntad... y el yoga, la meditación, y yo le daba lecciones a los demás... cuando en realidad yo estaba fatal, y no podía ni con mis niños". 

Marcela explica así su herida: "Yo tenía esa barrera de dolor y no podía darles a mis hijos lo que no había recibido; si no lo había recibido, ¿cómo iba a dárselo? ¡Las piedras tampoco podían dármelo!" 

Masonería y esoterismo

"Y me metí en la masonería, a leer muchos libros en contra de la Iglesia Católica, algunos libros muy bonitos, pero que hoy los veo y digo 'madre mía, ¿cómo es posible que yo me creyera esto?'. Y hablar, y hablar con el psicólogo, etc... Pero esas miserias, aunque las puedes airear un poco, siguen ahí".

Mientras tanto, a Philip, su marido, todo le iba mal: salud, problemas de trabajo... "Claro, hoy lo veo: si yo me dedicaba a abrirle la casa al Maligno, ¿cómo no?"

Se mudaron a Berlín. "Allí fue la explosión del esoterismo: cada semana un curso nuevo, gastando dinero, energía e ilusiones."


Una amiga católica y un vídeo-testimonio

Sin embargo, mantenía contacto con algunas amigas de Barcelona que también estaban en su propio viaje de exploración espiritual por la Nueva Era. Y entonces supo que una de ellas se estaba haciendo católica. 

"Yo pensé: está loca, qué le pasa, me habla de Vírgenes, de curaciones, que si se aparece..." Pero la veía más tranquila y mejor. "Y ella fue a Medjugorje y allí rezó por mí".

"Yo me dedicaba a la meditación trascendental, que no funcionaba, me ponía de mal humor aunque todo nos iba bien materialmente". Y por esas fechas su amiga le mandó un vídeo con el testimonio de Gloria Polo, una mujer alejada de la fe que recibió un rayo y volvió de una experiencia cercana a la muerte. "Lo miré por respeto con mi amiga, para al menos decir que lo había visto". 

Gloria Polo hablaba de sus pecados pasados, del Purgatorio, del infierno... "y me parecía una locura, pero me creó la duda; 'yo iría al infierno directo, seguro'". 

Día de nieve: la primera oración a Jesús

Un tiempo después, en un día de nieve, Marcela se encontró llorando, sintiéndose muy mal pese a todos sus cursos de New Age. Y decidió dirigirse a Jesucristo, por primera vez. "Y le dije a Jesús que si existe, que si es 'eso que dicen', que venga y me salve, porque ya está bien, porque con mi dolor iba a hacer algo que lo perdería todo, mis hijos, mi familia..."

"Y me aparece Él, me aparece Jesús"

Al día siguiente, entró en su "cuarto de meditación, con todas mis piedras y esas cosas". "Me puse a meditar. Y me aparece Él, me aparece Jesús. Está a mi lado, me está mirando. Está ocupado, como rodeado de jóvenes. Y me miraba como diciendo: 'tenemos trabajo'. Lo entendí todo, vi todos mis pecados. Me iluminó y lo vi, no había donde esconder nada. Vi que todo lo que había hecho era herirlo". 

"Él es puro, purísimo, todo amor, y yo lloraba de vergüenza, por todo lo que había hecho, que era terrible. Y pensaba: ahora me va a juzgar. Pero él me miraba y me amaba. Y en ese momento yo vivía su misericordia. Me estaba dando mucho amor. Casi oía caer las cadenas que me ataban. Y lloraba y lloraba. Para mí fue eterno, no sé si 10 minutos o tres horas. Le dije: ¿qué quieres? Y me dijo: ve a mi Iglesia. Y le dije: pídeme otra cosa, eso pídemelo cuando esté mejor. Yo me había leído todos esos libros contra la Iglesia y los curas me caían muy mal. Pero Él insistía: ve a mi Iglesia. Y fui al momento a buscar una iglesia, en Berlín. Pensé: será la católica, que es la que yo conozco".  Le costó un rato, pero finalmente encontró una parroquia católica. 

"Cuando entré, me senté, y sentí una paz que no había sentido nunca. Sentí que era mi casa. Fue muy hermoso".

"Ahora sí que estoy chalada..." 

Y empezó así su amistad con Jesús. "Yo estaba asustada: 'ahora sí que estoy chalada, ahora hablo con Jesús. No puedo decírselo a mi marido, porque me la juego, con mis antecedentes'. Pero rompí con muchas amistades, con el reiki... Jesús me perdonaba con la mirada pero yo sabía que faltaba algo. En Internet leí lo de los pecados de pensamiento, obra, palabra y omisión... Pensé: 'de omisión lo he hecho todo'. Los amigos, cuando les contaba 'creo que soy católica', pensaban "Marcela y sus locuras". 

En su primera confesión vio, asombrada, que el sacerdote se emocionaba. "Solo me confesé una vez en el colegio, y no era nada real. Hice la comunión mal, por ponerme a la cola", le iba explicando al sacerdote. Y luego todo lo demás, su vida desastrosa, lo del aborto y muchas lágrimas. Cuando el sacerdote dijo las palabras poderosas de la absolución ("Yo te absuelvo en nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo"), ella sintió "un calor, que de repente se me iba todo eso que me dañaba. Y lloré por la sanación que sentía. Y me maravillaba. Volví a casa cantando como una niña". 

Ir a misa diaria, a escondidas

A partir de entonces necesitaba ir a misa cada día. Del Rosario sólo sabía que tenía bolitas. Y buscó por internet y empezó a rezarlo cada día. En Berlín hay pocas misas de diario: según el día era en un sitio u otro. En casa la misa diaria causaba trastornos, iba a misa a escondidas, escapándose de casa. Pero "yo sabía que toda mi fuerza vendría solo del Señor y sin ella volvería a caer". Aún no podía comulgar, ella misma lo sentía.

"Yo veía al Señor conmigo en mis momentos malos del pasado, bendiciendo, poniendo amor en situaciones que habían sido terribles. Yo sentía amor y sanación. Veía esas cadenas, las llevaba a la confesión, y allí las soltaba. Y lloraba siempre en confesión. Mi marido empezó a ver el cambio. Mi hijo mayor, que le gusta la historia, viendo la película "Karol", sobre Juan Pablo II, me dijo: ahora lo entiendo, mamá. Mi marido empezó a acompañarme a misa". 

- ¿Tú te casarías conmigo otra vez? - le dijo ella.

- Claro -dijo él. 

- Pues lo vas a hacer, ahora por la Iglesia.  

Con la ayuda de un sacerdote de Gerona el matrimonio se preparó. Ella vivió su boda eclesial sintiéndose "la hija bonita de nuestro Padre Celestial". Cuando preguntaban a su marido por su fe, decía que viendo el cambio en Marcela, era indudable que eran cosas que hacía Dios. Más adelante, un viaje a Lourdes la ayudó a sanar aspectos de su relación con su madre terrenal.

"Así pasé de no conocer el amor a llenarme de amor de manera absoluta. Soy plenamente feliz, estoy con Dios, que es el más guapo, es inmenso. No lo cambio por nada".