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domingo, 13 de abril de 2025

Fouad Hassoun: «El Señor me ha llamado a lo más grande, a amar y perdonar al terrorista que me había arrancado los ojos»


Fouad Hassoun perdió los ojos en un atentado con coche bomba en Beirut. Gracias a la Virgen ha podido perdonar, rezar y amar al terrorista que se lo causó

* «Una vez más fue la Virgen María la que vino en mi ayuda e hizo que cayeran las escamas de mis ojos. Tras intensas súplicas –explica Fouad- sentí que este ‘sí, quiero perdonar’ surgió en mí. Este camino se me abrió. Y día tras día vi crecer en mí este perdón. El conflicto ya no formaba parte de mi vida sino que estaba comenzando a construir una vida en paz» 

Camino Católico.- El 21 de enero de 1986 un brutal atentado con un coche bomba cargado con 250 kilos de explosivos en la zona cristiana de Beirut provocó el caos y un reguero de muerte. Un total de 30 personas fallecieron y 120 resultaron heridas de gravedad. Fue tal la fuerza de la explosión que cuatro edificios y decenas de automóviles quedaron completamente destrozados.

Uno de los que resultó gravemente herido fue Fouad Hassoun, un jovencísimo católico, brillante estudiante de Medicina que soñaba con ser oftalmólogo. En un momento dado se asomó a la ventana de su casa cuando justo enfrente explotó la bomba. Ahí perdió sus ojos para siempre.


De lo poco que recuerda de aquel momento antes de perder el conocimiento fue invocar a la Virgen María. “Pensé que me estaba muriendo y grité: ¡Oh, Santísima Virgen, no quiero morir!”. Más de tres décadas después cuenta esta experiencia de sufrimiento, fe y sobre todo perdón en el libro J'ai pardonné : témoignage.


Sus padres, católicos maronitas, le habían enseñado desde niño a rezar a la Virgen. Y así lo hizo hasta el borde de la muerte, tanto que relata a Famille Chretienne que “pensaron que estaba muerto y me llevaron a la morgue”. Fue un primo suyo que recorrió todos los hospitales buscándole el que detectó un pequeño movimiento en su cuerpo y convenció a los médicos en medio del caos de que estaba vivo.



Fouad Hassoun rezó a la Virgen María en el momento del atentado

Hassoun se despertó ya en el hospital. Tenía los ojos tapados, vendas por todo el cuerpo así como cientos de puntos de sutura. “Cuando me desperté en mi cama del hospital no podía ver nada. Estaba rodeado de todos mis familiares que lamentaban mi suerte”, recuerda.


Pasaron unas semanas antes de que fuera consciente que el problema en sus ojos era muy grave y que necesitaría cirugía. El esperaba un milagro para recuperar la vista, aunque el verdadero milagro era que estuviera vivo, algo que tardó más tiempo en comprender.


Tras varios intentos, e incluso en el extranjero, Fouad asegura que otra bomba le estalló en la cara. Se confirmó que nunca más volvería a ver. Apenas había llegado a la mayoría de edad y se había quedado ciego esfumándose así su sueño de ser médico oftalmólogo.



“Estaba ciego, esto fue un gran impacto. Me preguntaba por qué el Señor permitía esto”, relata este católico libanés.


Entonces apareció en él algo que le acompañaría durante un tiempo. Recuerda que “un tremendo sentimiento de ira y odio me invadió. Una nueva bomba acaba de explotar de nuevo. Quería vengarme y matar al que había puesto la bomba”.


Fouad Hassoun se acabaría mudando a Francia, donde conoció a Laetitia, su futura esposa y madre de sus cuatro hijos. Junto a ella y con la ayuda de nuevo de la Virgen comenzó un nuevo proceso de curación, pero esta vez no eran sus ojos sino su corazón lo que debía sanarse del odio que acumulaba.


“Una vez más fue la Virgen María la que vino en mi ayuda e hizo que cayeran las escamas de mis ojos”, afirma este católico. Y el punto de inflexión se produjo cuando se enteró de que el autor de aquel atentado había sido detenido. En ese momento, el Señor intervino y un pasaje del Evangelio de San Juan se repetía una y otra vez en su interior: “¿Me amas? Sí, Señor, sí te amo”.


Finalmente, este proceso vivió el paso definitivo en 1988, durante un retiro en la Abadía de Notre Dame des Neiges. “Tras intensas súplicas –explica Fouad- sentí que este ‘sí, quiero perdonar’ surgió en mí. Este camino se me abrió. Y día tras día vi crecer en mí este perdón. El conflicto ya no formaba parte de mi vida sino que estaba comenzando a construir una vida en paz”.


Desde ese momento, el perdón no le ha abandonado nunca, sino que lo guió “hacia la locura del amor”. “El Señor me llamó a lo más grande, a amar al que más daño me había hecho y al que me había arrancado los ojos”. Este católico pudo perdonar e incluso ha llegado a amar al terrorista, rezando todos los días por él. Y esto –asegura- le ha transformado el corazón.



Fouad Hassoun junto a su esposa Laetitia

Hace algún tiempo Fouad Hassoun también ofrecía en La Vie desde su propia experiencia cinco pequeños consejos para perdonar:


1. No esperes nada a cambio


El perdón es un “regalo total", tal y como se extrae de su origen. El perdón debe darse libremente. La imagen del hijo pródigo en los brazos de su padre es importante para comprender su esencia. Se da sin condiciones, es la fiesta. Debe proporcionarnos esta felicidad absoluta. No se entrega en el enfrentamiento: “Doy un paso si tú también das”. El perdón no es una moneda de cambio, es una dinámica para lograr la paz. El perdón es gratis, pero vale mucho.


2. Perdona todos los días


El perdón se aplica a las cosas grandes y pequeñas. No esperes a perdonar a alguien que te arranque los ojos o te atropelle. Incluso en la vida cotidiana, el perdón no es un acto trivial. Puede ser diario, administrarse varias veces al día, nunca es inofensivo. Es algo muy importante, nos lo mostró Cristo durante su Pasión: “Padre, perdónalos, no saben lo que hacen".


3. Cambia tu mirada hacia el otro

Recuerda la mirada de Jesús hacia el joven rico: “Él lo miró y lo amó”. Para estar listo para perdonar debes preguntarte por qué el otro hizo lo que hizo. El mal sigue siendo malvado, pero el perdón nos aleja de la indiferencia, nos hace preocuparnos por los demás. El perdón sin respeto es condescendencia. El perdón con respeto es justicia.


4. Cree en ti mismo

El perdón no es solo un requisito cristiano, está en la naturaleza del hombre, como la risa y las lágrimas. Cualquiera puede hacerlo, solo tienes que creerlo.


5. Expresa tu perdón


Está la voluntad de perdonar y está el acto. Ambos son buenos, pero no puedes ceñirte a la fuerza de voluntad. Tienes que ir al otro lado. Cada uno lo expresa como lo siente, con una palabra, con una mirada. A veces, incluso la situación exige que se exprese en silencio. Pero el perdón debe expresarse y, si es posible, debe expresarse a la persona involucrada.


Publicado originariamente en Camino Católico en diciembre de 2020

martes, 4 de marzo de 2025

La conversión de John Pridmore, ex gánster: «Sentí que Jesús me decía: ‘John, te amo tanto que volvería a pasar por la cruz solo por ti’. Recé a la Virgen y sentí: ‘Ve a confesarte’»

 John Pridmore, ex gánster

* «En ese momento me sentí elevado, salí andando de mi piso y pronuncié la primera oración de mi vida. Dije, “Hasta ahora, todo lo que he hecho ha sido aprovecharme de lo que me has dado, Señor, ahora quiero ser yo el que da”. Mientras decía esa oración, el vacío que no podían llenar las drogas, el poder ni las relaciones, fue colmado por el amor de Dios»

Camino Católico.- Me llamo John Pridmore y esta es mi historia.

Nací en el barrio de East End de Londres, en el Hospital del Ejército de Salvación. Aunque fui bautizado en el catolicismo, nunca fui a una escuela católica ni a la iglesia. Con diez años, de vuelta a casa en una noche normal, mis padres me dijeron que tenía que elegir con quién de los dos quería vivir porque se iban a divorciar. Yo quería muchísimo a mis padres; no podía escoger entre esas dos personas a las que más quería pero que, paradójicamente, acababan de dejarme completamente por los suelos. Fue en ese momento cuando, en los más profundo de mi ser, tomé la decisión de no amar a nadie nunca más, porque pensaba que así no me volverían a hacer daño.

Después de que mis padres se separaran, empecé a robar. Creo que lo que quería era que alguien se diera cuenta de cuánto sufría, pero como mi padre era policía, aquello sólo era un aliciente más para las palizas. Con 15 años estuve en un centro de detención, que debió de haber sido una lección tajante, severa, definitiva, pero allí mi odio no hizo sino crecer más y continué metiéndome en peleas.

Con esa misma edad dejé la escuela y, como la única cualificación que tenía era en el robo, a eso me dediqué. Sin amor en la vida, me entregué a los analgésicos, a la bebida, a las drogas, a cualquier cosa que me sirviera para acallar el dolor en mi interior. Con 19 años ya estaba otra vez en prisión y la única forma que tenía de lidiar con toda la ira que guardaba dentro era a golpes, con más peleas. Me pusieron en régimen de aislamiento de 24 horas y fue en este periodo cuando consideré deshacerme del mayor regalo de Dios, mi propia vida. Pero Dios debió de estar allí conmigo, porque no me quité la vida, aunque sí salí de prisión más resentido y violento que nunca.

Pensaba que debía coger yo mismo lo que quisiera del mundo, porque nadie me iba a regalar nada. Empecé a trabajar de segurata en clubes del East-End y del West-End, en Londres; se me ocurrió que, ya que me gustaba pelear, mejor que me pagaran por hacerlo. En aquel ambiente conocí a algunos de los tipos que dirigen la mayor parte del crimen organizado de Londres, así que empecé a trabajar para ellos. No mucho más tarde, dejé de trabajar para ellos y comencé a trabajar con ellos. Mi estilo de vida era el de un gánster clásico, con dinero, drogas y mujeres a montones. Tenía un ático en St. John’s Wood (uno de los más ricos de Londres), un BMW Serie 7, un Mercedes deportivo convertible y no podía gastarme el dinero lo suficientemente rápido, porque los beneficios de los chantajes y del tráfico de drogas se seguían acumulando. Mi chaqueta de cuero de diseño tenía cosido un bolsillo interior donde guardaba un machete para cuando tenía que ir a recuperar algunas deudas y castigar a los que incumplían sus pagos.

De veras creía que lo que el mundo me contaba era verdad, que teniendo todas esas posesiones, relaciones y drogas sería feliz, pero por dentro me sentía enfermo porque esta vida me estaba destruyendo poco a poco. Nada me satisfacía, nada me llenaba. Mientras tanto, intentaba destrozar mi propia conciencia, porque con esta gente con la que trataba, cuanto más despiadado y brutal seas, más respeto recibes, y yo quería ese respeto. Quería que cuando la gente entrara en un club y me viera allí, supiera quién soy y qué es lo que hago.

Una noche que trabajaba en uno de esos clubes que dirigíamos en el West-End, le di un puñetazo con un puño de acero a un tipo, pero, tras el puñetazo, calló completamente de espaldas y se golpeó la cabeza contra el bordillo. Había sangre por todas partes y la gente alrededor empezó a gritar, así que me marché del lugar y recuerdo haber pensado camino de casa en mi coche: “Me podrían caer diez años por esto”. Lentamente, empecé a darme cuenta de que era posible que acabara de matar a alguien y ni siquiera me importaba. Antes las personas solían importarme y yo solía querer marcar la diferencia, pero ahí estaba, haciendo cumplir mi voluntad a golpes y destruyendo todo lo que me rodeaba. La única persona que me importaba era yo mismo y no pensaba que eso pudiera cambiar.

Llegué a casa y escuché una voz que me hablaba en mi corazón, es una voz que todos conocemos, nuestra conciencia, Dios dentro de nosotros. Hasta ese momento, yo creía que Dios era sólo una historieta bonita para evitar que fuéramos malos, pero entonces me topé de cara con el hecho de que Dios era real y no importaba en absoluto lo que yo pensara.

Aunque nunca había sido consciente del amor o de la presencia de Dios en mi vida hasta ese momento, en un instante sentí cómo Él se separaba a Sí mismo de mí. La gente dice que esa separación de Dios es el infierno; bueno, si el infierno es así, rezo porque nadie vaya nunca allí porque fue la experiencia más aterradora de mi vida. Me han puesto pistolas en la cabeza, me han apuñalado, pero este momento fue el más terrible de todos porque yo era plenamente consciente de las elecciones que había hecho. Clamé a Dios por otra oportunidad, no porque lamentara algo, sino porque no quería seguir experimentando aquella desolación. En ese momento me sentí elevado, salí andando de mi piso y pronuncié la primera oración de mi vida. Dije, “Hasta ahora, todo lo que he hecho ha sido aprovecharme de lo que me has dado, Señor, ahora quiero ser yo el que da”. Mientras decía esa oración, el vacío que no podían llenar las drogas, el poder ni las relaciones, fue colmado por el amor de Dios. No podía creer que Dios pudiera amar a alguien como yo, con todas las cosas horribles que había hecho, pero Él me siguió demostrando que me amaba y me aceptaba. Durante toda mi vida me he sentido inútil y no me importaba si vivía o moría, pero Dios me mostró que sí tenía importancia, porque Él me amaba y me había creado. 

 John Pridmore, ex gánster, miró un crucifijo y supo por primera vez que Cristo había muerto por él en la cruz

La única persona que conocía que tenía fe era mi madre y, aunque no la veía mucho por aquel entonces, fui a visitarla y le conté lo que había pasado. Me dijo que había rezado por mí todos los días de mi vida, pero que, dos semanas antes, había rezado por que Jesús me llevara. Si eso suponía dejarme morir, que así fuera, pero que no me permitiera seguir haciendo daño a los demás ni a mí mismo. Sé cuánto me quiere mi madre y sé que una oración como aquella debió romper su corazón, pero es que ella podía ver el monstruo en que me estaba convirtiendo. Nunca olvidaré las lágrimas cayendo por su rostro cuando le dije cómo había encontrado a Dios.

Probablemente esas lágrimas limpiaron todo el dolor y la miseria que le había causado durante su vida. Mi padrastro me dio mi primera Biblia; nunca había tenido ninguna y una de las primeras historias que leí fue la del Hijo Pródigo. Cómo un padre dio a sus dos hijos todo su sustento y sus propiedades y cómo uno de ellos se marchó a despilfarrar todo el dinero de su padre en una vida de pecado y libertinaje. Después de gastarlo todo y porque estaba hambriento, pensó: “Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre”. Decide volver a su padre para pedirle que le acoja como uno de sus esclavos pero, cuando va camino de la casa de su padre, él está fuera buscándole y, al ver a su hijo, corre hacia él para abrazarle, le pone un anillo en el dedo, sandalias en los pies, ropas de las mejores telas y organiza una fiesta para él y sus amigos. Siempre sería su hijo, que volvió a la familia donde siempre fue amado, incluso después de años de perdición.

En esa historia me di cuenta de que Dios siempre había estado buscándome y que nunca se cansaría de buscar ni de intentar arreglar mi corazón roto por mi estilo de vida. Como nunca había ido a la iglesia, empecé a buscar un lugar donde encontrar a Dios y conocí un viejo sacerdote que me habló de un retiro. Los únicos retiros de los que yo había oído hablar eran en los que uno se tumbaba en la playa con un cubata en una mano, un porro en la otra y una buena hembra al lado, así que dije “Me encantaría ir”. Cuando llegué, no era exactamente como había imaginado, pero lo cierto es que vi a cerca de 200 jóvenes que tenían una alegría que yo nunca había sentido. Algunos se acercaron a mí y me abrazaron. Bueno, no sé si conocéis algún ex-gánster, pero a nosotros no nos va mucho eso de los abrazos, a no ser que sea con chicas, pero ¿abrazar a chicos? Si abrazas a un tío delante de unos gánsteres te llevas una torta.

En este lugar asistí a una charla que tenía por título “Dame tu corazón herido” y mientras escuchaba al sacerdote hablando de cómo todos los pecados que cometemos son como una herida en nuestro corazón, miré a un crucifijo y por primera vez supe por qué Jesús había muerto en aquella cruz, para cargar, gracias a su amor, con todos los pecados tan oscuros como terribles que yo haya cometido en mi vida y llevarlos en su corazón hasta la crucifixión. Y entonces sentí una tristeza increíble por todo lo que había hecho, pero por encima de aquella pena estaba una dicha desconocida, sentí que Jesús me decía “John, te amo tantísimo que volvería a pasar por todo esto solamente por ti”. Me eché a llorar, lloré por primera vez desde que tenía diez años porque no podía creer que alguien pudiera amarme tanto como para morir por mí con semejante agonía. Al salir de aquella charla dije una oración a María, madre de Jesús, para decirle: “¿Qué es lo que tu Hijo quiere de mí?”. Y sentí un susurro en mi corazón: ve a confesarte. Nunca había ido antes a confesarme y, con 27 años, sabía que había cometido todos los pecados posibles y tenía miedo. Pero María me dio el valor. Y mientras confesaba todos aquellos pecados terribles, el sacerdote lloraba porque él era Jesús para mí. Me mostraba la misericordia de Dios, que ya podía sentir en mi corazón. Cuando recibí la absolución, supe que Jesús me perdonaba y me daba la libertad. Me había vaciado de todos mis pecados a los pies de la cruz y estaba vivo de nuevo, podía sentir el viento en mi cara, podía escuchar el canto de los pájaros. Mis pecados me habían matado, pero la confesión me había devuelto a la vida.

En aquel mismo retiro, además de reunirme con Jesús a través de la confesión, lo recibí en mi corazón durante la misa. Al avanzar y recibir la Divina Comunión, todos los buenos sentimientos que había tenido en mi vida, incluyendo aquel momento al salir de mi piso y la forma en que me sentí tras la confesión, fueron magnificados un millón de veces. Mi corazón se había abierto en la confesión para sentir y conocer Su presencia en la Eucaristía y Él llenó mi corazón por completo.

Cuando salí del retiro, decidí que quería servir a los demás, así que empecé a trabajar en Kingsmeade Estate en Londres intentando ayudar a los jóvenes a no entrar en la vida de crimen y sufrimiento que yo había elegido. Años más tarde, fui al Bronx y allí conocí a la Madre Teresa, que me enseñó a amar de nuevo, a amarme a mí mismo y a los demás. Me inspiró para dar a los demás y, desde entonces, he estado compartiendo mi historia en escuelas, parroquias y prisiones de todo Reino Unido e Irlanda. En 2007, en la Jornada Mundial de la Juventud en Sídney, tuve el privilegio de hablar para más de medio millón de jóvenes; el mayor regalo de mi vida es compartir con ellos que hay un Dios que les ama, que les cuida y que se regocija en ellos. Desde aquella charla en Sídney, mi ministerio se ha vuelto más internacional. He dirigido retiros, charlas y seminarios en Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos (Nueva York, Florida, Chicago, Phoenix y Los Ángeles), Alemania, Holanda, Hong Kong y por todo el mundo. El año pasado fui a Liberia a hablar sobre el perdón a antiguos niños soldado. Algunos de estos niños habían sido forzados a cometer atrocidades y a combatir, con sólo once años, en la sangrienta guerra civil que arrasó Liberia durante una década. Fue un honor y un privilegio estar entre ellos y ser testigo de la increíble resistencia que tienen para intentar adaptarse y elegir el bien en sus vidas, aun habiendo quedado cubiertas de oscuridad.

Durante los últimos 25 años he trabajado a tiempo completo para traer esperanza a los demás y mostrarles que si Dios puede amar a alguien como yo, puede amar a cualquiera. Que Dios os bendiga con su profundo amor,

John Pridmore
ex gángster convertido al cristianismo que ahora viaja a nivel internacional para hablar sobre cómo ha cambiado su vida. Si quieres saber más sobre John visita su página www.johnpridmore.com donde encontrarás sus tres libros incluida la historia de su vida From Gangland to Promised Land.
Artículo original whyimcatholic.com

viernes, 11 de octubre de 2024

Satanás quiere destruir al hombre, pero los arcángeles luchan y nos defienden / Por Arturo López

Camino Católico.-  La meditación la realiza Arturo López Martos, casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, quien medita sobre el objetivo permanente de Satanás que presenta las cosas como buenas para destruir al hombre, pero los arcángeles, enviados y servidores de Dios, luchan y nos defienden si invocamos su ayuda, para acogernos a la victoria salvífica de Jesucristo.

Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes, 29 de septiembre de 2014.

domingo, 6 de octubre de 2024

Confío en Ti. Diálogo de un alma con Jesús de la Misericordia según lo que dijo el Señor a Santa Faustina Kowalska


Camino Católico.- Para grabar en nuestros corazones las palabras del Salmo 136 que nos recuerdan “que es eterna la misericordia del Señor”, la Fundación Eukmamie – HM Televisión ofrece este programa especial titulado: “Confío en Ti. Diálogo de un alma con Jesús de la Misericordia”.

Este “Diálogo” audiovisual, entre Jesús y un alma, se ha escrito tomando como base las anotaciones del Diario de la Divina Misericordia de Sta. Faustina Kowalska. Si bien algunos de los comentarios del alma han sido inventados, las palabras que pronunciará el Señor han sido fielmente respetadas de entre las que dijo el mismo Señor a la Apóstol de su Misericordia.

Veinte minutos en diálogo con la Divina Misericordia. Con imágenes y músicas cuidadas y trabajadas con el fin de introducirnos en esta “divina conversación”, que puede ser realmente transcendental en nuestra vida.


domingo, 29 de septiembre de 2024

Oración a los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael para vivir cumpliendo la voluntad de Dios / Por P. Carlos García Malo

 

P. Carlos García Malo / Camino Católico.- Cada 29 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel. Sus nombres permanecen grabados en el alma de los cristianos de todos los tiempos en virtud a su grandeza y obediencia a la voluntad de Dios.

A Miguel, Rafael y Gabriel los conocemos bien porque aparecen mencionados en la Sagrada Escritura, cada uno llevando a cabo misiones muy importantes, encomendadas por el Señor, dentro de la historia de la salvación.

San Miguel Arcángel es quien está al mando de los ejércitos celestiales. El nombre “Miguel” en hebreo significa “¡Quién como Dios!”, expresión que evoca la omnipotencia del Señor, así como su amor y justicia infinitos. Su nombre es el grito de guerra que resuena triunfante en la batalla contra el Adversario, Satanás, y su corte de ángeles caídos.

“Rafael”, por su parte, quiere decir “medicina de Dios” o “Dios ha obrado la salud”. San Rafael es el arcángel amigo de los caminantes y peregrinos; es también el médico de quienes padecen alguna enfermedad.


Por último, “Gabriel” significa “fortaleza de Dios”. A San Gabriel se le encomendó la misión de anunciar a la Virgen María que Ella era la elegida para ser la Madre del Salvador.

En una de sus homilías, el Papa San Gregorio Magno (c. 540-604), Padre y Doctor de la Iglesia, señala que Dios quiso revelar los nombres personales de estos tres arcángeles como una forma de conocer “cuál es la misión específica para la cual nos son enviados”. De esa manera, es posible acudir a ellos en situaciones particulares, de acuerdo al poder que Dios le dio a cada uno.

El 29 de septiembre de 2017, el Papa Francisco, con ocasión de la festividad que hoy se celebra, afirmó: «Hoy celebramos el día de tres de estos arcángeles porque han tenido un papel importante en la historia de la salvación. Y conmemoramos a estos tres porque también tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación»

Pidamos a los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, la gracias de vivir cumpliendo la voluntad de Dios:


San Miguel Arcángel, sal con las legiones de tu milicia; y como un escudo protector situaros en los cuatro puntos cardinales, vigilantes y reprendiendo toda actuación del enemigo. Lo mismo os pedimos para cada una de nuestras ciudades y pueblos así como vuestra asistencia personal en nuestras vidas…  

San Gabriel Arcángel, hoy acudimos pidiendo tu intercesión para no caer en trampa de este mundo que vive en el miedo de las malas noticias e incertidumbres y el hablar mundano; y sepamos vivir en la alegría de la Buena Nueva del Evangelio esparciendo por todas partes la certeza de que Cristo ha vencido al mundo y se puede vivir en la esperanza y en el júbilo que sólo da el Espíritu de Dios…. 

San Rafael Arcángel límpianos de cualquier ceguera que nos impida ver la voluntad de Dios y condúcenos de tu mano por todo sendero de bien y de amor.

Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, interceded por nosotros. Amén.

P. Carlos García Malo

lunes, 23 de septiembre de 2024

Oración a San Pío de Pietrelcina para obtener las gracias vitales que necesitamos / Por P. Carlos García Malo

* «Santo padre Pío, que crucificado en vida, te inmolaste en la cruz del controvertido siglo XX con las llagas sangrantes como otro Cristo sufriente…. Mírame humillado y afligido en tu presencia… Yo sé que desde el cielo sabes cuánto necesito y desde ahora me abandono a la providencia de Dios que traspasada por tu intercesión alcanzará para mi vida todas las bendiciones que necesito»

P. Carlos García Malo / Camino Católico.- “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta”, escribió una vez San Pío de Pietrelcina, cuya fiesta se celebra cada 23 de septiembre. Su oración fue escuchada y se le concedió el don de los estigmas.

Durante su vida, Dios lo dotó de muchos dones, como el discernimiento extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles acudían a confesarse con él.

El Padre Pío nació en Pietrelcina (Italia) el 25 de mayo de 1887. Su nombre era Francisco Forgione y tomó el nombre de Fray Pío de Pietrelcina en honor a San Pío V, cuando recibió el hábito de Franciscano capuchino.


A los cinco años se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús, quien posó su mano sobre la cabeza del niño. El pequeño, a su vez, prometió a San Francisco que sería un fiel seguidor suyo. Desde entonces su vida quedó marcada y empezó a tener apariciones de la Santísima Virgen.


A los 15 años decide ingresar a la Orden Franciscana de Morcone y tuvo visiones del Señor en la que se le mostró las luchas que tendría que pasar contra el demonio.

El 10 de agosto de 1910 es ordenado sacerdote. Poco tiempo después le volvieron las fiebres y los dolores que lo aquejaban, entonces fue enviado a Pietrelcina para que restablezca su salud.

En 1916 visita el Monasterio de San Giovanni Rotondo. El Padre Provincial, al ver que su salud había mejorado, le manda que retorne a ese convento en donde recibió la gracia de los estigmas.

“Era la mañana del 20 de septiembre de 1918. Yo estaba en el coro haciendo la oración de acción de gracias de la Misa… se me apareció Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz que más bien parecían flechas que me herían los pies, las manos y el costado”,describió San Pío a su director.

“Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban y me dolían hasta hacerme perder todas las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios”, añadió.

El 9 de enero de 1940 animó a sus grandes amigos espirituales a fundar un hospital que se llamaría “Casa Alivio del Sufrimiento”. La cual se inauguró el 5 de mayo de 1956 con la finalidad de curar al enfermo en lo físico y espiritual.

El Padre Pío partió a la Casa del Padre un 23 de septiembre de 1968 después de murmurar por largas horas “¡Jesús, María!”.

San Juan Pablo II, durante su canonización el 16 de junio del 2002, dijo de él: “Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos”. Oremos al Padre Pio para que interceda ante el Señor y se nos concedan las gracias que nuestras almas necesitan para progresar espiritualmente:


Santo padre Pío, que crucificado en vida, te inmolaste en la cruz del controvertido siglo XX con las llagas sangrantes como otro Cristo sufriente.

Tú, que aceptaste vivir la pasión durante tu paso terrenal por la conversión de los pecadores y, así, arrancarle al buen Dios innumerables gracias y milagros en beneficio de todos cuantos se acercaban a ti.

Mírame humillado y afligido en tu presencia suplicándote un favor más para este alma que tanto espera y confía en ti.

Yo sé que desde el cielo sabes cuánto necesito y desde ahora me abandono a la providencia de Dios que traspasada por tu intercesión alcanzará para mi vida todas las bendiciones que necesito.

Amén.

San Pío de Pietrelcina. Ruega por nosotros.

P. Carlos García Malo