* «Cuando me bautizaron, no podía dejar de llorar. Pero tampoco podía parar de sonreír. Sentía tanto amor. Era asombroso. Es como si el abrazo de Dios se hiciera un poquito más firme. Intentamos vivir tan cerca de las enseñanzas de Dios como sea posible. Tengo mucho que aprender y no quiero abrumar a los niños, pero Siow Yuen es una madre increíble que ha sido paciente y resistente. Con Dios de nuestro lado, estoy seguro que este viaje será espiritual y lleno de acontecimientos»
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