* «Dejé ir mis últimas objeciones, nada trae más paz de mente y alegría que hacer la voluntad de Dios. Me sentí cientos de kilos más ligero después de limpiarme décadas de pecados en el sacramento de la Penitencia. Durante la Confirmación sentí que el Espíritu Santo pasaba a través de mí y me llenaba como si fuera un líquido, y era una luz sanadora y fortalecedora que me atravesaba y se quedaba en mí, en esa forma. He tenido grandes experiencias en el convento de Santa Teresa en Ávila, en Loyola y otros sitios, pero mi corazón me llama más a los santuarios marianos: cuanto más me acerco a Ella, más cerca estoy de Él»
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