P. Carlos García Malo / Camino Católico.- Cada 17 de septiembre la Iglesia celebra a Santa Hildegarda de Bingen, que fue abadesa, líder monacal, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana. Es conocida como la sibila del Rin y como la profetisa teutónica. El 7 de octubre de 2012 el Papa Benedicto XVI le otorgó el título de doctora de la Iglesia junto a San Juan de Ávila durante la misa de apertura de la XIII Asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos.
Considerada por los especialistas actuales como una de las personalidades más fascinantes y polifacéticas del Occidente europeo, se la definió entre las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media, entre las figuras más ilustres del monacato femenino y quizá la que mejor ejemplificó el ideal benedictino, dotada de una cultura fuera de lo común, comprometida también en la reforma de la Iglesia, y una de las escritoras de mayor producción de su tiempo. En expresión de Victoria Cirlot: «[…] atravesando el muro de los tiempos han quedado sus palabras, incluso su sonido, y las imágenes de sus visiones».
Pidamos a santa Hildegarda la sabiduría para saber aprovechar los bienes de la tierra en beneficio de todos:
Te adelantaste a los siglos donde las mujeres apenas tenían voz.
Dios te escogió para sacudir el mundo de tu tiempo y te revistió de innumerables dones y carismas.
Tus éxtasis te elevaban al cielo en donde se te revelaban verdades del alma, las cosas venideras y la música celeste plasmadas en bellas partituras.
Cuidabas del cuerpo como del alma y revelaste la infinita misericordia de Dios que deja en las plantas y alimentos bien usados que devuelven la salud al enfermo.
Supiste ver las propiedades de piedras y minerales que no sólo sirven de adorno, sino que el Creador les dio otras propiedades. Fiel abadesa de tu convento educaste a tus hijas y hermanas en un profundo amor al Señor y a todo lo que Él creó para nuestro beneficio.
Ayúdanos, Santa Hildegarda a ser humildes y dar gracias a Dios por tanto bien.
Que cuidemos de este mundo, que lo protejamos de nosotros mismos; y que Amando la tierra disfrutemos de ella gozandonos de su belleza y sepamos aprovechar sus bienes para beneficio de todos los hombres y mujeres que lo habitamos.
Amén.
Santa Hildegarda, ruega por nosotros.
P. Carlos García Malo
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