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viernes, 27 de septiembre de 2024

María Jesús con 16 años vivía mundanamente, en un retiro el Señor la llamó a a ser misionera en África, pero ahora lo ha dejado todo y es Ermitaña: «Tengo un profundo deseo de soledad y oración íntima con Dios»



La hermana María Jesús, cuando hizo sus promesas el pasado julioDiócesis de Coria-Cáceres

* «Cristo está vivo en la Eucaristía y en el Sagrario, y que la adoración al Santísimo es una gran gracia. Invito a las personas a visitar a Cristo como se visita a un amigo, muchos no rezan porque no saben lo que se pierden. La adoración es una fuente de paz y felicidad, y es importante dedicarle tiempo a Cristo, como se hace con un amigo querido»

Camino Católico.-  En Alcuéscar se encuentra una ermita dedicada a los patronos de la región: la Virgen de Guadalupe y San Pedro de Alcántara. Recientemente, hemos celebrado la festividad de la Virgen de Guadalupe, y próximamente, el 19 de octubre, celebraremos la de San Pedro de Alcántara. Esta ermita, situada en el cruce de Las Herrerías, es un lugar de devoción y recogimiento.

El pasado 16 de julio, la hermana María Jesús llegó a esta ermita para iniciar una nueva forma de vida consagrada en la Diócesis de Coria-Cáceres, en España, en cuyo portal es entrevistada. Ella vive allí como ermitaña, dedicando su vida a la oración y al servicio. En este reportaje, hablamos con ella para conocer más sobre su labor y su experiencia en este lugar tan especial.

La Hermana María Jesús eligió una vida consagrada como ermitaña después de una profunda experiencia espiritual. A los 16 años, tras vivir una vida mundana y temer por su alma, asistió a un retiro durante Semana Santa. Allí, en unos ejercicios ignacianos, sintió la llamada de Dios a dedicarse a la vida religiosa. A pesar de las dudas iniciales de sus padres, ingresó a aspirantado en Argentina y desarrolló un fuerte deseo de ser misionera. Su vocación se fortaleció a través de su trabajo con los pobres y enfermos, y su misión en África, en una aldea de Kahama que se llama Ushetu, donde comprendió la importancia de la oración y el sacrificio en la conversión de las almas.

- Hermana María Jesús, ¿qué la llevó a elegir una vida consagrada como ermitaña?

- Elegí una vida consagrada como ermitaña debido a un profundo deseo de soledad y oración íntima con Dios. Inicialmente, acepté la vocación contemplativa y pedí ingresar en un monasterio. Sin embargo, tras mi etapa misionera sentí un creciente deseo de soledad, lo que me llevó a plantear a mis superiores la posibilidad de vivir como ermitaña.

Inspirada por la vida de la Virgen en Éfeso, San Charles de Foucault y las revelaciones de Fátima, decidí que la oración y la penitencia eran esenciales para la salvación de las almas. Tras un proceso de discernimiento, dejé mi congregación y comencé mi vida ermitaña en Cáceres, donde puedo asistir a misa diaria, algo fundamental para mí.

- ¿Cómo es un día típico en su vida en la ermita?

- Un día típico en la ermita está lleno de oración y actividades espirituales. Comienzo temprano, antes del amanecer, porque es el mejor momento para unirse con Dios. Adoración Eucarística, laudes, la liturgia de las horas… Tengo un órgano y con él acompañó la liturgia según las formas benedictinas y gregorianas. El día incluye momentos de trabajo. Por ejemplo, coso y realizo bordados. A mediodía, viacrucis y oración por los sacerdotes. Después del almuerzo y una breve siesta, rezo la coronilla de la Divina Misericordia a las 3 de la tarde.

Por la tarde, hay tiempo para lectura, estudio, trabajo… y otra hora de adoración en silencio antes de la misa. El jueves y el viernes cambia un poco porque intento aumentar las oraciones, de hecho es día de retiro el viernes y la ermita no se abre. Los fines de semana son días para dedicarlo más a las personas y por eso puedo visitar al menos unas horas a los ancianos, siguiendo lo indicado en Mateo 25.

Los domingos preparo la ermita para recibir a la gente que viene a Adoración, vísperas, rosario, bendición con el Santísimo y misa. Después de la misa, algunas familias se quedan conversando. Es también un momento de apostolado.

- ¿Qué significa para usted vivir en un lugar dedicado a los patronos de Extremadura?

Para mí, vivir en un lugar dedicado a los patrones de Extremadura es una experiencia profundamente significativa y espiritual. No fue una elección personal, sino una manifestación de la Providencia Divina. Cristo y la Virgen eligieron este lugar para mí, y un obispo, Mons. Jesús Pulido acogió mi vocación, dándome un hogar espiritual.

La Virgen de Guadalupe tiene un significado especial para mí, siendo argentina y sabiendo que Isabel la Católica firmó aquí el permiso para la exploración de América. Esto me llena de admiración, ya que, en mi colegio en Argentina, que llevaba su nombre, siempre se nos enseñó a ver a España como la madre patria y la madre de la fe.

Mi devoción a la esclavitud mariana, especialmente según San Luis María de Montfort, se ve reflejada en mi vida aquí. Vivir en una ermita dedicada a la Virgen es como estar en su casa en Éfeso. Aunque no conozco mucho sobre San Pedro de Alcántara, sé de su vida penitente y franciscana, y siento que su santidad ha bendecido esta tierra.

- ¿Cómo ha sido la acogida por parte de la comunidad desde su llegada?

- Muy acogedores. Después de la misa se acercan, me preguntan… y destaco muchísimo la compañía de los Esclavos de María y de los Pobres, el superior, el Padre Francisco y toda la comunidad. Me han acogido muy bien, me siento cercana a ellos porque conocen la vida consagrada y si necesito cualquier cosa acudo a ellos.

- ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a las personas que visitan la ermita?

- Que Cristo está vivo en la Eucaristía y en el Sagrario, y que la adoración al Santísimo es una gran gracia. Invito a las personas a visitar a Cristo como se visita a un amigo, muchos no rezan porque no saben lo que se pierden. La adoración es una fuente de paz y felicidad, y es importante dedicarle tiempo a Cristo, como se hace con un amigo querido.

- ¿Cuáles son los desafíos más grandes que enfrenta en su vida como ermitaña?

- Siempre, en cualquier vocación, la perseverancia. Porque es fácil ser buenos un ratito, pero es difícil ser bueno siempre. Como una mamá en su familia, es fácil tenerle paciencia al hijo que le pregunta una vez una cosa, pero es difícil tener paciencia cuando le preguntan lo mismo diez veces. Este es el desafío más grande. Perseverar en lo que sé que Dios me pide. Ser coherente con eso.

- ¿Qué planes o proyectos tiene para el futuro en su vida consagrada?

- Que el Señor me conceda la perseverancia de haberlo dejado todo y seguirlo a Él. Para servirlo en la soledad, como hacían los santos padres, como hizo Santa María Magdalena… confiando en que Dios no defrauda.

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