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lunes, 30 de septiembre de 2024

Oración a San Jerónimo por una sincera conversión al Evangelio de la Salvación

Camino Católico.- Cada 30 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de  San Jerónimo, sacerdote y Doctor de la Iglesia. Este santo es célebre por su traducción de la Biblia a la forma de latín más común de su tiempo (la Vulgata).

Jerónimo comenzó su ministerio sacerdotal como ermitaño llevando una vida de asceta a las afueras de Antioquía. Más tarde, Jerónimo viajó a Constantinopla, donde entabló amistad con san Gregorio de Nacianzo, junto a quien estudió las Sagradas Escrituras. En el año 380 emprendió el camino a Roma.

En el concilio de 382 Jerónimo destacó por la extensión de su saber y la seguridad de su doctrina, a tal punto que el Papa Dámaso decidió tomarlo como secretario. Luego le dio el encargo de traducir la Biblia a partir de una serie de textos en latín antiguo.

Es entonces cuando emprende sus trabajos sobre la Sagrada Escritura, creciendo su reputación de ciencia y de santidad, con lo que atrajo a toda una élite de la sociedad romana, en particular damas nobles con las que mantenía una correspondencia altamente espiritual en la que les explicaba las escrituras.

Pero, a la muerte del Papa Dámaso (año 384), las envidias y los rencores estallaron contra Jerónimo, cuyas violentas invectivas contra los abusos y los desórdenes lo habían hecho antipático. Decide partir a Chipre y Antioquía, con la intención de llegar a Tierra Santa junto a su hermano Pauliniano y un grupo de fieles, donde vivió en Belén, donde luego de muchas penurias y luchas contra los herejes, murió el 30 de septiembre del año 420.

También es “famoso por ser uno de nuestros santos más cascarrabias”, por hablar sin pelos en la lengua y por crearse enemigos allá donde fuera.

El ascetismo de Jerónimo fue lo que le salvó, según dijo de él un obispo mientras miraba un cuadro en el que aparecía Jerónimo golpeando su pecho con una piedra:

“Haces bien llevando esa piedra, pues sin ella la Iglesia nunca te habría canonizado” (Vidas de los santos, de Alban Butler).

Aquí hay 10 ingeniosas citas de san Jerónimo que ayudan a valorar la vida de este hombre que nos entregó la Vulgata:

1) "La ignorancia en las Escrituras es ignorancia de Cristo"

2) "Empieza a ser ahora lo que serás de aquí en adelante"

3) "El rostro es el espejo de la mente, y los ojos, sin hablar, confiesan los secretos del corazón"

4) "Requiere tiempo buscar un amigo, rara vez lo encontramos y con gran dificultad lo conservamos"

5) "En vano canta la lira para el asno"

6) "Todo debe incluir un agudo condimento de verdad"

7) "Que tus acciones no desmientan tus palabras, para que no suceda que, cuando prediques en la Iglesia, alguien en su interior comente: ‘¿por qué entonces tú no actúas así?’"

8) "Huye como de una peste del clérigo que se dedica a los negocios, del que viniendo de la pobreza se ha hecho rico, y del desconocido que ha pasado a ser famoso"

9) "Es aún peor ser ignorante de la ignorancia de uno"

10) "¡Qué curioso maestro el que, con el estómago lleno, diserta sobre el ayuno!"

Pidamos a San Jerónimo una sincera conversión al Evangelio de la Salvación con esta oración:

Oh San Jerónimo, que en tu vida mortal acogiste la mirada misericordiosa del Señor, y con el apoyo maternal de María Santísima fuiste renovado en la vida de la gracia, danos tu protección y alcánzanos de Dios una sincera conversión al Evangelio de la Salvación. Gloria al Padre… 

Oh San Jerónimo, tú que has sido para huérfanos y necesitados una verdadera llama del amor divino, aliviándolos en sus miserias y penalidades, haz que, por tu ejemplo, aprendamos a acoger también nosotros a nuestro prójimo con la misma caridad con la que Cristo nos ha amado. Gloria al Padre…

Oh san Jerónimo, que a lo largo de tu vida has revelado a los hombres la misericordia y la ternura de Dios,  acogiendo a niños y jóvenes y enseñándoles el camino del cielo, acoge y guía también a nuestra juventud y protégela de todo mal. Gloria al Padre...

Oh San Jerónimo, que en tu vida mortal, como buen Samaritano, has asistido con amor de padre a toda persona enferma de alma o cuerpo, socorre con tus oraciones y con tu paternal intercesión a todos nuestros hermanos enfermos, dándoles la fuerza y el valor necesario para aceptar y vivir en la fe este momento de dolor, y para que puedan verse pronto libres de la enfermedad; y, recuperada la paz y la salud, puedan alabarte en tu templo Gloria al Padre... 

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