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sábado, 24 de mayo de 2025

Oraciones a María auxiliadora en el sufrimiento, para pedir un milagro, un trabajo, por los enfermos y por la vida interior

Camino Católico.- Cada 24 de mayo la Iglesia celebra a la Madre de Dios bajo la advocación de ‘Santa María, Auxilio de los cristianos’ [Maria Auxilium Christianorum], conocida popularmente como Santa María Auxiliadora, o, simplemente, María Auxiliadora.

“En el cielo nos quedaremos gratamente sorprendidos al conocer todo lo que María Auxiliadora ha hecho por nosotros en la tierra”, solía decir San Juan Bosco, fundador de la familia salesiana, y el más grande difusor del amor a la Madre de Dios bajo esta advocación.

Ciertamente, esta hermosa expresión de piedad filial ha estado presente en la vida de la Iglesia desde antiguo, cada vez que un cristiano, sabiéndose hijo de la Virgen María, invoca a su Madre del Cielo en medio de alguna dificultad.

Devoción de raíces profundas

Los cristianos de los primeros siglos invocaban a la Virgen con el nombre de “auxiliadora”.

Los dos títulos más frecuentes que podían leerse en las inscripciones de antiguas iglesias o monumentos de Oriente eran: “Madre de Dios” (Theotokos) y “Auxiliadora” (Boeteia). Grandes santos como San Juan Crisóstomo, San Sabas y San Sofronio hicieron uso con frecuencia de ambos títulos a la hora de referirse a la Madre de Dios.

San Juan Crisóstomo, Patriarca de Constantinopla y Padre de la Iglesia de Oriente, definía así a la Virgen María en el siglo IV: 

Auxilio potentísimo, fuerte y eficaz de los que siguen a Cristo”; por su parte, San Juan Damasceno, en el siglo VIII, fue el primero en difundir una jaculatoria dedicada a Ella: “María Auxiliadora, ruega por nosotros”.

En el mismo siglo, hacía el año 733, San Germán de Constantinopla escribió este bello texto, en plena coincidencia con el Damasceno: "Oh María, tú eres poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda". Estas bellas líneas constituyen en sí mismas una oración filial.

María, Auxilio de los cristianos

En el siglo XVI, el Papa San Pío V (1504-1572), gran devoto de la Virgen, después de la victoria  cristiana sobre los ejércitos musulmanes en la batalla de Lepanto, ordenó que se incluya en el corpus de las letanías marianas la invocación a “María, Auxilio de los cristianos”.

Más de dos siglos después, en tiempos de Napoleón, el Papa Pío VII (1742-1823) fue apresado por órdenes del “emperador” francés. El Pontífice pidió el auxilio de María para superar la terrible situación que se había suscitado -una Iglesia secuestrada por el poder imperial-, prometiéndose que, una vez recuperada su libertad, decretaría una nueva fiesta mariana para la Iglesia Católica.

Una vez producida la caída de Napoleón, el Santo Padre retorna triunfante a la sede pontificia el 24 de mayo de 1814 y decreta que, a partir de entonces, esa fecha sea destinada para celebrar la fiesta de María Auxiliadora.

Don Bosco

Un año después de aquellos turbulentos acontecimientos, nacía Juan Bosco (1815-1888), a quien la Virgen se le aparecería en sueños años más tarde, para pedirle que construyera un templo en su honor, usando el título de “Auxiliadora”.

Por esta razón el santo italiano iniciaría la construcción de dos “monumentos”: uno físico, que es la Basílica de María Auxiliadora en Turín; y uno “vivo”, conformado por las religiosas que integran el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.

¡Acógete a la Madre que siempre nos auxilia!

San Juan Bosco solía educar a los jóvenes contándoles historias en las que él y muchos otros fieles devotos de la Auxiliadora habían obtenido grandes favores del Cielo. Los medios por excelencia para obtener esas gracias -decía el santo- son el rezo de la novena a María Auxiliadora y la repetición constante de la jaculatoria de San Juan Damasceno.

“Confiad siempre en Jesús Sacramentado y María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”, afirmaba, sin reparos, el padre fundador de los salesianos.

Pidamos la intercesión y pongámonos bajo el amparo de María Auxiliadora con las siguientes oraciones:

Oración en el sufrimiento

Madre y Auxiliadora, tú conoces bien mi dolor y mi sufrimiento en estos momentos de mi vida: (menciona la situación que atraviesas).

Siempre he confiado en ti, Virgen Auxiliadora. A ti acudo con confianza. Quiero que en todo se cumpla la voluntad del Padre. Imploro tu auxilio y protección porque tú sabes lo que me conviene, porque tú sabes presentar a tu Hijo mi sufrimiento y necesidad, porque tú sabes escuchar y consolar a tus hijos.

Quiero obedecer lo que tu Hijo me mande y espero que tu Hijo escuche mi necesidad cuando tú, Madre Auxiliadora, intercedas por mí como lo hiciste en Caná y en tantos momentos de la historia de los cristianos.

Tú siempre eres Auxiliadora de los cristianos. Amén.

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Oración para pedir un milagro urgente

Bendita Madre Auxiliadora, Princesa de los Cielos, oh, Madre María siempre Virgen, poderosa, grande y defensora de la Iglesia.

Singular Auxiliadora de los cristianos que acuden a la batalla como tú lo has hecho.

Bendita eres entre todas las mujeres por tu maravilloso ejemplo aquí en la tierra.

Sé de miles de milagros que Dios ha realizado a través de tu gracia divina, y es por eso, Madre Santa, hoy recurro ante ti para que escuches mi llamado.

Socórreme, escúchame, atiéndeme, ten piedad de mí, adorada Virgen María Auxiliadora.

En tus manos coloco mi cruz, cargada de angustias y dolores que aquejan mi alma y mi existir.

Ayúdame con este peso que interrumpe mi camino, aligera mis cargas y elimina mis penas, lléname de gracia y paz en estos momentos de adversidad.

Porque sé que he sido pecador, que las tentaciones me han llevado a lugares muy oscuros, pero me arrepiento de ello y pido perdón.

Además, perdóname, adorada Madre, no soy digno de tu atención, pero quiero que sepas que mi alma te admira, que te sigo día a día y que lucho por solventar los errores cometidos.

Igualmente, ten piedad de mi alma que se siente derrotada, de mi cuerpo que está cansado de andar, de mi corazón que está desolado y sin consuelo.

Arrópame con tu gracia, dame todo tu amor que lo necesito con ansias.

Concédeme la dicha de recibir tus bendiciones y que me concedas el preciado milagro que mi vida necesita.

Poderosa y Gloriosa Madre, lleva ante Dios mi humillante situación, me arrodillo pidiendo piedad y socorro, mi vida los necesita ahora más que nunca y sé que nunca me abandonan ni me desamparan.

Finalmente, que tu amor hacia mí te haga perdonarme, para que me concedas el favor y que bajo la voluntad de Dios me sea otorgado el milagro que te pido con todo mi corazón.

Sé que tu respuesta es rápida, por eso acudo a ti, bendita María Auxiliadora.

En tus manos dejo mi vida y te entrego toda mi confianza.

Amén.

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Oración para pedir trabajo

Madre y Auxilio nuestro, míranos aquí con los brazos cruzados por falta de trabajo. El trabajo humano es una participación en la obra de Dios y quien trabaja dignamente sirve a sus hermanos y contribuye de modo personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia.

Hoy, por algunas leyes injustas, por la avaricia de unos pocos, por la miopía de egoísta que no nos deja ver en los demás a hermanos nuestros; muchos no tienen lugar en el mundo del trabajo y se sienten desplazados: ¡ayúdanos a no desesperar! Ilumina a los dueños del capital, para que creen nuevas fuentes de trabajo; auxilia a los gobernantes, para que descubran los medios para socorrer a los que menos tienen.

Procura que quienes trabajan sean honestos. Abre nuestros ojos para que descubramos que es más importante ser que tener y que hay más alegría en dar que en recibir. Y, cuando nuestros ojos se cierren para siempre, concédenos poder presentarnos ante nuestro Padre, con el corazón lleno de los rostros de las personas a quienes hemos auxiliado y el de los que nos ayudaron en nuestra aflicción. Amén.

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Oración por los enfermos

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios y Auxilio poderoso de los cristianos; no deseches las oraciones que te dirigimos por nuestros hermanos enfermos, antes bien, líbralos de todo peligro, Virgen gloriosa y bendita.

Acompáñalo en su soledad, fortalécelos en su debilidad, sostenlos en los momentos de desesperación. Ayúdalos en su dolor, aliéntalos en su tristeza, confórtalos en sus penas. Acrecienta su fe, enciende su esperanza, aviva su caridad.

Llénanos de paciencia, concédeles optimismo, dales constante alegría y buen humor, Madre del Señor Jesús, fuente de eterna salud y causa de nuestra alegría. Y que podamos seguir diciendo que jamás se ha oído decir que ni uno sólo de cuantos han acudido a tu protección e implorado tu auxilio han sido desamparados en sus necesidades. Amén.

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Oración por la vida interior

Auxilio nuestro, Virgen de Nazaret, Maestra de silencio e interioridad, Nuestra Señora de la Anunciación: enséñanos el arte del recogimiento, acrecienta nuestra interioridad. Concédenos la disposición necesaria para escuchar las inspiraciones divinas y las palabras de los verdaderos maestros. Danos constancia y paciencia para preparar nuestro trabajo, nuestro estudio, nuestra oración y contemplación.

Introdúcenos en la oración profunda y madura, para que no nos quedemos en la superficialidad de las formas y aprendamos a hacer silencio para escuchar a Dios que habla al corazón. Que aprendamos a ser como niños, abandonados en los brazos misericordiosos del Dios que nos da amor y que, por amor, tomó carne humana en tus purísimas entrañas. Inspira nuestra oración de alabanza y gratitud, danos sentimientos de real arrepentimiento y enséñanos a pedir sólo lo que nos conviene cuando nos convenga.

Tú, que, al ser fecundada por la acción misteriosa del Espíritu Santo, no te demoraste en un intimismo estéril e individualista, sino que saliste de prisa a visitar a tu prima Isabel y ponerte a su servicio: haz que nuestra oración cristalice en caridad. Amén.

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Oración en el sufrimiento

Madre y Auxiliadora, tú conoces bien mi dolor y mi sufrimiento en estos momentos de mi vida: (menciona la situación que atraviesas).

Siempre he confiado en ti, Virgen Auxiliadora. A ti acudo con confianza. Quiero que en todo se cumpla la voluntad del Padre. Imploro tu auxilio y protección porque tú sabes lo que me conviene, porque tú sabes presentar a tu Hijo mi sufrimiento y necesidad, porque tú sabes escuchar y consolar a tus hijos.

Quiero obedecer lo que tu Hijo me mande y espero que tu Hijo escuche mi necesidad cuando tú, Madre Auxiliadora, intercedas por mí como lo hiciste en Caná y en tantos momentos de la historia de los cristianos.

Tú siempre eres Auxiliadora de los cristianos. Amén.

viernes, 16 de mayo de 2025

Oración a San Juan Nepomuceno contra calumnias, difamaciones y chismes

Camino Católico.- Cada 16 de mayo la Iglesia Católica celebra a San Juan Nepomuceno, modelo preclaro del buen confesor, especialmente de lo que significa la protección que el sacerdote debe dar al secreto de confesión, o ‘sigilo sacramental’.


A Nepomuceno se le considera el primer mártir en honrar el sacramento de la reconciliación con su vida. Es decir, prefirió morir antes que traicionar la promesa hecha a Cristo de administrar la misericordia divina sin condición ni presión externa alguna.

Dice el No. 2490 del Catecismo de la Iglesia Católica: «El secreto del sacramento de la Reconciliación es sagrado y no puede ser revelado bajo ningún pretexto. “El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo” (CIC can. 983, § 1)».

El poder del sacerdote viene de lo alto y no hay poder humano que pueda someterlo 

Juan Nepomuceno nació en Nepomuk -de ahí el apelativo ‘Nepomuceno-’, antiguo Reino de Bohemia, región de Pilsen (actual República Checa) alrededor del año 1340. Se graduó primero en la Universidad de Praga y luego se doctoró en Derecho Canónico por la Universidad de Padua (norte de Italia). En 1380 fue nombrado párroco en Praga. Años más tarde, en 1393, ocuparía el puesto de Vicario General del Arzobispo de la ciudad, Juan de Jenštejn, quien le guardaba gran aprecio y confianza.

Jan Nepomucký -por su nombre en checo- llegó a confesor de Sofía de Baviera, reina consorte de Wenceslao, rey de Praga. Señala la historia que este, en uno de sus habituales ataques de cólera y celos, ordenó al sacerdote que le revelara los pecados de su mujer. La negativa del santo enfureció tanto a Wenceslao que lo amenazó con la pena de muerte si no se sometía a su voluntad. San Juan se negó rotundamente, ganándose el resentimiento del rey, aunque de primera intención no cumpliría su amenaza.

Una segunda fuente de tensiones alejaría aún más a Wenceslao de Nepomuceno: el monarca quería apoderarse de un monasterio que, según sus informantes, encerraba tesoros históricos, que el rey deseaba entregar a uno de sus parientes. El santo le prohibió siquiera que se acerque al recinto religioso, encarándolo con valentía.

Dios respeta el corazón del ser humano

Wenceslao no cesó en su acecho al presbítero y decidió deshacerse de él sin mayor escrúpulo. Ante la nueva negativa de Nepomuceno a revelar lo que había escuchado en confesión, lo mandó encerrar y que fuera torturado hasta morir. El cruel pedido incluyó la orden de que su cuerpo fuera arrojado al río Moldava para escarnio público. El crimen se consumó el año de 1393.

El cadáver de San Juan Nepomuceno fue recogido y sepultado cristianamente pocos días después.

En vista de su heroica actitud de  preferir la muerte antes que revelar un secreto de confesión, San Juan Nepomuceno es considerado patrono de los confesores. También se pide su intercesión como protector contra las calumnias; y se invoca su auxilio en las inundaciones.

Pidamos la intercesión de san Juan Nepomuceno contra calumnias, difamaciones y chismes con la siguiente oración:

Oración 

Protector y abogado San Juan Nepomuceno,
que a pesar del tiempo trascurrido desde tu gloriosa muerte,
no se ha conocido hasta ahora
que quien, con verdadera confianza y esperanza,
se acoge a tu santo y poderoso patrocinio
haya quedado sin respuesta favorable en sus peticiones.

Son sin número, san Juan Nepomuceno,
protector mío piadosísimo,
las maravillas que ha hecho Dios, y sigue haciendo,
por tu mediación en todo el mundo
para el socorro de toda clase de necesidades.

Confío que he de ser uno de los que con agradecimiento
testimonien tus grandes misericordias
con el favorable despacho de mis presentes ruegos;
si por mi miseria no te pido debidamente
las súplicas para que agraden a Dios,
enderézalas tú, te lo ruego,
intercediendo con nuestra poderosísima Madre,
la Virgen María Santísima,
que es el medio por donde todo nos viene de Dios,
y la que por gracia tiene en su mano
la Divina Omnipotencia,
para que así sea otorgada mi demanda:

(pedir lo que se quiere conseguir).

San Juan Nepomuceno,
abogado del buen nombre y el honor,
dígnate apartar de mí toda infamia y mentira,
toda habladuría, mala lengua, difamación,
falso testimonio, calumnia y humillación,
toda intriga, deshonra, mala fama y confusión pública
que por cualquiera parte me amenace,
y concédeme que disfrutando yo
de los honores y bienes de la tierra, no pierda los eternos
que para sus escogidos tiene el Señor
preparados en el Cielo.

Amén.

Rezar la Salve, Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oración a la Virgen del Carmen para pedir su protección compuesta por San Simón Stock

Camino Católico.- Cada 16 de mayo la Iglesia Católica celebra a Simón Stock, abad,  (1165-1265), que fue un religioso inglés, sexto prior general de la Orden del Carmen, conocido por su papel en la devoción al escapulario del Carmen. Según la tradición, recibió una visión de la Virgen María en la que ella le entregó el escapulario y le prometió la salvación eterna a quienes lo llevaran puesto.

Fue el principal reestructurador de la Orden del Carmelo en el siglo XIII. En tiempos anteriores, el Carmelo tuvo una estructura estrictamente eremítica.«Stock» –que significa tronco–, añadido al nombre, sobre todo a partir del siglo XV en que se hace ya común esta denominación, le viene –según una de las fuentes– por su anterior vida de eremita solitario que vivió en el tronco de un árbol seco de los bosques ingleses. Los biógrafos posteriores se sirvieron de esta cualidad y nombre para agigantar su ascetismo.

Alguna otra fuente hace a Simón proveniente de los cruzados o peregrinos de los Santos lugares, ya que no fue infrecuente que algunos de estos amadores de la aventura pidieran vestir el hábito de los carmelitas, influidos por la oración y soledad que aquellos monjes llevaban en las grutas del monte Carmelo del que recibían nombre.

Los cristianos palestinos tuvieron que decidirse a exponerse, a desaparecer a manos de los mahometanos, o animarse a salir hacia Europa, cuando terminó la tregua que habían pactado Federido II y el sultán de Egipto. En 1238 tomaron los del Carmelo la decisión de emigrar a Inglaterra, a pesar de que llevaban consigo el temor de que aquel cambio les trajera peligro para su oración y aislamiento.

Los nobles Guillermo Vescy y Ricardo Grey les facilitaron el establecimiento en los conventos de Hulne y Kent. Eran los años 1241 y 1242. Una de las versiones es en este momento donde señala la entrada de Simón en el Carmelo. El caso fue que, en el 1245, tuvieron los carmelitas un Capítulo General en Aylesford, en el que eligieron como prior mayor a Simón, dándole la plenitud de autoridad sobre la Orden.

Mucho tuvieron que sufrir aquellos buenos monjes. No conseguían adaptarse al nuevo ritmo de vida, con un clima tan poco propicio; no se sentían acogidos por la gente; la mayor parte de ellos comprobaba que sus temores eran bien fundados y que era poco menos que imposible seguir viviendo según la Regla de san Alberto. Simón hizo lo que pudo ante aquel cúmulo de dificultades de sus monjes; buscó apoyo en el papa Inocencio IV del que consiguió cartas de recomendación, y recurrió al rey Enrique III de Inglaterra para poder echar raíces; reformó la Regla para poder vivir en las ciudades y tomar parte en el servicio a las almas. Pero al descontento generalizado se añadió el mal de las deserciones de algunos monjes, y del paso que otros dieron a otras Órdenes en las que veían más garantías de salvación.

En medio de esta grave crisis tuvo lugar la aparición de la Virgen que mostraba por el Carmelo una protección especial. Se le apareció al bueno de Simón, rodeada de ángeles y llevando en sus manos el Escapulario de la Orden. Le dejó en regalo la promesa: «Quien lo lleve y muera con él, se salvará».

Acontecimiento tan singular sirvió para alentar a los desanimados carmelitas. Luego, el escapulario con la promesa de la Virgen trascendió a toda la Iglesia como manifestación de la maternidad universal de María, a través de la adscripción a la Archicofradía de Nuestra Señora del Carmen.

De Simón Stock no hay mucho más; continuó en su esfuerzo de afianzar y consolidar la Orden en Europa hasta su muerte, ocurrida en Burdeos el 16 de mayo de 1265.

Hoy, parte de sus restos –milagrosamente salvados de la Revolución francesa– se conservan en el convento de Aylesford, a donde se trasladó su cabeza en 1951.

Mira por dónde lo bien que queda explicada la inmemorial y popularísima devoción al Escapulario de Nuestra Señora del Carmen que tantísimos fieles cristianos llevan impuesto desde la infancia, la niñez o la juventud –los menos lo reciben en la madurez o en la ancianidad–. Claro está que no es amuleto del que dependa una determinada suerte, ni una póliza de seguro –producto típico de nuestra sociedad tan exacta– que prescinde en fuerte grado de la Providencia de Dios, al tiempo que procura atar lo más posible todos los cabos aquí abajo. No. El escapulario del Carmen es, más bien, una señal de predilección de la Virgen que asegura proteger a quien ha acudido a Ella pidiendo su protección; por eso no deberá evitar –quien lo lleve de por vida– el esfuerzo por honrar a la Madre de Dios y por vivir según pide y enseñó su propio Hijo; el resto lo pondrá Ella, que nunca abandona. Quien pensara que llevar el Escapulario del Carmen es un pasaporte automático para el Cielo, algo mágico o automático, como cuando sale un botellín de refresco en la maquinita al pulsar el botón, se ha equivocado de ventanilla.

San Simón Stock le escribió esta piadosa oración a la Virgen del Carmen para pedir su protección. Pidamos con ella a la Virgen también su maternal protección:

Oración 

¡Oh Bellísima Flor del Carmelo, fructífera viña, resplandor del cielo, Madre singular del Hijo de Dios, Virgen siempre pura!

Madre Santísima, después de habernos traído el Hijo de Dios, permanecisteis intacta y sin mancha ninguna. ¡Oh bienaventurada siempre Virgen, asistidme en esta necesidad!

¡Oh Estrella del Mar, auxiliadme y protegedme! ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos!

¡Madre y ornamento del Carmelo, rogad por nosotros! ¡Virgen, Flor del Carmelo, rogad por nosotros! ¡Patrona de los que visten el santo escapulario, rogad por nosotros!

¡San José, fiel amigo del Sagrado Corazón, rogad por nosotros! ¡San José, castísimo esposo de María Santísima, rogad por nosotros! ¡San José, nuestro gran protector, rogad por nosotros!

¡Dulce Corazón de María, sed nuestra salvación! Amén.

jueves, 1 de mayo de 2025

Oración a San José Obrero para pedir por el trabajo

Camino Católico.- Cada 1 de mayo, la Iglesia Católica celebra la fiesta de San José Obrero, Padre y Custodio del Señor, a quien hoy recordamos como “el Patrono de los trabajadores”.

San José, esposo de la Virgen y padre adoptivo de Jesús, conoció muy bien el mundo del trabajo: fue carpintero (y muy probablemente también albañil), y con su sudor procuró el sustento diario para su hogar, la casa de la Sagrada Familia.

Día mundial del trabajo

La fiesta de San José Obrero coincide con el ‘Día Internacional de los Trabajadores’, llamado en ciertos lugares simplemente ‘Primero de Mayo’. En este día se conmemora la fundación del movimiento obrero mundial, ‘Día Mundial del Trabajo’.

El Venerable Papa Pío XII instituyó la fiesta de San José Obrero en 1955, en presencia de un grupo numeroso de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro en el Vaticano.

El Santo Padre pidió en esa oportunidad que “el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias”.

Pío XII quiso también que el Custodio de la Sagrada Familia “sea, para todos los obreros del mundo, especial protector ante Dios, y escudo para la tutela y defensa en las penalidades y en los riesgos del trabajo”.

Santidad y trabajo

Por su parte, San Juan Pablo II, en su encíclica “Laborem exercens” [Al ejercer el trabajo], sobre el trabajo humano, destacaba que “mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido ‘se hace más hombre’”.

Con estas palabras, el Papa Peregrino subrayaba entre líneas la importancia de San José en la comprensión y santificación del trabajo, es decir, cómo la figura del padre adoptivo de Jesús es inspiración, ejemplo y compañía en el camino que los seres humanos recorremos para santificarnos y realizarnos, a través del trabajo concreto que toque desempeñar.

Posteriormente, durante el Jubileo de los Trabajadores del año 2000, el Papa polaco añadiría:

“Queridos trabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unid vuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre y su trabajo… El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquier tipo de progreso en el campo técnico”.

San José, poderoso intercesor en las dificultades laborales

San José es modelo e inspiración para todo ser humano que desea asumir el trabajo desde una perspectiva espiritual. En ese sentido, el trabajo debe ser siempre una actividad auténticamente humana, que brinde realización y satisfacción al corazón humano y no sea solo medio para producir “cosas”.

Sin su sentido sobrenatural, el trabajo se convierte en ocasión de viejas y nuevas esclavitudes, instrumentalización o manipulación. Por eso, como San José, cada persona que trabaja o da trabajo debe mirar al cielo y trascender lo puramente material, que siendo importante no agota toda la realidad. Es Dios quien corona todo esfuerzo en búsqueda del bien común y la plenitud.

San José, obrero y trabajador, es poderoso intercesor frente a la injusticia, auxilio para que no falte lo necesario y asistencia para quienes están desempleados o en búsqueda de un nuevo empleo. Pidamos su mediación ante las dificultades laborales con esta oración:

Oración

Oh querido San José, mi bendito escolta y único guardián, el más juicioso y bondadoso hombre con un corazón tan noble y un alma armónica y gloriosa llena de afecto. Acudo a ti en mi agobio para pedir tu auxilio. Pon tus amorosas manos en mí crítico problema laboral y solicita al Dios creador que con su bondad inagotable esparza su Espíritu Santo sobre mí y que por su majestuosa disposición me salve y dé solución a tan desesperada situación.

San José, jefe y dirigente de la Sagrada Familia, el más confiado y obediente hacia la voluntad de Dios, con una fidelidad intachable como esposo y el más honorario padre adoptivo, que con el sudor y rasguños de tus manos diste alimento a tu familia, por el profundo amor que guardaste al Divino Niño y a la Virgen María, te imploro para que utilices tu poder intercesor y estés presente en mis complicados problemas y me liberes de esta desesperación que me agobia. Pide por mí para que las puertas me sean abiertas y consiga urgentemente el empleo o negocio propio para que me dé sustento y me ayude a salir de tan grave complicación. Un empleo digno, honorable, estable y bien pagado con el que sea capaz de hacerme cargo de los gastos de mi familia, un trabajo en el que emplee mis habilidades, que me ayude a explorar y experimentar, para aumentar mi desarrollo como ser humano y me permita seguir teniendo una relación con mi Dios todopoderoso.  

Tú, que lo inalcanzable lo pones al alcance de nosotros. Tú, que sabes de mis requerimientos corporales, espirituales y materiales, auxiliame para que seas tú quien me ayude a salir de estos malos ratos. De tu despensa de medidas para los problemas, dame un poco de aquello que necesito para resolver todo lo que acongoja a mi familia. Haz que prontamente mis motivaciones y esfuerzos por querer seguir adelante se vean premiados con un trabajo que tenga la capacidad de traerme riquezas abundantes y prosperidad continua.

Oh, mi querido San José, no me defraudes. Comunícate con Dios para que logre conseguir lo que con sencillez y con mucha fe de todo corazón pido:

(Pida con fervor y confianza lo que desea obtener)

San José, alabado y querido pastor mío. Tú que eres quien reparte las dichas del Rey de Reyes, déjame aprender de ti a amar, adorar, alabar y ser fiel servidor de nuestro Dios creador, hijo Salvador y Espíritu Santo glorificador e intercesor de la Santísima madre Virgen María, así como tú, con tu devota entrega, lograste hacerlo. Protégeme, resguárdame, ayúdame, cuídame y haz descender de los Cielos lo que tan urgentemente necesito. Dame fuerza ante tanta hambruna y decadencia; dame cuidado y silencio para salir exitoso de las desesperanzas y complicaciones de mi vida; y antes que nada, bríndame tu infinita seguridad con la finalidad de que, motivado por ti y dispuesto a seguir tus pasos, sea capaz de vivir armónicamente y en caridad con las demás personas, para así lograr alcanzar la perpetua alegría que sólo la patria celestial sabe dar. Por Jesús, mi Señor y Salvador. Amén.

Rezar un Padre Nuestro, un Ave María y Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.