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viernes, 13 de diciembre de 2024

Marita Bosch, misionera laica en la Amazonia: «En medio de un basural en Paraguay, junto a los pobres, encontré a Dios de ‘frente’, muy de cerca, y aquellos rostros despertaron mi vocación»


Marita Bosch, misionera laica en la Amazonia

* «Uno de los consejos que me dieron me ayudan como misionera laica: ‘Bajar al encuentro de Dios’ – este punto me ha dado mucha luz: ‘Marita, cuando sientas que te estás perdiendo, baja al encuentro del Señor en los pobres y excluidos’. Bajar a aquellos rostros concretos donde Dios se me ha hecho y se me sigue haciendo tan presente. Ellos me ayudan a reubicarme en el sentido profundo de mi vida y de mi misión en este mundo como mujer creyente, como mujer misionera, discípula del Señor… Y en todas esas experiencias tenía la pregunta y el discernimiento “clavado” profundamente en mi corazón y oración, ¿dónde me quieres Señor?  Y como toda vocación, ésta ha ido madurando poco a poco. ¡Dios es fiel! Veo cómo este largo proceso también fue necesario para discernir y preparar mi corazón para asumir hoy, con alegría y libertad, esta vocación, saliendo de mi zona de confort, dejando la seguridad que me daba mi trabajo en el Colegio San Ignacio de Loyola de Puerto Rico, en el área de la pastoral durante 6 años» 

Camino Católico.- Marita Bosch, misionera laica, lleva 9 años trabajando en la Amazonia con el Equipo Itinerante. Desde sus inicios en un basural de Paraguay, su vocación se ha centrado en servir a los más pobres. En la Amazonía, enfrenta desafíos ambientales y sociales, viviendo una espiritualidad de presencia gratuita y conexión con los excluidos. Cuenta su testimonio en primera persona en Omnes.

Mi nombre es María del Mar Bosch, pero me conocen por Marita. Nací en 1973 en Valencia, España, aunque crecí en Puerto Rico. Soy misionera laica y ya hace 9 años que estoy en la Amazonia como parte del Equipo Itinerante. 

Estudié pedagogía en la Universidad Loyola de Nueva Orleans, Estados Unidos (1991-1995). Desde el comienzo de mis estudios tenía una certeza interior que me daba paz: cuando me graduara, iba a tener una experiencia de misión. Era una intuición interna que me guiaba y que, aunque no sabía bien cómo se daría, me daba claridad. 

Pasaban los años de la universidad y yo cultivaba ese deseo en mi corazón y buscaba oportunidades queriendo responder a aquella profunda inquietud. En mi último semestre de estudios tuve la bendición de conocer a un jesuita, Fernando López, quien me invitó a ir a Paraguay donde él ya llevaba viviendo 10 años. Así que, después de graduarme con 21 años, fui a vivir durante seis meses a una comunidad con jesuitas, laicos y laicas, ubicada en el gran vertedero de basura de Cateura, en las favelas del Bañado Sur de Asunción, capital del país. 

Paraguay

El basural y las personas que trabajaban allí, sin decir muchas palabras, cuestionaban mi vida. Las personas del vertedero recogían la basura y separaban los materiales reciclables para venderlos. A menudo, también encontraban bebés dentro de las bolsas que llegaban en los camiones de basura que habían sido abortados o asesinados al nacer y arrojados como basura en los contenedores distribuidos por la ciudad, especialmente de los barrios más ricos… Los fetos eran recogidos por los recicladores, gente pobre, sencilla y humilde; limpiaban los cuerpecitos, los vestían con ropas blancas y los colocaban en un pequeño ataúd fabricado por ellos; los velaban y rezaban toda la noche; los “bautizaban” poniéndoles un nombre y, así, pasaban a ser sus «angelitos»; finalmente, los enterraban en el patio de sus casitas.  

De más está decir que toda aquella realidad me golpeó e interpeló. El olor fuerte que expelía la basura hacía reaccionar a mi cuerpo. Pero el impacto mayor fue que en medio de la basura, bajando junto a los pobres y empobrecidos, encontré a Dios de “frente”, muy de cerca. Aquellos rostros fueron despertando mi conciencia y mi vocación misionera. Seis meses allí me marcaron y me dieron el rumbo y los elementos fundantes y esenciales de mi vida. Me confronté con preguntas profundas: ¿qué voy a hacer con mi vida? ¿qué quieres de mí, Señor? Dentro de la basura, con los «desechados» por la sociedad, había encontrado el sentido de mi vida. 

Marita Bosch con la guitarra

Tocar a los pobres

Los pobres ya no eran abstractos, sino rostros concretos, amigas y amigos, familias queridas con las que había historias compartidas; tenían olores y colores, sonrisas y dolores; eran mis hermanos y hermanas. Y esto trastocaba mi día a día y daba profundidad a lo que vivía. Escuchar una petición en la misa “por los pobres”, ya no sería lo mismo. Ahora había un vínculo afectivo y efectivo con ellos; un compromiso vital con los pobres sellado por el Señor. 

Después de 6 meses en Paraguay, debía regresar a Puerto Rico. Primero, porque tenía que pagar los préstamos de la universidad. Segundo, porque le había prometido a mi familia (en especial a mi mamá) que regresaba. Sin embargo, lo que más pesó para mi regreso a Puerto Rico fue el cuestionamiento de un matrimonio de la Comunidad de Vida Cristiana Paraguay que colaboraba en la favela en la radio comunitaria “Solidaridad”.

Ellos adoptaron una bebé – bautizada como Mará de la Paz – encontrada viva en una cajita en medio de la basura. Ella fue presentada como signo de vida en la ordenación sacerdotal de Fernando López sj realizada en medio del basural. Un día el matrimonio me preguntó: “¿En tu país tú has visto una realidad como esta?” Y ante mi respuesta negativa, insistieron: “¿Pero, has buscado? “¡Pues no!” – les dije. Eso me hizo regresar a mi país con otra mirada y, sobre todo, con otras búsquedas.

Puerto Rico

El regreso a Puerto Rico era confrontarme con mi realidad. Me daba miedo. Pensaba que todo lo vivido en el basural podía quedar solo en una simple experiencia de juventud. Tres consejos me ayudaron y me ayudan hoy como misionera laica:

1) La oración, que hoy día, desde mi experiencia en la Amazonia y como parte de un equipo itinerante, me habla de una espiritualidad a la intemperie;

2) La comunidad, el “hacer comunidad en el camino” e ir compartiendo estas inquietudes y búsquedas con otras personas;

3) “Bajar al encuentro de Dios” – este punto me ha dado mucha luz: “Marita, cuando sientas que te estás perdiendo, baja al encuentro del Señor en los pobres y excluidos”. Bajar a aquellos rostros concretos donde Dios se me ha hecho y se me sigue haciendo tan presente. Ellos me ayudan a reubicarme en el sentido profundo de mi vida y de mi misión en este mundo como mujer creyente, como mujer misionera, discípula del Señor.

Marita Bosch, a la izquierda de la imagen

En esta nueva etapa de vida, de vuelta en Puerto Rico, mi corazón quedó movilizado y activamente inquieto, buscando cómo y dónde responder a lo que había «visto y oído». Así, abrí mi vida a varias experiencias cortas de voluntariado: El Salvador (1999), Haití (2001), Amazonia (2003), Nicaragua (2006) y nuevamente Amazonia (2015). También a varias experiencias de misión en mi país a lo largo de los años: en la cárcel, viviendo en barrios marginales con las Hermanas del Sagrado Corazón, en el grupo de canto de la parroquia, como ministra de la Eucaristía y ofreciendo clases de alfabetización.

Descubrir la vocación de misionera

Y en todas esas experiencias tenía la pregunta y el discernimiento “clavado” profundamente en mi corazón y oración, ¿dónde me quieres Señor?  Y como toda vocación, ésta ha ido madurando poco a poco. ¡Dios es fiel! Veo cómo este largo proceso también fue necesario para discernir y preparar mi corazón para asumir hoy, con alegría y libertad, esta vocación, saliendo de mi zona de confort, dejando la seguridad que me daba mi trabajo en el Colegio San Ignacio de Loyola de Puerto Rico, en el área de la pastoral durante 6 años.

Por fin, el Señor mostró el camino-río y llegué a la Amazonia en 2016. En los 9 años que llevo en la Amazonia como misionera laica, descubro que estar aquí es un privilegio. Es un privilegio poder unirme a esta diversidad de pueblos y culturas, diferentes formas de sentir, pensar, organizarse y vivir, de tener como mayor certeza la incertidumbre y de estar en el Equipo Itinerante frente a los desafíos y soluciones de los pueblos con los que estamos caminando y navegando con la intuición fundante del Equipo: «Anden por la Amazonia y escuchen lo que dice la gente; participen de la vida cotidiana de la gente; observen y registren todo cuidadosamente; sin preocuparse por los resultados y confíen en que el Espíritu mostrará el camino. ¡Coraje, comiencen por donde puedan!”. Claudio Perani SJ (fundador del Equipo Itinerante en 1998).

Impacto personal

Itinerando por los ríos y bosques de la Amazonia, por sus fronteras políticas impuestas, he visto una «radiografía» de este pulmón que se está enfermando a diario con la sequía extrema, los incendios, la tala, el agronegocio y los pesticidas, los grandes proyectos de puertos, carreteras, hidrovías e hidroeléctricas, minería y petroleras, garimpo y narcotráfico, etc. Quien manda es “don dinero”. Lo que importa es el lucro y beneficio de unos pocos sin importar la vida de los pobres, ni de los pueblos indígenas, ni de los otros seres que habitan en la Amazonia…

Marita Bosch está actualmente en el equipo itinerante de misioneros en la Amazonia

Estos años de misión me han ayudado mucho a crecer: encontrarme y enfrentarme con mis propios límites y contradicciones, fragilidades y vulnerabilidades, miedos y heridas que tengo que trabajar; vivir la misión desde una eficacia diferente, “eficacia de la presencia gratuita”; cultivar una espiritualidad a la intemperie que confía en que Dios nos espera a cada vuelta del río y en los otros diferentes; a rezar mi propia historia y sanarla. Es vivir en la (in)seguridad del Evangelio, en itinerancia geográfica e interior (que es la más difícil); con menos seguridad material, pero con mayor seguridad y alegría interior, llena de sentido y agradecimiento a Dios y a los pobres por haberme ayudado a encontrar mi camino.

Desde las itinerancias geográficas e interiores en esta Amazonia voy aprendiendo a caminar en eso que llamamos “sinodalidad”: caminar juntos en diversidad. Que solo es posible con la gracia de Dios y la “Alegría del Evangelio”; con la ayuda de mis hermanas y hermanos de misión-comunidad en el camino. Caminando juntos, confiando en el amor del Dios Padre-Madre, del Hijo y del Espíritu que nos acompaña en nuestras frágiles canoas.

Es una gracia estar aquí como misionera laica, pero es también una gran responsabilidad, sintiéndome como eterna aprendiz en el Equipo Itinerante, como parte y partera de estos nuevos caminos eclesiales de la REPAM, CEAMA, Red Itinerante de la CLAR-REPAM, etc. 

El Equipo Itinerante

En mis primeras experiencias de misión pensaba que yo iba sola. Yo, en carácter personal, sin ninguna institución, con mis propios medios y recursos. Mas cuando finalmente di el paso de formar parte del Equipo Itinerante, me dijeron que debía ser enviada y apoyada por una institución u organización.

El Equipo no es una institución, sino la suma de instituciones. Pero veo que, desde antes, ya fue con la mediación de otras personas que me ayudaron a hacer experiencias de misión: desde aquel jesuita que me invitó a aquella primera vez al basural de Cateura, donde me enamoré de la misión, pero también mi familia que supo acompañarme sin necesariamente entenderme, mi parroquia y amigos, familiares y personas que ni conozco… Gracias al apoyo de mucha gente, apoyo espiritual y económico, pero también de otras tantas formas de acompañamiento que he recibido, he podido llegar hasta aquí. Dios se sirve de muchas mediaciones.

Ha sido muy importante dejarme acompañar por el Dios presente en los pueblos diferentes con rostros concretos, que nos acogen en las otras orillas y en las distintas vueltas del río que no controlamos. Dios presente en las más diversas realidades y circunstancias: unas llenas de belleza, otras de injusticia, dolor y muerte, que agitan y empujan mi corazón para intentar ser instrumento dócil y fiel junto a los crucificados y los maderos cortados, “eficacia de la presencia gratuita” junto al Calvario de la Amazonia como las tres Marías y Juan (Jn 19,25). Solo así podremos ser semillas plantadas que hacen florecer la Ecología Integral que Dios soñó desde el principio y nos invita a cuidar. 

“Todo está interconectado” (LS, 16), nos dice el Papa Francisco en Laudato Si. Estoy segura de que todos estamos interconectados y que los problemas de esta selva tienen que ver con esa “otra selva de asfalto y hormigón”. También las soluciones están interconectadas. Y en la medida en que cada persona colocamos nuestra semilla, nuestros dones, en la selva donde Dios nos ha plantado, juntos construiremos esta Vida Abundante que Él nos ha prometido (Jn 10,10). Que seamos capaces de hacer silencio (como la semilla plantada) para escuchar Su Voz en el grito de los pobres y de la Madre Tierra violentada, en la voz de nuestros hermanos y hermanas más excluidos, vulnerables y olvidados. Ellos son los predilectos de Dios. Y Dios nos invita a ser misioneros y misioneras para, en el día-a-día, buscar, caminar, gastar y arriesgar nuestras vidas con ellos.

Marita Bosch

Misionera laica

viernes, 15 de noviembre de 2024

Amalia, José Antonio y sus hijos, familia misionera en Taiwán: «Con un vacío y tristeza interior que nada lo llenaba, quisimos tocar a Cristo con la fe y nos abandonamos a hacer su voluntad»


La familia de Amalia y José Antonio

* «La experiencia es que Dios da la gracia y nunca nunca prueba por encima de las fuerzas. Claro que es una vida con muchos sufrimientos, no la estamos pintando de color de rosa, pero por encima de todo esta la potencia de Dios que jamás nos ha dejado. Misión y gracia es una simbiosis, que se cumple cuando se dice ‘sí’... Siempre nos hemos preguntado: ¿hemos estropeado la vida de nuestros hijos o será un regalo que dará fruto a su tiempo?. Pero ‘el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres’: nuestros hijos han aprendido a vivir de Dios, literalmente, y eso no se aprende en el colegio. Es lo más importante que le hemos enseñado. Pero además el Señor nos está permitiendo ver unos frutos increíbles: nuestra hija mayor, María, está como misionera en Harbin (Norte de China); nuestro cuarto hijo, Jose Antonio, acaba de entrar en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater de Viena; nuestra segunda hija, Amalia, quiere casarse en unos meses y formar una familia cristiana abierta a la vida y en su interior sigue teniendo la inquietud de la misión (eso ya Dios les hablará…). Así que frente a todos los miedos que pudiéramos tener por la vida de nuestros hijos, Dios desborda»

Camino Católico.- José Antonio y Amalia son un matrimonio del Camino Neocatecumenal que se fue de misión en 2011 a Taiwán, tras descubrir que Dios les estaba pidiendo que dejaran todo y diesen un salto de confianza.

Con dudas, sin conocer el idioma y un gran miedo por el futuro de sus hijos, José Antonio y Amalia decidieron fiarse de Dios y ahora, en esta entrevista con Maria José Atienza en Omnes, comparten las gracias y los frutos que su entrega ha producido.

- ¿Cómo descubrieron que tenían una vocación misionera?

– Pertenecemos al Camino Neocatecumenal en donde continuamente se nos habla de la importancia del anuncio del Evangelio: llevar a Cristo a todas las personas del mundo para que todo aquel que lo acoja tenga la oportunidad de salvarse, como lo ha hecho con nosotros. De esta forma, cada año, en encuentros y convivencias se piden sacerdotes, célibes y familias que libremente estén dispuestos a partir a cualquier parte del mundo y así descubrimos nuestra vocación misionera.

- ¿Cuál fue el momento clave en su vida en el que sintieron que Dios los llamaba a este camino?

– En 2006, en el encuentro del Papa con las familias en Valencia, teniendo cinco hijos, sentimos por primera vez que el Señor nos llamaba a hacer esta misión. En ese momento no fuimos capaces de levantarnos, pensando que era una locura o un sentimiento pasajero. Pero la llamada persistía y nosotros nos veíamos encadenados en la vida que teníamos: trabajo, casa, familia…. pero con un vacío y tristeza interior que nada lo llenaba. Fue en 2010, con el Evangelio de la hemorroísa, cuando quisimos tocar a Cristo con la fe y nos abandonamos a hacer su voluntad, partiendo para el sur de Taiwán, en la zona aborigen. Así, nos fuimos en 2011 con ocho hijos y ocho maletas.

- ¿Cómo han equilibrado su vida familiar y su labor misionera?

– Nosotros lo único que hacíamos era vivir entre los chinos pero según la Iglesia nos ha enseñado: comiendo juntos alrededor de una mesa con nuestros hijos, lo que ellos no hacen porque están siempre trabajando; celebrar la Navidad, en un ambiente pagano que no conocen lo que es, y teniendo que pedir permiso en el colegio porque nace un tal Jesús que es nuestros Salvador, y así lo damos a conocer, poniendo el Belén en la puerta de la casa para que las personas lo visiten,….. simplemente vivir el día a día.

Es verdad que hemos hecho lo que en el Camino se llama “Misión popular”, es decir, anunciar a Jesucristo y el amor de Dios por calles y plazas, con guitarra, cantos, experiencias, Evangelio… También haciendo catequesis de Iniciación al Camino Neocatecumenal y cursillos prematrimoniales. Pero quizás donde nosotros hemos notado que la labor misionera era más fructífera era en el día a día tanto nuestro como de nuestros hijos, sobre todo en la relación con sus compañeros y profesores, a los cuales hemos invitado a casa y veían cómo vivíamos.

- ¿Qué desafíos han enfrentado como matrimonio en el campo misionero y cómo los han superado?

– Para nosotros la principal dificultad ha sido el idioma. Hemos comprobado que no hay mayor pobreza que no entender nada y ni poder hablar ni una palabra. Llevar al médico a nuestros hijos y no poder expresar lo que le pasa ni entender lo que te dice o saber el medicamento que hay que darle; comprar y sentirte tantas veces engañado; explicar las dificultades de nuestros hijos a los profesores….

Nosotros partimos sin saber nada de chino, y el Señor poco a poco fue abriendo el oído, empezamos a entender, balbucear palabras, hasta poder llegar a desenvolvernos.

Otra dificultad es intentar entender su cultura tan diferente a la nuestra, y para eso nada mejor que vivir como ellos: comiendo su comida, metiendo a nuestros hijos en sus colegios estatales, trabajando en sus trabajos (descansando los domingos), dando a luz en sus hospitales, manteniéndonos allí cuando había lluvias torrenciales, tifones, terremotos…

¿Cómo lo hemos superado? Evidentemente por la Gracia de Dios y  la oración nuestra y de nuestra comunidad, así como de algún convento de monjas que también rezaban por nuestra familia y misión.

- ¿Cómo ha fortalecido su relación como pareja el trabajo misionero?

– Nuestra relación como matrimonio ha salido muy muy fortalecida, porque estábamos tan solos, teníamos tantas dificultades alrededor, que la opción que tomamos fue unirnos a Dios y unirnos entre nosotros. No tenía sentido pelearnos, discutir por tonterías que en el día a día surgen y que sólo se trata de una imposición de razón. Lo mejor era ceder, humillarse, hacer feliz al otro y disfrutar de los pequeños momentos. Eso es lo que le hemos trasmitido a nuestros hijos. Nuestro matrimonio dio un giro de 180º.

- ¿Qué le dirían a otras parejas que sienten el deseo de involucrarse en la misión pero tienen dudas o temores?

– Nosotros entendemos perfectamente los miedos, temores y dudas, pero la experiencia es que Dios da la gracia y nunca nunca prueba por encima de las fuerzas. Claro que es una vida con muchos sufrimientos, no la estamos pintando de color de rosa, pero por encima de todo esta la potencia de Dios que jamás nos ha dejado. Misión y gracia es una simbiosis, que se cumple cuando se dice “sí”.

- ¿Cómo han visto la mano de Dios obrar en las personas a las que han servido durante su misión?

– ¡Eso es un regalo tan grande que el Señor nos ha permitido vivir! Una de nuestras hijas estaba en el curso de infantil y empezamos cierta amistad con su profesora, pagana evidentemente. Necesitábamos cuidadora para que se quedara con nuestros hijos mientras íbamos a la Eucaristía y se lo pedimos a ella. Así empezó a entrar en nuestra casa, ver cómo vivimos y empezar a preguntar. Se ha bautizado e incluso hace unos meses se ha casado y su marido es ahora quien quiere bautizarse.

También nuestros hijos han traído amigos que al ver cómo vivimos cada vez se han pegado más a nuestra familia y deseado tener algo así en su vida. Hay quien no ha podido romper con las tradiciones de su casa, pero al menos conocen otra forma de vida.

Pero los más beneficiados de la misión ha sido nuestra familia, nosotros como matrimonio según hemos explicado, y nuestros hijos sobre los cuales siempre nos hemos preguntado:¿hemos estropeado la vida de nuestros hijos o será un regalo que dará fruto a su tiempo?. Pero “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”: nuestros hijos han aprendido a vivir de Dios, literalmente, y eso no se aprende en el colegio. Es lo más importante que le hemos enseñado.

Nuestro señor obispo, D. Demetrio nos lo dijo antes de partir y eso es lo que se nos quedó grabado:” no hay mejor escuela para vuestros hijos que la misión”. Pero además el Señor nos está permitiendo ver unos frutos increíbles: nuestra hija mayor, María, está como misionera en Harbin (Norte de China); nuestro cuarto hijo, Jose Antonio, acaba de entrar en el Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater de Viena; nuestra segunda hija, Amalia, quiere casarse en unos meses y formar una familia cristiana abierta a la vida y en su interior sigue teniendo la inquietud de la misión (eso ya Dios les hablará…). Así que frente a todos los miedos que pudiéramos tener por la vida de nuestros hijos, Dios desborda.

viernes, 27 de septiembre de 2024

María Jesús con 16 años vivía mundanamente, en un retiro el Señor la llamó a a ser misionera en África, pero ahora lo ha dejado todo y es Ermitaña: «Tengo un profundo deseo de soledad y oración íntima con Dios»



La hermana María Jesús, cuando hizo sus promesas el pasado julioDiócesis de Coria-Cáceres

* «Cristo está vivo en la Eucaristía y en el Sagrario, y que la adoración al Santísimo es una gran gracia. Invito a las personas a visitar a Cristo como se visita a un amigo, muchos no rezan porque no saben lo que se pierden. La adoración es una fuente de paz y felicidad, y es importante dedicarle tiempo a Cristo, como se hace con un amigo querido»

Camino Católico.-  En Alcuéscar se encuentra una ermita dedicada a los patronos de la región: la Virgen de Guadalupe y San Pedro de Alcántara. Recientemente, hemos celebrado la festividad de la Virgen de Guadalupe, y próximamente, el 19 de octubre, celebraremos la de San Pedro de Alcántara. Esta ermita, situada en el cruce de Las Herrerías, es un lugar de devoción y recogimiento.

El pasado 16 de julio, la hermana María Jesús llegó a esta ermita para iniciar una nueva forma de vida consagrada en la Diócesis de Coria-Cáceres, en España, en cuyo portal es entrevistada. Ella vive allí como ermitaña, dedicando su vida a la oración y al servicio. En este reportaje, hablamos con ella para conocer más sobre su labor y su experiencia en este lugar tan especial.

La Hermana María Jesús eligió una vida consagrada como ermitaña después de una profunda experiencia espiritual. A los 16 años, tras vivir una vida mundana y temer por su alma, asistió a un retiro durante Semana Santa. Allí, en unos ejercicios ignacianos, sintió la llamada de Dios a dedicarse a la vida religiosa. A pesar de las dudas iniciales de sus padres, ingresó a aspirantado en Argentina y desarrolló un fuerte deseo de ser misionera. Su vocación se fortaleció a través de su trabajo con los pobres y enfermos, y su misión en África, en una aldea de Kahama que se llama Ushetu, donde comprendió la importancia de la oración y el sacrificio en la conversión de las almas.

- Hermana María Jesús, ¿qué la llevó a elegir una vida consagrada como ermitaña?

- Elegí una vida consagrada como ermitaña debido a un profundo deseo de soledad y oración íntima con Dios. Inicialmente, acepté la vocación contemplativa y pedí ingresar en un monasterio. Sin embargo, tras mi etapa misionera sentí un creciente deseo de soledad, lo que me llevó a plantear a mis superiores la posibilidad de vivir como ermitaña.

Inspirada por la vida de la Virgen en Éfeso, San Charles de Foucault y las revelaciones de Fátima, decidí que la oración y la penitencia eran esenciales para la salvación de las almas. Tras un proceso de discernimiento, dejé mi congregación y comencé mi vida ermitaña en Cáceres, donde puedo asistir a misa diaria, algo fundamental para mí.

- ¿Cómo es un día típico en su vida en la ermita?

- Un día típico en la ermita está lleno de oración y actividades espirituales. Comienzo temprano, antes del amanecer, porque es el mejor momento para unirse con Dios. Adoración Eucarística, laudes, la liturgia de las horas… Tengo un órgano y con él acompañó la liturgia según las formas benedictinas y gregorianas. El día incluye momentos de trabajo. Por ejemplo, coso y realizo bordados. A mediodía, viacrucis y oración por los sacerdotes. Después del almuerzo y una breve siesta, rezo la coronilla de la Divina Misericordia a las 3 de la tarde.

Por la tarde, hay tiempo para lectura, estudio, trabajo… y otra hora de adoración en silencio antes de la misa. El jueves y el viernes cambia un poco porque intento aumentar las oraciones, de hecho es día de retiro el viernes y la ermita no se abre. Los fines de semana son días para dedicarlo más a las personas y por eso puedo visitar al menos unas horas a los ancianos, siguiendo lo indicado en Mateo 25.

Los domingos preparo la ermita para recibir a la gente que viene a Adoración, vísperas, rosario, bendición con el Santísimo y misa. Después de la misa, algunas familias se quedan conversando. Es también un momento de apostolado.

- ¿Qué significa para usted vivir en un lugar dedicado a los patronos de Extremadura?

Para mí, vivir en un lugar dedicado a los patrones de Extremadura es una experiencia profundamente significativa y espiritual. No fue una elección personal, sino una manifestación de la Providencia Divina. Cristo y la Virgen eligieron este lugar para mí, y un obispo, Mons. Jesús Pulido acogió mi vocación, dándome un hogar espiritual.

La Virgen de Guadalupe tiene un significado especial para mí, siendo argentina y sabiendo que Isabel la Católica firmó aquí el permiso para la exploración de América. Esto me llena de admiración, ya que, en mi colegio en Argentina, que llevaba su nombre, siempre se nos enseñó a ver a España como la madre patria y la madre de la fe.

Mi devoción a la esclavitud mariana, especialmente según San Luis María de Montfort, se ve reflejada en mi vida aquí. Vivir en una ermita dedicada a la Virgen es como estar en su casa en Éfeso. Aunque no conozco mucho sobre San Pedro de Alcántara, sé de su vida penitente y franciscana, y siento que su santidad ha bendecido esta tierra.

- ¿Cómo ha sido la acogida por parte de la comunidad desde su llegada?

- Muy acogedores. Después de la misa se acercan, me preguntan… y destaco muchísimo la compañía de los Esclavos de María y de los Pobres, el superior, el Padre Francisco y toda la comunidad. Me han acogido muy bien, me siento cercana a ellos porque conocen la vida consagrada y si necesito cualquier cosa acudo a ellos.

- ¿Qué mensaje le gustaría transmitir a las personas que visitan la ermita?

- Que Cristo está vivo en la Eucaristía y en el Sagrario, y que la adoración al Santísimo es una gran gracia. Invito a las personas a visitar a Cristo como se visita a un amigo, muchos no rezan porque no saben lo que se pierden. La adoración es una fuente de paz y felicidad, y es importante dedicarle tiempo a Cristo, como se hace con un amigo querido.

- ¿Cuáles son los desafíos más grandes que enfrenta en su vida como ermitaña?

- Siempre, en cualquier vocación, la perseverancia. Porque es fácil ser buenos un ratito, pero es difícil ser bueno siempre. Como una mamá en su familia, es fácil tenerle paciencia al hijo que le pregunta una vez una cosa, pero es difícil tener paciencia cuando le preguntan lo mismo diez veces. Este es el desafío más grande. Perseverar en lo que sé que Dios me pide. Ser coherente con eso.

- ¿Qué planes o proyectos tiene para el futuro en su vida consagrada?

- Que el Señor me conceda la perseverancia de haberlo dejado todo y seguirlo a Él. Para servirlo en la soledad, como hacían los santos padres, como hizo Santa María Magdalena… confiando en que Dios no defrauda.

jueves, 3 de agosto de 2023

Daiane Silva Pereira, llamada a ser misionera en dos JMJ pero fue en la de Panamá en la que respondió: «’Señor, haz tu voluntad y no la mía’. Y estaré en Lisboa con mi comunidad»

 


 «No sé lo que me espera en este viaje a la JMJ de Lisboa. Estoy deseando que empiece. Pero Dios ya ha puesto muy fuerte en mi corazón que Nuestra Señora escuchó el llamado de Dios, dio su ‘sí’ y partió con prisa para servir, para hacer la voluntad de Dios. También necesito salir de mí misma, llevar la buena noticia a los demás, y sobre todo con prisa. Los tiempos de hoy son muy difíciles, los jóvenes de hoy son muy difíciles de evangelizar, hay muchos jóvenes que se pierden. Cuántos jóvenes quedan por evangelizar para que puedan vivir la experiencia de Dios. Como dice el Padre Jonas Abib, fundador de Canção Nova: ‘ Yo también necesito, con mi vida, con mi testimonio de vida correr detrás de este pueblo para apresurar la venida del Señor’»

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lunes, 26 de abril de 2021

Los padres de Teresita Castillo, de 10 años, y el padre Ángel Camino, que la atendió en el hospital y la constituyó misionera, cuentan cómo vivió y ofreció su enfermedad a Dios

 


Camino Católico.- “Yo quiero ser misionera”. le dijo Teresita Castillo de Diego, de 10 años, al P. Ángel Camino, al vicario episcopal de Madrid,  asegurando que esa era su vocación. Lo hizo desde su cama en la UCI del hospital madrileño de La Paz, cuando el 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, el sacerdote acudió a visitarla. La niña, con un tumor cerebral, añadió: “yo rezo para que muchos niños conozcan a Jesús”. Teresita, que ofreció su enfermedad a Dios “por la gente”, falleció el domingo 7 de marzo.

Los padres de Teresita,  Eduardo Castillo y Teresa de Diego, y el padre  Ángel Camino, que la atendió en el hospital y la constituyó misionera, explican con detalle el testimonio de vida de la pequeña unida a Cristo pese a su enfermedad. Lo han hecho en el programa “Tú eres Misión”  de 13 TV en el que les ha entrevistado el padre  José María Calderón.

lunes, 22 de marzo de 2021

Muere Teresita Castillo, niña de 10 años que amaba tanto a Jesús que se convirtió en misionera y ofrecía su enfermedad a Dios: «Rezo para que muchos niños conozcan a Jesús»

 


* «Hola tía, te cuento una cosa muy importante para mí, esta mañana después de recibir la Unción y la comunión, el Vicario de Madrid me ha constituido misionera: ya soy misionera» 

En el vídeo se reproduce el audio de Teresita. Explica qué es para ella ser misionera, cómo ofrece su vida a Dios por las almas. El audio va misionando de telegram a telegram, de whatsapp a whatsapp.

 Camino Católico.- “Yo quiero ser misionera”. le dijo Teresita Castillo, de 10 años, al P. Ángel Camino, al vicario episcopal de Madrid,  asegurando que esa era su vocación. Lo hizo desde su cama en la UCI del hospital madrileño de La Paz, cuando el 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, el sacerdote acudió a visitarla. La niña, con un tumor cerebral, añadió: “yo rezo para que muchos niños conozcan a Jesús”. Teresa, que ofreció su enfermedad a Dios “por la gente”, ha falleció este domingo 7 de marzo.

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sábado, 12 de marzo de 2016

Laura Alicia Zamora, misionera Verbum Dei: «Busqué a Dios… hasta que lo encontré»


* «Ante el sagrario le decía al Señor: «No sé qué va a ser de mí, pero si Tú no me respondes, sí que no sabré qué va a ser de mí». No sabía que se podía conocer a Dios, que se podía dialogar con Él, y que él me daba respuestas»

* «Dios es capaz de llenar una vida. Lo que más me impresiona de Dios es su llamada y su confianza en medio de cualquier debilidad. Como dice la Palabra, «me dedicaré a haceros el bien, con todo el corazón, con toda el alma»»

domingo, 31 de mayo de 2015

Sor Justina de Miguel, tiene 78 años y ochenta «hijos» huérfanos de menos de un año en Dakar, «los más guapos de Senegal»

Ella lleva ya 19 años en el centro-cuna la Pouponniere donde han sacado adelante, desde 1955, a más de 4.000 niños. La inmensa mayoría han vuelto con su padre o sus familiares después de superar el primer año de crianza. Alrededor del 12% han encontrado una nueva familia en Senegal, en Italia o en España

miércoles, 22 de abril de 2015

Maggie Gobran lo dejó todo por servir a los niños pobres, la llaman «la Madre Teresa del Cairo» y fue quien educó a muchos de los coptos mártires en Libia


«He comido con ellos, he rezado con ellos, he jugado con ellos, he llorado con ellos, he estudiado con ellos. Al principio todos estábamos muy tristes y llorábamos. Después el presidente anunció siete días de luto nacional y en menos de tres días todas las familias empezaron a celebrarlo, porque estos hombres no renegaron de su fe. Y nosotros estamos orgullosos. Son mártires en el cielo. Soy feliz de ser madre de estos mártires. Es un honor»

viernes, 12 de septiembre de 2014

Hermana Araceli Revuelta, la monja-enfermera de 92 años que durante 55 ha atendido a los más necesitados en Bolivia y a quien San José le envió una caja con 60.000 aspirinas

«A veces una tiene circunstancias en la vida. La mía fue tener una familia muy piadosa. Tuve una hermana que cuidé mucho hasta que murió jovencita, luego mi papá murió martirizado por ser católico. Hubo muchas circunstancias que me hicieron reflexionar para escuchar la voz de Dios. Dios me acompaña. No necesito más compañía que Él, mi ángel de la guarda y la Virgen María»