* «Mi vida cambió en Nápoles, en la iglesia de Santa Clara durante una misa en la que participé por casualidad. Fue como cuando se abre el telón en el teatro. Tan pronto como el sacerdote hizo la señal de la cruz y comenzó la Misa sentí dentro de un mundo que se movía, y cuando en la consagración eucarística levantó la Hostia, supe que Jesús estaba presente. De vuelta a casa, ya no era el mismo… El primero en decírmelo fue el párroco: ‘Esta es tu vocación’. Pensé: ‘¡No es posible! Cualquier cosa menos eso’. Le dije que era suficiente para mí practicar la fe e ir a misa el domingo. Y él me contestó: ‘No, todas las señales están ahí. Pero eres libre de elegir, haz lo que sientas’. Luego leí la biografía de San Pablo de la Cruz, el fundador de los pasionistas. Tenía 220 páginas. En la página 71, dije: ‘Este es el camino que quiero’»
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