* «Rezo todas las mañanas y en ese ratito de oración me creo mucho lo de “hay que hablar más a Dios de los hijos, que a los hijos de Dios”. Y yo le doy tanto la tabarra que no me da tiempo a hablar de más cosas. El mejor modo que tengo para detectar lo que cada uno necesita es a través de la oración y después de comulgar. Justo cuando estoy doblando la esquina del banco, me viene una idea (cuyo copyright no es mío) hablándome y sugiriéndome lo que tengo que hacer con alguno de mis hijos. Así que el mejor tiempo y espacio que dedico a mis hijos ni siquiera es con ellos; es rezando, yendo a misa y poniéndolos en el altar. Yo, además, lo que hago es mi “minuto cero”: cuando vengo de misa, cuando ya están los niños en el colegio, y estoy con los dos pequeños en casa, me tomo un café con la Virgen. Porque lo de hacer oración lo decimos mucho, pero suena un poco a pereza… así que yo me tomo mi café con la Virgen y le digo: “Madre mía, ponte de comandante en jefe en esta casa y dime por dónde empiezo”. Me hago la lista de tareas de lo que tengo que hacer para no ir apagando fuegos, y poniéndola a ella de jefe parece que todo va un poquito mejor»
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martes, 5 de junio de 2018
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