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sábado, 1 de febrero de 2020

Santa Misa presidida por el Papa Francisco por la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, 1-2-2020

1 de febrero de 2020.- (Camino Católico)  A las 17.00, en vísperas de la XXIV Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el Papa presidió la santa misa con los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. En su homilía Francisco recordó ante todo las palabras de Simeón, que el Evangelio presenta como un hombre sencillo: un “hombre justo y piadoso”, como dice el texto: “Mis ojos han visto a tu Salvador”. Y explicó que de entre todos los hombres que aquel día estaban en el templo, sólo él vio en Jesús al Salvador. En el video de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración de la Santa Misa.
El Papa les dijo a los consagrados que “para tener la mirada justa sobre la vida”, deben pedir “saber ver la gracia que Dios nos da a nosotros, como a Simeón”. Sí, porque “quien tiene la mirada en Jesús aprende a vivir para servir. No espera que comiencen los demás, sino que sale a buscar al prójimo, como Simeón que buscaba a Jesús en el templo”. Y les recordó que en la vida consagrada al prójimo se lo encuentra ante todo “en la propia comunidad”. Por eso “hay que pedir la gracia de saber buscar a Jesús en los hermanos y en las hermanas que hemos recibido”.
Hacia el final de su homilía el Santo Padre afirmó que los religiosos y las religiosas, hombres y mujeres que viven para imitar a Jesús, están llamados a introducir en el mundo su misma mirada, la mirada de la compasión, la mirada que va en busca de los alejados; que no condena, sino que anima, libera, consuela”.
Para lograr todo esto la sugerencia del Pontífice fue la de mirar al Evangelio y ver a Simeón y Ana, quienes a pesar de ser ancianos y estar solos,  no perdieron la esperanza, gracias a su estar “en contacto con el Señor”. “Este es el secreto: no apartarse del Señor, fuente de la esperanza. Si no miramos cada día al Señor, si no lo adoramos, nos volvemos ciegos”
El Papa Francisco concluyó su homilía invitando a sus queridos hermanos y hermanas consagrados a dar gracias a Dios por el don de esta vida y pidiendo “una mirada nueva, que sabe ver la gracia, que sabe buscar al prójimo, que sabe esperar. Entonces, también nuestros ojos – les dijo – verán al Salvador”.