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miércoles, 6 de agosto de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 6-8-2025: «La Eucaristía no se celebra solo sobre el altar, sino en la vida cotidiana: estamos llamados a hacer de cada acontecimiento una ofrenda y una acción de gracias al Señor»

* «Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar. Podemos entonces preguntarnos: ¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Hoy se cumple el 80.º aniversario del bombardeo atómico de la ciudad japonesa de Hiroshima, y dentro de tres días recordaremos el de Nagasaki. Deseo asegurar mis oraciones por todos aquellos que sufrieron sus efectos físicos, psicológicos y sociales… Espero que en el mundo contemporáneo, marcado por fuertes tensiones y conflictos sangrientos, la seguridad ilusoria basada en la amenaza de la destrucción mutua dé paso a los instrumentos de la justicia, a la práctica del diálogo y a la confianza en la fraternidad»

6 de agosto de 2025.- (Camino Católico).- «La Eucaristía no se celebra solamente sobre el altar, sino en la vida cotidiana, donde estamos llamados a hacer de cada acontecimiento una ofrenda y una acción de gracias al Señor», ha dicho el Papa León XIV en su catequesis de la audiencia general, en la plaza de san Pedro, este primer miércoles de agosto.

El Santo Padre ha reflexionado sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Para comenzar, ha invitado a todos a meditar sobre la palabra «preparar», que «parece sencilla, pero encierra un precioso secreto de la vida cristiana».


En el Evangelio de Marcos, en preparación para la Pascua, los doce apóstoles le hacen a Jesús una pregunta muy práctica: «¿Dónde quieres que vayamos a preparar la Pascua?». El Papa León señala que ellos eran conscientes de que algo importante iba a suceder y, a su vez, recibieron una respuesta muy simbólica de Jesús: «Id a la ciudad y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un jarro de agua».

Al final de la audiencia general, el Papa ha recordado el 80 aniversario de los bombardeos atómicos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, "acontecimientos trágicos" que siguen siendo "una advertencia universal" contra "las devastaciones" causadas por los conflictos y las armas nucleares: que en un mundo marcado por tensiones y guerras, se pueda redescubrir la justicia y se renueve la "confianza en la fraternidad". En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

AUDIENCIA GENERAL

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Plaza de San Pedro

Miércoles, 6 de agosto de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 1. La preparación de la cena. «Prepárennos allí lo necesario» (Mc 14,15)

Queridos hermanos y hermanas,

seguimos nuestro camino jubilar al descubrimiento del rostro de Cristo, en el que nuestra esperanza toma forma y consistencia. Hoy comenzamos a reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Iniciemos meditando una palabra que parece sencilla, pero que custodia un secreto precioso de la vida cristiana: preparar.

En el Evangelio de Marcos se cuenta que «el primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”». (Mc 14,12). Es una pregunta práctica, pero también cargada de expectación. Los discípulos intuyen que algo importante está a punto de suceder, pero no conocen los detalles. La respuesta de Jesús parece casi un enigma: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua.» (v. 13). Los detalles se vuelven simbólicos: un hombre que lleva un cántaro —gesto habitualmente femenino en aquella época—, una sala en el piso superior ya preparada, un dueño de la casa desconocido. Es como si todas las cosas hubieran sido preparadas de antemano. De hecho, así es. En este episodio, el Evangelio nos revela que el amor no es fruto del azar, sino de una elección consciente. No se trata de una simple reacción, sino de una decisión que requiere preparación. Jesús no afronta su pasión por fatalidad, sino por fidelidad a un camino acogido y recorrido con libertad y cuidado. Esto es lo que nos consuela: saber que el don de su vida nace de una intención profunda, no de un impulso repentino.

Esa «sala en el piso superior ya preparada» nos dice que Dios siempre nos precede. Incluso antes de que nos demos cuenta de que necesitamos acogida, el Señor ya ha preparado para nosotros un espacio donde reconocernos y sentirnos sus amigos. Este lugar es, en el fondo, nuestro corazón: una “sala” que puede parecer vacía, pero que solo espera ser reconocida, llenada y custodiada. La Pascua, que los discípulos deben preparar, está en realidad ya preparada en el corazón de Jesús. Es Él quien lo ha pensado todo, dispuesto todo, decidido todo. Sin embargo, pide a sus amigos que hagan su parte. Esto nos enseña algo esencial para nuestra vida espiritual: la gracia no elimina nuestra libertad, sino que la despierta. El don de Dios no anula nuestra responsabilidad, sino que la hace fecunda.

Hoy, como entonces, hay una cena que preparar. No se trata solo de la liturgia, sino de nuestra disponibilidad a entrar en un gesto que nos supera. La Eucaristía no se celebra solo en el altar, sino también en la vida cotidiana, donde es posible vivir todo como ofrenda y acción de gracias. Prepararse para celebrar esta acción de gracias no significa hacer más, sino dejar espacio. Significa quitar lo que estorba, rebajar las pretensiones, dejar de cultivar expectativas irreales. Con demasiada frecuencia, de hecho, confundimos los preparativos con las ilusiones. Las ilusiones nos distraen, los preparativos nos orientan. Las ilusiones buscan un resultado, los preparativos hacen posible un encuentro. El amor verdadero —nos recuerda el Evangelio— se da incluso antes de ser correspondido. Es un don anticipado. No se basa en lo que recibe, sino en lo que desea ofrecer. Es lo que Jesús vivió con los suyos: mientras ellos aún no entendían, mientras uno estaba a punto de traicionarlo y otro de renegar de él, Él preparaba una cena de comunión para todos.

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros estamos invitados a «preparar la Pascua» del Señor. No solo la litúrgica, sino también la de nuestra vida. Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar. Podemos entonces preguntarnos: ¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto.

Si acogemos la invitación a preparar el lugar de la comunión con Dios y entre nosotros, descubrimos que estamos rodeados de signos, encuentros, palabras que nos orientan hacia esa sala, espaciosa y ya preparada, en la que se celebra incesantemente el misterio de un amor infinito, que nos sostiene y siempre nos precede. Que el Señor nos conceda ser humildes preparadores de su presencia. Y, en esta disponibilidad cotidiana, crezca también en nosotros esa confianza serena que nos permite afrontar todo con el corazón libre. Porque donde se ha preparado el amor, la vida puede realmente florecer.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas: 

En el ciclo de catequesis jubilares dedicado a Cristo, nuestra esperanza, hoy comenzamos a reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Iniciamos meditando sobre un verbo muy valioso en la vida cristiana, que es “preparar”.

Jesús les pide a sus discípulos que “preparen” la sala donde celebrarían la Pascua. En este gesto, vemos la importancia de prepararnos y de hacer espacio para recibir al Señor en nuestra vida. Otra enseñanza es que Jesús no lo hace todo solo, sino que solicita la ayuda de sus amigos. Esto significa que el don de Dios no anula nuestra responsabilidad ni nuestra libertad, sino que las reaviva y las hace fecundas.

También hoy, como entonces, los discípulos de Jesús tenemos que preparar una cena. Se trata de la Eucaristía, que no se celebra solamente sobre el altar, sino en la vida cotidiana, donde estamos llamados a hacer de cada acontecimiento una ofrenda y una acción de gracias al Señor.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús, el Pan vivo bajado del cielo, que nos conceda saber preparar con humildad y vivir con buena disposición la celebración de la Santa Misa, así como hacer de toda nuestra vida una continua Eucaristía. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Hoy se cumple el 80.º aniversario del bombardeo atómico de la ciudad japonesa de Hiroshima, y dentro de tres días recordaremos el de Nagasaki. Deseo asegurar mis oraciones por todos aquellos que sufrieron sus efectos físicos, psicológicos y sociales. A pesar del paso de los años, aquellos trágicos acontecimientos constituyen una advertencia universal contra la devastación causada por las guerras y, en particular, por las armas nucleares. Espero que en el mundo contemporáneo, marcado por fuertes tensiones y conflictos sangrientos, la seguridad ilusoria basada en la amenaza de la destrucción mutua dé paso a los instrumentos de la justicia, a la práctica del diálogo y a la confianza en la fraternidad.

Finalmente, pienso en los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Hoy celebramos la fiesta de la Transfiguración de Cristo: que el rostro luminoso del Señor sea para ustedes fuente de esperanza y consuelo.

¡Mi bendición para todos!

Papa León XIV






Fotos: Vatican Media, 6-8-2025

domingo, 3 de agosto de 2025

Papa León XIV en homilía a jóvenes, 3-8-2025: «Mantengámonos unidos a Cristo con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa y aspiren a la santidad»

* «Aspiramos continuamente a un “más” que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed tan grande y abrasadora, que ninguna bebida de este mundo puede saciar. No engañemos nuestro corazón ante esta sed, buscando satisfacerla con sucedáneos ineficaces. Más bien, escuchémosla. Hagámonos de ella un taburete para subir y asomarnos, como niños, de puntillas, a la ventana del encuentro con Dios. Nos encontraremos ante Él, que nos espera; más bien, que llama amablemente a la puerta de nuestra alma (cf. Ap 3,20). Y es hermoso, también con veinte años, abrirle de par en par el corazón, permitirle entrar, para después aventurarnos con Él hacia espacios eternos del infinito»  

   

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa León XIV 

* «Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las ‘cosas celestiales’ (Col 3,2), para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros ‘sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia’ (cf. Col 3,12), de perdón (cf. ibíd., v. 13) y de paz (cf. Jn 14,27), como los de Cristo (cf. Flp 2,5). Y en este horizonte comprenderemos cada vez mejor lo que significa que ‘la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado’ (Rm 5,5)» 

3 de agosto de 2025.- (Camino Católico) “Mantengámonos unidos a Cristo, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos han enseñado los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos. Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos”, ha dicho el Papa León XIV en su homilía de la Santa Misa por el Jubileo de los jóvenes, en la explanada de Tor Vergata, ante un millón de asistentes.

El Papa ha llegado a las ocho de la mañana para hacer un largo recorrido por el lugar antes de la celebración. Los jóvenes, que naturalmente habían desatendido el consejo de descansar que les dio León XIV al finalizar la Vigilia, trasnocharon pero madrugaron para acompañar al papamóvil en su camino al altar, aplaudiendo, agitando banderas y vitoreando al pontífice.


Desde el palco, antes de la misa, León XIV ha saludado a los peregrinos, les ha bendecido y le ha augurado que "la gran celebración en la que Cristo nos dejó su presencia en la Eucaristía" sería "una ocasión verdaderamente memorable  para todos nosotros... Cuando estemos juntos como Iglesia de Cristo, caminemos juntos y vivamos a Jesucristo". En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:


JUBILEO DE LOS JÓVENES

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV

Tor Vergata

XVIII domingo del Tiempo Ordinario, 3 de agosto de 2025

 

Primeras palabras antes de la celebración:

Buenos días y feliz domingo:

Espero que todos hayan descansado un poco. En breve comenzaremos la mayor celebración que Cristo nos dejó, su presencia misma en la Eucaristía. Que Dios los bendiga a todos. Y que esta sea una ocasión verdaderamente memorable para todos y cada uno de nosotros cuando, juntos, como Iglesia de Cristo, lo seguimos, caminamos juntos y vivimos con Jesucristo.

_________________________

Queridos jóvenes:

Después de la Vigilia que vivimos juntos ayer por la tarde, volvemos a encontrarnos hoy para celebrar la Eucaristía, Sacramento del don total de sí que el Señor ha hecho por nosotros. Podemos imaginar que recorremos, en esta experiencia, el camino realizado la tarde de Pascua por los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35). Primero se alejaban de Jerusalén atemorizados y desilusionados; se iban convencidos de que, después de la muerte de Jesús, ya no había nada más que hacer, nada que esperar. Y, en cambio, se encontraron precisamente con Él, lo acogieron como compañero de viaje, lo escucharon mientras les explicaba las Escrituras, y finalmente lo reconocieron al partir el pan. Entonces, sus ojos se abrieron y el gozoso anuncio de la Pascua encontró lugar en sus corazones.

La liturgia de hoy no nos habla directamente de este episodio, pero nos ayuda a reflexionar sobre aquello que allí se narra: el encuentro con el Cristo resucitado que cambia nuestra existencia, que ilumina nuestros afectos, deseos y pensamientos.

La primera lectura, del Libro de Qohélet, nos invita a tomar contacto, como los dos discípulos de los que hemos hablado, con la experiencia de nuestros límites, de la finitud de las cosas que pasan (cf. Qo 1,2;2,21-23); y el Salmo responsorial, que le hace eco, nos propone la imagen de «la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita» (Sal 90,5-6). Son dos referencias fuertes, quizá un poco impactantes, pero que no deben asustarnos, como si fueran argumentos “tabú”, que se deben evitar. La fragilidad de la que hablan, en efecto, forma parte de la maravilla que somos. Pensemos en el símbolo de la hierba: ¿no es hermosísimo un prado florecido? Ciertamente, es delicado, hecho con tallos delgados, vulnerables, propensos a secarse, doblarse, quebrarse; pero, al mismo tiempo, son reemplazados rápidamente por otros que florecen después de ellos; y los primeros se vuelven generosamente para estos alimento y abono, al consumirse en el terreno. Así vive el campo, renovándose continuamente, e incluso durante los meses fríos del invierno, cuando todo parece callar, su energía vibra bajo tierra y se prepara para explotar en miles de colores durante la primavera.

También nosotros, queridos amigos, somos así; hemos sido hechos para esto. No para una vida donde todo es firme y seguro, sino para una existencia que se regenera constantemente en el don, en el amor. Y por eso aspiramos continuamente a un “más” que ninguna realidad creada nos puede dar; sentimos una sed tan grande y abrasadora, que ninguna bebida de este mundo puede saciar. No engañemos nuestro corazón ante esta sed, buscando satisfacerla con sucedáneos ineficaces. Más bien, escuchémosla. Hagámonos de ella un taburete para subir y asomarnos, como niños, de puntillas, a la ventana del encuentro con Dios. Nos encontraremos ante Él, que nos espera; más bien, que llama amablemente a la puerta de nuestra alma (cf. Ap 3,20). Y es hermoso, también con veinte años, abrirle de par en par el corazón, permitirle entrar, para después aventurarnos con Él hacia espacios eternos del infinito.

San Agustín, hablando de su intensa búsqueda de Dios, se preguntaba: «¿Qué es, entonces, esa cosa tan esperada […]? ¿La tierra? No. ¿Algo que se origina en la tierra, como el oro, la plata, el árbol, la mies, el agua? […] Todas estas cosas causan deleite, son hermosas, son buenas» (Sermón 313/F, 3). Y concluía: «Busca a quien las hizo: él es tu esperanza» (ibíd.). Pensando, luego, en el camino que había recorrido, rezaba diciendo: «Y he aquí que tú [Señor] estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando […]. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera; exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz» (Confesiones, 10, 27).

Hermanas y hermanos, son palabras muy hermosas, que nos recuerdan lo que decía el Papa Francisco en Lisboa, durante la Jornada Mundial de la Juventud, a otros jóvenes como ustedes: «Cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen […] una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá […], a un despegue sin el cual no hay vuelo.No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro […]. ¡No estamos enfermos, estamos vivos!» (Discurso en el encuentro con los jóvenes universitarios, 3 agosto 2023).

Hay una inquietud importante en nuestro corazón, una necesidad de verdad que no podemos ignorar, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué es realmente la felicidad? ¿Cuál es el verdadero sabor de la vida? ¿Qué es lo que nos libera de los pantanos del sinsentido, del aburrimiento y de la mediocridad?

Durante los días pasados ustedes han tenido muchas experiencias hermosas. Se han encontrado entre coetáneos provenientes de diferentes partes del mundo, pertenecientes a culturas distintas. Han intercambiado conocimientos, han compartido expectativas, han dialogado con la ciudad a través del arte, la música, la informática y el deporte. Después, en el Circo Máximo, acercándose al Sacramento de la Penitencia, han recibido el perdón de Dios y le han pedido su ayuda para una vida buena.

De todo esto se puede deducir una respuesta importante: la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, como hemos escuchado en el Evangelio (cf. Lc 12,13-21); más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría (cf. Mt 10,8-10; Jn 6,1-13). Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las «cosas celestiales» (Col 3,2), para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros “sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia” (cf. Col 3,12), de perdón (cf. ibíd., v. 13) y de paz (cf. Jn 14,27), como los de Cristo (cf. Flp 2,5). Y en este horizonte comprenderemos cada vez mejor lo que significa que «la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,5).

Muy queridos jóvenes, nuestra esperanza es Jesús. Es Él, como decía san Juan Pablo II, «el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, […] para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna» (XV Jornada Mundial de la Juventud, Vigilia de oración, 19 agosto 2000). Mantengámonos unidos a Él, permanezcamos en su amistad, siempre, cultivándola con la oración, la adoración, la comunión eucarística, la confesión frecuente, la caridad generosa, como nos han enseñado los beatos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis, que próximamente serán proclamados santos. Aspiren a cosas grandes, a la santidad, allí donde estén. No se conformen con menos. Entonces verán crecer cada día la luz del Evangelio, en ustedes mismos y a su alrededor.

Los encomiendo a María, la Virgen de la esperanza. Con su ayuda, al regresar a sus países en los próximos días, en cada parte del mundo, sigan caminando con alegría tras las huellas del Salvador, y contagien a los que encuentren con el entusiasmo y el testimonio de su fe. ¡Buen camino!

PAPA LEÓN XIV





Fotos: Vatican Media, 3-8-2025

Papa León XIV en el Ángelus en el Jubileo de los jóvenes, 3-8-2025: «La esperanza en nuestros corazones nos da la fuerza de anunciar la victoria de Cristo Resucitado sobre el mal y sobre la muerte»

* «En comunión con Cristo nuestra paz, esperanza para el mundo, estamos más que nunca unidos a los jóvenes que sufren el mayor de los males, el que es producido por otros hombres. Estamos con los jóvenes de Gaza, estamos con los jóvenes de Ucrania, con todos aquellos cuya tierra está ensangrentada por las guerras. Mis jóvenes hermanos y hermanas, ustedes son el signo que un mundo distinto es posible, un mundo de fraternidad y amistad, donde los conflictos se afrontan no con las armas sino con el diálogo. Sí, ¡con Cristo es posible! Con su amor, con su perdón, con la fuerza de su Espíritu» 

   

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «Después de este Jubileo, el 'peregrinaje de esperanza' de los jóvenes continúa y nos llevará a Asia. Les renuevo la invitación que el Papa Francisco hizo en Lisboa hace dos años: los jóvenes de todo el mundo se volverán a encontrar junto al Sucesor de Pedro para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Seúl, Corea, del 3 al 8 de agosto de 2027. Esta Jornada tendrá como tema: ‘Tengan valor: yo he vencido al mundo’ (Jn 16,33)» 

3 de agosto de 2025.- (Camino Católico)  Al final de la Misa Jubilar de los Jóvenes, León XIV reza el Ángelus con el millón de jóvenes reunidos en Tor Vergata. Recuerda a María y Pascale, las dos peregrinas fallecidas en los últimos días, y dirige un pensamiento a los fieles de los lugares "ensangrentados" por la guerra. Renueva su invitación a la Jornada Mundial de la Juventud 2027 en Corea del Sur y saluda a todos los jóvenes que no pudieron estar presentes en Roma. Y el Pontífice afirma: “La esperanza que habita en nuestros corazones nos da la fuerza de anunciar la victoria de Cristo Resucitado sobre el mal y sobre la muerte; y de esto ustedes, jóvenes peregrinos de esperanza, serán testigos hasta los confines de la tierra. Nos vemos en Seúl”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente: 

PAPA LEÓN XIV

ÁNGELUS

Tor Vergata

Domingo, 3 de agosto de 2025

Queridos hermanos y hermanas:

El Señor Jesús está presente en medio de nosotros y en nosotros, todo en todos en la Eucaristía. Unidos a Él queremos elevar un inmenso “gracias” al Padre por el don de estos días de su Jubileo. Ha sido una cascada de gracia para la Iglesia y para el mundo entero. Y lo ha sido a través de la participación de cada uno de ustedes. Por esto se lo quiero agradecer uno por uno, de todo corazón. Un particular recuerdo, mientras las encomendamos al Señor, para María y Pascale, las dos jóvenes peregrinas, una española y la otra egipcia, que nos han dejado en estos días. Agradezco a los obispos, a los sacerdotes, a las religiosas y a los religiosos, a los educadores que les han acompañado a ustedes; y también a todos aquellos que han rezado por este evento y han participado espiritualmente en él.

En comunión con Cristo nuestra paz, esperanza para el mundo, estamos más que nunca unidos a los jóvenes que sufren el mayor de los males, el que es producido por otros hombres. Estamos con los jóvenes de Gaza, estamos con los jóvenes de Ucrania, con todos aquellos cuya tierra está ensangrentada por las guerras. Mis jóvenes hermanos y hermanas, ustedes son el signo que un mundo distinto es posible, un mundo de fraternidad y amistad, donde los conflictos se afrontan no con las armas sino con el diálogo.

Sí, ¡con Cristo es posible! Con su amor, con su perdón, con la fuerza de su Espíritu. Mis queridos amigos, unidos a Jesús como los sarmientos a la vid, ustedes darán mucho fruto; serán sal de la tierra, luz del mundo; serán semillas de esperanza allí donde viven: en la familia, con sus amigos, en la escuela, en el trabajo, en el deporte. Semillas de esperanza con Cristo nuestra esperanza.

Después de este Jubileo, el “peregrinaje de esperanza” de los jóvenes continúa y nos llevará a Asia. Les renuevo la invitación que el Papa Francisco hizo en Lisboa hace dos años: los jóvenes de todo el mundo se volverán a encontrar junto al Sucesor de Pedro para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Seúl, Corea, del 3 al 8 de agosto de 2027. Esta Jornada tendrá como tema: «Tengan valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). Precisamente la esperanza que habita en nuestros corazones nos da la fuerza de anunciar la victoria de Cristo Resucitado sobre el mal y sobre la muerte; y de esto ustedes, jóvenes peregrinos de esperanza, serán testigos hasta los confines de la tierra. Nos vemos en Seúl; continuemos a soñar juntos, a esperar juntos.

Encomendémonos a la materna protección de la Virgen María.

Oración del Ángelus:  

Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…


Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.



Últimas palabras después de la celebración:


Bueno, chicos y chicas, un saludo final.


Gracias de nuevo a todos ustedes. Gracias por la música, gracias a todos aquellos que han trabajado para preparar tantas cosas durante esta semana, durante este Jubileo.


Ya hemos dicho que la próxima cita será en Corea. Un aplauso a los numerosos coreanos presentes.


También les pido que lleven un saludo a todos aquellos jóvenes que no han podido acudir para estar con nosotros, [sobre todo] de aquellos países de los que les ha sido imposible salir. Hay muchos lugares donde los jóvenes no han podido [venir] por las razones que conocemos.


Lleven esta alegría, este entusiasmo a todo el mundo. Ustedes son la sal de la tierra, la luz del mundo. Lleven este saludo a todos sus amigos, a todos los jóvenes que tienen necesidad de un mensaje de esperanza.


Gracias de nuevo a todos ustedes. Y buen viaje.




Papa León XIV


Fotos: Vatican Media, 3-8-2025