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sábado, 13 de diciembre de 2025

P. Roberto Pasolini en la 1ª meditación de Adviento ante el Papa: «La vida reflorece solo cuando reconstruimos el cielo, en la medida en que ponemos a Dios en el centro»

 


* «El mal no debe ser simplemente perdonado: debe ser borrado, para que la vida pueda finalmente florecer en su verdad y en su belleza. Cada día borramos muchas cosas, sin sentirnos culpables y sin cometer mal alguno. Borramos mensajes, archivos inútiles, errores en un documento, manchas, rastros, deudas. Muchos de estos gestos, de hecho, son necesarios para hacer madurar nuestras relaciones y hacer el mundo habitable. Borrar quiere decir abrirse a Dios a partir de la propia fragilidad y permitirle a Él sanar»    

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la la 1ª meditación de Adviento del P. Roberto Pasolini ante el Papa León XIV 


Camino Católico.- “No viandantes perdidos” sino “centinelas que, en la noche del mundo, mantienen humildemente la confianza” para ver surgir la luz “capaz de iluminar a todo hombre”. El Padre Roberto Pasolini, predicador de la Casa Pontificia, acompaña en un recorrido en el que el tiempo de Adviento se convierte en ocasión para ser “peregrinos hacia una patria”, en un camino marcado por la esperanza y que tiene como horizonte la salvación.



La primera meditación de las tres previstas sobre el tema: “Esperando y acelerando la venida del día de Dios”, desarrollada el viernes 5 de diciembre en el Aula Pablo VI con la participación del Santo Padre León XIV, se centra en la Parusía del Señor e introduce en un tiempo singular: la conclusión del Jubileo de la esperanza. “El Adviento –subraya el religioso capuchino– es el tiempo en que la Iglesia reaviva la esperanza, contemplando no solo la primera venida del Señor, sino sobre todo su regreso al final de los tiempos”. Es el momento en el que se está llamado a “esperar y al mismo tiempo a apresurar la venida del Señor con una vigilancia serena y laboriosa”.



Darse cuenta de la gracia de Dios


“Parusía” es un término que el evangelista Mateo usa 4 veces en el capítulo 24 con un doble sentido: “presencia” y “venida” y Jesús compara la espera de su venida con los días de Noé antes del diluvio universal. Días en que la vida transcurría normalmente y en que solo Noé construyó el arca, instrumento de salvación. Su historia remite a preguntas necesarias para comprender de qué debe darse cuenta el hombre de hoy.


Ante desafíos nuevos y complejos, “la Iglesia está llamada a permanecer como sacramento de salvación en un cambio de época”. “La paz –enfatizó el Padre Pasolini– sigue siendo un espejismo en muchas regiones mientras las injusticias antiguas y las memorias heridas no encuentran sanación, mientras que en la cultura occidental se debilita el sentido de la trascendencia, aplastado por el ídolo de la eficiencia, la riqueza y la técnica. El advenimiento de las inteligencias artificiales amplifica la tentación de un humano sin límites y sin trascendencia”.



El misterio de un Dios que tiene confianza en el hombre


Darse cuenta no es suficiente, se necesita reconocer “la dirección en la que el Reino de Dios sigue moviéndose dentro de la historia”, volviendo a la capacidad profética del Bautismo. Darse cuenta de la gracia de Dios, “aquel don de salvación universal que la Iglesia celebra y ofrece humildemente, para que la vida humana sea aliviada del peso del pecado y liberada del miedo a la muerte”. Una gracia a la que los ministros de la Iglesia no pueden acostumbrarse, arriesgando a volverse tan familiares con Dios que lo den por sentado. Darse cuenta por lo tanto del misterio de un Dios que “continúa permaneciendo ante su creación con confianza inquebrantable, en la espera de que los mejores días puedan –y deban– aún venir”.



Borrar el mal


El predicador de la Casa Pontificia recuerda que para reencontrar el rostro de Dios que acompaña a “su creación herida” es necesario recurrir al relato del diluvio universal cuando el Señor ve el mal en el corazón del hombre. Un mal que no se supera cambiando, evolucionando porque la humanidad no solo necesita realizarse sino salvarse. “El mal no debe ser simplemente perdonado: debe ser borrado, para que la vida pueda finalmente florecer en su verdad y en su belleza”.


Borrar, en la cancel culture en la que el hombre de hoy está inmerso, no es solo destruir todo, eliminar lo que del otro nos parece fatigoso. “Cada día borramos muchas cosas, sin sentirnos culpables y sin cometer mal alguno. Borramos –evidencia Pasolini– mensajes, archivos inútiles, errores en un documento, manchas, rastros, deudas. Muchos de estos gestos, de hecho, son necesarios para hacer madurar nuestras relaciones y hacer el mundo habitable. Borrar quiere decir abrirse a Dios a partir de la propia fragilidad y permitirle a Él sanar”.



La vida reflorece poniendo a Dios en el centro


El Señor no se cansa de encontrar a “un hombre sabio, uno que busque a Dios” justo como sucedió con Noé que a su vez se da cuenta de la gracia del Señor. En el hombre del arca, Dios encuentra la posibilidad de borrar y de volver a empezar. “Solo cuando el hombre vuelve a vivir ante el verdadero rostro de Dios, la historia –resalta el Predicador de la Casa Pontificia– puede verdaderamente cambiar”.


“El relato del diluvio nos recuerda que la vida reflorece solo cuando reconstruimos el cielo, en la medida en que ponemos a Dios en el centro”. El diluvio se convierte en “un pasaje de re-creación a través de un momento de de-creación”. “Es un cambio provisional de las reglas del juego, para salvar el juego mismo que Dios había inaugurado con confianza”.


La decisión de no herir


El diluvio es por lo tanto “una paradójica renovación de vida”, Dios no se olvida de la humanidad y pone su arco sobre las nubes como signo de alianza, el Señor depone las armas con una solemne declaración de no violencia. “Puede parecer –añade el Padre Pasolini– una metáfora audaz, casi inapropiada para hablar de Dios y del modo en que su gracia se manifiesta. Y, sin embargo, la humanidad, después de milenios de historia y de evolución, está todavía muy lejos de saber imitarla”, la tierra de hecho está lacerada “por conflictos atroces e interminables, que no conceden tregua a tantas personas débiles e indefensas”. Tranquiliza entonces la decisión de quien, aun teniendo la posibilidad, elige voluntariamente no herir porque comprende que solo en la acogida del otro, la alianza “podrá ser duradera, verdadera y libre”.



El tiempo del bien


“Velen, pues, porque no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor”: es la última recomendación de Jesús. No saber el día y la hora en que esto sucederá ha creado en el pasado mucha espera, evidencia el predicador, pero hoy las cosas parecen invertidas. “La espera se ha atenuado tanto que deja espacio, a veces, a una sutil resignación acerca de su efectiva realización”, hoy prevalece “una vigilancia cansada, tentada por el desánimo”.


El tiempo de la espera es el tiempo para sembrar el bien y para esperar la venida de Jesucristo. Atención a dos grandes tentaciones que afectan al hombre y a la Iglesia: “olvidar la necesidad de ser salvados y pensar en recuperar el consenso cuidando la forma exterior de nuestra imagen y reduciendo la radicalidad del Evangelio”. Es necesario –remarca el capuchino– volver “a la alegría –y también al esfuerzo– del seguimiento, sin domesticar la palabra de Cristo”. Solo como “centinelas en las fronteras del mundo”, como escribía el monje Thomas Merton, se espera el regreso de Cristo.

Fotos: Vatican Media, 5-12-2025

viernes, 12 de diciembre de 2025

Papa León XIV en homilía, 12-12-2025: «En medio de injusticias y dolores que buscan alivio, María de Guadalupe proclama: «¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?»; es la presencia que sostiene cuando la vida se vuelve insoportable»

* «Y como hijo te pido: Madre, enseña a las naciones que quieren ser hijas tuyas a no dividir el mundo en bandos irreconciliables, a no permitir que el odio marque su historia ni que la mentira escriba su memoria... Acompaña, Madre, a los más jóvenes, para que obtengan de Cristo la fuerza para elegir el bien y el valor para mantenerse firmes en la fe, aunque el mundo los empuje en otra dirección. Muéstrales que tu Hijo camina a su lado. Que nada aflija su corazón para que puedan acoger sin miedo los planes de Dios. Aparta de ellos las amenazas del crimen, de las adicciones y del peligro de una vida sin sentido»  

   

Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa León XIV 

* «Fortalece a las familias: que, siguiendo tu ejemplo, los padres eduquen con ternura y firmeza, de modo que cada hogar sea escuela de fe. Inspira, Madre, a quienes forman mentes y corazones para que transmitan la verdad con la dulzura, precisión, y claridad que nace del Evangelio. Alienta a los que tu Hijo ha llamado a seguirlo más de cerca: sostén al clero y a la vida consagrada en la fidelidad diaria y renueva su amor primero. Guarda su interioridad en la oración, protégelos en la tentación, anímalos en el cansancio y socorre a los abatidos» 

12 de diciembre de 2025.- (Camino Católico)  “En medio de conflictos que no cesan, injusticias y dolores que buscan alivio, María de Guadalupe proclama el núcleo de su mensaje: ‘¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?’. Es la voz que hace resonar la promesa de la fidelidad divina, la presencia que sostiene cuando la vida se vuelve insoportable”,  ha subrayado el Papa León XIV en su homilía durante la Santa Misa con ocasión de la Fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, que ha presidido esta tarde en la Basílica de San Pedro ante miles de fieles. 



El Papa afirma que la maternidad que María declara nos hace descubrirnos hijos, pues quien escucha “yo soy tu madre” recuerda que, desde la cruz, al «aquí tienes a tu madre» corresponde el «aquí tienes a tu hijo». “Y como hijos, nos dirigiremos a ella para preguntarle: ‘Madre, ¿qué debemos hacer para ser los hijos que tu corazón desea?’”, dice el Santo Padre, recordando que ella, fiel a su misión, con ternura nos dirá: «Hagan lo que Él les diga». En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Papa, cuyo texto íntegro es el siguiente:






BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DE GUADALUPE


SANTA MISA


HOMILÍA DEL SANTO PADRE LEÓN XIV


Basílica de San Pedro

Viernes, 12 de diciembre de 2025



Queridos hermanos y hermanas:

En la lectura del Sirácide, se nos presenta una descripción poética de la Sabiduría, una imagen que halla su plena identidad en Cristo, «sabiduría de Dios» (1 Co 1,24), quien, llegada la plenitud de los tiempos, se hizo carne, naciendo de una mujer (cf. Ga 4,4). La tradición cristiana ha leído también este pasaje en clave mariana, pues hace pensar en la mujer preparada por Dios para recibir a Cristo. En efecto, ¿quién sino María puede decir «en mí está toda la gracia del camino y de la verdad, toda esperanza de vida y de virtud» (Si 24,25 NV)? Por eso, la tradición cristiana no duda en reconocerla como «la madre del amor» (ibíd. v. 24).

En el Evangelio, escuchamos cómo María vive la dinámica propia de quien permite que la Palabra de Dios entre en su vida y la transforme. Como un fuego abrasador que no puede ser contenido, la Palabra nos impulsa a comunicar la alegría del don recibido (cf. Jr 20, 9; Lc 24,32). Ella, alegre por el anuncio del ángel, comprende que el gozo de Dios se plenifica en la caridad, y entonces va presurosa hacia la casa de Isabel.

Realmente las palabras de la Llena de gracia son «más dulces que la miel» (Si 24,27 NV). Basta su saludo para hacer exultar al niño en el seno de Isabel, y ella, llena del Espíritu Santo, se pregunta: «¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?» (Lc 1,43). Ese júbilo desemboca en el Magníficat, donde María reconoce que su dicha proviene del Dios fiel, que ha vuelto sus ojos hacia su pueblo y lo ha bendecido (cf. Sal 66,2) con una heredad más dulce que la miel en los panales (cf. Si 24,20 NV); la presencia misma de su Hijo.

Durante toda su existencia, María lleva ese gozo allí donde la alegría humana no basta, allí donde el vino se ha agotado (cf. Jn 2,3). Así ocurre en Guadalupe. En el Tepeyac, ella despierta en los habitantes de América la alegría de saberse amados por Dios. En las apariciones de 1531, hablándole a san Juan Diego en su lengua materna, ella declara que “mucho desea” que se levante allí una “casita sagrada” desde la cual ensalzará a Dios y lo pondrá de manifiesto (cf. Nican mopohua, 26-27). En medio de conflictos que no cesan, injusticias y dolores que buscan alivio, María de Guadalupe proclama el núcleo de su mensaje: «¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?» (ibíd., 119). Es la voz que hace resonar la promesa de la fidelidad divina, la presencia que sostiene cuando la vida se vuelve insoportable.

La maternidad que ella declara nos hace descubrirnos hijos. Quien escucha “yo soy tu madre” recuerda que, desde la cruz, al «aquí tienes a tu madre» corresponde el «aquí tienes a tu hijo» (cf. Jn 19,26-27). Y como hijos, nos dirigiremos a ella para preguntarle: “Madre, ¿qué debemos hacer para ser los hijos que tu corazón desea?”. Ella, fiel a su misión, con ternura nos dirá: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5). Sí, Madre, queremos ser auténticos hijos tuyos: dinos cómo avanzar en la fe cuando las fuerzas decaen y crecen las sombras. Haznos comprender que contigo, incluso el invierno se convierte en tiempo de rosas.

Y como hijo te pido: Madre, enseña a las naciones que quieren ser hijas tuyas a no dividir el mundo en bandos irreconciliables, a no permitir que el odio marque su historia ni que la mentira escriba su memoria. Muéstrales que la autoridad ha de ser ejercida como servicio y no como dominio. Instruye a sus gobernantes en su deber de custodiar la dignidad de cada persona en todas las fases de su vida. Haz de esos pueblos, hijos tuyos, lugares donde cada persona pueda sentirse bienvenida.

Acompaña, Madre, a los más jóvenes, para que obtengan de Cristo la fuerza para elegir el bien y el valor para mantenerse firmes en la fe, aunque el mundo los empuje en otra dirección. Muéstrales que tu Hijo camina a su lado. Que nada aflija su corazón para que puedan acoger sin miedo los planes de Dios. Aparta de ellos las amenazas del crimen, de las adicciones y del peligro de una vida sin sentido.

Busca, Madre, a los que se han alejado de la santa Iglesia: que tu mirada los alcance donde no llega la nuestra, derriba los muros que nos separan y tráelos de vuelta a casa con la fuerza de tu amor. Madre, te suplico que inclines el corazón de quienes siembran discordia hacia el deseo de tu Hijo de que «todos sean uno» (Jn 17,21) y los restaures en la caridad que hace posible la comunión, pues dentro de la Iglesia, Madre, tus hijos no podemos estar divididos.

Fortalece a las familias: que, siguiendo tu ejemplo, los padres eduquen con ternura y firmeza, de modo que cada hogar sea escuela de fe. Inspira, Madre, a quienes forman mentes y corazones para que transmitan la verdad con la dulzura, precisión, y claridad que nace del Evangelio. Alienta a los que tu Hijo ha llamado a seguirlo más de cerca: sostén al clero y a la vida consagrada en la fidelidad diaria y renueva su amor primero. Guarda su interioridad en la oración, protégelos en la tentación, anímalos en el cansancio y socorre a los abatidos.

Virgen Santa, que, como tú, conservemos el Evangelio en nuestro corazón (cf. Lc 2,51). Ayúdanos a comprender que, aunque destinatarios, no somos dueños de este mensaje, sino que, como san Juan Diego, somos sus simples servidores. Que vivamos convencidos de que allí donde llega la Buena noticia, todo se vuelve bello, todo recupera la salud, todo se renueva. “Los que se dejan guiar por ti, no pecarán” (cf. Si 24,22 NV); asístenos para no empañar con nuestro pecado y miseria la santidad de la Iglesia que, como tú, es madre.

Madre “del verdadero Dios por quien se vive”, ven en auxilio del Sucesor de Pedro, para que confirme en el único camino que conduce al Fruto bendito de tu vientre, a cuantos me fueron confiados. Recuerda a este hijo tuyo, «a quien Cristo confió las llaves del Reino de los cielos para el bien de todos», que esas llaves sirvan «para atar y desatar y para redimir toda miseria humana» (S. Juan Pablo II, Homilía en Siracusa, 6 noviembre 1994). Y haz que, confiando en tu protección, avancemos cada vez más unidos, con Jesús y entre nosotros, hacia la morada eterna que Él nos ha preparado y en la que tú nos esperas. Amén.



PAPA LEÓN XIV






Fotos: Vatican Media, 12-12-2025

Santa Misa de hoy, viernes, Fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, presidida por el Papa León XIV, 12-12-2025

Foto: Vatican Media, 12-12-2025

12 de diciembre de 2025.- (Camino Católico)  El Papa León XIV ha presidido a las 16 horas de este 12 de diciembre su primera Misa en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, a quien ha pedido en su homilía que venga en su auxilio “para que confirme en el único camino que conduce al Fruto bendito de tu vientre, a cuantos me fueron confiados”.  Un gran número de fieles, la mayoría de la comunidad mexicana residente en Roma, así como el clero y miembros de la curia romana acudieron a la ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.  

El Santo Padre ha predicado en español una hermosa homilía en forma de oración, dirigida a la Patrona de México y Emperatriz de América, a quien se ha referido como “la madre del amor”. El Pontífice ha recordado que María permite que la Palabra de Dios “entre en su vida y la transforme”, llevando “ese gozo allí donde la alegría humana no basta, allí donde el vino se ha agotado”, como ocurre en Guadalupe.

miércoles, 10 de diciembre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 10-12-2025: «La resurrección de Cristo nos revela que la muerte no se opone a la vida, sino que es parte constitutiva de ella como paso a la vida eterna»

* «La Pascua de Jesús nos hace pregustar, en este tiempo aún lleno de sufrimientos y pruebas, la plenitud de lo que sucederá después de la muerte… Gracias al Resucitado , que murió y resucitó por amor, con San Francisco podemos llamar a la muerte «hermana». Esperarla con la certeza de la resurrección nos preserva del miedo a desaparecer para siempre y nos prepara para la alegría de la vida sin fin»

Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Me entristece profundamente la noticia del recrudecimiento del conflicto en la frontera entre Tailandia y Camboya, que ha causado víctimas también entre la población civil y ha obligado a miles de personas a abandonar sus hogares. Expreso a estos queridos pueblos mi cercanía en la oración y pido a las partes que cesen inmediatamente el fuego y reanuden el diálogo»


10 de diciembre de 2025.- (Camino Católico).- “El acontecimiento de la resurrección de Cristo nos revela que la muerte no se opone a la vida, sino que es parte constitutiva de ella como paso a la vida eterna. La Pascua de Jesús nos hace pregustar, en este tiempo aún lleno de sufrimientos y pruebas, la plenitud de lo que sucederá después de la muerte”, ha dicho el Papa León XIV en su catequesis de la audiencia General, ante decenas de miles de fieles en la plaza de San Pedro.

El Pontífice ha dedicadoó su catequesis a uno de los temas más universales y, a la vez, más evitados en la sociedad contemporánea: la muerte y ha ofrecido una profunda meditación que busca devolver a la muerte su sentido espiritual y abrir al mundo a una visión más humana y más esperanzada del final de la vida.


El Santo Padre ha advertido que numerosas visiones antropológicas actuales “prometen inmortalidad inmanente y teorizan sobre la prolongación de la vida terrenal mediante la tecnología”.  Ese horizonte, dice, es característico del “transhumanismo”, un fenómeno que “se abre camino en el horizonte de los retos de nuestro tiempo”. Ante ello, insta a plantearse dos preguntas centrales: “¿Podría la ciencia vencer realmente a la muerte? Pero entonces, ¿podría la misma ciencia garantizarnos que una vida sin muerte es también una vida feliz?”.

Además, el Papa ha expresado su profundo pesar por el renovado conflicto en la frontera entre Tailandia y Camboya. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

LEÓN XIV

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles, 10 de diciembre de 2025


Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. IV. La Resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual 7. La Pascua de Jesucristo: respuesta definitiva a la pregunta sobre nuestra muerte

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

¡Bienvenidos todos!

El misterio de la muerte siempre ha suscitado profundas preguntas en el ser humano. De hecho, parece ser el acontecimiento más natural y, al mismo tiempo, más antinatural que existe. Es natural, porque todos los seres vivos de la tierra mueren. Es antinatural porque el deseo de vida y de eternidad que sentimos para nosotros mismos y para las personas que amamos nos hace ver la muerte como una condena, como un «contrasentido».

Muchos pueblos antiguos desarrollaron ritos y costumbres relacionados con el culto a los muertos, para acompañar y recordar a quienes se encaminaban hacia el misterio supremo. Hoy, en cambio, se observa una tendencia diferente. La muerte parece una especie de tabú, un acontecimiento que hay que mantener alejado; algo de lo que hay que hablar en voz baja, para no perturbar nuestra sensibilidad y tranquilidad. A menudo, por eso, se evita incluso visitar los cementerios, donde descansan aquellos que nos han precedido a la espera de la resurrección.

¿Qué es, pues, la muerte? ¿Es realmente la última palabra sobre nuestra vida? Solo el ser humano se plantea esta pregunta, porque solo él sabe que debe morir. Pero ser consciente de ello no le salva de la muerte, sino que, en cierto sentido, le «agobia» más que a todas las demás criaturas vivientes. Los animales sufren, sin duda, y se dan cuenta de que la muerte está cerca, pero no saben que la muerte forma parte de su destino. No se preguntan por el sentido, el fin o el resultado de la vida.

Al constatar este aspecto, se debería pensar entonces que somos criaturas paradójicas, infelices, no solo porque morimos, sino también porque tenemos la certeza de que este acontecimiento ocurrirá, aunque ignoremos cómo y cuándo. Nos descubrimos conscientes y, al mismo tiempo, impotentes. Probablemente de ahí provienen las frecuentes depresiones, las huidas existenciales ante la cuestión de la muerte.

San Alfonso María de Ligorio, en su famoso escrito titulado Preparación para la muerte, reflexiona sobre el valor pedagógico de la muerte, destacando que es una gran maestra de vida. Saber que existe y, sobre todo, meditar sobre ella nos enseña a elegir qué hacer realmente con nuestra existencia. Rezar, para comprender lo que es bueno con vistas al reino de los cielos, y dejar ir lo superfluo que, en cambio, nos ata a las cosas efímeras, es el secreto para vivir de forma auténtica, con la conciencia de que el paso por la tierra nos prepara para la eternidad.

Sin embargo, muchas visiones antropológicas actuales prometen inmortalidad inmanente y teorizan sobre la prolongación de la vida terrenal mediante la tecnología. Es el escenario del “transhumanismo”, que se abre camino en el horizonte de los retos de nuestro tiempo. ¿Podría la ciencia vencer realmente a la muerte? Pero entonces, ¿podría la misma ciencia garantizarnos que una vida sin muerte es también una vida feliz?

El acontecimiento de la resurrección de Cristo nos revela que la muerte no se opone a la vida, sino que es parte constitutiva de ella como paso a la vida eterna. La Pascua de Jesús nos hace pregustar, en este tiempo aún lleno de sufrimientos y pruebas, la plenitud de lo que sucederá después de la muerte.

El evangelista Lucas parece captar este presagio de luz en la oscuridad cuando, al final de aquella tarde en la que las tinieblas habían envuelto el Calvario, escribe: «Era el día de la Preparación y ya comenzaba el sábado» (Lc 23,54). Esta luz, que anticipa la mañana de Pascua, ya brilla en la oscuridad del cielo que aún parece cerrado y mudo. Las luces del sábado, por primera y única vez, anuncian el amanecer del día después del sábado: la nueva luz de la Resurrección. Solo este acontecimiento es capaz de iluminar hasta el fondo el misterio de la muerte. En esta luz, y solo en ella, se hace realidad lo que nuestro corazón desea y espera: que la muerte no sea el fin, sino el paso hacia la luz plena, hacia una eternidad feliz.

El Resucitado nos ha precedido en la gran prueba de la muerte, saliendo victorioso gracias al poder del Amor divino. Así nos ha preparado el lugar del descanso eterno, la casa en la que se nos espera; nos ha dado la plenitud de la vida en la que ya no hay sombras ni contradicciones.

Gracias a Él, que murió y resucitó por amor, con San Francisco podemos llamar a la muerte «hermana». Esperarla con la certeza de la resurrección nos preserva del miedo a desaparecer para siempre y nos prepara para la alegría de la vida sin fin.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy reflexionamos sobre cómo la Resurrección de Cristo ilumina el misterio de la muerte, que siempre ha suscitado en el ser humano profundos interrogantes. La Pascua de Jesús, en efecto, nos revela que la muerte no se opone a la vida, sino que es una de sus partes constitutivas, como un paso a la eternidad. Además, el acontecimiento pascual nos hace gustar anticipadamente, en medio de las pruebas y los sufrimientos presentes, la plenitud de aquello que sucederá después de la muerte. 

El Resucitado nos ha precedido en la gran prueba de la muerte, y la ha vencido gracias al poder del amor divino. Por eso, preparar el momento de la muerte con la esperanza cierta de la resurrección nos preserva del miedo, nos ayuda a tomar buenas decisiones, nos libera de lo superfluo y nos dispone a la alegría de la vida que no tiene fin.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que nos enseñe a vivir cada día a la luz del misterio pascual, caminando con esperanza hacia el encuentro definitivo con Él. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho: 

Me entristece profundamente la noticia del recrudecimiento del conflicto en la frontera entre Tailandia y Camboya, que ha causado víctimas también entre la población civil y ha obligado a miles de personas a abandonar sus hogares. Expreso a estos queridos pueblos mi cercanía en la oración y pido a las partes que cesen inmediatamente el fuego y reanuden el diálogo.

Finalmente, saludo a los jóvenes, enfermos y recién casados. Hoy celebramos la memoria de la Santísima Virgen María de Loreto. Queridos jóvenes, aprendan a amar y a esperar siguiendo el ejemplo de María; queridos enfermos, que la Santísima Virgen sea su compañera y consuelo en su sufrimiento; y ustedes, queridos recién casados, encomienden su camino matrimonial a la Madre de Jesús.

¡Mi bendición a todos!

Papa León XIV





Fotos: Vatican Media, 10-12-2025