
El Santo Padre recordó que la virginidad consagrada era "un don en la Iglesia y para la Iglesia", como dice el congreso, y las invitó a "crecer día tras día en la comprensión de un carisma tan luminoso y fecundo a los ojos de la fe, cuanto oscuro e inútil a los del mundo".
"El Orden de las Vírgenes constituye una expresión particular de vida consagrada, que volvió a florecer en la Iglesia después del Concilio Vaticano II -explicó el Santo Padre- pero sus raíces son antiguas; se hunden en los inicios de la vida evangélica cuando, como novedad inaudita, el corazón de algunas mujeres comenzó a abrirse al deseo de la virginidad consagrada: al deseo de entregar a Dios todo el ser que se realizó extraordinariamente por primera vez en la Virgen de Nazaret y en su 'sí'".
"Vuestro carisma debe reflejar la intensidad y también la frescura de sus orígenes", dijo Benedicto XVI; al destacar que esta vocación está "profundamente enraizada en la Iglesia particular", a la que las consagradas pertenecen y "de la existencia de la diócesis, con sus tradiciones, sus santos, sus valores, límites y dificultades" estas personas llegan a "la Iglesia universal, sobre todo compartiendo la oración litúrgica"."La elección de la vida virginal es efectivamente un llamamiento al carácter transitorio de la realidad terrestre y un anticipo de los bienes futuros. Sed testigos de la espera vigilante y laboriosa, de la alegría, de la paz que es propia de quien se abandona al amor de Dios. Estad presentes en el mundo y peregrinad hacia el Reino", concluyó el Papa.