jueves, 20 de septiembre de 2007
El perfil del lider cristiano en el siglo XXI / Autor: Henri Nouwen
Cuando mi amigo Murray McDonell vino a visitarme a la Comunidad Daybreak (Amanecer) cerca de Toronto (Canadá), me preguntó si yo estaría dispuesto a hablar sobre Liderazgo Cristiano en el siglo XXI con motivo del 15º aniversario del Centro de Desarrollo Humano en Washington D.C. Yo había comenzado hacia poco mi trabajo como sacerdote en la Comunidad Daybreak, una de las comunidades L'Arche para deficientes mentales, y no quise desilusionar a Murray que, como presidente del Centro, había dedicado mucho de su tiempo y energía para su crecimiento. Además yo también conocía al padre Vicent Dwyer, el fundador del Centro, y tenía una gran admiración por su dedicación a ayudar sacerdotes y ministros en su búsqueda de salud emocional y espiritual. Por eso respondí "Sí".
Pero, después de haber dicho "Sí" a la invitación, me di cuenta de que no iba a ser nada fácil presentarme allá con una perspectiva sensata sobre el liderazgo cristiano en el siglo venidero.
La audiencia estaría compuesta, en su mayoría, por sacerdotes que ya estaban, a su vez, profundamente involucrados en ministrar a sus colegas en el ministerio. ¿Qué podría decir yo, a personas que piensan, día a día, sobre el futuro del sacerdocio y del ministerio en la iglesia? También me pregunté ¿cómo seria posible prever el futuro que tenía por delante, más allá del final de este siglo, si nadie en los años 50 pudo prever la situación de la mayoría de los sacerdotes de hoy7 Sin embargo, cuanto más me decía a mi mismo: "yo no puedo hacer esto", descubría en mi un deseo mayor de poner mis pensamientos acerca del ministerio, en palabras, pues mis conceptos se habían desarrollado bastante desde mi ingreso a la Comunidad Amanecer. Durante muchos años di cursos sobre cómo ministrar. Ahora, habiéndome apartado de la vida académica para este llamado a ser sacerdote para deficientes mentales y sus asistentes, yo me pregunté: "¿Cómo debo vivir día a día, ahora, después de haber hablado por 20 años a jóvenes que se preparaban para e! ministerio? ¿Qué pienso ahora con respecto a mi ministerio y cómo estos pensamientos afectan mis palabras y acciones cotidianas?
También llegué a comprender que no debería preocuparme por mañana, por la próxima semana, por el próximo año, o por el próximo siglo. Cuanta más disposición tuviese para examinar honestamente lo que estaba pensando, diciendo y haciendo en este momento, estaría más fácilmente en contacto con el mover del Espíritu de Dios en mí, guiándome hacia el futuro. Dios es un Dios del presente y Él revela a aquellos que realmente quieren discernir en el tiempo actual los pasos que deben tomar en dirección al futuro. "No os afanéis por el día de mañana", dijo Jesús, "porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal" (Mt 6:34).
Con estos pensamientos comencé a escribir lo que sentía profundamente sobre mi vida presente como sacerdote en la Comunidad Amanecer, intentando cuidadosamente, discernir cuáles de mis propias experiencias y percepciones debería transmitir a sacerdotes y ministros que viven en circunstancias muy diferentes.
No obstante, debo decir a los que leen estas lineas, que no fui a Washington D.C. solo. Mientras preparaba mi presentación, fui profundamente conciente del hecho de que Jesús no envió a sus discípulos solos a predicar la palabra. El los envió de dos en dos. Comencé a preguntarme por qué nadie pretendía ir conmigo. Si mi vida es, verdaderamente, una vida entre deficientes mentales, por qué no pedirle a uno de ellos que se uniera a mi jornada, y compartiera el ministerio conmigo.
Después de algunas consultas, la Comunidad Amanecer decidió enviar a Bill Van Buren conmigo. Desde mi llegada a la Comunidad, Bill y yo nos habíamos transformado en buenos amigos. De todos los deficientes mentales de la casa, él era el más capaz para expresarse con palabras y gestos. Desde el comienzo de nuestra amistad, mostró un verdadero interés en mi trabajo como sacerdote y se ofreció para ayudarme durante las reuniones. Un día él me dijo que no era bautizado, y expresó un fuerte deseo de pertenecer a la iglesia. Le sugerí que participara de un programa parroquial para aquellos que desean bautizarse. Fielmente, él iba a la parroquia local todos los jueves a la noche. No obstante, las largas y frecuentemente complejas prédicas y las discusiones estuvieran mucho más allá de sus capacidades mentales, él tenía un sentimiento real de pertenecer al grupo. Se sintió aceptado y amado. Recibió mucho, y con su corazón generoso, dio mucho a cambio. Su bautismo, confirmación y primera comunión durante la Vigilia de Pascua se convirtió en un punto clave en su vida. Aún limitado en su habilidad de expresarse con muchas palabras, él se sentía profundamente tocado por Jesús, y sabía lo que significaba ser renacido del agua y del Espíritu Santo.
Frecuentemente yo le decía a Bill que aquellos que son bautizados y confirmados tienen una nueva vocación, la vocación de proclamar a otros las Buenas Nuevas de Jesús. Bill me oía atentamente, y cuando yo lo invité para ir conmigo a Washington D.C. para hablar a sacerdotes y ministros, él aceptó esto como una invitación para unirse a mi ministerio.
"Nosotros estarnos haciendo esto juntos", él decía repetidas veces durante los días anteriores al viaje. "Sí", yo siempre le respondía, "nosotros estamos haciendo esto juntos. Tú y yo vamos a Washington a proclamar el Evangelio".
Bill ni por un instante, dudó de la veracidad de esto. Cuando yo estaba inseguro sobre qué decir o cómo decirlo, Bill demostraba gran confianza en su tarea. Mientras yo todavía pensaba que llevar a Bill conmigo en este viaje seria básicamente una cosa buena solamente para él, Bill, desde el principio, estaba convencido de que me iba a ayudar. Más tarde comprendí que él estaba más acertado que yo. Cuando nos embarcarnos en el avión, en Toronto, Bill me recordó en más de una vez: "estamos haciendo esto juntos, ¿no es cierto?" ”Sí, Bill", yo le decía, "realmente lo estamos haciendo juntos".
Después de relatar de lo que hablé en Washington, contaré con más detalles lo que ocurrió allá, y explicaré por qué la presencia de Bill, muy probablemente, tuvo una influencia más duradera que mis palabras.
INTRODUCCIÓN
El pedido de reflexionar sobre el liderazgo cristiano en el próximo siglo generó mucha ansiedad en mí. ¿Qué puedo decir sobre el próximo siglo si yo hasta me siento perdido cuando me preguntan sobre el próximo mes? Después de mucho tumulto interior, decidí permanecer en la mayor sintonía posible con mi propio corazón. Me pregunté a mi mismo: "¿Qué decisiones has tomado últimamente, y qué es lo que ellas revelan sobre tu manera de entender el futuro?" De alguna forma, tengo que creer que Dios está trabajando en mí, y que la manera en que estoy siendo conducido a nuevas actitudes interiores y exteriores, forma parte de un mover mucho mayor, del cual soy apenas una parte muy pequeña.
Después de 20 años en el mundo académico como profesor de psicología pastoral, teología pastoral y espiritualidad cristiana, comencé a sentir una profunda amenaza interior. Cuando entré en la década de los 50 años y reconocí la improbabilidad de doblar mi edad, me encontré cara a cara con un simple interrogante: "¿El hecho de que me esté poniendo más viejo me ha aproximado más a Jesús?"
Después de 25 años de sacerdocio, descubrí que todavía tenía una vida pobre de oración, que vivía un tanto aisladamente de otras personas y que me preocupaba mucho por las cuestiones polémicas actuales. Todos decían que yo realmente estaba actuando muy bien, pero algo dentro mío me decía que mi éxito ponía mi alma en peligro. Comencé a preguntarme si mi falta de oración contemplativa, mi soledad y mi constante cambio de compromiso hacia aquello más urgente, eran señales de que el Espíritu Santo estaba siendo, poco a poco, sofocado. Era muy difícil para mi ver esto claramente, y aunque yo nunca hablaba sobre el infierno, o sólo me refería a él jugando, un día me desperté con la sensación de que estaba viviendo en un lugar muy oscuro, y que los términos "en crisis" y "fatiga" eran una traducción psicológica conveniente para muerte espiritual.
En medio de esto yo oraba: "Señor, muéstrame dónde quieres que vaya y yo te seguiré, pero, por favor, ¡sé claro y objetivo sobre esto! Y Dios lo fue. En la persona de Jean Vanier, el fundador de las comunidades L Arche para deficientes mentales, Dios me dijo; "Ve y vive entre los pobres de espíritu y ellos te curarán".
El llamado fue tan claro y nítido que yo no tuve otra opción, excepto seguirlo. Por eso me mudé de Harvard a L’Arche, de los mejores y más brillantes hombres y mujeres que pretendían gobernar el mundo, a hombres y mujeres que tenían poca o ninguna capacidad para hablar y que eran considerados, a lo sumo, como incoherentes hacia las necesidades de nuestra sociedad. Fue muy difícil y doloroso hacer este cambio, y todavía estoy en medio del proceso. Después de vivir 20 años con la libertad de ir a donde yo quisiera para discutir lo que yo escogiese, pasar a una vida insignificante y escondida en medio de personas cuyas mentes y cuerpos averiados exigen una rutina diaria rigurosa en la que las palabras son lo que menos cuenta, no me parecía que fuese la solución para quien estaba en crisis espiritual. Sin embargo mi nueva vida en L'Arche me está ofreciendo nuevas palabras para usar al hablar sobre liderazgo cristiano en el futuro, porque allá encontré todos los desafíos que enfrentamos como ministros de la Palabra de Dios.
Por tanto, ofreceré aquí algunas imágenes de mi vida con personas deficientes mentales, Espero que ellas le proporcionen algunas nociones sobre qué dirección tomar que cuando esté buscando el rumbo del liderazgo cristiano en el futuro.
Al compartir mis reflexiones, me basaré en dos historia de los Evangelios: la historia de la tentación de Jesús en el desierto (Mt 4:1-11), y la historia del llamado de Pedro para ser pastor (Jn 21:15-19).
I. DE LA RELEVANCIA A LA ORACIÓN
LA TENTACIÓN: CAUSAR IMPACTO
La primera cosa que me chocó cuando vine a vivir a una casa con deficientes mentales fue que su afección o antipatía por mi no tenía, absolutamente, nada que ver con cua1quiera de las muchas cosas útiles que yo había hecho hasta entonces. Como ninguno de ellos podía leer mis libros, éstos no podían impresionarlos, y como la mayoría de ellos nunca había ido a la escuela, mis veinte años en Notre Dame, Yale y Harvard no me proporcionaron una presentación especial. Mi considerable experiencia ecuménica demostró tener menos validez todavía. Cuando le ofrecí carne a uno de los asistentes durante la cena, uno de los hombres deficientes me dijo: “No le de carne, él no come carne, pues es presbiteriano”.
La incapacidad de usar cualquiera de las habilidades que me habían sido tan útiles en el pasado fue una verdadera fuente de ansiedad. De repente, yo estaba de nuevo con mi propia desnudez, abierto a afirmaciones y rechazos, a abrazos y puñetazos, a sonrisas y lágrimas, todo dependía de cómo era comprendido en el momento. En cierto modo era como si estuviera comenzando toda mi vida nuevamente. Mis amistades, contactos y reputaciones anteriores sólo podían estar en mi contra.
Esta experiencia fue, y de muchas maneras todavía es, la más importante experiencia de mi nueva vida, porque me obligó a redescubrir mi verdadera identidad. Estas personas destruidas, heridas y completamente despretenciosas, me forzaron a abandonar mi ego relevante, el ego que puede realizar cosas, mostrar cosas, probar cosas y construir cosas, y me forzaron a retomar aquel ego sin adorno, que me deja completamente vulnerable, abierto a recibir y a dar amor, mucho más allá de cualquier realización.
Digo todo esto porque estoy profundamente convencido de que el líder cristiano del futuro está llamado a ser completamente irrelevante y a estar en este mundo sin nada que ofrecer, a no ser su propia persona vulnerable. Fue así que Jesús vino a revelar el amor de Dios. El gran mensaje que nosotros tenemos para transmitir como ministros de la Palabra de Dios y seguidores de Jesús es que Dios nos ama no por lo que nosotros hacemos o realizamos, sino porque él nos creó, nos redimió en amor, y nos escogió para proclamar este amor como la verdadera fuente de toda la vida humana.
La primera tentación de Jesús fue obtener relevancia: transformar las piedras en pan. ¡Cuántas veces deseé tener este poder! Al caminar por tas "ciudades nuevas" en los alrededores de Lima en Perú, donde niños mueren de desnutrición y donde el agua está contaminada, yo no habría sido capaz de rechazar el don mágico de transformar las calles de piedra empolvadas en lugares donde las personas pudiesen tomar una de las innumerables piedras y descubrir que era una medialuna, una torta de café, o una rosca fresquita, y donde al llenarse las manos del agua estancada de los pozos, pudieran constatar alegremente que, en realidad, estaban bebiendo leche pura y deliciosa.
¿No estamos llamados nosotros, sacerdotes y ministros, a ayudar a las personas, alimentar a los hambrientos y aliviar el sufrimiento de los pobres? Jesús enfrentó estas mismas cuestiones, pero cuando le pidieron que probara su poder como Hijo de Dios a través del comportamiento relevante de transformar las piedras en pan, él se apegó a su misión de proclamar la palabra, y dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios".
Uno de los principales sufrimientos experimentados por aquellos que están en el ministerio se llama baja autoestima. Muchos sacerdotes y ministros sienten hoy cada vez más, que logran causar muy poco impacto. Están muy ocupados, pero no ven mucho efecto. Parece que sus esfuerzos son infructuosos. Enfrentan un número decreciente de personas en las reuniones de la iglesia, y descubren que psicólogos, psicoterapeutas, consejeros matrimoniales y médicos son, frecuentemente, dignos de mayor crédito que ellos. Uno de los hechos más dolorosos para muchos líderes cristianos es ver que los jóvenes se sienten cada vez menos atraídos a seguir sus pasos. Parece que en los días actuales dedicar la vida al sacerdocio o a ser ministro no vale más la pena. Además de esto, hay poca alabanza y mucha crítica dirigida a la iglesia, ¿y quien puede vivir mucho tiempo en un clima así sin caer en algún tipo de depresión? El mundo secular, al lado nuestro dice en alta voz: "Nosotros podemos cuidar de nosotros mismos. No necesitamos de Dios, ni de la iglesia o de un sacerdote, Nosotros estamos en el control. Y si todavía no lo logramos, debemos trabajar aún más para retomar el control. El problema no es la falta de fe, sino la falta de competencia. Si estás enfermo, necesitas un médico competente; si eres pobre, necesitas políticos competentes; si hay problemas técnicos, necesitas ingenieros competentes; si hay guerras, necesitas negociadores competentes. Dios, la Iglesia, y los ministros han sido usados por sig1os para llenar los baches de la incompetencia, pero hoy esas baches están siendo llenados de otras maneras y nosotros ya no necesitamos respuestas espirituales para cuestiones prácticas".
En este clima de secularización, los líderes cristianos se sienten cada vez menos relevantes y cada vez más marginados. Muchos comienzan a preguntarse por qué deberían permanecer en el rninisterio. Y frecuentemente lo dejan para desarrollar una nueva aptitud; se unen a sus contemporáneos en sus intentos de contribuir relevantemente para un mundo mejor.
Pero hay una historia completamente diferente que tiene que ser contada. Detrás de todas las grandes realizaciones de nuestro tiempo, hay una profunda corriente de desesperación. Mientras la eficiencia y el control son las grandes aspiraciones de nuestra sociedad, la soledad, el aislamiento, las relaciones arruinadas, el tedio, la sensación de vacío, la depresión, y una profunda sensación de inutilidad llenan los corazones de millones de personas en éste, nuestro mundo, que tiene como norte el éxito.
El romance de Bret Easton Elli "Menos del cero" ("Menos do que Zero") ofrece una descripción muy buena de la pobreza moral y espiritual que hay detrás de la fachada contemporánea de la riqueza, del éxito, de la popularidad y del poder. De manera bastante dramática y conmovedora, él describe la vida de sexo, drogas y violencia de los hijos adolescentes de los conductores ultra-ricos de Los Ángeles. Y el clamor que se yergue detrás de toda esa decadencia es claro y fuerte: "¿Hay alguien que me ame?" "¿Hay alguien que realmente se preocupe por mi?" "¿Hay alguien que quiera quedarse en casa para cuidarme?” "¿Hay alguien que quiera estar conmigo cuando yo me descontrolo o cuanto tengo ganas de llorar?" "¿Hay alguien que me pueda sustentar, que me dé la sensación de que formo parte de alguna cosa?"
Sentirse irrelevante es una experiencia mucho más común de lo que imaginamos cuando miramos a nuestra sociedad aparentemente segura de sí misma. La tecnología médica y el trágico aumento de abortos, pueden, hasta disminuir radicalmente el número de deficientes mentales en nuestra sociedad, pero ya es visible que más y más personas están sufriendo de profundas deficiencias morales y espirituales sin tener idea de dónde pueden buscar cura.
Es aquí donde la necesidad de encontrar un nuevo liderazgo cristiano se torna clara. El líder del futuro será aquel que ose afirmar su irrelevancia en et mundo contemporáneo como una vocación divina que permite que él o ella esté en profunda solidaridad con la angustia que está detrás de todo aquel esplendor del éxito y que lleve la luz de Jesús para brillar allí.
LA PREGUNTA: "¿ME AMAS?"
Antes que Jesús comisionara a Pedro para ser un pastor, le preguntó: "¿Simón, hijo de Jonás, me amas más que éstos7” Después le preguntó nuevamente: "¿Me arnas?" Y aún le preguntó una tercera vez: “¿Me amas?" Esta pregunta tiene que ser el centro de todo nuestro ministerio cristiano porque es la pregunta que permite que seamos, al mismo tiempo, irrelevantes y que tengamos verdaderamente auto-confianza.
Mira a Jesús. El mundo no le prestó ninguna atención. Fue crucificado y retirado de la escena. Su mensaje de amor fue rechazado por un mundo que busca poder, eficiencia y dominio. Pero allá estaba él, apareciendo con heridas en su cuerpo glorificado a los pocos amigos que tenían ojos para ver, oídos para oír y corazones para entender. Este Jesús rechazado, desconocido y herido, simplemente preguntó: "¿Me amas?"
La pregunta no es: ¿Cuántas personas lo toman en serio? ¿Cuánto puedes hacer? ¿Puedes mostrar algún resultado o fruto de tu vida? Antes bien, es: ¿Estás apasionado por Jesús? Tal vez otra manera de exponer esta pregunta seria: ¿Conoces al Dios encarnado? En nuestro mundo de soledad y desesperación hay una enorme necesidad de hombres y mujeres que conozcan el corazón de Dios, un corazón que perdona, que cuida, que extiende la mano y que quiere curar. En este corazón no hay desconfianza, ni venganza, ni resentimiento, ni siquiera un poco de odio. Es un corazón que sólo quiere dar amor y recibir amor a cambio. Es un corazón que sufre inmensamente porque ve la magnitud del dolor humano y la gran resistencia de confiar en el corazón de Dios que quiere ofrecer consuelo y esperanza.
El líder cristiano del futuro es aquel que ’verdaderamente conoce el corazón de Dios que es el corazón que se transformó en carne, "un corazón de carne" en Jesús. Conocer el corazón de Dios significa anunciar y revelar conciente, radical y concretamente que Dios es amor y sólo amor, y que cada vez que el miedo, el aislamiento, o la desesperación comienzan a invadir el alma humana, esto no proviene de Dios. Esto parece muy simple, y hasta banal, pero poquísimas personas saben que son amadas en cualquier condición o límite. Este amor incondicional e ilimitado es el que Juan, el evangelista, llama: el primer amor de Dios. "Nosotros le amamos", el dice, "porque él nos amó primero" (1a Juan 4.19). El amor que frecuentemente nos deja inseguros, frustrados, sangrantes y resentidos, es el segundo amor, o sea, la afirmación, la afección, la simpatía, el incentivo y apoyo que recibimos de nuestros padres, profesores, cónyuges y amigos. Todos nosotros sabemos cuan limitado, insuficiente, frágil es este amor. Detrás de las muchas expresiones de este segundo amor está siempre la posibilidad de que haya rechazo, retracción, castigo, chantaje, violencia y hasta odio.
Muchas películas y obras de teatro contemporáneas retratan las ambigüedades y ambivalencias de las relaciones humanas, y no hay amistades, casamientos o comunidades en las cuales las tensiones y presiones del segundo amor no sean fuertemente sentidas. Frecuentemente parece que detrás de todas las cortesías de la vida diaria hay muchas heridas abiertas que tienen nombres como: abandono, traición, rechazo, rompimiento y pérdida. 'Todos estos son aspectos del lado sombrío del segundo amor y revelan las tinieblas que nunca dejan completamente al corazón humano.
Las buenas nuevas radicales son que el segundo amor es sólo un reflejo distorsionado del primer amor, y que el primer amor nos es ofrecido por un Dios en el que no hay sombras. El corazón de Jesús es la encarnación del primer amor de Dios que no tiene sombra alguna. De este corazón fluyen ríos de agua viva.
Él clama en alta voz: "Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros" (Juan 8:37), y "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas". (Mt. 11:20-29).
De este corazón vienen las palabras: "¿Me amas?" Conocer el corazón de Jesús y amarlo es la misma cosa. Conocer el corazón de Jesús es conocer el corazón del hombre. Y cuando vivimos en un mundo con este conocimiento nosotros no podemos hacer otra cosa sino traer cura, reconciliación, vida nueva y esperanza, adonde quiera que estemos.
El deseo de ser relevante y exitoso desaparecerá gradualmente, y nuestro único deseo será decir, con todo nuestro ser, a nuestros hermanos y hermanas de la raza humana: "Ustedes son amados. No hay razón para que tengan miedo. En amor Dios creó tus entrañas y te formó en el vientre de tu madre." (ver Sal. 139:13).
LA DISCIPLINA: ORACIÓN CONTEMPLATIVA
Para vivir una vida que no sea dominada por el deseo de ser relevante, sino que, por el contrario, esté firmemente anclada en el conocimiento del primer amor de Dios, tenemos que ser místicos. Un místico es una persona cuya identidad está profundamente fundada en el primer amor de Dios.
Si existe un área donde el líder cristiano del futuro necesitará poner atención, es la disciplina de habitar en presencia de aquel que está siempre preguntando: "¿Me amas?" Es la disciplina de la oración contemplativa, A través de la oración contemplativa evitamos ser dominados por una cuestión urgente detrás de otra y dejamos de ser extraños para nuestro propio corazón y para el corazón de Dios.
La oración contemplativa nos mantiene, en casa, fundamentados y seguros, aun cuando estamos en la calle, moviéndonos de un lado a otro, y frecuentemente cercados por sonidos de violencia y guerra. La oración contemplativa profundiza en nosotros el conocimiento de que ya somos libres, que encontramos un 1ugar para habitar, y que pertenecemos a Dios, aún cuando todo y todos a nuestro alrededor nos digan lo contrario.
No es suficiente para los sacerdotes y ministros del futuro ser personas morales, bien entrenadas, ansiosas de ayudar a sus compañeros humanos, y capaces de responder creativamente las cuestiones polémicas de su tiempo. Todo esto es muy valioso e importante, pero no es el corazón del liderazgo cristiano. La cuestión central es: ¿son los líderes del futuro verdaderamente, hombres y mujeres de Dios, personas con un deseo ardiente de habitar en la presencia de Dios, de oír la voz de Dios, de mirar la belleza de Dios y de probar plenamente la bondad infinita de Dios?
El significado original de la palabra "teología" era "unión con Dios en oración". Hoy la teología es sólo una disciplina académica entre muchas otras, y frecuentemente los teólogos tienen dificultades para orar. Pero para el futuro del liderazgo cristiano es de vital importancia retomar el aspecto místico de la teología para que toda palabra pronunciada, todo consejo dado y toda estrategia llevada adelante, pueda salir de un corazón que conoce a Dios íntimamente.
Tengo la impresión de que muchos de los debates en la iglesia que involucran cuestiones como el papado, la ordenación de mujeres, el casamiento de sacerdotes, la homosexualidad, el control de la natalidad, el aborto y la eutanasia, ocurren en el nivel moral, principalmente. En este nivel, diferentes fracciones pelean sobre lo correcto y lo equivocado. Pero esta disputa es, frecuentemente, apartada de la experiencia del primer amor de Dios, que está en el fundamento de todas las relaciones humanas. Palabras como "de derecha", "reaccionario", "conservador", "liberal", y "de izquierda" son usadas para describir las opiniones de las personas, y muchas discusiones, entonces, parecen más batallas políticas por el poder que una búsqueda espiritual de la verdad.
Los líderes cristianos no pueden, simplemente, ser personas que tienen opiniones bien formadas sobre las cuestiones polémicas de nuestro tiempo. Su liderazgo debe estar fundamentado en la relación permanente e intima con el Verbo encarnado, Jesús, y es allí donde deben encontrar la fuente de sus palabras, consejos y direcciones. A través de la disciplina de la oración contemplativa, los líderes cristianos deben aprender a oír vez tras vez la voz del amor, y a encontrar allí la sabiduría y el coraje para tratar cualquier cuestión que les surja.
Tratar cuestiones polémicas, sin estar fundamentado en una profunda relación personal con Dios, fácilmente lleva a la división, porque cuando menos lo esperamos, nuestro ego se mezcla con nuestra opinión sobre un determinado tema. Pero cuando estamos firmemente fundamentados en una intimidad personal con la fuente de la vida, es posible permanecer flexible sin ser relativista, convencido sin ser rígido, confrontar sin ofender, ser gentil y perdonador sin ser un flojo, ser un testimonio fiel sin ser manipulador.
Si el liderazgo cristiano quiere ser verdaderamente fructífero en el futuro, tendrá que dejar el campo estrictamente moral y pasarse al místico.
II. DE LA POPULARIDAD AL MINISTERIO
LA TENTACIÓN DE SER ESPECTACULAR
Quiero contarles otra experiencia que me sucedió a raíz de mi mudanza de Harvard a L’Arche. Fue la experiencia de compartir mi ministerio con otros. Yo fui educado en un seminario que me hizo creer que el ministerio era esencialmente un asunto individual. Yo tenía que ser bien entrenado y bien formado, y después de seis años de entrenamiento y formación, yo era considerado como alguien bien equipado para predicar, administrar los sacramentos, aconsejar y dirigir una parroquia.
Me hicieron sentir como un hombre en un caminata muy larga, con una enorme mochila que contenía todo lo necesario para ayudar a las personas que encontrase por el camino. Las preguntas tendrían respuestas, los problemas tendrían soluciones y los dolores tendrían remedios. Sólo era cuestión de estar seguro con cuál de los tres estaba lidiando.
Con el pasar de los años, comprendí que las cosas no eran asi de simples, pero a pesar de eso, mi método básico de individualismo en el ministerio no cambió.
Cuando me convertí en profesor, tomé aún más coraje para hacer las cosas que yo quería del modo en que yo quería hacerlas. Yo tenía derecho de escoger mi propia materia, mi propio método, y algunas veces, hasta a mis propios alumnos. Nadie cuestionaba mi manera de hacer las cosas. Y cuando yo salía de la clase, estaba completamente libre para hacer aquello que creyera mejor. ¡A final de cuentas, todo el mundo tiene derecho de vivir su vida particular sin interferencia!
Cuando fui a L'Arche, sin embargo, este individualismo fue desafiado radicalmente. Allá yo era una más de entre las tantas personas que intentaban vivir con fidelidad entre los deficientes mentales, y el hecho de ser sacerdote no me daba libertad para hacer las cosas a mi propia manera.
De repente, todos querían saber mi paradero a cada hora, y yo podía ser llamado para rendir cuentas de cada movimiento o acción que hiciera. Un miembro de la comunidad fue designado para acompañarme; se formó un pequeño grupo para ayudarme a decidir cuáles invitaciones tenía que aceptar y cuáles rechazar; y la pregunta más común que me hacían los deficientes mentales era: "¿Vas a estar en casa esta noche?" Una vez viajé sin despedirme de Trevor, uno de los deficientes mentales con quien yo vivo. Al llegar a mi destino, la primer llamada telefónica que recibí fue la de él. Con la voz quebrada me dijo: "Henri, ¿por qué nos dejaste? Te extrañamos tanto, por favor regresa."
Viviendo en una comunidad con personas tan heridas, descubrí que yo había pasado la mayor parte de mi vida como trapecista, intentando caminar en tas alturas, en una cuerda floja, para alcanzar el otro lado, esperando siempre los aplausos cuando no me caía y me quebraba las piernas.
La segunda tentación a la cual Jesús fue expuesto fue precisamente la tentación de hacer algo espectacular, algo que pudiese rendirle grandes aplausos: "Échate de aquí abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden. En sus manos te sostendrán". Pero Jesús rehusó ser un superhombre. El no vino para mostrarse. El no vino para caminar sobre brasas incandescentes, para tragar fuego o para poner su mano en la boca del león para demostrar el gran valor que tenia al decir “No tentarás al Señor tu Dios”.
Cuando uno mira a la iglesia de hoy, es fácil ver el predominio del individualismo entre ministros y sacerdotes. No hay muchos entre nosotros que posean vastos repertorios de talentos para enorgullecerse, pero aún así la mayoría siente que si tiene algo positivo para mostrar en su vida, lo consiguió solo. Puede decirse que la mayoría de nosotros se siente como el trapecista fracasado, que descubrió que no tenía poder para atraer multitudes, que no lograba hacer muchas conversiones, que no tenia talento para crear bellas liturgias, que no era tan popular entre los jóvenes, los adultos, o los ancianos como esperaba, y que no era tan capaz de atender las necesidades del pueblo como quería. Al mismo tiempo la mayoría siente que debería haber sido capaz de hacer todo esto, y de hacerlo con éxito. La ambición de ser una estrella o un héroe individual, que es tan común en nuestra sociedad competitiva, tampoco es un sentimiento extraño en la iglesia. Allí también la imagen dominante es la del hombre o la mujer que consiguió éxito sin ayuda de nadie, o de aquel que puede hacer todo solo.
LA TAREA: "APACIENTA MIS OVEJAS"
Después de haberle preguntado a Pedro tres veces: "¿me amas?", Jesús dijo: "Apacienta mis corderos ... pastorea mis ovejas ... apacienta mis ovejas". Estando seguro del amor de Pedro, Jesús le da la tarea de ministrar. En el contexto de nuestra propia cultura, podemos entender esto de una manera individualista como si Pedro, estuviese, ahora, siendo enviado a una misión heroica. Pero cuando Jesús habla de pastorear, él no quiere que pensemos en un pastor valiente e individualista que cuida un gran rebaño de ovejas obedientes. De muchas maneras diferentes, Jesús muestra que ministrar es una experiencia colectiva y mutua.
En primer lugar, Jesús envía a los doce para que salgan de a pares (Mc. 6:7). Nosotros siempre nos olvidamos que somos enviados de dos en dos. No podemos llevar las buenas nuevas solos. Fuimos llamados para proclamar el Evangelio juntos, en comunidad. Existe una sabiduría divina aquí. "Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mt 18:19,20).
Tal vez usted ya haya descubierto por sí mismo la radical diferencia que existe entre viajar solo y viajar acompañado. Descubro cada vez más qué difícil es ser enteramente fiel a Jesús cuando estoy solo. Necesito a mis hermanos y hermanas para que oren conmigo, para que hablen conmigo sobre la próxima tarea espiritual y para que me desafíen a permanecer puro en mi mente, en mi corazón y en mi cuerpo. Pero lo más importante es que es Jesús quien cura, no yo; es Jesús quien dice palabras de verdad, no yo; es Jesús quien es el Señor, y no yo. Esto queda claramente visible cuando proclamamos juntos el poder redentor de Dios. En verdad, donde quiera que ministremos juntos, es más fácil que las personas reconozcan que no vivimos en nuestro propio nombre, sino en el nombre del Señor Jesús que nos envió.
En el pasado yo viajaba mucho, predicando y hablando en retiros, dando discursos de apertura del año lectivo, o en ocasiones especiales. Pero iba siempre solo. Ahora, sin embargo, cada vez que soy enviado por la comunidad para hablar en algún lugar, la comunidad trata de enviarme acompañado. Estar aquí con Bill es una expresión concreta de la visión de que no solamente debemos vivir en comunidad, sino también ministrar en comunidad. Bill y yo fuimos enviados a ustedes por nuestra comunidad con la convicción de que el mismo Señor que nos unió en amor también se revelará a nosotros y a los otros mientras caminemos juntos.
Pero hay más, ministrar no es solamente una experiencia colectiva, es también una experiencia mutua. Jesús, hablando sobre su propio ministerio pastoral dice: "Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, asi como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas." (Jn. 10:14). Así como Jesús ministra, él quiere que nosotros rninistremos igualmente. El quería que Pedro apacentase y cuidase su rebaño, no como un "profesional" quo conoce los problemas de sus clientes y los resuelve, sino como un hermano o una hermana vulnerable que conoce y es conocido, que cuida y recibe cuidado, que perdona y es perdonado, que ama y es amado. Por alguna razón nosotros hemos creído que un buen liderazgo requiere una distancia entre nosotros y aquellos a los que fuimos llamados a liderar,
La medicina, la psiquiatría y el servicio social, nos ofrecen modelos en los que el "ministerio" ocurre sólo en un sentido. Alguien sirve y otro es servido, y mucho cuidado con invertir los papeles. Entonces, ¿cómo alguien puede dar su vida por otras personas si él mismo no se abre a una relación personal con ellas? Dar la vida significa ofrecer su propia fe y duda, su esperanza y desesperación, su alegría y tristeza, su coraje y miedo, para que otros encuentren asi formas de entrar en contacto con el Señor de la vida.
Nosotros no somos los sanadores, no somos los reconciliadores, no somos los dadores de vida. Antes bien somos pecadores, personas quebradas, vulnerables que necesitan tanto cuidado como cualquiera de nuestras ovejas. El misterio de ministrar es que fuimos escogidos para hacer de nuestro propio amor, muchas veces limitado y condicional, una puerta al amor ilimitado e incondicional de Dios. Por eso, el verdadero ministerio debe ser mutuo. Cuando los miembros de una comunidad de fe no pueden conocer y amar verdaderamente a su pastor, el pastorado rápidamente se transforma en una manera sutil de ejercer el poder, y comienza a mostrar señales de autoritarismo y dictadura. El mundo en que vivimos, un mundo de eficiencia y control, no tiene modelos para ofrecer a aquellos que quieren ser pastores semejantes a Jesús. Aún las llamadas "profesiones asistenciales" han sido tan completamente secularizadas que sólo ven en una mutualidad, una debilidad y una forma peligrosa de invertir los papeles. El liderazgo del que Jesús habla es un tipo radicalmente diferente del ofrecido por el mundo. Es un liderazgo de siervo, para usar el término de Robert Greenlaf, en el cual el líder es un siervo vulnerable que necesita a las personas tanto como ellas necesitan de él.
De todo lo dicho, está claro que es necesario un tipo totalmente nuevo de liderazgo para la Iglesia del mañana, un liderazgo que no es modelado según las juegos de poder de este mundo, sino según el siervo-líder, Jesús, que vino para dar su vida para la salvación de muchos.
LA DISCIPLINA: CONFESIÓN Y PERDÓN
Habiendo dicho esto, nos encontramos frente a una cuestión: ¿Qué disciplina es necesaria para que el futuro líder venza la tentación del heroísmo individual? A mi me gustaría proponer la disciplina de la confesión y perdón. Así como los futuros líderes deben ser místicos, profundamente embebidos en la oración contemplativa, también deben estar siempre dispuestos a confesar su fragilidad y a pedir perdón a aquellos a quienes ministran.
La confesión y et perdón son las formas concretas por las cuales nosotros, los pecadores, nos amamos los unos a los otros. Frecuentemente, tengo la impresión de que en la comunidad cristiana, los sacerdotes y ministros son las personas que menos confiesan sus errores. El sacramento de la confesión, con frecuencia se ha transformado en una manera de ocultar nuestra propia vulnerabilidad a la comunidad. La persona enumera sus pecados y oye el rito del perdón, pero raramente encuentra la presencia reconciliadora y curadora de Jesús de forma real y personal. Hay tanto miedo, las personas están tan distantes, generalizan tanto, oyen, hablan y perdonan con tan poca profundidad, que no se puede esperar mucha realidad en este tipo de confesión.
¿Cómo pueden los sacerdotes y ministros sentirse realmente amados y seguros cuando han de esconder sus propios pecados y faltas de las personas a las que ministran, y se refugian en un extraño distante a fin de recibir un poco de confortación y consolación? ¿Cómo pueden las personas cuidar verdaderamente de sus pastores y mantenerlos fieles a su tarea sagrada, cuando ni siquiera los conocen y por lo tanto no pueden amarlos profundamente? Yo no me sorprendo ni siquiera un poco de que tantos ministros y sacerdotes sufran de profunda soledad emocional, ni de que frecuentemente sientan una gran necesidad de afecto e intimidad, ni de que algunas veces pasen por sentimientos profundos de culpa y vergüenza delante de su propio pueblo. Frecuentemente parecen estar diciendo: "¿Qué pasaría si mi pueblo supiera cómo me siento realmente, si supiese cómo pienso y sueño, o por dónde anda mi mente cuando estoy sentado solo en mi escritorio?" Precisamente los hombres y las mujeres más dedicados al liderazgo espiritual son los más vulnerables a la carnalidad más intensa. La razón de esto es que no saben cómo vivir la verdad de la encarnación. Se separan de su propia comunidad física, intentan dominar sus necesidades ignorándolas o satisfaciéndolas en lugares distantes y anónimos, y entonces experimentan una división creciente entre su propio mundo interior particular y las buenas nuevas que están anunciando.
Cuando la espiritualidad se convierte en espiritualización, la vida en el cuerpo se hace carnal. Cuando los ministros y sacerdotes viven sus ministerios principalmente en la esfera mental, y consideran al Evangelio como un conjunto de ideas valiosas para ser anunciadas, el cuerpo rápidamente se venga, clamando fuertemente por afecto e intimidad. Los líderes cristianos son llamados a vivir la encarnación, esto es vivir en el cuerpo, no solamente en sus propios cuerpos, sino también en el cuerpo colectivo de la comunidad, para descubrir allí la presencia del Espíritu Santo.
Y es precisamente por las disciplinas de la confesión y del perdón que se puede evitar la espiritualización y la carnalidad, y se puede vivir la verdadera encarnación. A través de la confesión, los poderes de las tinieblas son arrancados de su aislamiento carnal y traídos a la luz y a las manifestaciones de la comunidad, A través del perdón, los poderes de las tinieblas son desarmados y disipados, y una nueva integración entre el cuerpo y el espíritu se vuelve posible.
Todo esto puede parecer muy irreal, pero cualquier persona que haya tenido experiencias con comunidades de recuperación como Alcohólicos Anónimos o Hijos Adultos de Alcohólicos ya presenció, sin duda, el poder de cura de estas disciplinas.
Innumerables cristianos, inclusive sacerdotes y ministros, han descubierto el significado más profundo de la encarnación, no en sus iglesias, sino en los doce pasos de los Alcohólicos Anónimos e Hijos de los Alcohólicos, y experimentaron la presencia sanadora de Dios en una comunidad formada por personas que tienen el coraje de buscar la cura a través de la confesión mutua.
Esto no significa que ministros y sacerdotes deban explícitamente confesar sus propios pecados o fallas desde el púlpito o en sus ministraciones diarias. Esto seria enfermizo e imprudente, y no sería de ninguna manera el camino para transformarse en un siervo-líder. Lo que estarnos diciendo es que ministros y sacerdotes también son llamados a ser miembros completos de sus comunidades, deben rendir cuentas a ellas, y necesitan de su cariño y apoyo. Son llamados a ministrar con todo su ser, inclusive con sus propias heridas.
Estoy convencido de que sacerdotes y ministros, especialmente aquellos que se relacionan con muchas personas angustiadas, necesitan un lugar realmente seguro para si mismos. Necesitan un lugar donde puedan compartir sus dolores y sus luchas profundas con las personas que no necesitan de ellos, sino que puedan guiarlos cada vez más adelante en el profundo misterio del amor de Dios.
Yo, personalmente, fui muy afortunado en haber encontrado ese tipo de lugar en L'Arche, con un grupo de amigos que atienden mis propios dolores, frecuentemente escondidos, y me mantienen fiel a mi vocación con sus críticas gentiles y su apoyo amoroso. ¡Quién pudiera darles a todos los sacerdotes y ministros un lugar seguro para si mismos como ése!
III. DE LÍDER A LIDERADO
LA TENTACIÓN: SER PODEROSO
Quiero contar ahora una tercera experiencia relacionada con mi cambio de Harvard a L'Arche. Fue claramente un cambio de líder a liderado. De algún modo, yo tenía la idea de que ser más anciano y más maduro significaba ser cada vez más capaz de liderar. De hecho, me convertí en alguien que confiaba cada vez más en si mismo a través de los años. Sentí que sabía bastante, y que tenía la capacidad de expresar lo que sabía y de ser oído. En este sentido yo me sentía cada vez más capaz para dirigir mi propia vida.
Pero cuando ingresé en esta comunidad de personas deficientes mentales y sus asistentes, perdí todo mi sentido de dirección, y descubrí una vida donde cada momento estaba lleno de sorpresas, frecuentemente sorpresas para las cuales yo no estaba preparado. ¡Cuando Bill estaba de acuerdo o en desacuerdo con mi sermón, él no esperaba que la misa terminara para decírmelo! Las ideas lógicas no recibían respuestas lógicas. Frecuentemente las personas respondían de lo profundo de su interior, mostrándome que aquello que yo estaba diciendo o haciendo tenia poco o nada que ver con lo que ellos estaban viviendo. Los sentimientos y emociones del momento no podían ser puestos en jaque por bellas palabras y argumentos convincentes.
Cuando las personas tienen poca capacidad intelectual, permiten que sus corazones (sus corazones amorosos, sus corazones irritados, sus corazones ansiosos) hablen sin rodeos o adornos. Y asi lo perciben las personas con las que me fui a vivir, me mostraron que el liderazgo todavía era para mi un deseo de controlar situaciones complejas, emociones confusas y mentes ansiosas. Me llevó mucho tiempo sentirme seguro en este clima imprevisible, y todavía tengo momentos en que me pongo duro y le digo a todos que se callen la boca, que entren en línea, y me oigan y crean en lo que digo. Pero también estoy comenzando a comprender el misterio de que ser líder significa en gran parte ser liderado. Comienzo a darme cuenta de que estoy aprendiendo muchas cosas nuevas, no sólo sobre los dolores y luchas de las personas heridas, sino también sobre los dones y gracias especiales. Ellos me enseñan sobre la alegría, la paz, el amor, el celo y la oración, cosas que yo jamás podría haber aprendido en cualquier instituto. También me enseñan lo que nadie jamás me podría haber enseñado sobre la amargura y la violencia, el miedo y la indiferencia. Sobre todo me hacen vislumbrar el primer amor de Dios, en los momentos en que comienzo a sentirme deprimido y desilusionado.
Todos saben cuál fue la tercera tentación de Jesús. Fue la tentación del poder, "le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares". Cuando me pregunto cuál es la principal razón por la que tantas personas han dejado la iglesia durante las últimas décadas en Francia, Alemania, Holanda, en Canadá y también en América, la palabra "poder" enseguida viene a mi mente.
Una de las mayores ironías de la historia del cristianismo es que sus lideres constantemente cayeron ante la tentación del poder -poder político, poder militar, poder económico, o poder moral y espiritual- aunque continuaran hablando en nombre de Jesús, que no se apegó a su poder divino, sino que se humilló a si mismo y se hizo como uno de nosotros. La mayor tentación de todas es considerar el poder como un instrumento apto para la proclamación del Evangelio.
Estamos oyendo siempre a otros, y diciéndonos a nosotros mismos que tener poder (si lo usamos en el servicio a Dios y en favor de los seres humanos) es una cosa buena. Pero fue con ese mismo razonamiento que se realizaron las cruzadas, se instituyeron las inquisiciones, los indios fueron esclavizados, fueron codiciadas posiciones de gran influencia; fueron construidos los palacios episcopales, las catedrales espléndidas, y los opulentos seminarios; y fue usada mucha manipulación de conciencia. Cada vez que vemos una gran crisis en la historia de la iglesia, como el Gran Cisma del siglo XI, la Reforma del siglo XVI, o la inmensa secularización del siglo XX, notamos que la mayor causa de división es siempre el poder ejercido por aquellos que dicen ser seguidores del pobre y despojado Jesús.
¿Qué es lo que convierte a la tentación por el poder en algo aparentemente irresistible? Tal vez sea que el poder ofrece un fácil sustituto para la difícil tarea de amar. Parece más fácil ser Dios que amar a Dios, controlar a las personas que amarlas, ser dueño de la vida que amar la vida. Jesús pregunta: "¿Me amas?" Nosotros preguntamos: "¿podemos sentarnos a tu derecha y a tu izquierda en tu reino?" (Mt. 20:21). Desde que la serpiente dijo: "el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal" (Gn 3:5), somos tentados a sustituir el amor por el poder. Jesús vivió esta tentación de la manera más agonizantemente posible, del desierto hasta la cruz. La larga y dolorosa historia de la iglesia es la historia de las personas que vez tras vez fueron tentadas a escoger el poder en lugar del amor, para controlar en vez de aceptar la cruz, para ser un líder en vez de ser liderado. Aquellos que resistieron esta tentación hasta el fin, dándonos así la esperanza de hacer lo mismo, son los verdaderos santos.
Una cosa está bien clara para mí: la tentación del poder es mayor cuando la intimidad representa una amenaza. La mayor parte del liderazgo cristiano es ejercido por personas que no saben desarrollar relaciones sanas e íntimas, por eso optan por el poder y et dominio. Muchos cristianos que construyeron imperios para si fueron personas incapaces de dar y recibir amor.
EL DESAFÍO: “OTRO TE CONDUCIRÁ”
Volvamos ahora a Jesús. Después de preguntarle a Pedro tres veces si lo amaba más que los otros, y después de comisionarlo tres veces para ser un pastor de sus ovejas, de manera muy enfática le dice:
"De cierta, de cierto te digo: cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras".
Estas fueron las palabras que abrieron el camino para mudarme de Harvard a L’Arche. Tocan la esencia del liderazgo cristiano, y fueron dichas a fin de ofrecer maneras siempre nuevas de abandonar el poder y seguir el humilde camino de Jesús.
El mundo dice: "Cuando ustedes eran jóvenes, eran dependientes y no podían ir a donde querían, pero cuando se hagan más viejos, serán capaces de tomar sus propias decisiones, tomar sus propios caminos y controlar sus propios destinos". Pero Jesús nos da una visión completamente diferente de madurez: es la habilidad y la disposición para ser guiado hacia donde preferiríamos no ir. Inmediatamente después de que Pedro fue comisionado para ser un líder de su rebaño, Jesús lo confronta con la dura realidad de que el líder-siervo es el líder que es guiado hacia lugares desconocidos, indeseables y dolorosos. El camino del líder cristiano no es el camino de ascenso en el que et mundo actual insiste tanto. Es el camino descendente que termina en la cruz. Esto puede sonar medio mórbido o masoquista, pero para aquellos que oyeron la voz del primer amor y respondieron "si", el camino descendente de Jesús es el camino hacia la alegría y la paz de Dios, una alegría y una paz que no son de este mundo.
Aquí llegamos a la cualidad más importante del liderazgo cristiano del futuro. No es un liderazgo de poder y dominio, sino un liderazgo de franqueza y humildad, a través del cual el siervo sufridor de Dios, Jesucristo, se manifiesta. Obviamente, no estoy hablando sobre un liderazgo psicológicamente débil, en el cual el líder cristiano es simplemente la victima pasiva de las manipulaciones de su medio. No, estoy hablando de un liderazgo en el cual el poder es constantemente abandonado en favor del amor. Es un verdadero liderazgo espiritual. La franqueza y la humildad en la vida espiritual no significa ser una persona sin fibra, que deja que los otros tomen las decisiones en su lugar. Sino que son las características de personas que están tan apasionadas por Jesús que se disponen a seguirlo por donde quiera que él los guíe, siempre creyendo que, con Jesús encontrarán vida y vida en abundancia. El líder cristiano del futuro necesita ser radicalmente pobre, viajando sin nada, a no ser un cayado ("ni pan, ni dinero en el cinto, sino que calzasen sandalias y no vistiesen dos túnicas", Mr. 6:8). ¿Qué tiene de bueno ser pobre? Nada, excepto que esto nos ofrece la posibilidad de ejercer el liderazgo, dejando que otros nos lideren. Pasamos a depender de las repuestas positivas o negativas de aquellos a quienes somos enviados, y de esa forma seremos realmente conducidos hacia donde el Espíritu de Jesús nos quiere guiar. La abundancia y la riqueza nos impiden discernir realmente el camino de Jesús.
Pablo le escribe a Timoteo: "Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición", (1a Tim. 6:9). Si hay alguna esperanza para la iglesia en el futuro, será la esperanza de una iglesia pobre, que tiene líderes dispuestos a ser liderados.
LA DISCIPLINA: REFLEXIÓN TEOLÓGICA
¿Cuál es la disciplina necesaria para un líder que desea ser guiado, "con las manos extendidas"? Quiero proponer aquí la disciplina de la intensa reflexión teológica.
Asi como la oración nos mantiene ligados al primer amor, y la confesión y el perdón hacen nuestro ministerio más comunitario y recíproco, la intensa reflexión teológica, igualmente, nos hará discernir con sentido crítico, hacia dónde estamos siendo guiados.
Pocos ministros y sacerdotes piensan teológicamente. La mayoría fue educada en un clima en que las ciencias del comportamiento, tales como la psicología y la sociología, dominan tanto el currículum educacional, que ha sido enseñada muy poca teología. La mayoría de los lideres cristianos de hoy abordan cuestiones psicológicas o sociológicas, sin embargo las expresan en terminología bíblica. La verdadera reflexión teológica, que significa pensar con la mente de Cristo, es muy difícil de encontrar en la práctica del ministerio. Sin una sólida reflexión teológica, los futuros líderes serán poco más que los pseudopsicólogos, pseudosociólogos y pseudoasistentes sociales.
Se consideran a si mismos como asistentes, capaces de resolver los problemas de los otros o de ofrecer un modelo a seguir, como figuras de padre o madre, o como hermanos o hermanas más crecidos, y asi se sumarán a la innumerable cantidad de hombres y mujeres que se ganan la vida intentando ayudar al prójimo a enfrentar con éxito las presiones y tensiones de la vida cotidiana.
Pero todo esto tiene poco que ver con el liderazgo cristiano, pues el líder cristiano debe pensar, hablar y actuar en nombre de Jesús, que vino a libertar a la humanidad del poder de la muerte y a abrir el camino hacia la vida eterna.
Para ser un líder así, es esencial saber discernir, momento a momento, cómo Dios está actuando en la historia humana, y cómo los eventos personales, comunitarios, nacionales e internacionales que ocurren durante nuestra vida pueden sensibilizarnos cada vez más hacia el camino que nos conduce a la cruz, y a través de la cruz, a la resurrección.
La tarea de los futuros líderes cristianos no es hacer una pequeña contribución a la solución de los dolores y tribulaciones de su época, sino identificar y anunciar las formas en que Jesús está guiando al pueblo de Dios fuera de la esclavitud y a través del desierto, hacia una nueva tierra de libertad. Los líderes cristianos tienen la ardua tarea de responder a las luchas personales, a los conflictos familiares, a las calamidades nacionales y a las tensiones internacionales con una fe clara y declarada en la presencia real de Dios. Es preciso que digan "no” a toda forma de fatalismo, derrota, casualidad o eventualidad que haga que las personas crean que las estadísticas reflejan la verdadera realidad. Es preciso decir "no" a toda forma de desesperación que ve la vida humana como una mera cuestión de buena o mala suerte. Es necesario decir "no" a los intentos sentimentales de crear en las personas un espíritu de resignación o indiferencia estoica delante de la inevitabilidad del dolor, del sufrimiento o de la muerte. En síntesis, es necesario decir "no" al mundo secular y proclamar en términos bien claros que la encarnación de la Palabra de Dios, por la cual todas las cosas existen, y que hace que hasta el menor acontecimiento de la historia humana sea un "Kairós", o sea, una oportunidad de ser conducido hacia una mayor profundidad en el corazón de Jesús. Los líderes cristianos del futuro tienen que ser teólogos, personas que conocen el corazón de Dios y son entrenadas -a través de la oración, del estudio, y del análisis detallado- para manifestar la suprema acción de la obra redentora de Dios en medio de los innumerables eventos aparentemente casuales de su época.
Reflexión teológica es reflexionar sobre las dolorosas realidades de todos los días y sobre las positivas, también, con la mente de Jesús para despertar, así, la conciencia humana para la percepción de la suave orientación de Dios en nuestro interior. Esta disciplina no es muy fácil, pues la presencia de Dios frecuentemente es una presencia oculta, una presencia que tiene que ser descubierta. Los altos y turbulentos ruidos del mundo nos dejan sordos ante la voz suave, mansa y amorosa de Dios. Un líder cristiano está llamado a ayudar a las personas a oír esta voz y ser asi, confortadas y consoladas.
Al pensar sobre el futuro del liderazgo cristiano, estoy convencido de que tiene que ser un liderazgo teológico. Para que esto ocurra, muchas cosas tienen que suceder en los seminarios e institutos de teología. Tienen que transformarse en centros donde las personas son entrenadas en el verdadero discernimiento de las señales de su época. Este entrenamiento no puede ser simplemente intelectual. Requiere una profunda formación espiritual, involucrando a la persona en su todo, o sea, su cuerpo, mente y corazón. Creo que no logramos percibir hasta qué punto las escuelas teológicas se convirtieron en instituciones seculares. La mayoría de los seminarios tienen poco que ver con la formación de la mente de Cristo, que no se apegó al poder sino que se humilló a sí mismo tomando forma de siervo. En nuestro mundo competitivo y ambicioso todo milita contra esta actitud. Pero sólo en la medida en que se busque y se encuentre esta formación, puede haber esperanza para la iglesia del próximo siglo.
CONCLUSIÓN
Resumiendo. Mi cambio de Harvard a L'Arche me concientizó de una forma nueva de cómo mi propia manera de pensar sobre el liderazgo cristiano fue afectada por el deseo de ser relevante, por el deseo de ser popular y por el deseo de tener poder.
¡Cuántas veces consideré la relevancia, la popularidad y el poder como ingredientes de un ministerio eficaz! La verdad, sin embargo, es que estas cosas no son vocaciones sino tentaciones. Jesús nos pregunta: "¿Me amas?" Jesús nos veía como pastores y nos promete una vida en la que, cada vez más, tendremos que extender nuestras manos para ser guiados a lugares donde preferiríamos no ir.
Él nos pide que cambiemos nuestra preocupación por la relevancia por una vida de oración; nuestro apego a la popularidad por un ministerio comunitario y reciproco, un liderazgo edificado sobre le poder por un liderazgo en que discernamos críticamente hacia dónde Dios nos está guiando, tanto a nosotros como a nuestro pueblo.
Las personas de L’Arche me están mostrando nuevos caminos. Confieso que soy un alumno muy lento. Los viejos patrones que demostraron ser muy eficaces en el pasado no son fáciles de abandonar. Pero cuando pienso sobre el líder cristiano del próximo siglo, yo realmente creo que las personas de quienes yo menos esperaba aprender me están enseñando el camino. Mi esperanza y oración es que estas lecciones que estoy recibiendo en mi nueva vida no sean provechosas sólo para mí, sino que los ayuden también a ustedes a ganar una nueva visión del líder cristiano del futuro.
Esto que escribí aquí obviamente no es nada nuevo, pero espero y oro para que ustedes perciban que la visión más antigua y tradicional del liderazgo cristiano continua siendo una visión que aguarda para el futuro su verdadera realización.
Quiero dejar con ustedes la imagen de un líder con las manos extendidas, que optó por una vida de movimiento descendente. Es la imagen del líder de oración, del líder vulnerable y del líder confiado (en Dios). Que esta imagen llene sus corazones de esperanza, coraje y confianza mientras esperan con expectativa el próximo siglo.
EPÍLOGO
Escribir estas reflexiones fue una cosa, pero presentarlas en Washington D.C. fue otra completamente diferente. Cuando Bill y yo llegamos al aeropuerto de Washington, fuimos llevados al Hotel Clarendon en la Crystal City (Ciudad de Cristal), un conjunto de predios altos y modernos, que parecen totalmente de vidrio, del mismo lado del río Potomac que el aeropuerto. Bill y yo nos quedamos bastante impresionados por la atmósfera esplendorosa del hotel. Recibimos cuartos espaciosos, con camas de dos plazas, baños privados con muchas toallas, y televisión por cable. En la mesa del cuarto de Bill, había una cesta con frutas y una botella de vino. A Bill le encantó. Siendo un telespectador experimentado, él se acomodó confortablemente en su enorme cama y sintonizó en secuencia todos los canales con su control remoto.
Luego llegó la hora de presentar nuestras buenas noticias juntos. Después de una deliciosa cena en uno de los salones de baile lleno de estatuas doradas y pequeñas fuentes de agua, Vicent Dwyer me presentó a la audiencia. En aquel momento yo todavía no entendía lo que significaría hacer mi ministerio "junto con Bill". Inicié mi charla diciendo que no había venido solo y que estaba feliz de que Bill hubiera venido conmigo. Tomé mi texto, todo escrito a mano, y comencé mi discurso. Pero en ese momento exacto, noté que Bill había salido de su lugar y estaba viniendo a la plataforma. El subió y se instaló bien detrás mío. Él tenia una idea mucho más clara y concreta sobre el significado de "hacer todo juntos" que yo. Cada vez que yo terminaba de leer una página, él la tomaba y la colocaba sobre una pequeña mesa que estaba al lado. Me sentí muy a gusto con eso y comencé a sentir la presencia de él conmigo como un apoyo.
Pero Bill tenía en mente algo más que esto. Cuando comencé a hablar sobre la tentación de transformar las piedras en pan como la tentación de ser relevante, él me interrumpió y dijo bien fuerte para que todos lo oyeran: "Yo ya oí esto antes". En verdad ya lo había oído, pero él sólo quería que los sacerdotes y ministros que estaban allí supiesen que él me conocía muy bien y que estaba familiarizado con las mismas ideas. Para mí, sin embargo, vino a ser como un suave y amoroso recordatorio de que mis pensamientos no eran tan nuevos como yo quería que mi audiencia lo creyera. La intervención de Bill creó una nueva atmósfera en el salón de conferencias: más leve, más fácil y más alegre. De alguna manera, Bill había desechado la seriedad de la ocasión y traído una normalidad más informal o casera, A medida que continuaba mi exposición, yo sentía que estábamos "ministrando juntos" cada vez más, y eso me gustaba.
Cuando llegué a la segunda parte, y leía las palabras: "la pregunta más común que los deficientes mentales me hacen es si estaré en casa o no a la noche", Bill me interrumpió otra vez y dijo: "Es verdad, esto es lo que John Smeltzer siempre pregunta". Nuevamente, con esto descontracturó el ambiente con su observación. Bill conocía a John Smeltzer muy bien después de vivir en la misma casa por varios años. El quería que las personas supieran algo sobre su amigo. Era como si él estuviera atrayendo la audiencia hacia nosotros, invitándola a entrar en la intimidad de nuestra vida en común.
Después de terminar mi discurso, y de que las personas me hubieron demostrado su gratitud, Btll me dijo: “Henri, ¿podré decir algo ahora?” Mi primera reacción fue: “¿Cómo voy a afrontar esta situación? Puede ser que el comience a divagar y cree asi una situación embarazosa”. Pero luego discerní mi propia presunción pensando que él no tendría nada importante para decir, y entonces le dije a la audiencia: “Tomen asiento por favor. Bill quisiera decirles unas palabras”.
Bill tomó el micrófono y dijo, con todas las dificultades que él tiene para hablar: “La última vez, cuando Henri fue a Boston, el llevó a John Smeltzer. Esta vez, el me llamó para venir con él a Washington, y estoy muy contento de estar aquí con ustedes. Muchas gracias." Fue solamente eso, y todos se levantaron y le dieron un caluroso aplauso.
Cuando descendíamos de la plataforma, Bill me dijo: "Henri, ¿te gustó lo que dije?", "Mucho", yo respondí, "todos quedaron realmente felices con lo que dijiste". Bill quedó muy satisfecho. Cuando las personas se reunieron después para el lunch, él estaba más suelto que nunca. Fue persona por persona, presentándose y preguntando si les había gustado la palabra. Contó una cantidad de historias sobre su vida en la Comunidad Daybreak. Yo no lo vi por más de una hora. El estaba por demás ocupado conociendo a todo el mundo.
A la mañana siguiente, en el desayuno, antes de salir, Bill pasó mesa por mesa con la cuchara de café en la mano despidiéndose de todos aquellos que había conocido la noche anterior. Estaba claro que él había hecho muchas amistades y que se sentía muy a gusto en ese ambiente tan fuera de lo común para él.
En el viaje de vuelta a Toronto, Bill sacó los ojos de su libro de palabras cruzadas que lleva a todo lugar que va, y me dijo: "Henri, ¿te gustó nuestro viaje?" "Oh, sí", respondí, "fue un viaje maravilloso y estoy muy contento porque estás conmigo". Bill me miró atentamente y dijo: "Y nosotros lo hicimos juntos, ¿no es cierto?"
Entonces, ahí, comprendí de forma más completa las palabras de Jesús: "Donde están dos o tres congregados en mi nombres, allí estoy yo en medio de ellos." (Mt 18:20). En el pasado, di conferencias, sermones, palabras, y discursos solo. Y siempre me pregunté a mi mismo cuánto de lo dicho sería recordado, pero el hecho de que Bill y yo hayamos hecho todo juntos no seria fácilmente olvidado. Mi oración y esperanza era que el mismo Jesús que nos había enviado juntos y que estuvo con nosotros durante todo el viaje, hubiera hecho de su presencia una realidad para todos aquellos que se reunieran en el Hotel Clarendon en Crystal City.
Cuando nuestro avión aterrizó, yo miré Bill y le dije: "Bill, muchas gracias por haber venido conmigo. Fue un viaje maravilloso, y todo lo que hicimos, lo hicimos juntos en el nombre de Jesús". Y esto lo dije de corazón.
La fortaleza de un hombre / Enviado por Vivy
La fortaleza de un hombre no está en el ancho de sus hombros... está en el tamaño de sus brazos cuando abrazan.
La fortaleza de un hombre no está en lo profundo del tono de su voz... está en la gentileza que usa en sus palabras.
La fortaleza de un hombre no está en la cantidad de amigos que tiene... está en lo buen amigo que se vuelve de sus hijos.
La fortaleza de un hombre no está en su cabello o su pecho... está en su corazón.
La fortaleza de un hombre no está en lo duro que puede golpear... está en lo cuidadoso de sus caricias.
La fortaleza de un hombre no está en el peso que pueda levantar... está en las cargas que pueda llevar a cuestas.
La fortaleza de un hombre no está en las mujeres que ha amado... está en poder ser verdaderamente de una sola mujer.
La fortaleza de un hombre no está en creer que todo lo puede… está en reconocer que sin Dios, nada sería posible.
miércoles, 19 de septiembre de 2007
“Llamados por Jesús con otros.La comunidad. El corazón de la comunidad: Las personas con una discapacidad" (I) / Autor: Jean Vanier
Publicamos una de las reflexiones de Jean Vanier impartidas a una de las comunidades de Fe y Luz durante un retiro sobre el mismo tema. La primera de ellas está publicada en nuestro blog el día 5 de septiembre y la segunda el 14 de septiembre.
Quería comenzar contándoos una historia que me conmovió profundamente, sobre una mujer joven de 17 años que me escribió en su última carta: “siempre he tenido la sensación de que mis padres no me querían y de que yo era un estorbo y mi familia siempre ha hablado bien de mis hermanos y hermanas, pero nunca de mí; y fui al colegio pero nunca tuve amigos; y tuve la sensación de que nunca, ningún hombre podía elegirme a mí...” Así que, nos encontramos con una mujer joven con tendencias depresivas, nadie puede amarme, nadie puede quererme, no soy buena. Y en su carta continúa: “Un día estaba paseando, caminando por un bosque cercano y me senté bajo un árbol y de repente sentí la conciencia de que era amado por Dios; algo en cierto modo manó de mi interior” y para una mujer así, con una actitud depresiva, yo lo entiendo muy bien, una experiencia de este tipo es una experiencia muy fuerte.
Ella tiene su historia, todos nosotros tenemos nuestra historia. Hoy somos nosotros todo el fruto existente desde nuestra concepción, esta es nuestra historia. Parte de nuestra historia es solos, la mía tiene 73 años, otras historias son más jóvenes, pero todos nosotros tenemos una historia.
Dentro del vientre materno algo sucede. Sabéis que entre la madre y el niño en el vientre materno hay una forma de comunicación y que un feto a los seis meses dentro del vientre materno puede oír, el bebé puede ser muy sensible a la música, el niño nace, el parto puede ser una experiencia bonita o dolorosa; en algunos casos puede ser muy doloroso porque el bebé no respira bien al principio por una serie de razones, o en algunas ocasiones en el vientre el niño tiende a estrangularse; en algunas ocasiones el niño es separado de la madre porque ha nacido muy débil. Así que hay muchas experiencias, experiencias de ser realmente querido y ser una alegría o incluso, experiencias tristes, en que la familia estaba esperando un niño y es una niña o al revés; o el niño tiene una deficiencia. Todos hemos vivido estas experiencias y todo aquello que hemos vivido está inscrito en nuestros cuerpos; ninguno de vosotros puede acordarse del día de su nacimiento, vuestras primeras memorias no sé de cuándo son, ¿cuando teníais cuatro o cinco años...? Pero existe lo que llamamos la “memoria del cuerpo” y la memoria del cuerpo puede aflorar en alguna ocasión, en algunas terapias y ... ¿fuimos amados o sentimos que no lo éramos?
Hace no mucho un asistente me hablaba sobre su hija. Una mañana su hija de cuatro años le miró y le dijo: “te odio, te odio, te odio”. Y cuando miré a mi hija a la cara me di cuenta de que era verdad. ¿Cuál era el problema? Era que su hermano pequeño acababa de nacer, así que ella había perdido su lugar de ser la hija única. Así que, todos los niños dicen cosas, vivimos emociones, vivimos miedos, vivimos éxitos y fracasos, vivimos grandes iras a nuestros padres o sumisiones a nuestros padres y necesitamos tiempo para descubrir quiénes somos, qué decisiones quiero tomar por mí mismo. Esa es nuestra vida, todos vivimos nuestra historia; en nuestra historia, quizás tenemos un hermano o una hermana con una deficiencia. Un hermano un día me contó: “yo siempre quise ser deficiente”, porque en esa familia lo que sucedió es que la madre únicamente arropó a la persona con deficiencia y olvidó al otro hermano ¡esa es nuestra historia!
Tenemos sentimientos de angustia, de depresión..., ¡eso es lo que somos nosotros! Y hoy somos el fruto de todo lo que ha sucedido, y esa historia no puede ser cambiada; lo único que Dios no puede hacer es cambiar la historia, nuestra historia es nuestra historia; y yo soy hoy el fruto de todo lo que ha sucedido desde mi concepción. Lo que sucede cuando una mujer como esta tiene una experiencia de Dios, es que acepta y dice: “de acuerdo, acepto lo que soy yo hoy”; soy amado tal y como soy, con todo lo que soy y con toda mi historia; una historia de rotura, una historia de rechazo de Dios o de aceptación de Dios, una historia de pecado..., sea lo que sea, pero está bien. Mi historia es mi historia, no la puedo cambiar; pero soy amado hoy, tal y como soy; no tengo que ser lo que otros quieren que sea, no tengo que ser lo que mis padres hubieran deseado que yo fuera, ni siquiera tengo que ser lo que yo hubiera querido ser; soy quien soy, hoy... ¡y está bien!
Soy amado por Dios tal y como soy hoy. Porque cuando descubrimos que somos amados, los sentimientos de culpabilidad desaparecen. Mi experiencia es que muchas personas viven con culpa, no puedo amar a la gente, la gente no me ama; montones de historias... no acepto a las personas con deficiencia, mis padres no me quieren, etc. Y todos estamos llenos de sentimientos de culpa y hay una cierta tristeza sobre lo que nosotros somos hoy y estamos paralizados por la culpa. Y cuando escucho a la gente, encuentro a pocas personas llenos de orgullo, y me encuentro con mucha gente que no se gustan a sí mismos, y no se gustan a sí mismos tal y como son, y no creen en sí mismos; ni siquiera pueden creer que son amados por Dios, no pueden creer que realmente son importantes. Pienso que esa es la situación para la mayoría de la gente, no creen en sí mismos, y porque no creen en sí mismos... ¡tienen miedo a amar!
Ayer os hablé del miedo a Jesús. Pero pueden tener miedo a cualquier modo de amor, porque el amor destruye mi libertad, y puede pararme y pedirme ser lo que soy. A veces la gente, los niños tienen miedo del amor de sus padres, porque pueden sentir un amor que les está controlando, poseyendo. Por eso a veces pueden estar muy enfadados hacia sus padres, por sentir un amor que les manipula. El amor puede manipular mucho. Es como si los padres quisieran que los niños estuvieran de una determinada manera, entonces les manipulan. La pregunta es ¿existe un amor que nos da la libertad? Esta es una gran pregunta. ¿El amor controla y posee o el amor puede dar la libertad? Dar la libertad para cometer errores, dar la libertad para ser tú mismo.
En aquella historia tan bonita del “Hijo pródigo”, el hijo le pide al padre parte de su herencia, y se la da, “bien eso es lo que quieres”. El padre se lo da, no trata de pararlo, no trata de controlarlo, confía en él. Así que... ¡te lo daré!. Debió ser una herida profunda para el padre, porque en la tradición judía cuando un hijo pide su herencia, realmente lo que está diciendo es “deseo que te mueras”. Pero el padre no discute, porque el amor sólo puede provenir de la libertad, no podemos imponer el amor, no podemos controlar a la gente.
Lo importante es que la gente descubra quiénes son y qué es lo quieren y cómo quieren crecer. El peligro de todas nuestra sociedades, que también sucede en la Iglesia, es el deseo de controlar a las personas, en lugar de llevarlas a la libertad y ayudar a la gente a caminar hacia la libertad. Quizás en otro momento hablaremos de las condiciones necesarias para caminar hacia la libertad, de manera que pueda tomar mis decisiones de acuerdo con mi conciencia, y no simplemente obedecer. La obediencia puede ser buena, pero la obediencia puede ser también mala. Si simplemente haces lo que te digo que hagas; es mucho más importante decir qué piensas qué debo hacer, qué dice tu conciencia y hablar de ello. Porque tú eres una persona y Jesús reside en ti y lo que tú tienes que decir es importante. Lo peligroso es que la gente no crea que tiene una conciencia, que crean que Dios no reside en ellos...
No sé si entendí la canción sobre el teléfono, pero si realmente es lo que yo imaginé, es realmente algo muy bueno; tenemos una comunicación directa con Dios y eso es importante, que uséis vuestro teléfono móvil divino. Pero para eso tenemos que estar preparados y escuchar realmente y no apagar el teléfono móvil cuando Jesús empieza a hablarnos. El problema de Jesús es que no dice mucho, excepto “confío en ti” y “escucha tu corazón más profundo”, entra en ti mismo, no escuches solamente tus deseos superficiales, profundiza más”. Para eso necesitas tiempo, necesitas silencio. A veces quizás deberíais sentaros debajo de un árbol y allí encontramos dificultades; cuando hay angustia siempre queremos hablar, o queremos ver la tele... sea lo que sea. Nos cuesta ir a un lugar de silencio, y entonces, allí es donde suena el teléfono, en ese lugar secreto de nuestro ser. Mucha gente no conoce ese lugar secreto, mucha gente no cree que tenga una comunicación directa con Dios, o quizás creen que Dios va a obligarles a hacer cosas que no quieren hacer. Y la visión completa de Dios es conseguir hacer hombres y mujeres llenos de alegría.
Esa es la última frase del Evangelio de ayer: “os digo esto para que estéis completamente llenos de mi gozo”; eso es lo que quiere Dios, que seamos gente de alegría, llenos de vida, no llenos de ira y paralizados por la angustia y la tristeza. La pregunta es ¿cómo crecer hacia esta libertad? Mi experiencia es que he encontrado la máxima libertad en mi relación con personas discapacitadas; de una manera misteriosa ellos me han llevado hacia la libertad. En cierto modo ellos han despertado mi necesidad y quiero que entremos poco a poco hacia la realidad completa de la compasión, hablaros de un amor que realmente nos libera y nos trae la liberación.
Sabéis la historia del Buen Samaritano. Ayer os hablé de una mujer de Samaria y hablamos un poco de la relación entre samaritanos y judíos; ellos se excluían unos a otros, se evitaban, podemos decir incluso que se odiaban, había un grueso muro que les separaba; no había contacto entre ellos, si tú veías a un samaritano acercarse, tú te ibas hacia la otra dirección... ¿sabéis la historia, no?
Un hombre asaltado en el camino de Jerusalén a Jericó, tirado en el suelo en un estado de coma. Y una de las autoridades religiosas, que era judío, pasa, le ve y continúa su camino; el levita, una autoridad religiosa, hace lo mismo, continúa su camino... ¿por qué no se pararon? Es importante ver porqué. Porque esa es la misma razón por la que yo no paro... ¿cómo nos comportamos ante una persona tirada en el suelo?
Hace algún tiempo estaba en París y una persona que parecía muy pálida, muy disgustada se acercó hacia mí y me dijo “dame diez francos” bueno, en este lugar, dame dos euros; y yo me detuve y le pregunté porqué; “porque no he comido” me dijo; y le pregunté porqué, me dijo: “acabo de salir del hospital psiquiátrico”. Así que, comencé a preguntarla; de repente sentí un gran miedo que salía de mí y sabía que si me encontraba un poco más con ella, me atraparía, y tendría que decirle: “ven, vamos a tomar algo al Mc Donals...” bueno, no me gusta el Mc Donals, es un signo americano, permaneced españoles, bueno, eso es otro problema. Así que, yo sentía miedo; así que le di el dinero y me fui. ¿Dónde estaba mi miedo? Yo tenía una cita, pero siempre podemos cancelar una cita, pero no estaba preparado para aceptar algo nuevo, fatiga... ¡no lo sé!
¿Sabéis? A veces no estamos preparados para aceptar una nueva situación, incluso más quizás... no sabemos qué hacer. En una situación como esta estamos ante una mujer perturbada, que necesita mucho más que diez francos; posiblemente necesita un lugar que la acoja, necesita alguien que la aconseje, necesita amigos y no puedes hacer todo por todos, no puede ser todo; así que le di el dinero y continué mi camino. Y creo que esto es un sentimiento que todos tenemos... ¡no sabemos qué hacer!
En París hoy en día hay muchos, muchos mendigos. Cada vez que cojo el metro, hay montón de gente que pide dinero, así que... ¿qué hacemos? Poco a poco podemos cerrar nuestro corazón al dolor, hay tantas cosas ante las que no sabemos qué hacer; si queríamos resolver el problema, ven entonces; si se tratara de dar diez francos y que la mujer consiguiera la felicidad, pues no hay problema, si lo podemos solucionar, sería fácil; pero sabemos que hay muchas situaciones en las que no podemos resolver el problema. Como aquella mujer de la que os hablaba ayer embarazada de ocho meses y ella sabía que el niño tenía una deficiencia profunda. Estamos confundidos porque no sabemos qué hacer; incluso, si supiéramos qué hacer, estamos ya muy ocupados. Quizás todos mis amigos me critiquen si hago algo, así que, rechazamos el dolor. El dolor es algo que no queremos; si el dolor puede ser resuelto..., pero ¿cómo estar al lado de personas que están continuamente con dolor?
Por eso hay dos modos de COMPASIÓN , hay compasión – competencia. Como os comentaba ayer, si alguien tiene un dolor de muelas, no le digáis simplemente “estaré a tu lado y rezaré por ti”; llevad a la persona al dentista y a un buen dentista y rápidamente..., resolveremos el dolor. Pero cuando nos enfrentamos a situaciones que no tienen solución, no sabemos qué hacer, porque no nos gusta el dolor.
El hogar en el que vivo, hay un hombre que tiene una condición psicótica, le conocemos desde que tenía 15 años y de vez en cuando entra en periodos de angustia y dolor... ¿qué necesita un hombre como este? Necesita medicación, necesita una casa en la que vivir, necesita un trabajo, y muchas cosas. Pero lo que necesita por encima de todo, una vez que tiene buena medicación, una casa..., es un amigo, que le acepte tal y como es, con su condición psicótica; no cambiará. Su padre es ahora anciano y posiblemente morirá en unos dos años, así que, lo que él necesita ahora es un amigo, que sencillamente le acepte tal y como es, con su angustia y con su dolor. No podemos cambiar su dolor; su dolor viene de hace mucho tiempo, es un desorden psicótico; tiene la mejor medicación posible, tiene un trabajo, pero no es suficiente... lo que necesita es un amigo, ¡eso es la compasión: permanecer !
Ese es el misterio más importante de María permaneciendo al pie de la cruz, por eso María es una mujer de compasión. Ella permanece de pie a los pies de la cruz, no se enfada, no grita a las personas, no critica a los apóstoles que huyen...
En los últimos años he acompañado a un número de mujeres cuyos maridos las habían abandonado. Algunas de ellas entraron en una forma de depresión clínica... ¿qué podemos hacer? Su marido se ha ido, pero lo que todos podemos hacer es decir es: “estoy contigo y te comprendo”; pero no nos gusta estar con gente dolida y no poder solucionarlo, y no queremos vivir nuestro propio dolor; así que, encontramos todo tipo de excusas para no estar cerca de los que tienen dolor. Y el mayor sufrimiento de las personas con dolor, es que se sienten solos, que no se sienten buenos, se sienten apartados. Esta es la realidad que viven muchas personas con deficiencia, sienten que nadie les quiere.
Así que, los dos hermanos en religión pasaron de largo. Y ¿quién fue el que se detuvo? Fue el enemigo. Y él se paró; y se nos dice que fue conmovido por la compasión. Es muy conmovedor ser conmovido por la compasión. Me imagino que muchos de vosotros cuando veáis a alguien que sufre, podéis ser conmovidos por la compasión. Pero hay dos momentos, uno en el que somos realmente conmovidos y nos afecta, y el segundo momento es comprometerse. A mucha gente le conmueve, sienten compasión, les duele..., pero entonces no hacen nada. Así que hay dos momentos, uno en el que nos sentimos afectados, movidos por la compasión y otro en el que el buen samaritano realmente toca el cuerpo herido de la persona. Y sabéis que este samaritano sabía lo que tenía que hacer; le puso vino en las heridas para curarlas, puso aceite en las heridas para facilitar la cicatrización y le vendó, y le puso encima de un borrico. Esto no es sencillo. No es fácil cargarse a un hombre que está en el suelo y ponerlo encima de un burro. Muchas veces no sabemos cómo sujetar un cuerpo, estamos un poco perdidos y podemos sujetar mal el cuerpo, así que se puede caer.
Sí sentimos que este Samaritano sabía lo que sentía. Así que le llevó a la posada local y pasó la noche con él... ¡eso es muy bonito! Se sentó junto a él y quizá hubo un momento precioso donde posiblemente el hombre judío abrió sus ojos y vio que había sido salvado por un samaritano `¡Ah! ¿eres tú?, ¿tú me has salvado? Nunca, nunca volveré a criticar a un samaritano`. Así que no es solamente el cuerpo del judío el que cambia, sino también su corazón cambia. Porque descubre que todos somos parte de una humanidad común. Porque ¿qué es lo que sucede? Que el samaritano ha roto su cultura, una cultura que se encierra en su propia cultura.
Durante la guerra de Kósovo, cuando las tropas serbias estaban entrando en Kósovo, había un sacerdote ortodoxo que escondía a kosovares y los protegía. Así que las tropas serbias tuvieron que salir y entonces el sacerdote ortodoxo comenzó a esconder a serbios. Él salió de su cultura, era sencillamente un cristiano, un sacerdote, delante de personas que sufrían. Fuera cual fuera su cultura, su religión..., vio a los kosovares como personas y vio a los serbios como gente. Él rompió, pasó por encima de su cultura para descubrir una humanidad común, que todos somos hermanos y hermanas; sea cual sea nuestra cultura, nuestra clase, nuestra religión, sean cual sean nuestras capacidades... ¡tú eres mi hermano, tú eres mi hermana... sean cuales sean tus capacidades o tus incapacidades!
Así que el corazón del hombre judío cambió y también me imagino que el hombre samaritano cambió cuando los dos hombres se encontraron, en un encuentro verdadero, y se miraron el uno al otro, y sintieron en la presencia del otro la presencia de Dios. Fue como si en ese momento se encontraran unidos; unidos, juntos en Dios y ambos fueron cambiados, porque cayeron los prejuicios.
La Madre Teresa dice algo muy bonito; dice que al principio cuando ves a gente muriendo en las calles de Calcuta, puedes sentir repulsión. Pero dice: “si te acercas a las personas que mueren en la calle, y empiezas a tocar su cuerpo, descubres compasión y si vas más allá en la compasión, puedes encontrar la sanación..., puedes maravillarte” y ese maravillarse significa encontrar que alguien es una persona, descubrir que estamos unidos y que hay una presencia de Dios en ti. Es la experiencia de Jesús cuando dice “tuve hambre y me distéis de comer, estaba en la cárcel y me visitasteis, estaba desnudo y me vestisteis, era un extranjero -alguien diferente- y me acogisteis...” Esa es una experiencia de la presencia de Dios. Lo que sucede es que algo me cambia. Es el misterio del sacramento con la persona herida. Me imagino que esto es lo que sucedió en el encuentro del judío con el samaritano. Y este samaritano amaba a aquél hombre con un amor excesivo. Él hizo lo que yo no hice con la mujer francesa, darle diez francos. Esto nos revela cómo nos ama Dios. Este samaritano amaba al judío con un amor excesivo; pasó la noche con él y cuando se fue dejó dos días de salario y le dijo al posadero: “y si te gastas más, cuando yo vuelva te lo pago”.
Así que, hay algo realmente excesivo; probablemente estaréis pensando “bueno, esto es imposible... ¿cómo alguien puede hacer lo que hizo aquél hombre?” Yo no sé lo que es posible y lo que no es posible, lo que sé, es que Jesús está contando esta parábola como la respuesta a una pregunta, una pregunta de un joven de leyes que le pregunta ¿cómo puedo conseguir la vida eterna? Yo creo que no estaba preguntando ¿qué puedo hacer para conseguir la vida después de la muerte? Creo que está buscando algo nuevo, una fuente de vida, algo que le de fuerza, algo que le renueve, que le libere de la presión de su propio ser, algo que esté más allá del tiempo... porque ¿sabéis? Todos nosotros estamos encerrados en el tiempo, nosotros siempre estamos encerrados en el límite y en lo finito, pero en cierto modo, siempre queremos romper esa prisión, queremos algo que sea más vida. Esa es la historia de todos nosotros, ¡queremos más vida!, no queremos ser contenidos por una pequeña caja. Así que creo que este hombre pregunta sobre algo más, salir de su caja de hábitos, de leyes. Y Jesús sencillamente dice: “tienes que amar a Dios con toda tu cabeza, con todo tu corazón, con todo tu ser, con todo tu espíritu” y le dice “amar a tu prójimo como te amas a ti mismo” Así que, eso le pone en una situación embarazosa a esta persona de leyes porque le ha preguntado algo a Jesús pero él ya sabía la respuesta; así que intenta escaparse del tema y le pregunta: ¿y quién es mi prójimo, mi vecino? Si se os pregunta quién es vuestro prójimo, vuestro vecino, no sé lo que diríais, pero si no hubierais leído el evangelio no sé si hubierais dicho lo mismo que la parábola. Dice: el vecino es el que está cerca de mí, el que pertenece a mi comunidad de Fe y Luz, y si no en la mía en otra comunidad, o quizá parte de mi familia, etc. Esta es la reacción normal hacia la pregunta de ¿quién es mi prójimo? Y la respuesta de Jesús es una respuesta muy conmovedora: “cualquier persona que sufre, es tu hermano o tu hermana y son importantes para ti”.
Y la historia nos dice que si nos acercamos a alguien que es diferente, serás cambiado, si abres tu corazón al que es diferente, cambiarás, y pasarás de una repulsión inicial, miedo, angustia..., hacia la compasión y de la compasión pasarás al maravillarte. Y descubrirás allí la presencia de Dios. Lo que yo he descubierto es que esta forma de compasión, me ayuda a ser compasivo conmigo mismo. Sabéis que todos somos personas heridas, todos llevamos con nosotros muchas roturas, todos tenemos deficiencias. Mis deficiencias no son las mismas que las de otra persona de mi comunidad, yo puedo hablar, andar, muchas cosas... Y vivo con personas como Patrick con una condición psicótica, o con Bernard que no sabe hablar, u otros que tienen incontinencia.
¿Dónde están nuestras deficiencias? Nuestras deficiencias suelen estar relacionadas con deficiencias para la relación, no sabemos relacionarnos con las personas, nos dan miedo las personas, ¿buscamos a gente que sean parecidos a nosotros?, ¿encontramos la seguridad en los amigos?, ¿encontramos iras dentro de nosotros, incapacidad para perdonar...? Descubrimos muchas cosas dentro de nosotros y siempre en torno a elementos de la relación. Yo sé que tengo un sistema que me protege, todos tenemos un sistema de protección porque nos sentimos vulnerables, hay culpa en nosotros, así que nos protegemos, nos escondemos detrás de muros, o nos escondemos detrás de máscaras... nos cerramos. Según vamos siendo mayores descubrimos nuestras deficiencias, descubrimos nuestros sistemas de protección, descubrimos que algunas personas nos gustan o queremos, descubrimos que intentamos evitar a otros, descubrimos que hay otras personas hacia las que sentimos que hay mucha ira, podemos descubrir muchos miedos en nosotros mismos; es realmente importante descubrir... ¿dónde están nuestros miedos?, ¿miedo de no ser amado, de la soledad, de la angustia, miedo a sufrir, de la muerte, miedo a la muerte de los seres queridos...? Puede haber mucho miedo en nosotros y ¿cómo vivir con ese miedo?
Freud dice que alguien para vivir realmente tiene que mirar a la muerte cara a cara. Él utiliza un proverbio que ha dicho en latín: “aquél que quiera vivir, debe mirar a la muerte cara a cara”, pero nos da miedo... No nos damos cuenta de que la muerte está inscrita en mis genes, todos vamos a morir... ¿por qué preocuparnos entonces?, ¿cuál es el problema?
El otro día, murió un hombre maravilloso en nuestra comunidad; tenía leucemia. Hace tres años le diagnosticaron la leucemia y fue tratado con quimioterapia y la leucemia reapareció en diciembre y muy rápidamente nos dimos cuenta de que iba a morir, una muerte muy bella y muy sencilla. Él dijo que no quería ir al hospital y permaneció en casa y le preguntamos al resto de personas de la casa si aceptaban y todo el mundo dijo que sí. Yo estaba un día cenando en otra de las casas y una de las personas con deficiencia, una joven mujer bastante problemática, siempre intenta ponerte en situaciones embarazosas. Una mujer muy bella, pero a veces una patada.... en el culo diríamos. Me dijo: “me he enterado de que Jean Pierre no está bien” yo le dije: “no se trata de que no está bien, sino que probablemente morirá de aquí a diez días y esto será maravilloso para él; porque ¿sabéis? fue un hombre que sufrió mucho y por fin Jesús va a acogerle en sus brazos y es un anuncio maravilloso que él vaya a morir...” Entonces ella me miró con los ojos abiertos, y le dije: “el único problema somos nosotros, los que no vamos a morir, ese es el problema; el problema no es él, es bueno para él; el problema lo tenemos nosotros porque le queremos; la muerte no es difícil para aquellos que mueren, sino para lo que no mueren, porque le vamos a echar de menos”. El día antes de su muerte, estaba tumbado en su cama. Yo estaba al lado de su cama y él abrió los ojos y dijo: “tengo sed”. Son las últimas palabras de Jesús; y le dije: “¿qué puedo hacer por ti?” él me dice: ¡coca-cola! Así que vamos de lo sublime a lo prosaico. Al día siguiente murió.
¿Qué nos asusta realmente de la muerte?, ¿realmente creemos que esa es la realización de nuestra vida? Yo ya sé, tengo 73 años, en pocos años estaré muerto, pero esa será la realización.... ¿nos asusta la muerte porque nos sentimos culpables y sentimos que no hemos completado nuestras vidas? Es importante que veamos esto. Y en cierto modo, la experiencia de Jesús que tuvo aquella mujer, aquella que estaba sentada a los pies de un árbol, la liberó del miedo, porque ella sabe que es amada. Lo que os digo, es que si tenemos compasión hacia la gente que sufre, también podemos sentir compasión hacia nosotros; incluso compasión de nuestros miedos, que son problemas. Realmente... ¿podemos sentir compasión hacia las personas con discapacidad, si no soy compasivo hacia mi propia debilidad y rotura, mis propias dificultades...?
La compasión es la aceptación de mí mismo y de ti mismo tal como eres. Pero también es un deseo de no ser dominado por el miedo, de crecer hacia una paz y un amor más grandes. Cuando Jesús termina esta parábola, cuando ha contado la historia del Buen Samaritano, hace una pregunta: “¿quién de todos los personajes actuó como si él fuera su prójimo?” y este hombre responde: “el tercero de todos”. ¿Sabéis lo que Jesús le dice? “Haz tú lo mismo”. Jesús nos está pidiendo hacer algo imposible.
Cuando estuve en Malasia, hace unos dos meses, me encontré con unos cien padres. Me conmovió la cantidad de chicos y chicas con deficiencias graves, brotes psicóticos, autistas, etc. y me dije “esto es escandaloso, es realmente un escándalo”. Tanta gente con deficiencia son un escándalo, sobre todo aquellos que no pueden relacionarse, no es posible. Cuando te encuentras con familias jóvenes con algún chico con deficiencia, no hay médicos, no hay escuelas... ¡es un escándalo, algo está mal, no es justo! Y cuando ves la soledad de los padres, el dolor de los padres, la angustia de los padres... ¿cuál es la respuesta? La única respuesta es que Jesús nos da el poder del Espíritu para que nos convirtamos en hombres y mujeres de compasión y que amemos a la gente. Y amar a la gente con compasión es amarlos como Dios les ama, es tener el corazón de Dios en nosotros. Y amar a la gente de una manera competente, amar a la gente no es solamente una cuestión emocional, no es sólo atrapar a la gente, sino también ayudarlas a entender, y para eso necesitamos ayuda.
Fe y Luz está fundada sobre el dolor de los padres y sobre el dolor de las personas con deficiencia. Estamos ahí para responder al dolor. Esa es la razón por la que El Arca y Fe y Luz siempre serán complejos y difíciles. A veces habrá muy pocos amigos, esto no me sorprende, lo que me sorprende aquí es que hay muchos amigos, porque nadie quiere estar con gente que tiene dolor.
Perdona y serás perdonado. Y perdonar significa acoger al otro que es diferente y romper las barreras para que seamos todos uno. Y que descubramos la presencia de Dios en ti, en la persona que está herida, pero también la presencia de Dios en mis propias heridas.
El servicio del lector / Autor: Centre de Pastoral Litúrgica. Barcelona
Leer las lecturas no es una tarea del presidente de la celebración, sino de otro ministro: el lector.
Hacer de lector es una tarea importante dentro de la asamblea. Los que la realizan deben ser conscientes de ello, y vivir el gozo y a la vez la responsabilidad de ser los que harán posible que la asamblea reciba y celebre aquella Palabra con la cual Dios habla a sus fieles, aquellos textos que son como los textos constituyentes de la fe.El ministerio del lector corresponde, en primer lugar, a quienes oficialmente han sido "instituidos" como tales: no significa que éstos tengan que leer siempre, sino que conviene que lo hagan en las ocasiones más relevantes y que se preocupen de que la Palabra de Dios sea bien proclamada y recibida por la asamblea.
ONCE CONSEJOS PARA EL BUEN LECTOR
1. Leerse la lectura antes. Si puede ser, en voz alta y un par de veces. Leerla para entender bien su sentido, y para ver qué entonación hay que dar a cada frase, cuáles son las frases que hay que resaltar, donde están los puntos y las comas, con qué palabras puede uno tropezar, etc.
2. Estar a punto y acercarse al ambón en el momento oportuno, es decir, no cuando se está diciendo o cantando otra cosa. Y procurar que no se tenga que venir desde un lugar apartado de la iglesia: si es necesario, acercarse discretamente antes del momento de subir.
3. Cuando se está ante el ambón, vigilar la posición del cuerpo. No se trata de adoptar posturas rígidas, pero tampoco será bueno leer con las manos en los bolsillos o con las piernas cruzadas...!
4. Situarse a distancia adecuada del micrófono para que se oiga bien. Ya que por culpa de la distancia muy a menudo se oye mal. No empezar, por lo tanto, hasta que el micrófono esté a la medida del lector (y saber cuál es la medida correcta tiene que haberse aprendido antes: a un palmo de la boca suele ser la colocación adecuada). Y recordar que los golpes que se dan o los ruidos que se hacen ante el micrófono se amplifican...
5. No comenzar nunca sin que haya absoluto silencio y la gente esté realmente atenta.
6. Leer despacio. El principal defecto de los lectores en este país de nervios y de nula educación para la actuación pública es precisamente éste: leer deprisa. Si se lee deprisa, la gente quizá sí que con esfuerzo conseguirá entendernos, pero lo que leemos no entrará en su interior. Recordémoslo: éste acostumbra a ser nuestro principal defecto.
7. Además de leer despacio, hay que mantener un tono general de calma. Hay que desterrar el estilo de lector que sube aprisa, empieza la lectura sin mirar a la gente, y al acabar huye más aprisa todavía. Y no: se trata de llegar al ambón, respirar antes de empezar a leer, leer haciendo pausas en las comas y haciendo una respiración completa en cada punto, hacer una pausa al final antes de decir "Palabra de Dios", escuchar desde el ambón la respuesta del pueblo, y volver al asiento. Aprender a leer sin prisas, con aplomo y seguridad, ciertamente cuesta: por eso es importante hacer cuantos ensayos y pruebas sean necesarios: ¡es la única forma!
8. Vocalizar. Es decir, resaltar cada sílaba, mover los labios y la boca, no atropellarse. Sin afectación ni comedia, pero recordando que se está "actuando" en público, y que el público tiene que captarlo bien. Y una actuación es una conversación de calle.
9. No bajar el tono en los finales de frase. Las últimas sílabas de cada frase tienen que oirse igual de bien que todas las demás. Y, en cambio, resulta que a menudo en estas sílabas se baja el tono y se hacen ininteligibles.
10. Procurar leer con la cabeza alta. La voz resulta más facil de captar y el tono más alto. Si es necesario, coger el libro, levantándolo, para no tener que bajar la cabeza.
11. Antes de comenzar la lectura, mirar a la gente. Al final, decir "Palabra de Dios" mirando a la gente. Y a lo largo de la lectura, si sale natural, mirar también de vez en cuando. Estas miradas en medio de la lectura no tienen que imponerse como una obligación: si no sale natural, es mejor limitarse a mirar al principio y al final, y el resto del tiempo concentrarse en leer bien. Pero si nos resulta fácil, puede ser útil hacerlo, especialmente en las frases más relevantes: ayuda a resaltarlas, a crear clima comunicativo, y a leer más despacio.
Actitudes del evangelizador / Autor: Carlo M. Martini
ANUNCIAR EL EVANGELIO HOY
A propósito de la «nueva evangelización»
Al enunciar nuestro punto de vista sobre la "nueva
evangelización", queremos resaltar lo que nos parecen algunas de
las condiciones para un anuncio eficaz de la Buena Nueva aquí y
ahora. Queremos, sobre todo, compartir una esperanza con todos
aquellos y aquellas que desean irradiar el Evangelio. No es
cuestión, en nuestro caso, de hablar como especialistas de la
animación cristiana: la misión pertenece al conjunto de los
creyentes; es a todo el Pueblo de Dios al que ha sido confiada
esta responsabilidad.
1. Para evangelizar, salir de las fronteras del «mundo católico»
La llamada que nos ha sido hecha habla de "nueva
evangelización". Pero es preciso no privar a la palabra de su
fuerza. Evangelizar es hacer de manera que el Evangelio sea una
buena noticia allí donde ya no está, o no está todavía, y
transforme el espíritu y la vida de quienes lo reciben.
No se trata únicamente, por tanto, de asegurar más firmemente
nuestra identidad católica ni de devolver su consistencia a una
cultura cristiana en vías de extinción. No se trata de unirse a
quienes, en el tropel de las actuales tendencias a la restauración,
pretenden "volver a poner a la Iglesia en medio de la ciudad", ni se
trata de recuperar una audiencia perdida.
¿No conviene, por el contrario, levantar acta, con toda
franqueza, del pluralismo de nuestra sociedad y procurar descubrir
en ella la acción. del Espíritu de Dios y entregarnos a esa acción?
Esta búsqueda implica un compromiso con el mundo muy
concreto de nuestro país para descubrir en su interior, entrando
en su juego -un juego en el que nosotros no hemos dictado todas
las reglas-, las semillas de vida, los nuevos valores que podrán
contribuir a anunciar la Buena Nueva.
Un camino semejante, hecho de interpelaciones y de cuestiones
que nosotros todavía no hemos resuelto, nos conducirá a perder
un poco de nuestras seguridades y a tomar la medida de la poca
eficacia de nuestras respuestas o, al menos, de nuestras maneras
de responder hasta aquí.
Con relación a las posiciones actuales de nuestro catolicismo,
esta actitud comporta riesgo e incertidumbre, entrar en una suerte
de "vacío" (una "kénosis", como dicen los teólogos)
Para muchos de entre nosotros (para todos en cierta medida) y,
sin duda, para nuestras instituciones, esta llamada a evangelizar
resuena como una invitación a un cambio profundo, incluso a una
conversión. Lo que se pide es ciertamente reconocer nuestras
mediocridades espirituales, pero también ponernos a buscar lo
que Dios espera de nosotros, en el mundo tal como es.
2. Confesar nuestra fe en Ia cultura contemporánea
Este mundo donde el Espíritu obra escapa a nuestro dominio:
nos trastorna. No solamente a los cristianos. De cara a las
cuestiones inéditas que suscitan las transformaciones sociales
actuales, todos estamos obligados a vivir en medio de problemas
no resueltos y a buscar continuamente resolverlos. Vivimos, sin
embargo, en esta cultura que no nos es extraña, puesto que
nosotros la hacemos. Es en ella donde nos es preciso reconocer y
confesar a Jesucristo.
Sin duda, a veces es fuerte la tentación de reservarnos enclaves
o de volverlos a crear. Sin duda, hay también espacios en nuestra
vida que están ya evangelizados. Pero a lo que no estamos
invitados es a rendirnos, si no queremos quitar su valor a la
palabra "evangelizar".
Todos no están llamados a hacer la misma cosa. Pero es
esencial al cristiano vivir con esperanza la cultura de su tiempo.
Es importante que algunos de nosotros se comprometan -como
lo han hecho nuestros predecesores- en las prácticas culturales
contemporáneas, para mejor descubrir en ellas las promesas y las
esperanzas, para conocer también sus ambigüedades y aporías.
El desafío ¿no es al mismo tiempo hacerse capaz de interrogar la
cultura a partir de nuestra fe y ponerse en situación de recibir de
esta cultura algo que renueve nuestra exposición cristiana?
Ciertamente, las respuestas que podremos proponer no tendrán
una evidencia tal que puedan convencer a todos los espíritus, ni
siquiera serán plenamente satisfactorias para nosotros. Pero la fe
no avanza sin renovaciones permanentes y sin búsquedas.
Evangelizar no puede ser simplemente repetir las verdades
conocidas con las fórmulas inmutables debidamente
autentificadas. Por la libertad que da el Evangelio, ¿no tenemos
que inventar nuevos lenguajes, manifestar aperturas, indicar
alternativas inéditas, abrir caminos no señalados? La fe en
Jesucristo, lejos de encerrarnos en un cuadro de soluciones
hechas, debe darnos dinamismo para esta búsqueda..
En una sociedad masivamente tecnificada, la fe cristiana ha
dejado de ser un elemento central y organizador: se presenta
como una opción entre otras.
No somos nostálgicos de la cristiandad. Tomar parte en este
pluralismo no es, a nuestros ojos, un abandono. Aquí también nos
es preciso escuchar "lo que el Espíritu dice a las Iglesias".
No se presenta el Evangelio como la única vía. Esto es una
suerte para que resplandezca en su trascendencia y en su
gratuidad. Si el Evangelio puede tener un impacto en el seno de
nuestra cultura, es porque será seductor para ayudar a vivirla a
aquellos que se dejen seducir.
Pero ¿qué seducción sería posible si no se nos ve
comprometidos en las tareas y los problemas de nuestro tiempo,
con todos los otros ciertamente, pero animados por esta Presencia
que da sentido a lo que vivimos, "prontos a dar cuenta de la
esperanza que nos invade"?
La insistencia en la seducción no debe, sin embargo, velar todo
el carácter "racional" del trabajo molesto y de la cultura
contemporánea; la indagación del sentido en las mediaciones,
entre otras, de las disciplinas científicas que buscan captar los
elementos de esta cultura, deja un camino en el cual la seducción
se enunciará quizás en términos de coherencia, pero no podrá ser
el camino sin salida de un trabajo a menudo austero sobre tierras
áridas.
3. Escuchar al otro
Una característica de nuestro catolicismo es, sin duda, la
multitud de sus instituciones. Esta riqueza nos hace a veces más
difícil escuchar al "otro". Para evangelizar en el sentido que hemos
dicho, el primer paso es quizás el cambio de costumbres.
Para desestabilizarnos en el interior de nuestras confianzas nos
es preciso comenzar por escuchar lo que dicen los hombres y las
mujeres de nuestro tiempo. La mayor parte, por lo demás, no
esperan al principio una palabra, sino que se les escuche. Para
hablar diez minutos, decía uno de nosotros, es preciso saber
escuchar tres horas con "simpatía".
Escuchar al otro, al diferente, cualquiera que sea su estatura, su
prestigio o su habilidad, no es cosa natural. Es alcanzar de este
lado (¿o del otro lado?) lo que pueda decir de sí mismo. Es
acercarse a él como Jesús a la Samaritana o a los discípulos de
Emaús, con una pregunta que no es de pura pedagogía -¡Dios nos
libre de ese género de estrategia!-: ¿Dónde estás tú? ¿Qué dices
tú de ti? ¿Cuál es tu esperanza y tu sufrimiento?
Nosotros no tenemos influencia sobre la Palabra revelada; es la
Palabra la que se revela a nuestra escucha: nosotros discernimos
su marcha en los corazones y en la historia. "Contemplativos en la
acción": esta bella fórmula de la tradición ignaciana no designa
poca cosa. Quiere decir "en nuestras diversas tareas". Sean
propiamente ministeriales o, más ampliamente, sociales, políticas,
culturales, científicas. Contemplativos de la acción del Espíritu en
nuestro mundo. Buscadores de Dios en la modernidad. Antes de
hablar, dejarnos evangelizar por este Espíritu que "hace nuevas
todas las cosas".
4. Los jóvenes y la novedad del mundo
Los jóvenes a menudo nos despistan. Aparte de su diversidad,
aparecen en su conjunto como muy diferentes a nosotros. Algunos
de sus problemas son también, sin duda, los nuestros. Pero ellos
se los proponen de otra manera. Como reacción, a veces, contra
nuestros modos de vivir o de pensar, rechazan nuestros análisis.
Su modo de conocimiento y razonamiento está formado tanto por
las asociaciones de imágenes como por las conexiones lógicas. La
informática está a punto de modificar su aprendizaje y su manera
de reaccionar.
Se puede observar que, en general, su marcha hacia la edad
adulta es inversa a la nuestra. Nosotros hemos empezado siendo
miembros de una familia, habitantes de un pueblo, de un país.
Ellos son de todas partes, asaltados por mil doctrinas y mil
imágenes. Hijos de la cerrada red de las comunicaciones. Mientras
que nosotros, muchas veces, hemos debido dejar las células
protectoras de la familia o del grupo, ellos aparecen a menudo a la
búsqueda de una red próxima, afectiva, donde puedan ser
reconocidos en lo que tienen de propio.
Sin duda, sus aspiraciones son en parte parecidas a las de
todos los jóvenes de la historia, pero su voluntad de integración en
el conjunto del grupo social es diferente de la nuestra. Se oponen
a ser catalogados con referencia a valores o instituciones que les
parecen anticuados.
Aspiran a ser los amos de su propio destino y comparten a
menudo el sentimiento de impotencia de muchos adultos de cara a
la complejidad del mundo que les rodea. Experimentan a veces la
necesidad de verse acompañados en este aprendizaje de un
mundo cuya herencia no pueden rechazar. En este sentido,
desean poder compartir no sólo un "savoir-faire", sino también una
experiencia de vida. Volveremos sobre esto.
Estos rasgos no pretenden tanto trazar un retrato de los jóvenes
cuanto esbozar el contenido de su novedad. Los jóvenes son la
novedad del mundo. Destinados a vivir en un mundo muy diferente
del de nuestra juventud, constituyen el futuro del mundo.
Pero lo que ellos nos aportan y nos enseñan no es solamente
"el mundo de los jóvenes", es "el joven mundo" de la eclosión, a la
vez amenazado y prometedor. Lo que nosotros tenemos que hacer
es quizás, antes de nada, reconocer lo que en él se busca de Dios
y del Reino. Lo que nosotros podemos aportarles es, sin duda,
ante todo, este reconocimiento, esta otra visión.
5. Leer positivamente la nueva cultura
No queremos más que indicar una actitud, sugerir una dimensión
esencial de la tarea evangelizadora. Hablar de la juventud es
abordar, lo hemos dicho, un mundo que cambia y que
desconcierta. Todo cambio comporta, ciertamente, su parte de
ambigüedad y de error. Y a este propósito, es sin duda demasiado
fácil denunciar, una vez más, la droga, la violencia o, a la inversa,
el nuevo conformismo de una juventud fascinada por el éxito
económico. Adoptar una actitud semejante es intentar ratificarse a
bajo costo o justificarse sin entrar en la cuestión. Lo que importa
hacer es, más bien, ayudar a los jóvenes a discernir la parte
positiva y la parte negativa de sus experiencias, comenzando por
reconocer que están llenas de promesas.
Buscar signos de esperanza. ¿Cómo? En principio, no sólo en
las nuevas comunidades donde los jóvenes se encuentran
descubriendo con asombro el frescor del Evangelio. No sólo en
esos nuevos lugares de meditación donde la hospitalidad hindú se
une a la tradición contemplativa o cristiana y donde algunos optan
por echar mano de todo. Estos índices, que tienen su valor, son
demasiado limitados para que se pueda hablar de "signos de los
tiempos". No; es en lo que marca la "nueva cultura" donde hemos
de leer la esperanza: en este mundo brillante, sobreinformado,
planetario, en este mundo del pensamiento asociativo, en este
mundo de la red [o en-redado].
Leer la esperanza allí donde están los jóvenes.
En su ausencia de raíces y su olvido de la historia, leer la aptitud
para reinventar las reglas del vivir juntos, de recomenzar de
nuevo, de responder a las llamadas inéditas del Espíritu.
En su gusto por el consumo inmediato y su negativa a acumular,
leer la disponibilidad a vivir con poco, a preferir la calidad de la
vida aquí y ahora, a ser como "los lirios de los campos y los
pájaros del cielo".
En su búsqueda de relaciones humanas más cálidas y sin
barreras, leer la preocupación de acoger a cada uno por lo que es
él en sí mismo y no solamente a partir de lo que hace o de lo que
gana.
En las distancias tomadas con relación a la institución del
matrimonio, leer la fe en la inventiva del amor.
El el "nunca más eso" de los jóvenes parisinos después de la
muerte de Malik Oussekine, percibir el rechazo de Dios de cara a
nuestras violencias.
En las muchedumbres de jóvenes que se manifiestan contra la
carrera de armamentos, ver la lucha del Dios de Jesucristo contra
las fuerzas de muerte operantes en la historia.
Sin duda, este primer tiempo de lectura no dispensa de análisis
más complejos, por ejemplo para estudiar y combatir las causas de
la violencia.
Pero no es preciso rechazar esta etapa de la lectura favorable
en busca de signos de esperanza. Sería falta de sabiduría
condenar demasiado pronto sin tomarse la molestia de buscar la
significación de los acontecimientos y los comportamientos. Creer
en la Buena Nueva invita a sobrepasar esta lógica del buen
sentido, de corta vista y de mirada superficial.
6. Hablar, en primer lugar, por nuestros actos
Leer nuestro tiempo como el hoy de Dios no puede bastar.
Nuestra misión es también decir el Evangelio. ¿Cómo hablar sin
actuar? La primera palabra es, evidentemente, el testimonio de
nuestras comunidades y los compromisos de cada uno.
Soñemos. Soñemos con todo un Pueblo de Dios constituido por
comunidades alegres, dinámicas, acogedoras -¡las hay!-.
Soñemos con una Iglesia que no fuera tanto "cuerpo constituido" y
sí un poco más fermento de fraternidad y de reconciliación,
testimonio de un entendimiento posible en nuestras diferencias,
aprovechando todas las ocasiones para anunciar por nuestros
actos que un entendimiento es posible.
Que se nos reconozca nuestra pasión por la apertura al otro, al
diferente.
Que se nos reconozca nuestra resolución de luchar contra todo
lo que aliena al ser humano, lo que prejuzga sistemáticamente;
como en el Evangelio, que nos hace ver la realidad con los ojos de
las víctimas, de los abandonados a su suerte, de los que el
Evangelio llama los "pobres", los "pequeños", los "insignificantes",
los "pecadores" (a los ojos de los prudentes).
Que se nos reconozca nuestra solidaridad frente al miedo de los
jóvenes ante el paro, nuestra insistencia en reclamar y buscar
tareas sensatas -no es que falte el trabajo en términos de
necesidades sociales.
Que se nos reconozca nuestro no conformismo en el uso del
dinero...
Soñemos aún. Soñemos ver multiplicarse entre nosotros los
lugares, aunque pequeños, donde este estilo evangélico pueda a
la vez vivirse y decirse: esos lugares de experiencia sin los cuales
una palabra del Evangelio o una catequesis, incluso válida en sí,
corre el peligro de seguir siendo inoperante durante mucho
tiempo.
7. Hablar es también decir lo que nos hace vivir
.... pues ¿cómo vivir sin decir también lo que nos hace vivir? No
hablar de un Dios venido del exterior de nuestra experiencia del
mundo, sino del de nuestra "contemplación en la acción". El que
da un nombre a lo que nosotros vivimos, el que nos da el don de
creer, de esperar, de amar, allí donde nosotros amamos, creemos,
esperamos verdaderamente. El que nos seduce.
Seducción: es la palabra que vuelve una vez más. Seducción,
lenguaje de amor. Uno habla, y la palabra resuena en el otro
dejándole su libertad, despertando su libertad. Uno habla por
amor. Por amor del Otro y de los otros.
Decir es proponer, no imponer. Incluso en la educación. Es dejar
trabajar a la Palabra. Es abrir el camino al reconocimiento de la
acción de Dios en Jesucristo, con la conciencia viva de que "nadie
viene a El si el Padre no lo atrae".
Evangelizar es relatar la experiencia de Jesús. La vivida por
Juan, por Pablo, por la comunidad de Mateo o de Lucas. Y también
por las comunidades de nuestras ciudades y de hoy. Es relatarla
de tal suerte que aquellos y aquellas que están ya "atraídos por el
Padre" vengan a Jesucristo. Es hacer de manera que lo que hay
de mejor en ellos se reconozca en el rostro de Jesucristo. Fuera
de eso, decir que Jesús es Hijo de Dios tiene el peligro de que no
tenga casi sentido para las personas a quienes se habla.
Decir la Buena Nueva es ponerse al servicio del Espíritu, es una
"diaconía del Espíritu". Sin ingenuidad. La palabra que anuncia la
esperanza, más allá de la ambigüedad de las situaciones vividas
en nuestro país, en nuestra época, no desconoce los riesgos.
Riesgos de errar, de compromisos con el espíritu del tiempo, de
ver con el espíritu del mal, hábil para tomar las apariencias de
espíritu de luz. Tarea de discernimiento, pues, para la cual
nuestra tradición jesuítica nos ha formado, pero que es una
herencia de la Iglesia. Es allí donde Dios actúa, allí donde nos
llama a actuar, a evangelizar.
8. Evangelizar, por tanto, aquí y ahora...es salir de nuestras fronteras y arriesgarnos en terreno descubierto;
-es ir allí donde se presentan las cuestiones cruciales de
nuestro tiempo, de las cuales no tenemos todavía las soluciones;
-es renunciar a presentarnos como los únicos poseedores de la
verdad y levantar acta, tranquilamente, alegremente, del
pluralismo de nuestra sociedad;
-es tratar de comprender lo que dicen los "otros", los no
cristianos, por quienes Dios nos habla también;
-es creer en el mundo de los jóvenes y en la juventud del
mundo;
-es leer la esperanza en el corazón de la cultura en gestación;
-es creer verdaderamente que el Evangelio es Buena Nueva y
contemplar los signos de la venida del Reino de Dios, y es decir
nuestra contemplación;
-es también proponer sin imponer, lo cual supone discernir, más
que condenar; y anunciar, más que denunciar;
-es dejar que obre en nosotros, alrededor de nosotros, de
nuestras comunidades, en nuestras ciudades, la seducción del
Evangelio, porque primero nos ha ganado el corazón a nosotros.
¿Qué se entiende por evangelizador?
Con el término "evangelizador" me refiero a ese don particular
edificativo del Cuerpo de Cristo al que se refiere la carta a los
Efesios (/Ef/04/11), en donde se habla de los dones de Jesús
subido al cielo. Estos dones hacen a algunos apóstoles, a otros
profetas, a otros evangelistas, a otros pastores, a otros doctores.
Son cinco dones que San Pablo enumera como constructivos de la
comunidad cristiana para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Sabemos que no son los únicos dones, porque en otras cartas de
Pablo encontramos señalados otros carismas; pero en este
versículo de la carta a los Efesios el Apóstol piensa
específicamente en la construcción de la Iglesia. El apóstol es el
que pone el primer fundamento de una comunidad y la sostiene; el
profeta interpreta los designios de Dios para el momento actual
de la comunidad; el evangelista proclama el kerigma, la buena
noticia, y por tanto agrega a la comunidad nuevos fieles que son
atraídos por la palabra de salvación; el pastor protege y conduce
el rebaño que se ha creado; el doctor profundiza, por medio de la
catequesis, la doctrina y la teología, todo lo que forma el cuerpo
de la comunidad. Una comunidad sana, bien fundada, es la que
desarrolla todos estos carismas que, en la historia de la Iglesia, se
han manifestado de diversas maneras: los fundadores de
comunidad es, es decir, los apóstoles y los profetas que
interpretan para el propio tiempo la palabra de salvación, han
pasado luego a otros oficios, a otros servicios eclesiales y, hoy, les
corresponde a los Obispos desempeñar el oficio de apoyo para la
unidad de la comunidad y el compromiso de interpretar para la
comunidad los designios de Dios sobre el presente. Es la acción
magisterial y unificadora del Obispo.
Los dos carismas siguientes, evangelistas y pastores, aunque
son también propios del Obispo, se refieren en particular a los que
tienen el cuidado específico de varios miembros y situaciones de la
comunidad. Concretamente y para buena parte la Iglesia confía
hoy a sus presbíteros la doble tarea de evangelistas y de
pastores; incluso, sobre todo la tarea de evangelistas no está
-como nos lo demuestra el Nuevo Testamento- ligada
exclusivamente a los miembros de la jerarquía y se puede
extender, bajo su guía, a los laicos, como sucede hoy.
Pero la función principal, la responsabilidad fundamental del
evangelizar y pastorear es la que los Obispos condividen con los
presbíteros y que los presbíteros ejercen en cada lugar y en cada
comunidad. La Iglesia vive, si mantiene en sí estos dos dones de
evangelizar y de pastorear en un equilibrio que, evidentemente,
puede variar según las circunstancias y las situaciones. Cuando el
equilibrio se rompe y una Iglesia, por ejemplo, se vuelve solamente
evangelizadora sin pensar en guiar y sostener las comunidades,
tenemos entonces ese tipo de Iglesias entusiastas, en las que
dominan únicamente las fuerzas de ataque, pero no se construye.
Cuando, en cambio, todo el peso se lleva sobre la acción pastoral,
entonces la Iglesia se pastorea a sí misma indefinidamente y
pierde ese punto de expansión que la hace ser Iglesia.
He aquí la importancia de estos dos carismas unidos,
evangelizadores y pastores.
En los evangelizadores prevalece, en cierto sentido, la iniciativa,
el agarre, el ataque, la capacidad de afrontar situaciones diversas,
de captar el mundo que piensa diversamente, de interpretar las
necesidades de los que parecen lejanos, de entrar en el deseo
profundo de verdad, de justicia, de Dios, que hay en cada uno y
hacerlo explícito. Es una actividad que va, en vez de esperar; que
se mueve, en vez de hacer la torre a la que hay que entrar.
Esta actividad se encuentra especificada aquí y allí en el Nuevo
Testamento, pero sobre todo es muy clara en la figura de Felipe.
Felipe es el evangelista, el que representa este tipo de acción. En
Hechos 8, 40 evangeliza varias ciudades corriendo de una a otra;
está presente cerca del carro del eunuco etíope, y luego lo
volvemos a encontrar en otra parte de Palestina, con el ánimo
atento a las nuevas necesidades de la gente. Felipe se atreve a
afrontar al hombre que va leyendo sobre la carroza, y sin esperar
que le pregunten le suscita la pregunta, se la aclara interiormente.
Se le dice, pues, evangelizador al que tiene este don de
euangelistés (Ef 4, 1 1), llamado luego nuevamente en Hechos
21, 8 en referencia a Hechos 8, 40, en donde se describe así su
actividad: "Felipe... recorria evangelizando todas las ciudades". He
aquí una idea concreta de este tipo de carisma que tiene cierta
capacidad para entrar en el ánimo de los demás, para descubrir
las necesidades aunque no expresadas por la gente, para
encontrarse en situaciones en donde parece que hay alejamiento
del Evangelio, para ayudar a recorrer un camino de conversión
descubriendo los gérmenes de la gracia, etc.
Actitud de los escribas y fariseos / Autor: Comunidad de Carmelitas Descalzas de Toro
Lucas 7,31-35
En aquel tiempo el Señor dijo:«¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: "Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado." «Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: "Demonio tiene." Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».
Reflexión:
Es difícil librarse de la influencia del “qué dirán” A todos nos salpica la opinión de los otros. Todos queremos tener un lugar en el corazón del otro. Nos gusta ser estimados y nos duele cuando oímos algún comentario no favorable a nuestra persona. Es que se nos ha preparado más para vivir de la exterioridad que de la riqueza que lleva dentro de sí toda persona; por eso andamos como veletas al vaivén de la opinión de la gente. Sí, es difícil tener un criterio personal, ser dueño de sí y vivir felices.
El Evangelio es exigente y no admite componendas: hay valores que no son conmutables por ninguna opinión; quizá por ser fiel a ellos te toque sufrir la crítica mordaz de la gente, pero al final lo auténtico da su talla, porque la luz es más fuerte que las tinieblas.
Señor, Jesús, que viniste al mundo como luz, no permitas nos cieguen las tinieblas del mal, sino que iluminados por el resplandor de tu rostro seamos ante el mundo testigos de tu amor.
Dios ama cada día / Autor: Evanibaldo Díaz
¡Gracias! Hace poco leí un artículo que empezaba con esas palabras. ¡Gracias! ¡Qué hermosa palabra! Un autor decía que es como una flor exótica en medio de la montaña de la vida. Es verdad, es muy difícil decir ¡gracias!, pero ¿Cómo no hacerlo con alguien que nos ha hecho tanto bien? Más de alguna vez he escuchado a personas decir que Dios no los ama, ya sea porque el sufrimiento no los ha abandonado, ya sea porque la fortuna nunca a tocado a su puerta. Es una dura afirmación y, a la vez, triste.
Sin embargo, creo que Dios no ha dejado nunca de amarnos, Dios nos sigue amando cada día, a cada paso, a cada instante. Me apena que los hombres no descubramos ese amor bendito que no se esconde y que nos acaricia siempre.
Dios me ama cada mañana cuando me levanto y me doy cuenta de que estoy vivo, cuando me dirijo a la calle y puedo salir con mis propias piernas y moverme de un lado para otro ¿Cuántos hombres desearían dar por lo menos una de mis zancadas o golpear una vez un balón de fútbol? Dios me ama cuando, día a día, me permite mover estos brazos con los que estrecho a un ser querido o saludo a un compañero. Me ama cada día cuando escucho la voz de un niño o cuando veo una sonrisa o las lágrimas en su rostro. Y qué decir cuando sé que tengo unos padres que me quieren y unos amigos que jamás me traicionarían. Y aún más, cuando me acerco a la mesa y observo que jamás me ha faltado un plato y un poco de alimento. Dios me ama, me ama a cada día, a cada paso, a cada instante. Basta dejar de ser miope y descubrir a Dios en las trastienda de la vida para contemplar el milagro inaudito de su protección.
Pero si es maravilloso sentirse amado por Dios y experimentarlo a cada momento, lo es más el saberse particularmente amado. Dios me ama personalmente. Y sé que es así porque nadie más ha recibido mi vida, porque nadie más que yo ha salido a la calle con mis piernas, porque cada vez que abrazo a alguien son mis brazos y es mi corazón el que se alegra. Mis ojos son los que no se cansan de ver una amanecer . Los regalos de Dios no se dan en promoción y en grandes cantidades. Cada tonelada de amor de Dios es para mí solo. Él no ama multitudinariamente sino a domicilio.
No obstante nos empeñamos en sacarle la vuelta. Y cuando perdemos alguno de esos regalos (porque son eso, regalos), entonces volvemos la cara e incluso nos sentimos menos amados, a pesar de que Dios también ama con el dolor. No es Dios el que nos vuelve la cara somos nosotros, que la tenemos tan pegada a la tierra, que no nos damos cuenta de todo su amor. Somos nosotros los verdaderos culpables de la miopía de la sociedad, porque no alcanzamos a ver más allá de nuestros gustos y de nuestras vanidades. No valoramos lo que tenemos, nos limitamos a poseerlo, pero no a gozarlo y a agradecerlo.
Los hombres fuera de la memoria y de la misericordia divina no existen. Dios sigue amando con toda su omnipotencia y a cada uno. No somos unos extraños para Él. Por eso, regresa a la primera línea, vuelve a leerla, repite esa primera palabra y deja que esa flor exótica de la montaña se convierta en la flor más abundante del jardín de tu vida. ¡Gracias! porque Dios no deja de amarnos cada día, a cada paso, a cada instante.
martes, 18 de septiembre de 2007
El Carisma de los Milagros / Autora: Madre Adela Galindo, fundadora SCTJM
San Pablo coloca este carisma "operaciones milagrosas" en seguida después del de curaciones. Son carismas diferentes. Esto es importante para no catalogar como milagro cualquier tipo de curación por ministerio nuestro y para no estar a la expectativa de milagros en todo momento. Tampoco caer en el extremo opuesto de negar la existencia de los milagros en la hora presente.
Desde el punto de vista teológico: los milagros son signos que muestran la presencia del prometido reino de Dios y que acreditan a los portadores históricos de esa promesa.
-es un testimonio del poder que debe producir en nosotros la salvación en Jesucristo. Es un signo del poder y del amor de Dios que quiere salvar a todo el hombre y a todos los hombres.
-signo de inclusión de la realidad entera de una economía histórica de Dios, que nos ama y quiere salvarnos.
En la obra de Jesús, los milagros ocupan un lugar cuantitativa y cualitativamente importante. Pero no como una proliferación de lo maravilloso, al margen del mensaje salvífico, sino que ellos mismos son evangelio, mensaje salvífico en acción.
-Milagro: acciones poderosas, "manifestaciones de poder". Poder, no solo indica el carácter excepcional de la manifestación, sino ante todo la presencia de la salvación, que vence los poderes del mal.
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I. El don de milagros
¿Que es el don de milagros?
Es una manifestación temporal del poder de Dios a través del cual, un obstáculo es removido o una oportunidad se da, de forma especial. Para que sea milagro, este efecto tiene que venir de la intervención directa de Dios en las realidades humanas.
Es un medio de conversión para algunos y aumento de fe para otros.
¿Que eventos son los que se pueden considerar milagros?
a) Una curación inmediata de una enfermedad de gravedad.
b) Un cambio completo de mente o de corazón de una persona.
c) La conversión repentina de un enemigo de la Iglesia.
d) El movimiento de objetos materiales (por ejemplo: que se pueden encontrar.)
e) Tanto la llegada de repente de una persona, como el ser removida de repente, lo cual hace posible la solución de algún problema.
** La Iglesia tiene mucha cautela en decidir definitivamente si ha ocurrido un milagro.
Si es tan difícil decir si ha ocurrido un milagro, ¿que valor tiene el conocimiento de este don?
Es importante saber y creer que Dios interviene a través de milagros porque así, si El inspira a una persona (o a un grupo) a pedir por un milagro, esta persona (o este grupo) podrán estar disponibles a cooperar con Sus inspiraciones.
¿Que propósito tienen los milagros?
Hay tres propósitos:
a)Corregir una situación que no se puede corregir de forma natural;
b)Apoyar y aumentar la fe de los que están envueltos;
c)Demonstrar la aprobación de Dios al ministerio de predicación.
¿Son evidentes los milagros en el movimiento de la Renovación Carismática?
Si. La apertura de estos grupos a la oración y a los dones carismáticos es la condición necesaria para que Dios manifieste su poder. Como el don de milagros es un don poderoso, se puede esperar mayor desarrollos en el ministerio de milagros a la medida en que las personas van creciendo en la vida espiritual.
Si los milagros son extraordinarios, ¿porque San Pablo los incluye en la lista de los dones carismáticos regulares?
Hay momentos en la vida de los grupos de oración o en la vida de un individuo, que hace falta un verdadero milagro para obtener algún designio que Dios quiere. Por tanto, aunque sea un ayuda extraordinaria, la necesidad de ella surge en cada grupo y en la vida cotidiana de los individuos.
II. Don de milagros en laS SagradaS Escrituras
¿No seria demasiado extraordinario la presencia del don de milagros como algo regular en la vida cristiana?
Los milagros fueron por seguro, una parte regular de la Iglesia Primitiva y sin embargo la vida de los primeros cristianos era una vida ordinaria. Los milagros eran intervenciones extraordinarias en vista de necesidades extraordinarias. Las personas llevaban una vida normal, pero creían que Dios intervendría en algunas situaciones para salvarlos.
¿Cual es la actitud del Antiguo Testamento en referencia a los milagros?
Es difícil decir cual es la actitud. En el Antiguo Testamento la naturaleza no era considerada como regida por leyes estables y tampoco existía una palabra en Hebreo para milagro. Algunas de las figuras del Antiguo Testamento si tenían poderes milagrosos (como Moisés y Elías) pero es difícil decir que fue lo que ocurrió.
¿Que enseñan los evangelios sobre los Milagros?
Los Evangelios usan la palabra poder para indicar milagros. También consideran que el poder de Dios entró en el mundo de forma especial en la persona de Cristo.
¿Cuales son los textos del Nuevo Testamento que testifican el poder que tenían los apóstoles de hacer milagros?
a) La muerte de Ananías y Safira (Hechos 5 : 1 -1 0)
b) Los milagros de Felipe en Samaria (Hechos 8 : 6)
c) La resurrección de Tabita (Hechos 9 : 36 - 43)
d) La resurrección de Eutico (Hechos 20 : 10)
e) La protección de Pablo después de haber sido mordido por una serpiente (Hechos 28 : 5)
III. EL DON DE MILAGROS Y OTRO DONES CARISMÁTICOS
¿En que manera se distingue el don de milagros del don de sanación?
El don de milagros abarca muchas situaciones y su naturaleza sobrenatural es mas patente. Una curación grande e inmediata sería considerada un milagro, mientras que en otras curaciones Dios actúa sobre un periodo de tiempo.
¿Como se relacionan el don de milagros y el don carismático de la fe?
Son muy unidos en que, a través de ambos, Dios eleva el poder de la intercesión a un nuevo nivel. También, porque el don carismático de la fe esta operante en el don de milagros.
Son distintos en que el don de milagros tiene un efecto externo, verificable y por tanto, es un signo extraordinario del poder y la protección de Dios. El don de la fe por lo general, no necesita este signo externo. Muchas veces la misma persona no esta consciente del poder que hay en su oración de fe.
¿Como están relacionados el don de milagros y la palabra de sabiduría?
Se puede decir que ambos operan en situaciones importantes o peligrosas. La palabra de sabiduría es Dios actuando mas en sentido espiritual o intelectual de forma que las personas son movidas a través del poder de la palabra que se dice. Los milagros intervienen en las situaciones por el poder de Dios y muchas veces sin que se digan muchas palabras.
¿Cuando ocurren los milagros?
a) Hay veces en que Dios esta dispuesto a obrar un milagro aun para las persona que Le huye. Este milagro se le atribuye a las oraciones de los demás.
b) A veces, cuando una persona esta recién convertida, Dios obra un milagro como un signo inolvidable para esa persona de su poder y de su fidelidad. Pero la presencia regular de milagros no es normal en los comienzos de la vida espiritual.
¿Que debe hacer una persona para predisponerse a este don?
Los milagros requieren una fe activa y un amor para los demás que mueve al individuo a rogarle a Dios continuamente, sin dejar de interceder. Además se requiere una sensibilidad extrema a las mociones del Espíritu Santo y al poder divino.
IV. CRECIMIENTO EN EL DON DE MILAGROS
¿Existen condiciones que alimentan el crecimiento del don de milagros?
Son los siguiente:
a) Como muchas veces son la confirmación de Dios a la palabra que se predica, los milagros se hacen mas presente cuando la palabra de Dios es predicada y vivida.
b) Como están supuestos a remover los obstáculos a la voluntad de Dios, los milagros se hacen mas presentes cuando la persona esta totalmente comprometida a Su Voluntad y a la promoción del Reino.
c) Los milagros se encuentran mas entre las personas que han madurado mas en la vida Espiritual.
¿No es una forma de presunción hablar de crecimiento en el don de milagros?
Aunque pueda parecer así, esta presunción se basa en:
a) El hecho que San Pablo considera los milagros como un ministerio que se da de forma regular a las comunidades cristianas.
b) Estos dones carismáticos extraordinarios se hacen cada vez mas abundantes en vista del bien que redunda a la Iglesia. En estos tiempos actuales, parece ser que estos son mas abundantes en las comunidades carismáticas.
V. APLICACIÓN PRACTICA DEL DON DE MILAGROS
¿No podríamos decir que la Era de milagros ya paso, ahora que el hombre ha descubierto las medicinas milagrosas y otras formas de cambiar la vida humana?
No porque:
a) Con la complejidad de la vida contemporánea, el hombre se enfrenta a problemas mayores hoy que en siglos pasados.
b) Aun con todos sus poderes humanos, el hombre se encuentra indefenso ante sus dificultades.
c) Son los mismos poderes humanos (poder nuclear, etc.) lo que son la causa de mucho de las problemas del hombre.
¿Cual es la actitud correcta ante el don de milagros?
a) Los milagros ocurren solamente cuando los medios humanos han fracasado o no están presentes.
b) El hombre no debe ver el milagro como algo normal, sino que lo debe ver como una intervención extraordinaria del amor de Dios.
c) El hombre no debe limitar las acciones de Dios con ideas preconcebidas de lo que Dios no puede o no va hacer.
d) El individuo deber entregarse totalmente a Dios y Su Reino utilizando todos los dones con discernimiento, sabiendo que, cuando se presenten obstáculos, el puede mirar con fe a Dios para conseguir los milagros necesarios en su favor.
21 de septiembre: San Mateo, "regalo de Dios"
San Mateo
Apóstol y Evangelista
Mateo significa: "regalo de Dios".
Se llamaba también Leví, y era hijo de Alfeo.
Su oficio era el de recaudador de impuestos, un cargo muy odiado por los judíos, porque esos impuestos se recolectaban para una nación extranjera. Los publicanos o recaudadores de impuestos se enriquecían fácilmente. Y quizás a Mateo le atraía la idea de hacerse rico prontamente, pero una vez que se encontró con Jesucristo ya dejó para siempre su ambición de dinero y se dedicó por completo a buscar la salvación de las almas y el Reino de Dios.
Como ejercía su oficio en Cafarnaum, y en esa ciudad pasaba Jesús muchos días y obraba milagros maravillosos, ya seguramente Mateo lo había escuchado varias veces y le había impresionado el modo de ser y de hablar de este Maestro formidable. Y un día, estando él en su oficina de cobranzas, quizás pensando acerca de lo que debería hacer en el futuro, vio aparecer frente a él nada menos que al Divino Maestro el cual le hizo una propuesta totalmente inesperada: "Ven y sígueme".
Mateo aceptó sin más la invitación de Jesús y renunciando a su empleo tan productivo, se fue con El, no ya a ganar dinero, sino almas. No ya a conseguir altos empleos en la tierra, sino un puesto de primera clase en el cielo. San Jerónimo dice que la llamada de Jesús a Mateo es una lección para que todos los pecadores del mundo sepan que, sea cual fuere la vida que han llevado hasta el momento, en cualquier día y en cualquier hora pueden dedicarse a servir a Cristo, y El los acepta con gusto.
Mateo dispuso despedirse de su vida de empleado público dando un gran almuerzo a todos sus amigos, y el invitado de honor era nada menos que Jesús. Y con Él, sus apóstoles. Y como allí se reunió la flor y nata de los pecadores y publicanos, los fariseos se escandalizaron horriblemente y llamaron a varios de los apóstoles para protestarles por semejante actuación de su jefe. "¿Cómo es que su maestro se atreve a comer con publicanos y pecadores?"
Jesús respondió a estas protestas de los fariseos con una noticia que a todos nos debe llenar de alegría: "No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a buscar santos sino pecadores. Y a salvar lo que estaba perdido". Probablemente mientras decía estas bellas palabras estaba pensando en varios de nosotros.
Desde entonces Mateo va siempre al lado de Jesús. Presencia sus milagros, oye sus sabios sermones y le colabora predicando y catequizando por los pueblos y organizando las multitudes cuando siguen ansiosas de oír al gran profeta de Nazaret. Jesús lo nombra como uno de sus 12 preferidos, a los cuales llamó apóstoles (o enviados, o embajadores) y en Pentecostés recibe el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Los judíos le dieron 39 azotes por predicar que Jesús sí había resucitado (y lo mismo hicieron con los otros apóstoles) y cuando estalló la terrible persecución contra los cristianos en Jerusalén, Mateo se fue al extranjero a evangelizar, y dicen que predicó en Etiopía y que allá murió martirizado.
En todo el mundo es conocido este santo, y lo será por siempre, a causa del maravilloso librito que él escribió: "El evangelio según San Mateo". Este corto escrito de sólo 28 capítulos y 50 páginas, ha sido la delicia de predicadores y catequistas durante 20 siglos en todos los continentes. San Mateo en su evangelio (palabra que significa: "Buenas Noticias") copia sermones muy famosos de Jesús, como por ej. El Sermón de la Montaña (el sermón más bello pronunciado en esta tierra), el sermón de las Parábolas, y el que les dijo a sus apóstoles cuando los iba mandar a su primera predicación. Narra milagros muy interesantes, y describe de manera impresionante la Pasión y Muerte de Jesús. Termina contando su resurrección gloriosa.
El fin del evangelio de San Mateo es probar que Jesucristo sí es el Mesías o Salvador anunciado por los profetas y por el Antiguo Testamento. Este evangelio fue escrito especialmente para los judíos que se convertían al cristianismo, y por eso fue redactado en el idioma de ellos, el arameo.
Quizás no haya en el mundo otro libro que haya convertido más pecadores y que haya entusiasmado a más personas por Jesucristo y su doctrina, que el evangelio según San Mateo. No dejemos de leerlo y meditarlo.
A cada uno de los 4 evangelistas se les representa por medio de uno de los 4 seres vivientes que, según el profeta, acompañan al Hijo del hombre (un león: el valor. El toro: la fuerza. El águila: los altos vuelos. Y el hombre: la inteligencia). A San Marcos se le representa con un león. A San Lucas con un toro (porque empieza su evangelio narrando el sacrifico de una res que estaban ofreciendo en el templo). A San Juan por medio del águila, porque este evangelio es el que más alto se ha elevado en sus pensamientos y escritos. Y a San Mateo lo pintan teniendo al lado a un ángel en forma de hombre, porque su evangelio comienza haciendo la lista de los antepasados de Jesús como hombre, y narrando la aparición de un ángel a San José.
Que San Mateo, gran evangelizador, le pida a Jesús que nos conceda un gran entusiasmo por leer, meditar y practicar siempre su santo evangelio.
Decía Jesús "Convertíos y creed en el evangelio" (Mc. 1, 15).
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San Mateo, Apóstol y evangelista
Jesús lo vio y, porque lo amó, lo eligió
De las homilías de san Beda en Venerable, presbítero
Homilía 21
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Lo vio más con la mirada interna de su amor que con los ojos corporales. Jesús vio al publicano y, porque lo amó, lo eligió, y le dijo: Sígueme. Sígueme, que quiere decir: «Imítame». Le dijo: Sígueme, más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que permanece en Cristo debe vivir como vivió él.
El –continúa el texto sagrado– se levantó y lo siguió. No hay que extrañarse del hecho de que aquel recaudador de impuestos, a la primera indicación imperativa del Señor, abandonase su preocupación por las ganancias terrenas y, dejando de lado todas sus riquezas, se adhiriese al grupo que acompañaba a aquel que él veía carecer en absoluto de bienes. Es que el Señor, que lo llamaba por fuera con su voz, lo iluminaba de un modo interior e invisible para que lo siguiera, infundiendo en su mente la luz de la gracia espiritual, para que comprendiese que aquel que aquí en la tierra lo invitaba a dejar sus negocios temporales era capaz de darle en el cielo un tesoro incorruptible.
Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. La conversión de un solo publicano fue una muestra de penitencia y de perdón para muchos otros publicanos y pecadores. Ello fue un hermoso y verdadero presagio, ya que Mateo, que estaba destinado a ser apóstol y maestro de los gentiles, en su primer trato con el Señor arrastró en pos de sí por el camino de la salvación a un considerable grupo de pecadores. De este modo, ya en los inicios de su fe, comienza su ministerio de evangelizador que luego, llegado a la madurez en la virtud, había de desempeñar. Pero, si deseamos penetrar más profundamente el significado de estos hechos, debemos observar que Mateo no sólo ofreció al Señor banquete corporal en su casa terrena, sino que le preparó, por su fe y por su amor, otro banquete mucho más grato en la casa de su interior, según aquellas palabras del Apocalipsis: Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos.
Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que conocemos que es voluntad suya. Él entra para comer con nosotros, y nosotros con él, porque, por el don de su amor, habita en el corazón de los elegidos, para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar sabrosísimo.
Oración
Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Pidamos cada día que Dios inunde nuestro ser de su Agua Viva / Autor.Eduardo Sánchez Elizalde
Así como la tierra se seca por falta de lluvias, y produce destrucción, pobreza y desolación, así también se consume el alma de las personas cuando no recibe el agua de vida que proviene unicamente de la fuente mas abundante e inagotable que es Dios, quien está siempre dispuesto a darnos de beber de su agua en todo momento para que tengamos vida espiritual en abundancia, y de esta manera podamos transmitirla a quienes carecen de ella, ya por desconocimiento o por falta de fe, lo cual - de no actuar inmediatamente - desemboca en una espantosa sequía espiritual, la misma que puede terminar con nuestros sueños e ilusiones.
Lamentablemente, el mundo materialista que nos rodea contribuye en gran parte a esta llamada sequía espiritual, puesto que los jovenes y los adultos, nos dejamos envolver por sus frivolidades y deleites momentáneos, convencidos de que eso \"es vivir\", y que mientras más gocemos la vida y vivamos el presente no necesitaremos nada mas para estar bien. Criterio por cierto erróneo, y que ha llevado a más de una persona a su autodestrucció n, porque los placeres de la carne y del momento no llenan el alma, por el contrario, muchas personas se sienten más vacías y solas después de una larga jornada de intenso placer.
Me atrevería a decir que, muchas de estas personas viven en esta situación porque no tienen a Dios en su corazón; no han cultivado su espiritualidad y por lo tanto, viven en oscuridad y son analfabetas en lo relacionado a las cosas de Dios y lo que representa Él en nuestras vidas, algo por demás peligroso ya que frente a un quebranto - propio de la vida cotidiana - no tienen la suficiente fuerza espiritual para luchar y batallar, y se desmoronan facilmente, pudiendo en este trance cometer los errores más grandes, producto de ese estado anímico desesperado y fuera de sí, que los puede marcar para el resto de sus vidas.
Favorablemente, y hasta en el peor de todos los casos, hay una solución, hay una esperanza, y esa es Dios. Es la única, es la verdadera, es la que no es pasajera, sino para siempre; pero hay que buscarla, hay que llamarla y hay que darle un espacio en nuestro corazón. Hay que cultivar nuestro espíritu y nuestra mente, hay que dedicar tiempo a nuestra interioridad y a nuestra relación con Dios. Hay que meditar y reflexionar para poder actuar. Hay que regar diaria y permanentemente el barro seco de nuestra alma por medio de la oración. Hay que levantar los brazos hacia el Altísimo y pedir que inunde todo nuestro ser con su maravillosa agua de vida y nos libere de la sequía espiritual.
Que bello es vivir la vida con Dios / Enviado por Antonio Miranda
Que bello es tener a alguien a quien tú le puedas confiar todos tus secretos.
Que bello es saber callar cuando alguien necesita que lo oigas.
Que bello es oír la sonrisa de un niño mientras juega en el campo.
Que bello es aceptar que fallaste y tener el valor de decir lo siento.
Que bello es disfrutar la vida y no desperdiciarla en vanas preocupaciones.
Que bello es sonreír y mirar hacia delante sin obstáculos y si se presenta uno,
tener la fuerza de voluntad para decir:
"yo puedo superarlo".
Que bello es luchar por tus ideales aunque estos parezcan difíciles de obtener, recuerda "Solo el que persevera alcanza".
Que bello es tener la mirada puesta en un ideal, sonreír al mundo con sus problemas, guerras, hambre y soledad.
Después de todo, Dios mi creador y tú se preocupan por ellos.
Sonríe al fin y al cabo, la vida hay que vivirla.
Pero te digo un secreto:
"Vivirla con Dios es mas fácil"
lunes, 17 de septiembre de 2007
Perdón / Autor: P. Jesús Higueras
"Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!" (Lc 6, 27-33)
Cuando vemos en la televisión escenas dramáticas, surge de un modo espontáneo la compasión hacia las personas que sufren un daño. Pero cuando ese sufrimiento está motivado por personas concretas, desalmadas y crueles, junto a la compasión por las víctimas surge la rabia, la ira y el deseo que los culpables reciban un grave daño.
Cuando el Señor nos llama a amar a los enemigos, a ser comprensivos, a no condenar, no significa una invitación a ser blandos, cobardes y tontos. Todo lo contrario. Solo el fuerte, el valiente, el justo es capaz de sobreponerse a las emociones que le embargan y actuar, incluso con el deseo, de un modo humano y ecuánime.
Todos sabemos que el verdadero amor, también el amor a los enemigos, se fundamenta en la justicia; de tal modo que sin justicia no puede darse el amor verdadero. Justicia y amor se necesitan mutuamente.
Por eso, el evangelio nos llama a no condenar, a no juzgar, a ser compasivo y esto no es una utopía, sino un modo de ser, que tanta gente buena a lo largo de los siglos ha sido capaz de realizar.
No podemos ser como aquellos que nos hacen daño, no podemos permitir que el odio, la ira y el rencor aniden en nuestro corazón, hasta que lo envenenan y retuerzan, de tal modo que al final recibiríamos un doble daño: el que nos hicieron en el fuero externo y el que nos siguen haciendo en el fuero interno.
El cristiano es el hombre del perdón, que diariamente se libera de sus rencores, pues al mirar a Aquél que en la cruz perdonó a sus verdugos, se siente capaz de superar su rabia y dolor, y junto a incontables generaciones de mártires (anónimos muchos de ellos), es capaz de decir a aquellos que le hacen daño: “ No insistas, hay un santuario dentro de mí, más íntimo que yo mismo en el que tú y tu crueldad no podéis entrar. Ese santuario está limpio y desde él te perdono, te deseo el bien, que te des cuenta del daño que haces, que rectifiques, que dejes de renunciar a tu propia dignidad y que vuelvas a ser aquello para lo que recibiste la vida: autor del bien.
Todos deberíamos preguntarnos como vivimos diariamente la Buena Noticia del perdón y de la compasión. La pregunta es muy sencilla: ¿A quién deseo el daño ó a quién se lo estoy haciendo? Con mis críticas, con mi ira ó intolerancia ante sus defectos, ó con mi distanciamiento. Y veremos como el perdón hay que vivirlo primero en la familia, donde tantas veces hay rencores: hermanos que no se hablan por supuestos repartos de beneficios; hijos que sus padres les dan de todo y cuando reciben un “no”, se soliviantan y enfurecen contra ellos; esposos que al no ponerse de acuerdo, optan por la incomunicación y la indiferencia. Y es que el perdón abarca todos los ámbitos de las relaciones humanas (familia, trabajo, ocio, etc...), de tal modo que un mundo sin perdón supondría un regreso a la jungla, un volver a imperar la ley del más fuerte, del más duro. Necesitamos perdonar. Que sea esta nuestra súplica. ¡Señor, ayúdame a no guardar rencor! ¡Enséñame a perdonar!
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