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miércoles, 19 de septiembre de 2007

“Llamados por Jesús con otros.La comunidad. El corazón de la comunidad: Las personas con una discapacidad" (I) / Autor: Jean Vanier


Publicamos una de las reflexiones de Jean Vanier impartidas a una de las comunidades de Fe y Luz durante un retiro sobre el mismo tema. La primera de ellas está publicada en nuestro blog el día 5 de septiembre y la segunda el 14 de septiembre.

Quería comenzar contándoos una historia que me conmovió profundamente, sobre una mujer joven de 17 años que me escribió en su última carta: “siempre he tenido la sensación de que mis padres no me querían y de que yo era un estorbo y mi familia siempre ha hablado bien de mis hermanos y hermanas, pero nunca de mí; y fui al colegio pero nunca tuve amigos; y tuve la sensación de que nunca, ningún hombre podía elegirme a mí...” Así que, nos encontramos con una mujer joven con tendencias depresivas, nadie puede amarme, nadie puede quererme, no soy buena. Y en su carta continúa: “Un día estaba paseando, caminando por un bosque cercano y me senté bajo un árbol y de repente sentí la conciencia de que era amado por Dios; algo en cierto modo manó de mi interior” y para una mujer así, con una actitud depresiva, yo lo entiendo muy bien, una experiencia de este tipo es una experiencia muy fuerte.
Ella tiene su historia, todos nosotros tenemos nuestra historia. Hoy somos nosotros todo el fruto existente desde nuestra concepción, esta es nuestra historia. Parte de nuestra historia es solos, la mía tiene 73 años, otras historias son más jóvenes, pero todos nosotros tenemos una historia.

Dentro del vientre materno algo sucede. Sabéis que entre la madre y el niño en el vientre materno hay una forma de comunicación y que un feto a los seis meses dentro del vientre materno puede oír, el bebé puede ser muy sensible a la música, el niño nace, el parto puede ser una experiencia bonita o dolorosa; en algunos casos puede ser muy doloroso porque el bebé no respira bien al principio por una serie de razones, o en algunas ocasiones en el vientre el niño tiende a estrangularse; en algunas ocasiones el niño es separado de la madre porque ha nacido muy débil. Así que hay muchas experiencias, experiencias de ser realmente querido y ser una alegría o incluso, experiencias tristes, en que la familia estaba esperando un niño y es una niña o al revés; o el niño tiene una deficiencia. Todos hemos vivido estas experiencias y todo aquello que hemos vivido está inscrito en nuestros cuerpos; ninguno de vosotros puede acordarse del día de su nacimiento, vuestras primeras memorias no sé de cuándo son, ¿cuando teníais cuatro o cinco años...? Pero existe lo que llamamos la “memoria del cuerpo” y la memoria del cuerpo puede aflorar en alguna ocasión, en algunas terapias y ... ¿fuimos amados o sentimos que no lo éramos?

Hace no mucho un asistente me hablaba sobre su hija. Una mañana su hija de cuatro años le miró y le dijo: “te odio, te odio, te odio”. Y cuando miré a mi hija a la cara me di cuenta de que era verdad. ¿Cuál era el problema? Era que su hermano pequeño acababa de nacer, así que ella había perdido su lugar de ser la hija única. Así que, todos los niños dicen cosas, vivimos emociones, vivimos miedos, vivimos éxitos y fracasos, vivimos grandes iras a nuestros padres o sumisiones a nuestros padres y necesitamos tiempo para descubrir quiénes somos, qué decisiones quiero tomar por mí mismo. Esa es nuestra vida, todos vivimos nuestra historia; en nuestra historia, quizás tenemos un hermano o una hermana con una deficiencia. Un hermano un día me contó: “yo siempre quise ser deficiente”, porque en esa familia lo que sucedió es que la madre únicamente arropó a la persona con deficiencia y olvidó al otro hermano ¡esa es nuestra historia!

Tenemos sentimientos de angustia, de depresión..., ¡eso es lo que somos nosotros! Y hoy somos el fruto de todo lo que ha sucedido, y esa historia no puede ser cambiada; lo único que Dios no puede hacer es cambiar la historia, nuestra historia es nuestra historia; y yo soy hoy el fruto de todo lo que ha sucedido desde mi concepción. Lo que sucede cuando una mujer como esta tiene una experiencia de Dios, es que acepta y dice: “de acuerdo, acepto lo que soy yo hoy”; soy amado tal y como soy, con todo lo que soy y con toda mi historia; una historia de rotura, una historia de rechazo de Dios o de aceptación de Dios, una historia de pecado..., sea lo que sea, pero está bien. Mi historia es mi historia, no la puedo cambiar; pero soy amado hoy, tal y como soy; no tengo que ser lo que otros quieren que sea, no tengo que ser lo que mis padres hubieran deseado que yo fuera, ni siquiera tengo que ser lo que yo hubiera querido ser; soy quien soy, hoy... ¡y está bien!

Soy amado por Dios tal y como soy hoy. Porque cuando descubrimos que somos amados, los sentimientos de culpabilidad desaparecen. Mi experiencia es que muchas personas viven con culpa, no puedo amar a la gente, la gente no me ama; montones de historias... no acepto a las personas con deficiencia, mis padres no me quieren, etc. Y todos estamos llenos de sentimientos de culpa y hay una cierta tristeza sobre lo que nosotros somos hoy y estamos paralizados por la culpa. Y cuando escucho a la gente, encuentro a pocas personas llenos de orgullo, y me encuentro con mucha gente que no se gustan a sí mismos, y no se gustan a sí mismos tal y como son, y no creen en sí mismos; ni siquiera pueden creer que son amados por Dios, no pueden creer que realmente son importantes. Pienso que esa es la situación para la mayoría de la gente, no creen en sí mismos, y porque no creen en sí mismos... ¡tienen miedo a amar!

Ayer os hablé del miedo a Jesús. Pero pueden tener miedo a cualquier modo de amor, porque el amor destruye mi libertad, y puede pararme y pedirme ser lo que soy. A veces la gente, los niños tienen miedo del amor de sus padres, porque pueden sentir un amor que les está controlando, poseyendo. Por eso a veces pueden estar muy enfadados hacia sus padres, por sentir un amor que les manipula. El amor puede manipular mucho. Es como si los padres quisieran que los niños estuvieran de una determinada manera, entonces les manipulan. La pregunta es ¿existe un amor que nos da la libertad? Esta es una gran pregunta. ¿El amor controla y posee o el amor puede dar la libertad? Dar la libertad para cometer errores, dar la libertad para ser tú mismo.

En aquella historia tan bonita del “Hijo pródigo”, el hijo le pide al padre parte de su herencia, y se la da, “bien eso es lo que quieres”. El padre se lo da, no trata de pararlo, no trata de controlarlo, confía en él. Así que... ¡te lo daré!. Debió ser una herida profunda para el padre, porque en la tradición judía cuando un hijo pide su herencia, realmente lo que está diciendo es “deseo que te mueras”. Pero el padre no discute, porque el amor sólo puede provenir de la libertad, no podemos imponer el amor, no podemos controlar a la gente.

Lo importante es que la gente descubra quiénes son y qué es lo quieren y cómo quieren crecer. El peligro de todas nuestra sociedades, que también sucede en la Iglesia, es el deseo de controlar a las personas, en lugar de llevarlas a la libertad y ayudar a la gente a caminar hacia la libertad. Quizás en otro momento hablaremos de las condiciones necesarias para caminar hacia la libertad, de manera que pueda tomar mis decisiones de acuerdo con mi conciencia, y no simplemente obedecer. La obediencia puede ser buena, pero la obediencia puede ser también mala. Si simplemente haces lo que te digo que hagas; es mucho más importante decir qué piensas qué debo hacer, qué dice tu conciencia y hablar de ello. Porque tú eres una persona y Jesús reside en ti y lo que tú tienes que decir es importante. Lo peligroso es que la gente no crea que tiene una conciencia, que crean que Dios no reside en ellos...

No sé si entendí la canción sobre el teléfono, pero si realmente es lo que yo imaginé, es realmente algo muy bueno; tenemos una comunicación directa con Dios y eso es importante, que uséis vuestro teléfono móvil divino. Pero para eso tenemos que estar preparados y escuchar realmente y no apagar el teléfono móvil cuando Jesús empieza a hablarnos. El problema de Jesús es que no dice mucho, excepto “confío en ti” y “escucha tu corazón más profundo”, entra en ti mismo, no escuches solamente tus deseos superficiales, profundiza más”. Para eso necesitas tiempo, necesitas silencio. A veces quizás deberíais sentaros debajo de un árbol y allí encontramos dificultades; cuando hay angustia siempre queremos hablar, o queremos ver la tele... sea lo que sea. Nos cuesta ir a un lugar de silencio, y entonces, allí es donde suena el teléfono, en ese lugar secreto de nuestro ser. Mucha gente no conoce ese lugar secreto, mucha gente no cree que tenga una comunicación directa con Dios, o quizás creen que Dios va a obligarles a hacer cosas que no quieren hacer. Y la visión completa de Dios es conseguir hacer hombres y mujeres llenos de alegría.

Esa es la última frase del Evangelio de ayer: “os digo esto para que estéis completamente llenos de mi gozo”; eso es lo que quiere Dios, que seamos gente de alegría, llenos de vida, no llenos de ira y paralizados por la angustia y la tristeza. La pregunta es ¿cómo crecer hacia esta libertad? Mi experiencia es que he encontrado la máxima libertad en mi relación con personas discapacitadas; de una manera misteriosa ellos me han llevado hacia la libertad. En cierto modo ellos han despertado mi necesidad y quiero que entremos poco a poco hacia la realidad completa de la compasión, hablaros de un amor que realmente nos libera y nos trae la liberación.

Sabéis la historia del Buen Samaritano. Ayer os hablé de una mujer de Samaria y hablamos un poco de la relación entre samaritanos y judíos; ellos se excluían unos a otros, se evitaban, podemos decir incluso que se odiaban, había un grueso muro que les separaba; no había contacto entre ellos, si tú veías a un samaritano acercarse, tú te ibas hacia la otra dirección... ¿sabéis la historia, no?
Un hombre asaltado en el camino de Jerusalén a Jericó, tirado en el suelo en un estado de coma. Y una de las autoridades religiosas, que era judío, pasa, le ve y continúa su camino; el levita, una autoridad religiosa, hace lo mismo, continúa su camino... ¿por qué no se pararon? Es importante ver porqué. Porque esa es la misma razón por la que yo no paro... ¿cómo nos comportamos ante una persona tirada en el suelo?

Hace algún tiempo estaba en París y una persona que parecía muy pálida, muy disgustada se acercó hacia mí y me dijo “dame diez francos” bueno, en este lugar, dame dos euros; y yo me detuve y le pregunté porqué; “porque no he comido” me dijo; y le pregunté porqué, me dijo: “acabo de salir del hospital psiquiátrico”. Así que, comencé a preguntarla; de repente sentí un gran miedo que salía de mí y sabía que si me encontraba un poco más con ella, me atraparía, y tendría que decirle: “ven, vamos a tomar algo al Mc Donals...” bueno, no me gusta el Mc Donals, es un signo americano, permaneced españoles, bueno, eso es otro problema. Así que, yo sentía miedo; así que le di el dinero y me fui. ¿Dónde estaba mi miedo? Yo tenía una cita, pero siempre podemos cancelar una cita, pero no estaba preparado para aceptar algo nuevo, fatiga... ¡no lo sé!

¿Sabéis? A veces no estamos preparados para aceptar una nueva situación, incluso más quizás... no sabemos qué hacer. En una situación como esta estamos ante una mujer perturbada, que necesita mucho más que diez francos; posiblemente necesita un lugar que la acoja, necesita alguien que la aconseje, necesita amigos y no puedes hacer todo por todos, no puede ser todo; así que le di el dinero y continué mi camino. Y creo que esto es un sentimiento que todos tenemos... ¡no sabemos qué hacer!

En París hoy en día hay muchos, muchos mendigos. Cada vez que cojo el metro, hay montón de gente que pide dinero, así que... ¿qué hacemos? Poco a poco podemos cerrar nuestro corazón al dolor, hay tantas cosas ante las que no sabemos qué hacer; si queríamos resolver el problema, ven entonces; si se tratara de dar diez francos y que la mujer consiguiera la felicidad, pues no hay problema, si lo podemos solucionar, sería fácil; pero sabemos que hay muchas situaciones en las que no podemos resolver el problema. Como aquella mujer de la que os hablaba ayer embarazada de ocho meses y ella sabía que el niño tenía una deficiencia profunda. Estamos confundidos porque no sabemos qué hacer; incluso, si supiéramos qué hacer, estamos ya muy ocupados. Quizás todos mis amigos me critiquen si hago algo, así que, rechazamos el dolor. El dolor es algo que no queremos; si el dolor puede ser resuelto..., pero ¿cómo estar al lado de personas que están continuamente con dolor?

Por eso hay dos modos de COMPASIÓN , hay compasión – competencia. Como os comentaba ayer, si alguien tiene un dolor de muelas, no le digáis simplemente “estaré a tu lado y rezaré por ti”; llevad a la persona al dentista y a un buen dentista y rápidamente..., resolveremos el dolor. Pero cuando nos enfrentamos a situaciones que no tienen solución, no sabemos qué hacer, porque no nos gusta el dolor.

El hogar en el que vivo, hay un hombre que tiene una condición psicótica, le conocemos desde que tenía 15 años y de vez en cuando entra en periodos de angustia y dolor... ¿qué necesita un hombre como este? Necesita medicación, necesita una casa en la que vivir, necesita un trabajo, y muchas cosas. Pero lo que necesita por encima de todo, una vez que tiene buena medicación, una casa..., es un amigo, que le acepte tal y como es, con su condición psicótica; no cambiará. Su padre es ahora anciano y posiblemente morirá en unos dos años, así que, lo que él necesita ahora es un amigo, que sencillamente le acepte tal y como es, con su angustia y con su dolor. No podemos cambiar su dolor; su dolor viene de hace mucho tiempo, es un desorden psicótico; tiene la mejor medicación posible, tiene un trabajo, pero no es suficiente... lo que necesita es un amigo, ¡eso es la compasión: permanecer !

Ese es el misterio más importante de María permaneciendo al pie de la cruz, por eso María es una mujer de compasión. Ella permanece de pie a los pies de la cruz, no se enfada, no grita a las personas, no critica a los apóstoles que huyen...

En los últimos años he acompañado a un número de mujeres cuyos maridos las habían abandonado. Algunas de ellas entraron en una forma de depresión clínica... ¿qué podemos hacer? Su marido se ha ido, pero lo que todos podemos hacer es decir es: “estoy contigo y te comprendo”; pero no nos gusta estar con gente dolida y no poder solucionarlo, y no queremos vivir nuestro propio dolor; así que, encontramos todo tipo de excusas para no estar cerca de los que tienen dolor. Y el mayor sufrimiento de las personas con dolor, es que se sienten solos, que no se sienten buenos, se sienten apartados. Esta es la realidad que viven muchas personas con deficiencia, sienten que nadie les quiere.

Así que, los dos hermanos en religión pasaron de largo. Y ¿quién fue el que se detuvo? Fue el enemigo. Y él se paró; y se nos dice que fue conmovido por la compasión. Es muy conmovedor ser conmovido por la compasión. Me imagino que muchos de vosotros cuando veáis a alguien que sufre, podéis ser conmovidos por la compasión. Pero hay dos momentos, uno en el que somos realmente conmovidos y nos afecta, y el segundo momento es comprometerse. A mucha gente le conmueve, sienten compasión, les duele..., pero entonces no hacen nada. Así que hay dos momentos, uno en el que nos sentimos afectados, movidos por la compasión y otro en el que el buen samaritano realmente toca el cuerpo herido de la persona. Y sabéis que este samaritano sabía lo que tenía que hacer; le puso vino en las heridas para curarlas, puso aceite en las heridas para facilitar la cicatrización y le vendó, y le puso encima de un borrico. Esto no es sencillo. No es fácil cargarse a un hombre que está en el suelo y ponerlo encima de un burro. Muchas veces no sabemos cómo sujetar un cuerpo, estamos un poco perdidos y podemos sujetar mal el cuerpo, así que se puede caer.

Sí sentimos que este Samaritano sabía lo que sentía. Así que le llevó a la posada local y pasó la noche con él... ¡eso es muy bonito! Se sentó junto a él y quizá hubo un momento precioso donde posiblemente el hombre judío abrió sus ojos y vio que había sido salvado por un samaritano `¡Ah! ¿eres tú?, ¿tú me has salvado? Nunca, nunca volveré a criticar a un samaritano`. Así que no es solamente el cuerpo del judío el que cambia, sino también su corazón cambia. Porque descubre que todos somos parte de una humanidad común. Porque ¿qué es lo que sucede? Que el samaritano ha roto su cultura, una cultura que se encierra en su propia cultura.

Durante la guerra de Kósovo, cuando las tropas serbias estaban entrando en Kósovo, había un sacerdote ortodoxo que escondía a kosovares y los protegía. Así que las tropas serbias tuvieron que salir y entonces el sacerdote ortodoxo comenzó a esconder a serbios. Él salió de su cultura, era sencillamente un cristiano, un sacerdote, delante de personas que sufrían. Fuera cual fuera su cultura, su religión..., vio a los kosovares como personas y vio a los serbios como gente. Él rompió, pasó por encima de su cultura para descubrir una humanidad común, que todos somos hermanos y hermanas; sea cual sea nuestra cultura, nuestra clase, nuestra religión, sean cual sean nuestras capacidades... ¡tú eres mi hermano, tú eres mi hermana... sean cuales sean tus capacidades o tus incapacidades!

Así que el corazón del hombre judío cambió y también me imagino que el hombre samaritano cambió cuando los dos hombres se encontraron, en un encuentro verdadero, y se miraron el uno al otro, y sintieron en la presencia del otro la presencia de Dios. Fue como si en ese momento se encontraran unidos; unidos, juntos en Dios y ambos fueron cambiados, porque cayeron los prejuicios.

La Madre Teresa dice algo muy bonito; dice que al principio cuando ves a gente muriendo en las calles de Calcuta, puedes sentir repulsión. Pero dice: “si te acercas a las personas que mueren en la calle, y empiezas a tocar su cuerpo, descubres compasión y si vas más allá en la compasión, puedes encontrar la sanación..., puedes maravillarte” y ese maravillarse significa encontrar que alguien es una persona, descubrir que estamos unidos y que hay una presencia de Dios en ti. Es la experiencia de Jesús cuando dice “tuve hambre y me distéis de comer, estaba en la cárcel y me visitasteis, estaba desnudo y me vestisteis, era un extranjero -alguien diferente- y me acogisteis...” Esa es una experiencia de la presencia de Dios. Lo que sucede es que algo me cambia. Es el misterio del sacramento con la persona herida. Me imagino que esto es lo que sucedió en el encuentro del judío con el samaritano. Y este samaritano amaba a aquél hombre con un amor excesivo. Él hizo lo que yo no hice con la mujer francesa, darle diez francos. Esto nos revela cómo nos ama Dios. Este samaritano amaba al judío con un amor excesivo; pasó la noche con él y cuando se fue dejó dos días de salario y le dijo al posadero: “y si te gastas más, cuando yo vuelva te lo pago”.

Así que, hay algo realmente excesivo; probablemente estaréis pensando “bueno, esto es imposible... ¿cómo alguien puede hacer lo que hizo aquél hombre?” Yo no sé lo que es posible y lo que no es posible, lo que sé, es que Jesús está contando esta parábola como la respuesta a una pregunta, una pregunta de un joven de leyes que le pregunta ¿cómo puedo conseguir la vida eterna? Yo creo que no estaba preguntando ¿qué puedo hacer para conseguir la vida después de la muerte? Creo que está buscando algo nuevo, una fuente de vida, algo que le de fuerza, algo que le renueve, que le libere de la presión de su propio ser, algo que esté más allá del tiempo... porque ¿sabéis? Todos nosotros estamos encerrados en el tiempo, nosotros siempre estamos encerrados en el límite y en lo finito, pero en cierto modo, siempre queremos romper esa prisión, queremos algo que sea más vida. Esa es la historia de todos nosotros, ¡queremos más vida!, no queremos ser contenidos por una pequeña caja. Así que creo que este hombre pregunta sobre algo más, salir de su caja de hábitos, de leyes. Y Jesús sencillamente dice: “tienes que amar a Dios con toda tu cabeza, con todo tu corazón, con todo tu ser, con todo tu espíritu” y le dice “amar a tu prójimo como te amas a ti mismo” Así que, eso le pone en una situación embarazosa a esta persona de leyes porque le ha preguntado algo a Jesús pero él ya sabía la respuesta; así que intenta escaparse del tema y le pregunta: ¿y quién es mi prójimo, mi vecino? Si se os pregunta quién es vuestro prójimo, vuestro vecino, no sé lo que diríais, pero si no hubierais leído el evangelio no sé si hubierais dicho lo mismo que la parábola. Dice: el vecino es el que está cerca de mí, el que pertenece a mi comunidad de Fe y Luz, y si no en la mía en otra comunidad, o quizá parte de mi familia, etc. Esta es la reacción normal hacia la pregunta de ¿quién es mi prójimo? Y la respuesta de Jesús es una respuesta muy conmovedora: “cualquier persona que sufre, es tu hermano o tu hermana y son importantes para ti”.

Y la historia nos dice que si nos acercamos a alguien que es diferente, serás cambiado, si abres tu corazón al que es diferente, cambiarás, y pasarás de una repulsión inicial, miedo, angustia..., hacia la compasión y de la compasión pasarás al maravillarte. Y descubrirás allí la presencia de Dios. Lo que yo he descubierto es que esta forma de compasión, me ayuda a ser compasivo conmigo mismo. Sabéis que todos somos personas heridas, todos llevamos con nosotros muchas roturas, todos tenemos deficiencias. Mis deficiencias no son las mismas que las de otra persona de mi comunidad, yo puedo hablar, andar, muchas cosas... Y vivo con personas como Patrick con una condición psicótica, o con Bernard que no sabe hablar, u otros que tienen incontinencia.

¿Dónde están nuestras deficiencias? Nuestras deficiencias suelen estar relacionadas con deficiencias para la relación, no sabemos relacionarnos con las personas, nos dan miedo las personas, ¿buscamos a gente que sean parecidos a nosotros?, ¿encontramos la seguridad en los amigos?, ¿encontramos iras dentro de nosotros, incapacidad para perdonar...? Descubrimos muchas cosas dentro de nosotros y siempre en torno a elementos de la relación. Yo sé que tengo un sistema que me protege, todos tenemos un sistema de protección porque nos sentimos vulnerables, hay culpa en nosotros, así que nos protegemos, nos escondemos detrás de muros, o nos escondemos detrás de máscaras... nos cerramos. Según vamos siendo mayores descubrimos nuestras deficiencias, descubrimos nuestros sistemas de protección, descubrimos que algunas personas nos gustan o queremos, descubrimos que intentamos evitar a otros, descubrimos que hay otras personas hacia las que sentimos que hay mucha ira, podemos descubrir muchos miedos en nosotros mismos; es realmente importante descubrir... ¿dónde están nuestros miedos?, ¿miedo de no ser amado, de la soledad, de la angustia, miedo a sufrir, de la muerte, miedo a la muerte de los seres queridos...? Puede haber mucho miedo en nosotros y ¿cómo vivir con ese miedo?

Freud dice que alguien para vivir realmente tiene que mirar a la muerte cara a cara. Él utiliza un proverbio que ha dicho en latín: “aquél que quiera vivir, debe mirar a la muerte cara a cara”, pero nos da miedo... No nos damos cuenta de que la muerte está inscrita en mis genes, todos vamos a morir... ¿por qué preocuparnos entonces?, ¿cuál es el problema?

El otro día, murió un hombre maravilloso en nuestra comunidad; tenía leucemia. Hace tres años le diagnosticaron la leucemia y fue tratado con quimioterapia y la leucemia reapareció en diciembre y muy rápidamente nos dimos cuenta de que iba a morir, una muerte muy bella y muy sencilla. Él dijo que no quería ir al hospital y permaneció en casa y le preguntamos al resto de personas de la casa si aceptaban y todo el mundo dijo que sí. Yo estaba un día cenando en otra de las casas y una de las personas con deficiencia, una joven mujer bastante problemática, siempre intenta ponerte en situaciones embarazosas. Una mujer muy bella, pero a veces una patada.... en el culo diríamos. Me dijo: “me he enterado de que Jean Pierre no está bien” yo le dije: “no se trata de que no está bien, sino que probablemente morirá de aquí a diez días y esto será maravilloso para él; porque ¿sabéis? fue un hombre que sufrió mucho y por fin Jesús va a acogerle en sus brazos y es un anuncio maravilloso que él vaya a morir...” Entonces ella me miró con los ojos abiertos, y le dije: “el único problema somos nosotros, los que no vamos a morir, ese es el problema; el problema no es él, es bueno para él; el problema lo tenemos nosotros porque le queremos; la muerte no es difícil para aquellos que mueren, sino para lo que no mueren, porque le vamos a echar de menos”. El día antes de su muerte, estaba tumbado en su cama. Yo estaba al lado de su cama y él abrió los ojos y dijo: “tengo sed”. Son las últimas palabras de Jesús; y le dije: “¿qué puedo hacer por ti?” él me dice: ¡coca-cola! Así que vamos de lo sublime a lo prosaico. Al día siguiente murió.

¿Qué nos asusta realmente de la muerte?, ¿realmente creemos que esa es la realización de nuestra vida? Yo ya sé, tengo 73 años, en pocos años estaré muerto, pero esa será la realización.... ¿nos asusta la muerte porque nos sentimos culpables y sentimos que no hemos completado nuestras vidas? Es importante que veamos esto. Y en cierto modo, la experiencia de Jesús que tuvo aquella mujer, aquella que estaba sentada a los pies de un árbol, la liberó del miedo, porque ella sabe que es amada. Lo que os digo, es que si tenemos compasión hacia la gente que sufre, también podemos sentir compasión hacia nosotros; incluso compasión de nuestros miedos, que son problemas. Realmente... ¿podemos sentir compasión hacia las personas con discapacidad, si no soy compasivo hacia mi propia debilidad y rotura, mis propias dificultades...?

La compasión es la aceptación de mí mismo y de ti mismo tal como eres. Pero también es un deseo de no ser dominado por el miedo, de crecer hacia una paz y un amor más grandes. Cuando Jesús termina esta parábola, cuando ha contado la historia del Buen Samaritano, hace una pregunta: “¿quién de todos los personajes actuó como si él fuera su prójimo?” y este hombre responde: “el tercero de todos”. ¿Sabéis lo que Jesús le dice? “Haz tú lo mismo”. Jesús nos está pidiendo hacer algo imposible.

Cuando estuve en Malasia, hace unos dos meses, me encontré con unos cien padres. Me conmovió la cantidad de chicos y chicas con deficiencias graves, brotes psicóticos, autistas, etc. y me dije “esto es escandaloso, es realmente un escándalo”. Tanta gente con deficiencia son un escándalo, sobre todo aquellos que no pueden relacionarse, no es posible. Cuando te encuentras con familias jóvenes con algún chico con deficiencia, no hay médicos, no hay escuelas... ¡es un escándalo, algo está mal, no es justo! Y cuando ves la soledad de los padres, el dolor de los padres, la angustia de los padres... ¿cuál es la respuesta? La única respuesta es que Jesús nos da el poder del Espíritu para que nos convirtamos en hombres y mujeres de compasión y que amemos a la gente. Y amar a la gente con compasión es amarlos como Dios les ama, es tener el corazón de Dios en nosotros. Y amar a la gente de una manera competente, amar a la gente no es solamente una cuestión emocional, no es sólo atrapar a la gente, sino también ayudarlas a entender, y para eso necesitamos ayuda.

Fe y Luz está fundada sobre el dolor de los padres y sobre el dolor de las personas con deficiencia. Estamos ahí para responder al dolor. Esa es la razón por la que El Arca y Fe y Luz siempre serán complejos y difíciles. A veces habrá muy pocos amigos, esto no me sorprende, lo que me sorprende aquí es que hay muchos amigos, porque nadie quiere estar con gente que tiene dolor.

Perdona y serás perdonado. Y perdonar significa acoger al otro que es diferente y romper las barreras para que seamos todos uno. Y que descubramos la presencia de Dios en ti, en la persona que está herida, pero también la presencia de Dios en mis propias heridas.

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