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jueves, 20 de septiembre de 2007

Las tres montañas de Jesús / Autor: José H. Prado Flores




En las fotografías, de arriba a abajo: Los Montes Tabor, Calvario y de los Olivos


En la vida de Jesús hay tres montañas muy importantes y muy unidas una con otra, que son como tres eslabones de una cadena. Podríamos decir que en estos montes ocurrieron los tres acontecimientos más importantes de la vida de Jesús: El monte Tabor donde Jesús recibe una nueva experiencia del amor de su Padre. El monte Calvario donde se entrega por amor a nosotros. El monte de los Olivos donde asciende para ser glorificado.

Si este es el camino de Jesús, por lo tanto es el camino de cada uno y de todos sus seguidores. Se trata del itinerario de la vida cristiana. Es tal la relación que existe entre estos lugares, que no podremos ir al monte de los Olivos donde Jesús asciende para ser glorificado, sin antes haber subido al Calvario. Tampoco somos capaces de ascender al Calvario si antes no hemos vivido la experiencia del Tabor; donde nos abastecemos de la fuerza necesaria para llevar la cruz del discípulo y después ser resucitados con él, para proclamar su nombre hasta los confines de la tierra.

El Monte Tabor

Cuando los vientos de contradicción arreciaban, Jesús quiso tomar un respiro que lo refrescara y lo fortificara para la lucha final que se avecinaba. Subió hasta la cumbre del monte Tabor donde su Padre le declaró su amor incondicional: “Tú eres mi Hijo amado”.

Antes de ir al Calvario, Jesús ascendió al Tabor porque su destino doloroso sólo se puede contemplar adecuadamente desde la perspectiva del amor de Dios. El Monte Calvario sólo se ve bien desde otro monte más alto, el Tabor. En este monte, según nos narra San Lucas, encontramos a Jesús con Moisés, prototipo de la ley y con Elías, prototipo de los profetas -es decir, con la síntesis del Antiguo Testamento- dialogando con ellos acerca de su próxima partida de este mundo que es inminente.

Por eso, antes de subir al Gólgota, recibe del Padre la experiencia de ser el Hijo muy amado, en quien tiene sus complacencias.

Si Jesús vive la experiencia del Tabor antes de la del Calvario, es porque nadie puede ir al sufrimiento y a la cruz si antes no ha experimentado el amor de Dios. Así como no hay pascua de resurrección si no hay Calvario, así mismo esto no es posible sin un Tabor, donde impulsados por la experiencia del amor personal de Dios, tomemos la decisión de hacer la voluntad del Padre, cualquiera que ésta sea.

Sólo quienes han escuchado la voz de Dios que les declara su amor personal e incondicional pueden posteriormente decirle, “pero no se haga mi voluntad, Padre amado, sino la tuya”.

El Monte Calvario

La experiencia del amor de Dios conduce necesariamente a hacer su voluntad. En el Tabor Jesús dialogaba con Elías y Moisés sobre su próxima partida, es decir su designio doloroso de entregar su vida por la salvación de toda la humanidad. Por lo tanto desde la cumbre del Tabor ya se vislumbra el segundo monte en la vida de Jesús.

El amor es expansivo por naturaleza. Jesús, amado por su Padre, da la prueba máxima del amor en el Calvario: entrega su vida no sólo por nosotros sino a nosotros.

Al experimentar ser amados por Dios, necesariamente entregamos nuestra vida por los demás. El monte Tabor no es para hacer tres tiendas en su cumbre sino para descender y recorrer los caminos que conducen a Jerusalén y culminan en el monte Calvario donde nadie nos quita la vida sino que nosotros la entregamos voluntariamente por los demás.

Si el Tabor es el monte donde Dios muestra su amor a Jesús, el Calvario es donde Jesús muestra su amor por nosotros.

El Monte de los Olivos

El tercer eslabón de la cadena de la vida de Jesús y del cristiano es un pequeño montecito que se encuentra al oriente de Jerusalén; el monte de los Olivos.

Cuarenta días después de su muerte en la cruz, Jesús resucitado subió con sus apóstoles a este monte para dar las ultimas instrucciones a los suyos prometiéndoles que enviaría la fuerza de lo alto para convertirlos en testigos con poder que anunciaran su nombre hasta los confines de la tierra. Es el monte de la promesa del poder del Espíritu.

Desde allí se elevó en presencia de los apóstoles, yéndose a la derecha del Padre, donde fue constituido Señor y Mesías y le fue dado el nombre que está sobre todo nombre.

El monte de los Olivos se identifica también con el monte de la Ascensión de Jesús cuando vuelve a la casa de su Padre para celebrar la fiesta de su graduación, porque había cumplido la misión que el Padre le había confiado.

No todo termina en la cruz. La plenitud es el monte de los Olivos. La muerte es la víspera de la glorificación.

Si en el Calvario Jesús extendió sus brazos muriendo por todos nosotros, en el Monte de los Olivos el Padre le abre los brazos para recibirlo, pues ha cumplido la misión confiada.

Conclusión

Ninguno de los tres montes se puede suprimir, pues afectaría a los otros dos. Siempre van los tres juntos.

Y si van juntos en la vida de Jesús, van juntos y no se puede suprimir ninguno en la vida del discípulo del maestro de Galilea.

Existe una íntima unión entre el Monte Tabor y el Monte Calvario, ente el Monte Tabor y el Monte de los Olivos, desde donde Jesús resucitado asciende gloriosamente al cielo en una nube. Son un trípode que delinea la espiritualidad de todo discípulo de Jesús.

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