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domingo, 16 de septiembre de 2007

No hay nada que reemplace la oración / Autor: Hº Jaume Ruiz Castro CM


A través de la oración, nuestros corazones se convierten a Dios y cuando nosotros somos tocados por esa gran gracia extraordinaria, podemos volvernos testigos, aún silenciosos, y suscitar en otros el cambio profundo de vida que lleva a la salvación.
Es por eso mismo que, una vez más, nuestra Madre del Cielo insiste en la importancia de la oración. La oración es insustituible. No bastan las obras de caridad y misericordia por grandes que parezcan si no hay oración porque acaban siendo obras humanas. La oración es insustituible e indispensable, como lo es el aire para respirar. Así como nuestro cuerpo no puede vivir sin respirar así tampoco el alma vive sin la oración. Sin oración languidece y muere espiritualmente. La oración llena la vida, más aún es vida.


LA ORACION DE LOS CINCO DEDOS

1. El pulgar es tu dedo más cercano. Comienza orando por aquéllos más cercanos a ti, porque son los que recuerdas con más facilidad. Rezar por los que amamos es, como dijo C.S. Lewis, “…un dulce deber.”

2. El siguiente dedo es el de apuntar. Ora por los que enseñan, instruyen y sanan. Ora por maestros, médicos, sacerdotes, religiosos y evangelizadores. Ellos necesitan apoyo para apuntar sabiamente nuestro camino hacia la dirección correcta. Manténlos siempre en tus oraciones.

3. El siguiente dedo es el más largo. Nos recuerda a nuestros líderes. Ora por el presidente, los legisladores, administradores de empresas e industrias. Ora por los padres y madres de familia, y también por los líderes de nuestra Iglesia. Estas personas guían nuestra nación, nuestra economía y nuestras familias. Ellos necesitan ser guiado por Dios.

4. El cuarto dedo es el anular. Es, sorprendentemente, nuestro dedo más débil, como nos diría cualquier profesor de piano. Debe recordarnos los débiles, los que sufren, los que tienen algún problema. Ellos necesitan nuestras oraciones constantes.

5. El meñique, nuestro dedo más pequeño, nos recuerda cual debe ser nuestro lugar en relación con Dios y los demás. Como dice la Biblia: “el más humilde será ensalzado.” Tu meñique debe recordarte orar por ti mismo. Después que hayas orado por los otros cuatro grupos, tendrás una mejor perpectiva de tus propias necesidades y podrás orar por ti con mayor efectividad.


Y recuerda: no le cuentes a Dios cuán grande es tu problema; dile a tu problema cuán grande es tu Dios.

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