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jueves, 13 de septiembre de 2007

María y los primeros cristianos / Autor: P. Ángel Peña Benito O.A.R.


El amor a María no es un invento tardío o una superstición introducida
por el emperador Constantino. Ya hemos visto los textos del Evangelio.
Y, si leemos el libro de los Hechos de los Apóstoles, veremos que
aquellos primeros cristianos del siglo I: Perseveraban unánimes en la
oración con María, la madre de Jesús (Hech 1, 14). No podían vivir solos,
necesitaban del apoyo y del amor maternal de María, para no equivocarse en
la fe. Y María les daba ejemplo y acudía con ellos a la misa diaria.
Dice el texto: Diariamente acudían unánimes al templo, partían el pan en
las casas (partir el pan o fracción del pan era la palabra usada en
aquel tiempo para hablar de la misa) y tomaban su alimento con alegría y
sencillez de corazón, alabando a Dios en medio del general favor del
pueblo. Y cada día, el Señor iba incorporando a los que habían de ser
salvados (Hech 2, 46-47).

Y el amor que los apóstoles y aquellos primeros cristianos tenían a
María, como madre de Jesús y madre suya, se lo transmitieron a las
generaciones sucesivas. A este respecto, debemos citar a los Santos Padres,
que son los escritores cristianos de los ocho primeros siglos (también se
considera entre ellos a San Bernardo, aunque es del siglo XII). Ellos
fueron santos y transmitieron la verdadera fe desde el principio, y la
Iglesia con su autoridad aprobó su doctrina, citándolos continuamente
como testigos privilegiados de la tradición cristiana primitiva. Ellos
son, hasta ahora, como la memoria viva de la auténtica doctrina
católica, tal como se vivía en los primeros siglos. Ellos nos transmiten lo que
siempre y en todas partes se creía en aquellos tiempos, lo cual es
fuente segura para saber cuál es la verdadera fe que Jesús enseñó. Ellos
compusieron el Credo (resumen de las verdades de la fe), fijaron con
claridad el canon de las Escrituras y precisaron la doctrina católica al
luchar contra los herejes. Ellos son los garantes y testigos de la
auténtica doctrina católica y, por eso, algunos concilios y Papas, incluso
hoy, acuden a ellos para confirmar sus enseñanzas. En el concilio de
Calcedonia, en el año 451, se comienza diciendo: Siguiendo a los Santos
Padres... Pues bien, nosotros también acudiremos a estos Santos Padres
para confirmar la doctrina sobre la Virgen María.

Ya en el siglo I, san Ignacio de Antioquía, en sus escritos, habla de
María como madre universal, recalcando su virginidad perpetua y su
maternidad divina. A este respecto, digamos que en el siglo II ya había
imágenes de María, pues se han encontrado cuatro imágenes de la Virgen con
el niño en las catacumbas de santa Priscila de Roma. En este mismo
siglo, se ha descubierto también la inscripción Ave María en la
iglesia-sinagoga de Nazaret, construida sobre la casa de José y de María. Sobre
esta iglesia, usada por los primeros cristianos, se había construido una
iglesia bizantina. Sobre la iglesia bizantina, los cruzados habían
construido otra iglesia. En el siglo XVIII, los padres franciscanos habían
construido otra iglesia más grande y, actualmente, en el mismo lugar
donde habían sido construidas estas iglesias, sobre la misma casa de José
y María, está construida la gran basílica de la Anunciación, que es
obra del arquitecto italiano Giovanni Muzio, y que fue consagrada el año
1969.

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