viernes, 14 de septiembre de 2007
Un canto a la vida / Autor: P. Daniel Ange
Publicamos un pasaje extraído de una charla que dio el P. Daniel Ange, teólogo y fundador de comunidades juveniles en Francia, a los jóvenes de la Comunità Cenacolo.
Decía el P. Daniel Ange, en un encuentro con los chicos de la Comunità Cenacolo (de Sor Elvira) que tuvo lugar en 1997:
"Esta mañana quiero hablarles de la vida... Ustedes saben que cuando la Virgen María apareció en Fátima, en un momento dado de sus manos partieron rayos de luz. Son los rayos del Espíritu Santo, y los videntes se vieron en la luz de Dios. Si vieron como fuego, como Dios los ve y los observa. Eso es lo que contó Sor Lucía. Hoy querría poner vuestra existencia en la luz del Espíritu Santo, que esta mañana María está invitando a que venga a habitar dentro de nosotros.
Saben que toda la creación salió de una explosión de alegría y de amor, porque la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no podían más contener esa plenitud de amor.
El amor necesita expandirse, darse, comunicarse. La primera creación es la de todos los ángeles, estos ángeles que son nuestros hermanos mayores y que se vuelven nuestros pequeños servidores, que son nuestros maestros en la alabanza, en la adoración. Luego, es la creación de todo el cosmos, la primera Palabra de Dios, el primer reflejo de la belleza de Dios y es por ello que los santos se han maravillado por el esplendor de la creación. Después creó el director de orquesta de toda la creación, para prestarle la voz a cada creatura: ¡el hombre! Las montañas, las flores, toda la creación no puede hablar, no tiene voz, en cambio nosotros podemos decir: "Abba Padre" en nombre de todas las creaturas que, al mismo tiempo, liberamos. El ministerio de la alabanza es importantísimo porque hacemos estremecer de alegría a toda la creación.....
La creación había abandonado a la fuente del amor, entonces la fuente del amor viene a penetrar el espacio y el tiempo, y viene dentro de la historia hasta no dejarle el mínimo espacio vacío, hasta una muchachita, nuestra hermana, María de Nazaret.
Sólo al llegar al 2000, el misterio de la encarnación de Jesús vuelve claro el misterio de mi propia concepción. Dios quiere iluminar el misterio de mi existencia, quiere dar luz nueva al hecho de que yo existo.
Lo primero que diré es que tu concepción fue el primer Pentecostés. No tu bautismo sino tu concepción, cuando fuiste concebido. Ciertamente, yo no fui concebido por el Espiritu Santo como Jesús. Jesús recibió su humanidad exclusivamente de la Virgen María, sin la intervención de ningún hombre. En mi caso, en el tuyo, fue a través de los padres que Dios mismo nos dio su Espíritu Santo para que tuviésemos vida.
Ahora quiero hacerles una pregunta: ¿Cómo pueden dos creaturas, un hombre y una mujer, hacer que exista una persona humana que es inmediatamente inmortal, que comienza a existir y no dejará nunca más de existir, inmortal como Dios?
Juan Pablo II escribió en Evangelium Vitae, que es el documento de la Evangelización de estos años y que es una gran sinfonía a la belleza de la vida, que el hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de su existencia terrenal, y que consiste en la participación de la misma vida de Dios. Yo soy, tú eres, una manifestación de Dios. Mi vida es una manifestación, es signo de su presencia, de su gloria. El hombre que vive es gloria de Dios, tú eres la gloria de Dios, ¡esto es extraordinario!
Es también Juan Pablo II quien dice que en el hombre resplandece el reflejo de la misma realidad de Dios. Desde siempre la vida está en Él, la luz de los hombres consiste en ser generados por Dios y en participar de la plenitud de su amor. Dios no creó la muerte, no goza de la ruina de los vivientes, sino que todo lo ha creado para la existencia. Sí, Dios creó al hombre para la incorruptibilidad, lo hizo a imagen y semejanza de su propia naturaleza bellísima y estupenda, maravillosa, extraordinaria naturaleza. Yo no puedo morir para siempre. Un día mi cuerpo también será glorioso en el Cielo como el cuerpo de María... Estamos hechos para la gloria. ¿Cómo hacen, entonces, un hombre y una mujer para lograr esto? La gloria eterna es un don personal porque soy único en el mundo; el rostro es el reflejo del alma, y es así que entre miles de millones de seres humanos en el mundo no hay dos que tengan el mismo rostro, la misma mirada, porque no hay dos que tengan la misma alma. Cada uno es totalmente único. Entre miles de espermatozoides uno solo fecunda el óvulo, uno, uno... y entonces, desde aquel instante primero que yo existo soy único e inmortal. Ello quiere decir que Dios intervino y el momento de mi concepción fue una efusión del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es Dios que da la vida, es el vivificador, y donde esté el Espiritu Santo hay vida.
Hay una palabra de Juan Pablo II que se dirige a aquellas que vivieron una profunda herida en la femineidad, en la maternidad: "...no os dejéis prender por el desánimo, no abandonéis la esperanza, el Padre de toda misericordia os espera para ofreceros el perdón y su paz. En el sacramento de la reconciliación veréis que nada está perdido, podréis pedir perdón a vuestro niño que ahora vive verdaderamente en la gloria del Señor..." Tú puedes tener una relación con él, que humanamente vivió sólo algunas horas en nuestra tierra. Esta pequeña frase es para mí la más revolucionaria de Juan Pablo II, una de las frases más fulgurantes de todo lo que Pedro dijo en dos mil años, es una glorificación y una canonización de todas esta pequeñas víctimas inocentes de nuestros tiempos.
Este año, según cifras de la ONU, a mil millones de niños les ha sido rechazada la vida, seis veces el número de todas las muertes por las guerras y los genocidios de este siglo. Mil millones de niños! Juan Pablo II nos dice que todos estos niñitos están en la gloria del Cielo, son aquellos que nos obtienen la vida de Dios, aquellos que suplican al Señor para que nos abramos a la plenitud de la vida de Dios; y serán ellos los que recibirán a sus padres en el Cielo, diciéndoles: "papá, mamá, ustedes no me quisieron en la tierra, pero yo los quiero en el Cielo. Ustedes están ante Dios, en mi casa, por ello en vuestra casa, les he preparado un puesto en la gloria." (Se entiende para los padres que se hayan arrepentido y regresado al Señor).
Es la afirmación que desde el momento de su concepción un niño es inmortal. Es Dios quien me ha dado la vida, que me ha amado, porque para Él amar es dar la vida. Si me dio la vida es porque me deseó... "quiero que tú existas", aunque mis padres no me hayan deseado. Dios me ha deseado, de otro modo no existiría. Aunque la vida me hubiese sido transmitida fuera de la plenitud de amor, humanamente hablando, aunque si la transmisión de esta vida lo fue en un acto de violencia y el corazón de Dios está revuelto, aún en ese caso Dios me da la vida. Para hacer un parangón, es como si un sacerdote celebrase la Misa en estado de pecado y no pudo confesarse. Jesús tiene el corazón trastornado por esto, pero, sin embargo, el pan se vuelve Jesús a pesar del pecado del sacerdote. Quizás pude haber sido concebido en un pecado, pero aún así Dios me dio el Espíritu Santo. Y muchos de ustedes, jóvenes de esta generación, están heridos profundamente porque tal vez no fueron deseados ni circundados de amor. Un joven llorando me decía: "mi mamá el otro día me dijo que yo nací por error", y yo respondo en el nombre de Dios, jamás, jamás, jamás tu eres el fruto de un error. Aún cuando según tus padres eres el fruto de un accidente, tú, en cambio, eres el fruto del corazón de Dios.
Dios da la vida incesantemente, a cada segundo continúa dándome la vida porque me ama. Si el Padre no lo amase a Gilberto, en esta fracción de segundo no estaría más Gilberto. Estarían las gafas por tierra, una pequeña remera, los zapatos. El vestido es bello, pero lo que está dentro del vestido es infinitamente más bello.
Ciertamente, Dios sabía que llegaría yo a un mundo signado por el mal y el pecado, sabía perfectamente que quizás lo habría de abandonar, que por años iba a renegar de Él, que lo traicionaría, que quizás transcurriría toda mi vida fuera de su luz, y pese a todo me dio la vida porque sabía que su luz vencerían a mis tinieblas, que su perdón sería más fuerte que mi pecado, que su misericordia es más grande que mi miseria y que la última palabra espera a la luz, a la misericordia, a la vida, a Él..."
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