lunes, 17 de septiembre de 2007
¿Es bíblica la Confesión? / Autor: Francisco Javier Madueño
"¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón!"
En primer lugar, por la Biblia vemos que Dios es un Dios que perdona nuestros pecados, y que sólo Dios perdona los pecados. Esta es una enseñanza de la Iglesia Católica, con un fuerte antecedente en el Antiguo Testamento y aun más fuerte evidencia de su práctica en el Nuevo Testamento. La confesión ha sido parte de la vida de la Iglesia Católica durante ya veinte siglos. Ver el Catecismo de la Iglesia Católica, 1441.
En segundo lugar, el perdón de los pecados depende hoy de Jesucristo nuestro Señor, por cuya sangre derramada se nos limpia de todo pecado. El pagó nuestra deuda. Todo esto también está de acuerdo con la Biblia. Y lo cree la Iglesia Católica, y así lo enseña desde siempre. No depende solamente de Cristo, a pesar de la oposición y objeciones que algunos pudieran tener.
Esto es un hecho. ¿Crees que estoy siendo sincero hasta aquí? Pues sigamos. Sabiendo que sólo Dios perdona pecados, y sólo por Cristo nos llega el perdón, hay que ver un tercer punto: ¿Cómo perdona Dios esos pecados nuestros? ¿Cuál es la forma en que nos aplicamos los beneficios de la sangre de Cristo que nos purifica de todos nuestros pecados? ¿Por medio de una oración de arrepentimiento? ¿Por medio de acudir a un llamado al altar en una iglesia? ¿Citando Juan 3, 16 de memoria? Honestamente—miremos bien—porque en la Biblia está la solución a esta pregunta.
Antes de seguir, es necesario dejar claro que Dios podría no haber ordenado ningún procedimiento para que los cristianos obtuviéramos el perdón de los pecados. Pero por la Biblia vemos que esto no ha sido así, y que Dios si ha establecido un procedimiento para obtener el perdón.
El apóstol Pablo dice por ejemplo en Hechos 22, 16: "Ahora, pues, ¿Por qué te detienes? Levántate, bautízate y lava tus pecados invocando su nombre." El apóstol Pedro dice en Hechos 2, 38: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros para perdón de los pecados." Se ve en estos pasajes que la Iglesia desde el principio asocia el perdón de los pecados al Bautismo.
Aquí tenemos que ser totalmente honestos y creer que lo que dice la Escritura es cierto: “bautízate y lava tus pecados”, “bautismo para perdón de los pecados”. ¿Pero… qué ocurre después de nuestro bautismo, cuando pecamos nuevamente? Ya lo dice la Biblia, y concretamente el apóstol Juan en 1 Juan 1, 8-10: "El que dice que no tiene pecado, se miente a si mismo y a Dios lo hace mentiroso." Si estás de acuerdo conmigo en que después de haber creído en Cristo, y después de haber sido bautizados, pecamos, estarás de acuerdo conmigo que debe existir un remedio para estos pecados. Volvemos al principio.
El remedio es Dios, quien nos perdona en Cristo por Su sangre. Aquí surge la pregunta: ¿Cómo nos aplicamos ese perdón? ¿Decimos simplemente… "Gracias Señor porque tu nos perdonas siempre"? Bueno, esta frase es cierta, pero yo no estaba seguro que esto fuera exactamente lo que Dios quería de mi. Sobre todo al leer este pasaje de la Biblia: "Si confesamos nuestros pecados, el es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1) Este versículo es claro por sí mismo. Se requiere una acción por nuestra parte. Esta acción requerida es la confesión de nuestros pecados, para lo cual tenemos la garantía de que Dios nos perdona y nos limpia siempre.
Que buena es la Palabra del Señor. De momento no hay nada que me impida ser evangélico en esto, puesto que —cuando yo era evangélico— pedía perdón directamente a Dios, y sabía que El me perdonaba. Pero la Biblia contiene más de un versículo. Si amas la Palabra, lo quieres todo, y no te conformas con una parte, aunque ésta sea buena. Ese versículo dice que confesemos los pecados, pero no dice, que confesemos directamente a Dios. Sólo dice que Dios nos perdona y nos limpia cuando confesamos.
Luego hay que considerar otro versículo de Juan un poco después, que dice que si pecamos tenemos un abogado ante el Padre: Jesucristo (1 Juan 2, 1-2). Este versículo tampoco aclara el método de la confesión de los pecados. No dice si hay que confesar a Dios directamente. Juan aclara, una vez que sabemos que sólo Dios perdona nuestros pecados y nos limpia, dice después, que Cristo es nuestro abogado, es decir, nuestro defensor ante el Padre.
Necesitamos seguir indagando en la Biblia con sinceridad y el corazón dispuesto y el Espíritu abierto. Siempre hay que estar atentos a lo que Dios nos dice en su Palabra, para aprender algo más. Dios ha dispuesto para su Iglesia un sacramento específico para la confesión y perdón de nuestros pecados.
Hay un texto del Antiguo Testamento que me parece interesante. Se encuentra en 2 Samuel 12, 7-10.
"Entonces Natán dijo a David: "¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría otro tanto y aún más. ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir bajo la espada de los amonitas. Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita. David dijo a Natán: "¡He pecado contra el Señor!". Natán le respondió: "El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás."
El Rey David había pecado, y el profeta Natán se lo hace ver. David reconoce su pecado, y Natán le dice en el nombre del Señor, que su pecado ha sido borrado. Por boca de un hombre, David recibe el anuncio de que ha sido absuelto y perdonado por Dios.
El Salmo 32 nos dice: "De David. Poema. ¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! Tú eres mi refugio, tú me libras de los peligros y me colmas con la alegría de la salvación. ¡Alegraos en el Señor, regocijaos los justos! ¡Cantad jubilosos los rectos de corazón!"
Ahora volvamos de nuevo al Nuevo Testamento, que es donde Dios ha hablado definitivamente por Cristo, Señor nuestro. En el Evangelio de Marcos, capítulo segundo, Jesús iba a sanar a un paralítico. Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados son perdonados." A los escribas que contemplaban la escena atónitos, les pareció una blasfemia que un hombre pudiera decir a otro hombre: "Te perdono tus pecados." Sin embargo Jesús, no solamente es Hombre verdadero, también es Dios verdadero. Jesús les recrimina su pensamiento, y les deja claro que el, como Hijo del Hombre, tiene potestad para perdonar pecados. (Marcos 2, 10) Esto lo hizo Jesús muchas veces, según narran los evangelios.
Ahora bien, hasta aquí se podría argumentar que cuando Juan habla de que confesemos los pecados en el pasaje que hemos visto antes, está queriendo decir que lo confesemos directamente a Dios, y por Cristo se nos perdona, y ya está.
El Evangelio de Juan relata un hecho relevante, Jesús, que tiene poder de perdonar pecados, dice a sus discípulos después de resucitar: "¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y al decir esto, sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis les quedaran retenidos."—Juan 20, 21-23. Este versículo no puede ser ignorado, ni tampoco se le puede dar un significado que no tiene. En él vemos que Aquel que tiene poder de perdonar pecados, envía y manda a sus apóstoles a hacer lo mismo, dándoles autoridad de perdonar o de no perdonar. Yo no encontré que esto se estuviera cumpliendo en las iglesias evangélicas. No me encajaba.
Había entendido que como dice el Señor, “no debemos pecar”. Pero como dice el apóstol Juan, si pecamos, tenemos que confesar nuestros pecados. Lo que no veía por ningún lado es que el método para confesar los pecados, faltaba en las iglesias evangélicas, y era todo muy subjetivo. Todo se centraba en reconocerse uno pecador y en clamar al cielo y dar gracias por que Jesucristo nos limpia, y confiar en que eso es así, pero como no tienes que confesar los pecados a nadie, excepto directamente a Dios, entonces el examen de conciencia no es tan necesario.
Y eso resulta en un problema para el crecimiento espiritual porque esa práctica no está totlamente fundamentada en la Palabra de Dios. La Biblia dice claramente que los Apóstoles recibieron poder de perdonar los pecados. Y la pregunta es: ¿De qué te van a perdonar, si no confiesas los pecados que has cometido? Y no puede bastar con decir, “soy pecador”, sino que para que alguien te perdone, tiene que saber de qué tiene que perdonarte. Ese es el origen de la confesión ante el sacerdote. La COnfesión Sacramental es totalmente bíblica.
Ahora todo se ve claro. Juan dice que si pecamos, que confesemos lo que hemos hecho, y que Dios nos perdona. Y Juan también escribe que el poder de perdonar se lo da Jesús a sus Apóstoles, es decir que en la Iglesia existe ese poder, y alguien lo tiene que ejercer. Estos son los sucesores de los apóstoles, que son hoy los Obispos y los Presbíteros (sacerdotes).
Si en tu Iglesia no existe ese poder, entonces tu iglesia tiene un serio problema. Sabiendo esto, no puedes permanecer quieto, como si todo diera igual. El asunto de la salvación es cosa seria. A Cristo le costó toda su sangre.
Al tiempo de mi conversión, ya empezaba a ver que después del bautismo, la única forma segura de que Dios perdone tus pecados, es confesándolos a quien tiene el poder de perdonarte en el Nombre de Jesús. Al tiempo encontré que esto se realiza en la Iglesia Católica desde el principio. Leí Hechos 19, 18 y tuve aún mas argumentos. Allí dice:
"Aquellos que habían creido, venían confensando y dando cuenta de sus hechos."— RVA.
"Muchos de los que habían creido, venían a confesar y declarar públicamente sus prácticas."—Biblia de Jerusalén.
Esos hechos o prácticas que confesaban eran sus pecados de practicar la magia y la superstición, y las confesaban delante del apóstol Pablo. La Iglesia Católica ha hecho esto desde el principio. Se confiesan los pecados ante un representante de Dios, en este caso el Sacerdote, y luego Dios te perdona. Al leer al apóstol Santiago, lo vi más claro aun. En el capítulo cinco, Santiago explica como los enfermos pueden llamar a los Ancianos de la Iglesia. Debo aclarar que Anciano, Presbítero y Sacerdote son términos que significan lo mismo. El punto aquí, es que hay una figura en la Iglesia que unge a los enfermos con aceite el Nombre del Señor y si ha cometido pecados, les serán perdonados. (Este es el Sacramento Católico de la Unción de Enfermos), y a continuación dice: "Confesaos vuestras ofensas unos a otros y orad unos por otros para que seáis curados."— Carta de Santiago 5, 16
La versión católica dice “pecados”, pero es lo mismo ya que el pecado es una ofensa, sin embargo al emplear la palabra ofensa puede dar lugar a la confusión, eso ocurre ocasionalmente en las iglesias evangélicas. No podemos desligar este versículo de lo que ya hemos visto antes. Todo pecado es, primeramente una ofensa contra Dios. Por lo tanto no se puede tomar este tema ligeramente o hacer lo que uno le parece. Es necesario que revisemnos cuidadosamente nuestras acciones. Santiago habla de confesar nuestros pecados a otro (unos a otros), y en la escena vemos a un ministro de la Iglesia, que es el Anciano o Presbítero (Sacerdote), y la figura de un pecador en el enfermo que llama a los Ancianos de la Iglesia. Antes, Juan había dicho que si pecamos, confesemos, y seremos limpios, y el Señor había dado el poder de perdonar a sus Apóstoles, y los pecadores convertidos en Hechos 19, iban a confesar sus pecados ante Pablo. Aquí se puede ver con claridad una secuencia de acciones.
Es claro que, para interpretar la Biblia, es necesario usar más de un versículo, hay que ver el contexto, y hay que aplicar honestamente lo que aprendemos. Liberarse del prejuicio es muy importante. Dios no aprueba los prejuicios.
Tampoco podemos guiarnos por nuestros gustos. Si a mi no me gusta confesar mis pecados ante un hombre, o no me parece bien; eso no significa que no deba hacerse. Yo no soy Dios y mis gustos y pareceres no son mandamientos divinos y no pueden salvarme.
No es lo que nos parece a nosotros lo que va a valer para nuestra salvación: lo que importa es el parecer de Dios. La Biblia afirma con claridad el Sacramento de la Confesión
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Queridos hermanos, gracias por publicar aquí este artículo mio. La Paz sea con vosotros
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