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jueves, 27 de septiembre de 2007

“Llamados por Jesús con otros.La comunidad. El corazón de la comunidad: Las personas con una discapacidad" (II) / Autor: Jean Vanier


Publicamos una de las reflexiones de Jean Vanier impartidas a una de las comunidades de Fe y Luz durante un retiro sobre el mismo tema. La primera de ellas está publicada en nuestro blog el día 5 de septiembre, la segunda el 14 de septiembre y la tercera el 19 de septiembre. Introduciendo el nombre de Jean Vanier en el buscador del blog os aparecerán todas, además de los artículos que citan al autor.

Quiero hablaros sobre una persona con deficiencia llamada Antonio que acogimos en nuestro hogar hace varios años. Había pasado 20 años en un hospital; no podía usar sus brazos y sus piernas, no podía hablar; físicamente tenía serias dificultades y necesitaba un suplemento extra de oxígeno; además, tenía que ser alimentado directamente a través del estómago. Así que nos llegó a nosotros después de pasar 20 años en un hospital. Una persona increíblemente bella, increíblemente franca, con un rostro increíble, una gran sonrisa, sus ojos eran brillantes. Si te acercabas a este hombre y le decías su nombre: ¡Antonio! no Anthony (era de origen italiano) entonces él se sentía reconocido. En el pequeño hogar en el que él estaba, todos solían decir que él era un maestro. ¿Sabéis que san Vicente de Paúl decía que los pobres son nuestros maestros...? En Antonio no había ninguna depresión ni ninguna ira; a veces se disgustaba un poco cuando la gente no le hacía caso, cuando el agua del baño estaba un poco caliente, un poco fría... Lo realmente extraordinario era la increíble aceptación de sí mismo, tan pobre, tan frágil, pero raramente feliz; así que decíamos: él es nuestro maestro. Porque a nosotros nos cuesta aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos.

Esta mañana os he hablado un poco sobre nuestras deficiencias, y nuestras deficiencias en el plano, en el mundo de la relación. Algunas personas nos gustan, otras no nos gustan, algunos nos gustaría tirarlos a un río. Y la comunidad es un lugar donde vamos a descubrir quiénes somos nosotros. Cuando estamos solamente con amigos, a los cuales hemos elegido y los cuales nos han elegido a nosotros mismos nos podemos alabar y decirnos lo maravillosos que somos, pero cuando llegamos a una comunidad, una comunidad de El Arca, una comunidad de Fe y Luz, rápidamente veis que hay gente que os gusta y otra que no, algunas personas os enfadan, os disgustan, algunos padres os vuelven felices y otros no; algunas personas con deficiencia estáis muy cercanos a ellas y otras no. Así que la comunidad es un lugar maravilloso para descubrir quiénes somos. Esta es la alegría y el dolor de la comunidad; nos amamos pero nos odiamos, porque por un lado descubrimos la alegría, la belleza de estar juntos, y también descubrimos el caos en nosotros. Yo creo que todos tenemos un gran caos; este caos puede manifestarse a través de nuestra sexualidad, en la que somos atraídos por alguna realidad o alguien del otro sexo, lo queremos y no lo queremos; el caos de la violencia, con algunas personas nos podemos enfadar mucho, algunas personas con deficiencia nos pueden enfadar mucho. Dentro de la comunidad encontramos este mundo de caos; podemos descubrirlo en el mundo de la depresión, incluso en el deseo de morir.

En muchos países del mundo hay muchos, muchos jóvenes hoy que cometen suicidios; todo esto es parte del caos que existe en nosotros. Y cuando descubrimos el caos, cuando descubrimos en nosotros fuerzas que nos lanzan hacia la sexualidad, hacia el alcohol, hacia las drogas, hacia la violencia..., entonces nos damos cuenta de que necesitamos estar seguros, necesitamos ser salvados porque hay algo muy roto en nosotros. Nos puede asustar mucho el caos.

Cuando veo a alguien al borde de la depresión o alguien que manifiesta elementos de enfermedad mental, puede haber un gran miedo. Una de las personas que viven en mi comunidad, una persona que estudia medicina, pero que tuvo una crisis a la edad de 20 años y cayó gravemente enfermo mentalmente, y pasó un largo tiempo en el hospital. Ahora ha vuelto a nuestra comunidad porque en cierto modo se ha visto reducido a una persona con una deficiencia mental, pero es un hombre increíble. A veces se me acerca y me dice: “debo ir al hospital, siento que esto me vuelve otra vez”. Es un hombre que tiene un gran sentido de quién es y se da cuenta de cuándo el caos le domina.

Así que el caos está ahí. Esto es algo por tanto que es importante descubrir en la comunidad, el caos; descubrir nuestras iras, nuestra reacción hacia ciertas realidades que pueden destruirnos. Hay una sed de vida, pero también una sed de muerte. Esta sed de muerte la encontramos claramente en personas atrapadas por las drogas, por el alcohol; ellos saben que el alcohol es malo, ellos saben que cuando están bajo los efectos del alcohol pueden pegar a su mujer o a sus hijos, saben que están gastando todo el dinero de la familia, pero hay una fuerza dentro de ellos... ¡es ese caos! Ese caos aparece algunas veces como algo muy caótico, a veces puede aparecer bajo la idea del imposible, el “haz tú lo mismo”... ¡es imposible! Y Jesús nos dice que amemos como ama el buen samaritano.

Creo que todos tenemos la experiencia de no ser capaces de amar. Hay cierto bloqueo en nosotros. A menudo escucho gente que me dice: “me gustaría aprender a amar”, y todos tenemos ese ideal de amor. En el corazón de la idea de Fe y Luz, en el corazón del mensaje de Jesús está esa idea de amor ¡pero no puedo! Porque me enfado muy rápidamente con los demás. Hay distintos tipos de bloqueos en mí, y no puedo. Y en el corazón del mensaje de Jesús se nos pide que vayamos más allá..., pero ¡yo no puedo! Hay una parálisis en mí, hay culpabilidad en mí y no sabemos cómo amar. Podemos querer a nuestro novio o nuestra novia, es maravilloso, pero fijaros en ella o en él dentro de diez años... ¡no es lo mismo!

Yo creo que todos hemos experimentado el caos, el caos como violencia o el caos como imposibilidad. Quiero amar pero no puedo amar. Cuando dejé la responsabilidad en mi comunidad me fui a vivir a una comunidad con personas con una deficiencia muy profunda, porque era muy importante para mí, poder bañar a diario a Erick o a Luic. Es algo sencillo bañar a alguien... ¡no, no es tan sencillo! Porque cuando tocas a alguien le das a esa persona algo que tú tienes dentro de ti; si tú tienes paz, das paz, si te encuentras mal, se transmite al otro cuerpo. He vivido experiencias muy profundas en este hogar; ninguna de las personas hablaba. Erick era el único de ellos que caminaba. Así que es muy importante descubrir esa comunicación completa a través del cuerpo para comprender a las personas que no hablan. Por supuesto, yo lo puedo hacer por mí mismo, puedo estar con otros que comprenden el lenguaje no verbal; así que descubrí cosas bellas también en mí, pero también descubrí mucha ira.

Había allí un hombre llamado Lucian, que no podía caminar, no podía hablar, tenía problemas psicóticos, un hombre muy, muy herido. Pasó 30 años con su madre. Su madre era una mujer muy bella; ella entendía cada gruñido, cada movimiento de su cuerpo, ella entendía su lenguaje y podía responder a ese lenguaje; y la madre se puso enferma, tuvo que ir al hospital y Lucian no podía mantenerse por sí mismo, así que se le llevó a otro hospital. Entonces sufrió una angustia inmensa, y la angustia quiere decir comunidad rota, comunión rota, porque él había vivido toda la vida con su mamá, con una relación muy profunda, simbiótica, y de repente se encontró completamente solo y vivió una angustia terrible, y después vino a nuestra comunidad, porque el hospital no era un lugar para él. Yo viví con Lucian durante un año, pero tuve muchos problemas con él, porque en ciertos momentos del día esa angustia brotaba de él y gritaba, gritaba, gritaba..., con una tonalidad muy alta, muy aguda; y ese grito entraba dentro de mí y creo que despertaba mi angustia, quizá su grito despertaba mi grito... ¡eso es una cosa muy dolorosa! Quizá todos hemos experimentado esto, que alguien débil y frágil despierta nuestras fragilidades más profundas y roturas. Y cuando ese grito penetraba en mí, despertaba mi grito, podía detectar ira, y descubría violencia que salía de mí. Afortunadamente vivía en comunidad, así que mi violencia se contenía, pero yo sé que si no viviera en comunidad, quizá Lucian estuviera en peligro.

Me imagino que todos nosotros hemos experimentado algo parecido, cuando no hay una firmeza, una fuerza, delante de una dificultad, hay algo en el orden de la violencia que surge del caos y no de un punto de luz, y entonces sabemos que podemos herir a alguien. Ahora me doy cuenta cada vez más que el mayor miedo en cada uno de nosotros es matar a alguien. Hace algunos años visité muchas cárceles. Recuerdo que pasé una semana en prisión en el oeste de Canadá; tenía mi pequeña celda y una noche estaba en el club 21; el club de los 21 es el grupo de hombres que ha sido condenado a 21 años de prisión, y me invitaron para una tarde completa de compartir, y cada uno me contó su historia. Me di cuenta de que escuchándoles, y cada uno había cometido un asesinato, que si yo hubiera tenido su educación y hubiera estado en su situación, yo hubiera hecho lo mismo. Me acuerdo de un hombre muy grande, me contaba que él estaba bebiendo en el pub, y obviamente había bebido demasiado, y alguien llegó y le insultó, sencillamente le dio un golpe en la cabeza y le mató; la ira surgió de él. Me di cuenta que yo hubiera podido hacer lo mismo en sus circunstancias.

Vosotros sabéis, este es el gran misterio del caos que hay en nuestro interior y a mí el descubrir esa ira en mí fue muy doloroso porque afectaba a mi vocación; mi vocación es vivir con gente débil y me daba cuenta que era capaz de herir a alguien. Su grito era un grito normal, era el modo de expresar su dolor, quizá yo exprese mi dolor de otra manera, pero el único modo que él tenía para expresar su dolor era el grito. Estuvimos hablando con un médico sobre la medicación y todos estábamos de acuerdo en que no debía tener medicación porque era importante que él pudiera expresar su dolor, y su dolor era la separación de su madre; y la única manera para él de expresar su dolor era gritar, y el grito -como os he dicho- despertaba mi grito. Un poco después, vino un asistente a verme y me expresó la situación de un modo similar a como yo lo había vivido, cómo él había sentido que deseaba matar a alguien. Al día siguiente, él estaba en la capilla y de repente se dio cuenta de lo que había sucedido y entonces, me contó, me puse a llorar, y vino a hablar conmigo de ello. Y entonces yo le dije: “mira, quizá la noche pasada ha sido uno de los momentos más importantes en tu vida; tú viniste a El Arca ha salvar a los pobres, ahora estás descubriendo que eres pobre y que necesitas ayuda”. Nosotros necesitamos ayuda, todos necesitamos ayuda para crecer y volvernos completamente seres humanos y ocupar nuestro lugar en el mundo.

Yo acompaño también a madres y padres. A veces me cuentan de madres que se enfadan mucho con sus hijos; cuando el niño pequeño no quiere lavarse los dientes: “lávate los dientes” , “¡no!”, “te he dicho que te laves los dientes”, “¡no!”. Y entonces ¿qué sucede?, ¿qué sale de la madre? Ira. Mirad, bien proyectemos nuestra ira hacia las personas o la proyectemos hacia nosotros; cuando la lanzamos sobre nosotros eso se llama depresión; la ira puede volverse hacia mí o puedo proyectarla hacia el exterior. Así que, probablemente todos hemos experimentado el caos. Es muy importante que leáis aquellos momentos en vuestra vida en los que habéis vivido el caos, iras profundas, formas de depresión o atracción hacia cosas que sabíamos que nos iban a dañar. Porque es cuando vivimos la experiencia del caos o la imposibilidad cuando nos damos cuenta que necesitamos una nueva fuerza... ¡necesito una nueva fuerza, no lo puedo hacer por mí mismo!

Cuando miráis la historia de la humanidad, la historia de la humanidad es una historia muy dolorosa, es una historia de guerra. Vosotros lo sabéis porque lo habéis vivido en vuestro país en los años 30... ¡cómo puede de repente aparecer el odio! Posiblemente estos días veis algo en la televisión sobre Israel y Palestina, y del odio que hay ahí. Nosotros comenzamos una comunidad en Betania, entre musulmanes, hace algunos años y simplemente escuchar a los israelitas y a los palestinos, y escuchar su ira y su odio, nos preguntamos ¿cómo puede terminar esto? Una de las cosas más dolorosas es la separación entre la gente, entre los ricos y los pobres. Raúl me contaba cuando llegábamos a Salamanca, que Salamanca es la ciudad de las grandes universidades, pero también es una ciudad en la que hay un gran número de analfabetos; así que, tenéis a todos los inteligentes, y todos aquellos que no saben leer ni escribir, y hay un muro entre ambos, y no hay modo de crear un contacto porque todo el mundo tiene miedo del otro. Así que, tenemos la conciencia de que nuestro mundo es un mundo roto. ¿Sabéis? Todos queremos probar que tenemos la razón. Me gusta mucho ver a las personas que están viendo un partido de fútbol en la tele, me doy cuenta de que en España hay mucha gente que le gusta el fútbol, excepto las mujeres de los hombres, no les gusta el fútbol. Lo que es muy interesante cuando la gente ve la tele, cuando el Madrid juega contra el Salamanca, u otro..., lo único que veis es a 22 personas corriendo detrás de un trozo de cuero con aire dentro y... ¡la gente se excita tanto! Y cuando el Real Madrid mete un gol, o cuando lo meten en la otra portería... ¡¡buff!!

Un día paseando, comenzamos a escuchar grandes voces y gritos... ¿qué pasa? Y nos dimos cuenta de que mucha gente llevaban unos cascos, entonces nos dimos cuenta de que Guatemala estaba jugando contra Honduras. Así que, qué es lo que se vive..., la necesidad de ganar, la necesidad de estar en el equipo ganador, la necesidad de ser el mejor. Sería maravilloso si sólo sucediera en el fútbol, pero muchas veces va más allá; hay una fuerza grande de agresión dentro de nosotros, una gran necesidad de ser el poderoso, de ser el mejor. Necesitamos ser salvados si queremos tener paz, porque la paz no es la coexistencia, todos podemos coexistir.

Estuve hace poco en el norte de Serbia; estaba hablando a un grupo de católicos, y en el mismo pueblo, les pregunté ¿cuál es vuestra relación con los ortodoxos? Vivían puerta con puerta y me dijeron: “nunca nos hablamos”. Así que la paz no es sólo la coexistencia, vivimos al lado pero nunca nos juntamos. La paz sólo puede llegar si nos encontramos y nos escuchamos y tú me cuentas tu historia y yo te cuento mi historia. Entonces empezamos a encontrarnos. Esto es lo que afortunadamente sucede en vuestros pequeños grupos, en los que podemos hablar, decir nuestras cosas desde la parte más profunda de nosotros mismos, y yo te puedo revelar quién soy, y tú me revelas a mí quién eres tú. La paz sólo puede llegar si nos encontramos con personas y escuchamos a personas; pero estamos asustados y construimos los muros. La fuente, el origen de esos muros es el caos, porque tenemos miedo de pelearnos, porque tus certezas, en cierto modo, ponen en peligro mis certezas. Todos tenemos nuestras certezas, todos tenemos nuestra religión, nuestra cultura, nuestra clase, nuestra ideología..., y si escuchamos a los demás, va a afectar mi ideología, mis certezas, mi necesidad de sentir que soy el mejor.

Tener paz entre nosotros, y querernos..., para eso necesitamos ayuda, y en el corazón del mensaje de Jesús, yo te digo: ´ ama a tus enemigos, haz el bien a aquellos que te odian, habla bien de aquellos que hablan mal de ti y reza por aquellos que te aplastan...` ¡no es posible, no puedo amarlos! El enemigo es aquél que me pone en peligro, tengo miedo del enemigo, me protejo del enemigo... ¿cómo puedo amar al enemigo? Automáticamente si ves una piedra que te llega a la cabeza te defiendes y en el corazón del mensaje de Jesús dice: “ama a tu enemigo”. Así que, el descubrimiento de que tenemos que ser salvados, cuando nosotros comenzamos a tocar nuestro caos, cuando nos vamos dando cuenta de que hay tantas cosas que son imposibles, que no puedo amar a esta persona, entonces nos desanimamos y caemos en la culpabilidad, nos sentimos desanimados, y mucha gente joven está desanimada. Porque ¡mirad nuestro mundo!, ¿cuál es la esperanza de nuestro mundo?, ¿hay alguna esperanza?, ¿o sencillamente nos peleamos unos con otros y aceptamos la sociedad tal y como es?, ¿intentamos subir en la escala del poder frecuentemente pisoteando a los que son más pobres? Sencillamente... ¿el Evangelio no es más que una utopía, una esperanza para nuestro mundo? Mucha gente está desanimada, quizá puedan ir a misa los domingos, pero... ¿realmente hay alguna esperanza en ellos?, ¿podemos hacer algo por la justicia, por la paz, por el amor?

Hay un texto muy bello del profeta Ezequiel. No sé si conocéis al profeta Ezequiel; es un hombre fantástico, siempre muy excitado; veis a un hombre realmente inspirado, con sueños maravillosos. En inglés es la misma palabra para decir sueños, pero en francés hay dos palabras para decir sueños; una de las palabras significa: sueño que viene de Dios y tiene un significado real; mientras que la otra palabra no tiene ningún sentido, o durante la Biblia encontráis a muchas palabras viviendo sueños irreales. Y de hecho Platón, no sé si conocéis a Platón, es otro hombre muy interesante, en uno de sus libros pregunta porqué los demiurgos, los dioses, crearon el hígado, y ¿sabéis por qué dice que los dioses crearon el hígado? Es muy importante saberlo; dice: crearon el hígado para que las personas pudieran convertirse en profetas... ¿cuál es la relación entre el hígado y los profetas? Yo no sé si en España conocéis el queso Camembert, es un queso que huele mal, pero es muy cremoso, si coméis mucho, demasiado Camembert, tendréis sueños por la noche, porque el hígado crea nuevas imágenes y las envía al cerebro. Y Jesús dice que Jesús crea esas imágenes para enviar mensajes a las personas. Yo no sé si san José comió mucho Camembert, pero San José tuvo un número de sueños en los que Dios le enviaba mensajes. Es muy importante saber distinguir; quizá vosotros hayáis tenido mensajes en algún sueño, es importante estar atento a ciertos sueños.

De cualquier modo, voy a volver al profeta Ezequiel, porque Ezequiel tenía grandes sueños. En una ocasión tuvo un sueño en el que estaba en un valle lleno de huesos secos. Es casi una pesadilla ¿os podéis imaginar? Y Yahvé le dijo a Ezequiel: “hijo del hombre, ¿pueden vivir estos huesos?”. Ezequiel es muy prudente, la manera en la que él responde es: “Dios, sólo tú lo sabes”. Así que, si Dios os hace alguna pregunta, de la mejor manera que podéis responder es: “sólo tú lo sabes”. De cualquier modo, podéis encontrar esto en el capítulo 37 de Ezequiel; y Dios le dice a Ezequiel: “profetiza, profetiza sobre estos huesos muertos, secos” y los huesos empiezan a juntarse y empieza a aparecer carne sobre ellos; están allí pero no están viviendo, entonces Dios le vuelve a decir a decir a Ezequiel: “profetiza otra vez, profetiza más”. Y entonces de repente la mira, penetra en esta multitud de personas y de repente, todo este cúmulo de huesos se ha convertido en una gran multitud de personas que hablan... ¡eso es un sueño! Pero después de eso viene la interpretación del sueño, y a veces necesitamos ayuda para interpretar los sueños. Y aquí Dios interpreta un sueño, y esto es lo que dice: “Hijo del hombre, estos huesos son la casa completa de Israel, representan a todo el mundo en Israel, ¿qué pueden decir nuestros huesos, están secos? Nuestra esperanza está perdida y estamos separados de la tierra de los vivos”. Estas palabras fueron dichas seiscientos años antes del nacimiento de Jesús, ¿qué palabras oímos hoy?, ¿me siento seco dentro de mí?, ¿no tengo más esperanza? Sepárame de la tierra de los vivos... ¡es muy fuerte! Y hay mucha gente hoy en ese estado de desesperación... ¡no creen que pueden vivir, y que pueden dar vida! Están encerrados en una prisión interior, y entonces en Señor Dios dice: “yo abriré vuestras tumbas y os sacaré de vuestras tumbas ¡oh, mi gente! Os levantaré, os sacaré de vuestras tumbas y yo llevaré vuestro hogar a la tierra de Israel. Vosotros sabréis que yo soy el Señor cuando abra vuestras tumbas y os levante de vuestras tumbas ¡oh, mi pueblo! Y pondré el Espíritu sobre vosotros, y vosotros viviréis y os colocaré en vuestra propia tierra, entonces sabréis que yo soy el Señor...”. Os levantaré de vuestras tumbas, la tumba de la desesperación, la tumba del caos, la tumba del yo no puedo hacerlo, es imposible... ¡yo pondré el Espíritu en ti y tú vivirás!

Jesús vino seiscientos años después de Ezequiel y todas las promesas de Jesús son: “si tú me amas y mantienes mi palabra, yo le rezaré al Padre y Él os enviará al Paráclito, para estar contigo siempre, el Espíritu de la verdad...”. Esta es la promesa de Jesús; lo más importante del mensaje del Evangelio, se vuelve una promesa, una promesa de darnos el Espíritu, para ser renacidos, para ser capaces de hacer lo imposible, para hacer no lo que es posible para mí, sino lo que es posible para Dios. Vivir en comunidad es imposible, perdonar a las personas es imposible, convertirse realmente en amigo de una persona con deficiencia es imposible, amar a nuestros enemigos, descubrir el perdón, descubrir la violencia que hay en mí y no sentirse deprimido por ello, sino trabajar por ello para descubrir la ayuda adecuada. Todos tenemos violencia en nosotros, todos tenemos depresión en nosotros. ¿Estamos condenados a vivir esta violencia o a esconderla? La promesa de Jesús.

Espero que en este pequeño tiempo, corto que queda, porque nos vamos dentro de dos días, escuchéis esta promesa, pero no aquí en la cabeza, sino aquí abajo, en vuestro corazón. Esta promesa comienza cuando Jesús nos dice: eres importante para mí y te quiero. Es un poco como Jesús cuando entra en diálogo con la Samaritana; Jesús entra en diálogo con nosotros y nos promete: “si tú bebes el agua que yo te daré, esa agua se convertirá dentro de ti en un manantial del que brotará la vida eterna”. Esa es la promesa que Jesús le hace a la mujer de Samaria. Así que es importante que escuchéis a Jesús, y para escuchar, realmente necesitamos tiempo; escucho lo que dice Peluso, también escucho muchas de las cosas que decís..., ¡pero es importante escuchar a Jesús que nos habla! Estamos en un momento increíble de la historia de la humanidad, yo diría incluso, uno de los momentos más bellos de la historia de la humanidad, en el que puede haber un renacimiento en la paz, en el amor; un renacimiento de la Iglesia o si no, habrá catástrofes. Y a esta misión estamos llamados todos, a ocupar nuestro lugar, sea cual pueda ser ese sitio, y convertirnos en instrumentos de paz y convertirnos como Jesús en un rostro de compasión; o lo que quiere decir lo mismo, conviértete en un hombre y en una mujer de compasión, busca amar a las personas y ayuda a las personas a crecer, y ayúdales a descubrir quiénes son, la increíble belleza que existe en cada uno, también la capacidad increíble que cada uno tenemos para crecer. La gran esperanza de nuestro mundo es que nos volvamos hombres y mujeres de compasión, y que la Iglesia se convierta en el lugar para la compasión, no sólo el lugar del Señor, no solamente el lugar del dogma, sino el lugar de la compasión, de la amabilidad, de la bondad, de la transmisión de una fuerza. Así que, Dios nos puede llamar a que salgamos de nuestras tumbas, puede poner el Espíritu en todos nosotros para que nos volvamos realmente seres humanos que viven.

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