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jueves, 13 de septiembre de 2007

14 de Sept: Exaltación de la cruz:/ Autores: P. Jordi Rivero y Alessandro Pronzato


REFLEXIÓN: ¿POR QUÉ VENERAMOS EL CRUCIFIJO SI YA JESÚS HA RESUCITADO?

La cruz es parte inseparable del misterio pascual que incluye pasión, muerte y resurrección.

La revelación del amor perfecto es la cruz mientras que la resurrección es su victoria. La cruz le costó a Jesús inmensos sufrimientos los cuales aceptó libremente por nosotros. La resurrección no le costó nada. Es la manifestación de su gloriosa victoria.

La Cruz, es mencionada explícitamente 29 veces en el Nuevo Testamento. Muchas mas veces se refiere a ella sin usar la palabra exacta. No es el madero en su sentido material en lo que ponemos nuestro corazón sino en Jesús que por nosotros colgó de el. El es quién nos atrae. Jesús nos dijo:

Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí. -Juan 12,32

Cristo transformó el sentido de la Cruz. Antes era la vergüenza e ignominia mas grande posible, ahora es la gloria y la victoria máxima.

Al contemplar a Jesús en la Cruz tomamos conciencia de la seriedad de nuestros pecados, del amor que nos tiene y de la redención. Amor a la Cruz nos comunica la gracia para ser fieles en nuestras cruces unidas a la Suya.

San Pedro y San Pablo proclaman la cruz sin cesar.

¿Acaso no sabían ellos que Cristo ha resucitado? Claro que sí, pero comprendían la importancia de tenerla siempre presente porque ella es el poder de Dios contra todas las fuerzas infernales: las fuerzas de la carne, es decir de nuestro ego. La carne tiende a su placer, su conveniencia, su engrandecimiento; la cruz pone a muerte todo eso para que reine el Amor

Hechos 2,36
«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.»

Gálatas 2,19
En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado

Gálatas 5,24
Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.

Gálatas 6,14
"Lo que es a mi, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mi, y yo para el mundo."

I Corintios 1,13
¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros?

Los cristianos siempre hemos tenido la Cruz como signo del amor y poder de Cristo. Hay amplia evidencia que desde los primeros siglos se levantaban cruces como signo de la fe en Cristo.

A los que nos atacan por llevar la cruz en el cuello o tenerla en un lugar de honor en nuestras casas o por erguirla sobre un lugar visible, hemos de responder con San Pablo:

Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de Dios. -I Corintios 1,18

Nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. -I Corintios 1,23-24

La Cruz, sea que tenga representado el cuerpo de nuestro Salvador o no, es el mismo signo. Pero los católicos solemos representarla con Su cuerpo por el valor que tiene contemplar sus pasión, el amor con que nos salvó.

Jesús nos ordenó a abrazar también nosotros la cruz: "Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" -Mateo 16,24

¡Te adoramos oh Cristo y te bendecimos, porque por tu santa Cruz redimiste al mundo! -Amén.

PADRE JORDI RIVERO

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REFLEXIÓN: LLEVAR LA CRUZ

Pero no existe solamente la cruz de Cristo, existe también nuestra cruz.

Y, entonces, ¿cuál es esta cruz? Amigo, quiero decirte dos palabras, a este propósito, con mucha claridad, como se hace entre verdaderos amigos.

Tenlo presente. La cruz que no te va bien es precisamente la tuya.

La cruz no es un vestido, ni un par de zapatos, que te deben venir a la medida. La cruz jamás va a la medida de tu gusto y de tus exigencias particulares. Desgarra, magulla, araña, arranca la piel, aplasta, doblega...

Y, sin embargo, no hay duda. Para que sea de verdad tuya, la cruz no debe irte bien. Por cualquier lado que la mires, la cruz nunca va bien.

Tampoco a Cristo le iba bien su cruz. No le fue bien la traición de Judas, el sueño de los apóstoles, la conjura de sus enemigos, la fuga de los amigos, las negociaciones de Pedro, las burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo.

La cruz, para que lo sea, no debe irte bien.

Esa cruz que te viene encima en el momento menos oportuno -una enfermedad que te pilla mientras tienes muchas cosas que hacer y que te echa por tierra un montón de proyectos -es la "tuya".

Esa cruz que nunca hubieras esperado -aquel golpe cobarde que te ha venido de un amigo, aquella frase que tenía el chasquido de un latigazo, aquella calumnia que te ha dejado sin respiración- es "tu" cruz.

Esa cruz que tú no habrías elegido nunca entre otras mil -"una cosa así no debía sucederme a mí"- no hay duda: es "tu" cruz.

Esa cruz que te parece excesiva, disparatada, desproporcionada a tus débiles fuerzas -"es demasiado, no puedo más"- no pertenece a los otros: es la "tuya".

No te hagas ilusiones. No existe una cruz a la medida.

Para ser cruz tiene que estar fuera de medidas.

Intenta buscar. Registra por todas partes. Examina todo bien.

Valóralo con atención. Y, si encuentras al final la cruz que te va bien, tírala. Esa, ciertamente, no es la tuya.

Las señales para reconocer si una cruz es tuya son desconcertantes: imprevisión, repugnancia, malestar, imposibilidad, inoportunidad, sentido de debilidad.

Si una cruz se te presenta como antipática, desagradable, excesiva, demasiado ruda, insoportable, no dudes en cargar con ella. Te pertenece.

Por otra parte, no importa que no sea "tuya" en el momento de partir. Llegará a serlo durante el camino, a través de una cierta familiaridad que se establecerá entre tú y ella.

Al principio se te presentará como si te fuera extraña.

Después descubrirás que es verdaderamente tuya.

Sólo llevándola te darás cuenta de que esa cruz es "tuya".

Esto no quiere decir, entiéndase bien, que las relaciones entre tú y la cruz se hagan idílicas, que todo marche bien. Con la cruz no hay nada que marche bien. La cruz marca surcos profundos en las espaldas y en el corazón.

Pero, a pesar de todo, se establecerá una familiaridad. Una familiaridad sufrida, pero justificada por el sentido que se descubre poco a poco, caminando. Y aun cuando el significado no aparezca claro, siempre está la fe que te invita a dejarte conducir de la mano de alguien que sabe.

No eres tú quien tiene que saber.

FE/QUÉ-ES: Fe, quiere decir simplemente, saber que él sabe, aun cuando tú estés a oscuras.

Adelante, pues, con esa cruz que no te va bien. Con la cruz que no está hecha a medida.

Lo que cuenta no es que la cruz esté hecha a tu medida.

Lo esencial es que tú seas a la medida de Cristo.

ALESSANDRO PRONZATO

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