viernes, 7 de septiembre de 2007
Acoger la Palabra de Dios para dar frutos comunitarios / Autores: Conchi y Arturo
Hoy queremos abordar el delicado tema de la vida en comunidad. Hay dos tipos básicos de comunidad cristiana: la familia y la parroquia. Entendemos por comunidad el lugar donde vivir la vida como Cristo la revela en los Evangelios, mostrando la voluntad del Padre del Cielo. Fe y obras aplicadas a cada instante de nuestra existencia.
Hay otras muchas variedades de vivir en comunidad cristiana: grupos de oración y profundización con compromisos concretos, comunidades de vida y asociaciones laicales, ordenes religiosas....Incluso los propios sacerdotes diocesanos deberían
formar una autentica comunidad como Jesús lo hizo con sus discípulos.
Vamos a descubrir que la verdadera comunidad cristiana crece y se fortalece sólo como fruto de la gracia de Dios. Constatar nuestras debilidades y excusas es algo que nos disgusta profundamente y solemos responsabilizar a los otros de la falta de frutos espirituales.
Los Hechos de los Apóstoles nos iluminan de como después de vivir Pentecostés nacen las primeras comunidades que son luz para el mundo. Analicemos como surgieron:
"Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas". (Hechos 2, 41)
Acoger la Palabra de Dios implica ORAR. Orar siempre y en todo lugar. La oración hace crecer en nuestro corazón la semilla de la Palabra de Dios escuchada. Siempre cuando leemos las Sagradas Escrituras o escuchamos su proclamación deberíamos abrir todo nuestro ser con la oración: "Señor haz que la comprenda, que la proclame y que la viva"
Los Apóstoles habían acogido la Palabra de Jesús, quien les indicó que permanecieran unidos esperando al Consolador. Y estaban reunidos orando cuando se produjo la venida del Espíritu Santo. Es como consecuencia de la efusión o fuego del Espíritu de la Verdad que les capacita, que proclaman la muerte y resurrección de Cristo como fuente de salvación.
Fijemonos en que los Apóstoles dan su testimonio de vida con Jesús y que sus explicaciones son ungidas por el Espíritu Santo para convertir a 3.000 personas. Sus frases se convierten en Palabra de Dios Viva y eficaz. Por tanto la Palabra del Padre puede ser anunciada por cualquier bautizado. ¿Realmente escuchamos a quienes nos dan la palabra hecha carne en nuestro grupo o parroquia? Muchas veces hemos oído que "a tal o a cual le falta formación y no puede hacer ese servicio". Nosotros en cambio nos sentimos preparados para todo.
Sólo la escucha del la Palabra de Dios en la Escritura y en los demás hará posible nuestro crecimiento y el de nuestra comunidad familiar, parroquial o de vida. Los 3000, que se unieron a los Apóstoles, escucharon tan profundamente que se hicieron bautizar y se pusieron al servicio de la comunidad. Sólo en la escucha podremos discernir los dones únicos que Dios nos ha dado para hacer crecer su Reino comunitariamente. Tener mil capacidades naturales no nos autoriza a querer ser el primero en todo, mandar en todo y generar confusión.
Jesús en Mateo 20, 25-28, habla de lo que significa realmente tener comunión y ser templos vivos del Espíritu Santo: "Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud".
Lo explica Henri Nouwen en una meditación publicada este mismo mes: la comunidad supone negarse a uno mismo y dar la vida como Cristo la dio por nosotros por los demás. Debemos salir de nuestros placeres y egoísmos para hacer del Amor nuestra fuente de Agua Viva. Para ello no es necesario marcharse del lugar donde uno vive. Hay distintas llamadas y dones pero es el mismo Espíritu quien construye el Cuerpo de Cristo. Nosotros sólo podemos aplicar técnicas e ideas premeditadas que son castillos en el aire.
El Espíritu Santo nos ha sido dado para poder testimoniar con autoridad y autenticidad que Jesús está Vivo y nos salvó de nuestros pecados muriendo en la cruz y resucitando. Como dice también en su meditación José H. Prado Flores, publicada este mismo mes, el Espíritu Santo nos ha sido dado para evangelizar. La evangelización nuca es posible si no se hace en comunidad.
La ausencia de los frutos del Espíritu en cualquier actividad evangelizadora o pastoral, son sencillamente la constatación que no existe una autentica comunidad cristiana. San Pablo lo explica con concreción en la carta a los Gálatas 5, 16-26:
"Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais. Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.
En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.
Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu.
No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente".
Uno puede desear acercarse al Señor y en cambio padecer hábitos sexuales como la fornicación, la impureza o el libertinaje en todas sus expresiones. Hemos visto que las necesidades afectivas sin el Amor de dios de por medio son fruto de heridas de relaciones en nuestra infancia y adolescencia. Dios desea que seamos conscientes que Él nos quiere regalar su Amor que nos dará fidelidad y dominio de sí. Pero la decisión es nuestra y si seguimos con nuestros hábitos eso va destruyendo nuestro corazón y minando nuestra comunidad, porque nos vamos incapacitando para servir con los dones únicos que Dios a sembrando para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Es muy sencillo y gratificante ser de una comunidad de cualquier tipo cuando las cosas funcionan. Lo dificil es permanecer fiel en nombre del señor dando testimonio cuando por ejemplo uno tiene en su comunidad familiar o parroquial personas con problemas síquicos importantes. Hemos conocido casos de esquizofrenía en donde el enfermo ha dejado la medicación y ha tenido una crisis mientras orábamos intentando matarnos con un cuchillo. Amar a esa persona siempre por fidelidad a Dios será siempre fruto de la comunidad.
Recordamos también a una mujer que se creía la patriarca de la familia, trataba a los hijos como si fuera una enviada de Dios. Les imponía sacrificios como comer de rodillas alimentos pisoteados por ella. Cometió incesto. Acabó trastornandose siquicamente y dividiendo a toda la familia y las comunidades cristianas por donde pasaba. Amarla era una cuestión de oración permanente ante el Señor. Fruto de eso sus hijos de fe piadosa y esforzados en comprometerse con el Señor crecieron con envidias, odios y celos entre ellos. No se sentían bien ni en sus casas con sus cónyuges e hijos, no en ninguna acción pastoral en la Iglesia. Ante esto sólo Dios puede convertir las tinieblas en luz y el odio en amor. Siempre en comunidad, acogiendo la Palabra de Dios.
Danos Padre Santo el don de tu Espíritu Santo para que podamos hacer crecer comunidades cristianas evangelizadoras donde el rostro de Cristo sea visible en todos sus miembros y pueda transformar en Amor el corazón de tantos corazones sufrientes. Capacitanos para ser fieles como miembros activos u vivos del Cuerpo de Cristo. Señor que crezca tu Reino.
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verdaderamente, cuando pienso en la acción de dios y en la del espíritu, lo que deseo sobre todas las cosas es la inspiración de la palabra y de la conducta justas
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