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martes, 11 de septiembre de 2007

Sané de mi depresión por el poder de Dios / Autora: Alba Rosa.( Mexico)

















Hace algunos años caí en una terrible depresión, que me hizo creer que me volvería loca en cualquier momento.

Yo conocí al Señor Jesús en 1980, cuando sólo tenía 16 años, y aunque me entregué a Él, lo hice sólo por poco tiempo: el matrimonio, el afán del prestigio y del dinero lograron sacar a Jesús de mi corazón; Él pasó a un segundo plano. Así vivimos mi esposo y yo durante 11 años. Apegados a lo material fuimos alejándonos el uno del otro, vivíamos como dos desconocidos en casa.

Un día él cayó en una terrible enfermedad, dejó de caminar porque tenía dos hernias de disco en la columna y aunque había vivido mucho tiempo con esto no fue sino hasta que tuvimos esa situación que volvimos a orar juntos y las cosas mejoraron; nos integramos nuevamente al movimiento de Renovación y empezamos a trabajar para el Señor más convencidos. Pero el asunto no paró ahí. Yo empecé nuevamente a ser tibia, aunque tenía toda la intención de servir al Señor, no terminaba por hacerlo mi Señor; al Espíritu Santo todavía no podía colocarlo en mi corazón y dar testimonio de él porque mi tibieza no lo dejaba. Luchaba por alcanzar prestigio en mi trabajo y ser la mejor (soy docente y trabajo en un colegio dirigido por religiosas); con el exceso de trabajo y la actividad en el movimiento fui decayendo; tenía ratos de angustia y miedos, pero me hacía la fuerte.

Empecé incluso a caer más seguido en faltas frecuentes que un servidor ya no debe tener porque son cosas de la carne que se dejan atrás para ser una criatura nueva. Cansada de desvelos y de comer poco, empecé a sentirme débil y enfermiza; un sacerdote me dijo que necesitaba entrar a un retiro para descansar del trajín y llenarme de Dios, pero cuando hice ese viaje estallé el primer día, y no de gozo precisamente sino de terror y de angustia. Él médico que me vio dijo que necesitaba ser hospitalizada en un centro psiquiátrico, y me dio diazepan y yo parecía una muñeca de trapo en los días que siguieron. Me atacaban angustias terribles, deseos de correr y llorar, me sentía sucia y me bañaba cada hora; creo que toqué el umbral de la locura en los dos meses siguientes; para colmo el médico no atinaba el medicamento para mis ataques de ansiedad y depresión nerviosa que fue lo que me diagnosticaron al principio. Me daban un medicamento contrario a mi problema y esto me sumía más en la desesperación sin saber por qué.

Pero no todo era desesperación; los miedos y la angustia me volvieron hacia el que todo lo puede y empecé a orar como nunca lo había hecho; dejé de trabajar dos meses, y me los pasaba en mi cuarto orando de día y de noche. Dejé a mis hijos en manos de mi mamá y de mi esposo(no tenía otra opción). Los pocos momentos de lucidez que tenía eran para orar; memoricé aquel poema que dice "No me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tiene prometido... "; que creo que es de Santa Teresa de Ávila. En ciertos momentos cuando abría la Biblia el Señor me daba exactamente las palabras que necesitaba escuchar y el motivo de mi enfermedad, aunque en el momento no lo supe sino hasta después; comprendí que mi enfermedad era producto de mis pecados a los que yo les estaba llamando DEBILIDADES y que con psicología quería arreglarlos. Una de las primeras respuestas del Señor fue en Sabiduría 1,3-5: "Pues los pensamientos tortuosos apartan de Dios y el Poder, puesto a prueba, rechaza a los insensatos. En efecto, en alma fraudulenta no entra la Sabiduría, no habita en cuerpo sometido al pecado; pues el espíritu santo que nos educa huye del engaño, se aleja de los pensamientos necios y se ve rechazado al sobrevenir la iniquidad."

Seguí orando con el corazón y aunque me dolía las respuestas de Dios sabía que me estaba corrigiendo, porque lo sentía sostenerme y ahora sé que él no me dejó enloquecer, porque después de la depresión caí en una culpabilidad terrible incluso llegaba a escuchar palabras en mi mente que me acusaban y me decían que Dios no podía amarme así como era, que yo sólo era una apariencia pero que Dios no estaba en mí que para que seguir viviendo; entonces empecé a aferrarme a la Divina Misericordia y me cambiaron el medicamento; y aunque me confesaba una y otra vez no salía de la depre.

Mi hijo más pequeño que tenía 6 años oraba algunas veces conmigo y él siempre pedía una Biblia para dormir y por la mañana la abría y me decía "ten, mami, lee para que te cures". Muchas de esas veces me dio el salmo 25(24) y eso me confortaba muchísimo. Pasaba hasta tres horas ante el Santísimo; el Señor me dio entonces una palabra que antes ya había leído y meditado, incluso había predicado con ella; es en el libro del Eclesiástico 38,9-15: "Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega al Señor, que él te curará. Aparta las faltas, endereza tus manos, y de todo pecado purifica el corazón. Ofrece incienso y memorial de flor de harina, haz pingües ofrendas según tus medios. Recurre luego al médico, pues el Señor le creó también a él, que no se aparte de tu lado, pues de él has menester. Hay momentos en que en su mano está la solución, pues ellos también al Señor suplicarán que les ponga en buen camino hacia el alivio y hacia la curación para salvar tu vida. El que peca delante de su Hacedor ¡caiga en manos del médico!"

Como todo esto ya lo había hecho, empecé a mejorar un poco y tuve que volver al trabajo, sólo Dios y yo sabíamos cómo andaba, cómo respiraba; el psiquiatra me decía (por cierto es un psiquiatra católico encargado de los sacerdotes en mi diócesis aquí en Guadalajara) que me internara que necesitaba dormir pero yo no podía darme ese lujo, además creo que Dios era el que me fortalecía, seguí trabajando con un poco menos de entrega pero con la misma responsabilidad; en el aspecto espiritual Dios me estaba dando tantas cosas que no sabía qué hacer con ellas. Un día orando me dio Isaías 38, ¡la curación milagrosa de Ezequías! y aunque yo me sentía peor que Ezequías confiaba en el amor del Señor; un día le dije que me sanara, que ya había aprendido la lección; oraba por el medicamento todos los días para evitar los efectos colaterales, porque tomaba psicotrópicos, y el Señor me respondió; dormía sólo por las noches y después de llegar de mi trabajo. Empecé a dejarle todo en sus manos, seguí trabajando en la Evangelización pero con otra perspectiva; aunque todavía me daban los miedos empecé a ver el poder sanador del Señor en mi vida, realmente me estaba sanando y me estaba enamorando de él. En otra ocasión me dio esta palabra: Jeremías 31,1-5. " En aquel tiempo - oráculo de Yahveh - seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos serán mi pueblo. Así dice Yahveh: Halló gracia en el desierto el pueblo que se libró de la espada: va a su descanso Israel. De lejos Yahveh se me apareció. Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti. Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel; aún volverás a tener el adorno de tus adufes, y saldrás a bailar entre gentes festivas. Aún volverás a plantar viñas en los montes de Samaría: (plantarán los plantadores, y disfrutarán)."

Cada vez que yo leía su palabra recibía promesas y sanación: Jeremías 33, 3-4: "Así dice Yahveh, hacedor de la tierra, que la formó para hacerla subsistir, Yahveh es su nombre; Llámame y te responderé y mostraré cosas grandes, inaccesibles, que desconocías. He aquí que yo les aporto su alivio y su medicina. Los curaré y les descubriré una corona de paz y seguridad."

Isaías 6,5-8: "Y dije: "¡Ay de mí, que estoy perdido, pues soy un hombre de labios impuros, y entre un pueblo de labios impuros habito: que al rey Yahveh Sabaot han visto mis ojos! Entonces voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca y dijo: "He aquí que esto ha tocado tus labios: se ha retirado tu culpa, tu pecado está expiado. Y percibí la voz del Señor que decía: "¿A quién enviaré? ¿y quién irá de parte nuestra. Y Dije: "Heme aquí: envíame."

Hoy después de diez años, he dejado el medicamento casi por completo, aunque todavía a veces padezco una fatiga nerviosa; el Señor me dice que su gracia me basta y así descanso en él. ¡¡¡Gloria a Dios!!! La Eucaristía ha sido mi fuente de sanación y perdón, hoy puedo gritar que mi Dios me llevó al desierto y me habló de su amor como dice su palabra, me conquistó y me amó como el amado a la amada de los cantares.

Cantar 4: " ¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres! Palomas son tus ojos a través de tu velo; tu melena, cual rebaño de cabras, que ondulan por el monte Galaad. Me robaste el corazón, hermana mía, novia, me robaste el corazón con una mirada tuya, con una vuelta de tu collar. ¡Qué hermosos tus amores, hermosa mía, novia! ¡Qué sabrosos tus amores! ¡Más que el vino! ¡Y la fragancia de tus perfumes, más que todos los bálsamos!"

El Señor me ha dicho muchas veces que le robé el corazón que soy su niña hermosa, yo puedo dar testimonio de su amor y de su gracia, hoy sé que todo es gracia de su amor eterno. Hoy predico que mi trabajo es la Evangelización y mi hobby es la escuela, aunque ahí también hacemos nuestra labor evangelizadora en el corazón de nuestros alumnos.

Estoy segura de que el Señor me sanó, y me dio a mamita María de compañera porque me dio esta Palabra hace un año: Apocalipsis 3,8: "Conozco tu conducta: mira que he abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar, porque, aunque tienes poco poder, has guardado mi Palabra y no has renegado de mi nombre. Al vencedor, al que se mantenga fiel a mis obras hasta el fin, le daré poder sobre las naciones: las regirá con cetro de hierro, como se quebrantan las piezas de arcilla. Yo también lo he recibido de mi Padre. Y le daré el Lucero del alba." En mi Biblia dice "estrella de la mañana" y yo lo interpreté como que era mi mamita María, ustedes sáquenme del error por favor si es el caso.

Mi esposo y yo estamos más unidos que nunca; un día hace tres años una hermana se acercó durante un retiro y me dijo: ¿está usted embarazada? Yo me reí y le dije: no, yo ya terminé, aunque estoy siempre abierta a la vida, pero yo ya tengo mas de 35 años. Ella me contestó, es que el Señor dice que usted va a tener un varón. Yo volví a reírme como la Sara de Abraham y le dije: ni siquiera tengo la idea de embarazarme, mi hijo más chico tiene 13 años. Para no cansarlos más, seis meses después me embaracé a pesar de todos mis cuidados (utilizamos el método Billings); tuve un hijo varón como decía la Palabra de Dios y con ese niño el Señor me regaló mucha sanación interior y liberación.

Después me dio una promesa en el salmo 45(44): "Escucha, hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el rey se prendará de tu belleza. Él es tu Señor, ¡póstrate ante él! La hija de Tiro con presentes, y los más ricos pueblos recrearán tu semblante. Toda espléndida, la hija del rey, va adentro, con vestidos en oro recamados; con sus brocados el llevada ante el rey. Vírgenes tras ella, compañeras suyas, donde él son introducidas; entre alborozo y regocijo avanzan, al entrar en el palacio del rey. En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre toda la tierra. ¡Logre yo hacer tu nombre memorable por todas las generaciones, y los pueblos te alaben por los siglos de los siglos!"

Mi hija de veinte años se casó y mis dos hijos varones de 19 y 15 están con la inquietud de que han recibido el llamado al Sacerdocio; ese es el mejor regalo que Dios podía hacernos, tomar flores de nuestro jardín para la Predicación del Reino.

Gloria a Dios porque sólo Él salva y sana; Jesús está vivo, yo soy testigo.

Dios los bendiga.

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