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jueves, 6 de diciembre de 2007

La verdadera historia de Santa Claus / Autora: Blanca Arias de Anda

Comenzamos ya el mes de Diciembre, y poco a poco las casas van mostrando sus variados adornos y luces multicolor, por supuesto es una fiesta importantísima sin duda, Navidad es la fiesta del amor hecho hombre y de la generosidad en el compartir de los bienes del mismo modo que Dios comparte con nosotros la naturaleza humana.

Cada año, los católicos enfrentamos una lucha por rescatar a Jesús de entre tantas “Fiestas, comidas, regalos, adornos, compromisos etc.”

Sin embargo creo que también debemos esforzarnos por rescatar del dominio de los comerciantes todo lo que realmente nos pertenece como católicos, en especial me quiero referir a la tan maltratada imagen de Santa Claus. Si, leyó usted bien, y tal vez le sorprenda esta inquietud mía, la verdad es que he escuchado a más de un católico, refiriéndose a Santa Claus como el ”gordito de barbas blancas”, ocupando el lugar de quien la misma Iglesia se encarga de ponernos como ejemplo de devoción a Jesús Niño, de paciencia, fe en la persecución y sobre todo generosidad. Si, nuestro maltrecho Santa Claus no es otro más que San Nicolás de Bari.

Desdichadamente los católicos nos hemos dejado robar de la mercadotecnia que, con tal de vender en estas fechas, ha sido capaz de inventar a través de los años malformaciones tales como los duendes, el taller de juguetes, el simpático reno Rodolfo, y hasta la misma Sra. Claus. Bueno, eso es lo que nos venden las miles de promociones y películas de temporada.

A continuación una breve reseña de su vida y del porqué se ha desvinculado de la Navidad, le invito a leer este artículo... y después... saque usted sus conclusiones.

San Nicolás de Bari nació en el año 310 después de Cristo, en un tiempo de persecución, donde la enseñanza de la doctrina de Jesús suponía estar en Contra del Imperio Romano. Por lo alejado de la época es difícil saber con exactitud su nacionalidad Países como Rusia, Turquía y en general medio Oriente se atribuyen este privilegio. Los padres de Nicolás que eran gente adinerada habían inculcado en su hijo el espíritu de generosidad entre otras virtudes, de modo que en una ocasión cambió a su caballo por un esclavo en una subasta para regalarle su libertad, lo que provocaba la burla entre los paganos y falta de respeto entre los Cristianos, todas las caridades las hacía en nombre de Jesús y con su ejemplo muchos se convertían a Cristo. Siendo aún muy Joven mueren sus padres y comienza a dar a manos llenas entre los mas necesitados; al llamarle la atención su administrador, San Nicolás, responde que si sólo ha dado la tercera parte de su herencia se preocuparía por dales más.

Se cuenta que en una ocasión supo de tres jovencitas que pretendían casarse pero su padre no podía pagar la dote correspondiente. Al saberlo Nicolás (pretendiendo realizar la caridad sin ser visto), dejó caer por la chimenea unas monedas de oro que coincidentemente cayeron en unas medias de lana que las jóvenes habían dejado secando (por eso se cuelgan las medias tejidas que sirven para que ahí nos deje a nosotros los regalos que el niño Jesús nos manda desde el cielo, y por eso es el mito de que no puede ser visto por los que recibirán el regalo). Así, es conocido como el patrono de las parejas que desean tener un buen matrimonio y como protector de las familias en problemas económicos. En algunos países su imagen aparece con tres monedas de oro en las manos.

En esos tiempos era emperador Diocleciano quien ordena a Cesar Galerio acabar con los cristianos con toda la fuerza. Es en esta época que San Nicolás es nombrado Obispo de Myra Turquía (de ahí el color rojo de su vestimenta).

A pesar de vivir la feroz persecución Nicolás no perdía su sentido del humor y su alegría especialmente al platicar con los niños acerca del Nacimiento de Jesús en quién ponía toda su Esperanza (de ahí el amor a los niños y el típico Jo, Jo, Jo).

En una de las persecuciones fue aprehendido y encarcelado por casi 30 años, aún desde la cárcel se sacrifica y ora por su Iglesia, a pesar que los soldados romanos se burlaban de Él diciéndole que ya se había acabado la fe en Cristo.

Al convertirse al cristianismo el emperador de Roma, Constantino, hijo de Santa Elena, el Obispo Nicolás fue liberado, ya anciano con el pelo largo y la barba blanca, y convencido que era el único creyente que quedaba, regresa a su ciudad dispuesto a empezar otra vez la Iglesia de Cristo.

Su sorpresa fue grande cuando llegando al lugar observa la Catedral que había sido reconstruida y en ella los Cristianos entonaban el cántico Adestae Fidelis ya que estaban celebrando la fiesta de Navidad (por eso la relación de Navidad con la llegada de San Nicolás).

Se dice que asistió al Concilio de Nicea (325 dC) también que sofocó un motín en Taifalea, Frigia. Y que sostuvo con su dinero y con su fe a su pueblo y a ciudades como Patara y Lycia de Kalamaky que vivían hambrunas.

Uno de los milagros más sorprendente es el de haber resucitado por su intercesión a tres niños que habían caído de un árbol y muerto al instante. Motivo por el cual también se le representa con tres niños a su lado. A pesar de ser anciano, seguía viajando, evangelizando y entregando juguetes a los niños para recordar a todos que en Navidad recibimos el mejor de los regalos a través de Cristo, la esperanza de la salvación Eterna.

Sus restos descansan en la Basílica de San Nicolás, en Bari Italia, desde el siglo XI (1087) y a falta de precisión de su fecha de paso a la vida eterna lo veneramos (o deberíamos) el 6 de Diciembre.

Otra de las formas en las que se representa su imagen en Holanda, es con un barco en las manos ya que por su mediación se salvo un barco de zozobrar en la tormenta.

La imagen que conocemos actualmente del clásico Santa Claus, fue modificada por el inmigrante Alemán recién llegado a Nueva York el protestante Thomas Nast quien lo ilustra para el semanario “Harper” en 1864 mostrándolo con el traje rojo las botas, un gran saco de juguetes y entrando en una chimenea.

Por ser uno de los primeros santos de nuestra Iglesia su nombre se ha modificado con los siglos del vocablo Sajón Saint Nickleaus, a santa Claus.

Espero que el conocer este artículo le impulse a conocer más de cerca de este gran Santo, ejemplo de virtudes que tanta falta le hacen a esta temporada Navideña y dar a conocer a nuestros niños y jóvenes a San Nicolás, el verdadero Santa Claus.

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*Algunos datos tomados del libro El Sentido de la Navidad de Maria Eugenia Alvarado de Arcos, entre otras fuentes

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Fuente: Catholic.net

Anunciad a todos los pueblos: Dios viene, nuestro Salvador / Autor: SS Benedicto XVI

La liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todos los pueblos y lo resume en dos palabras: Dios viene. Esta expresión tan sintética contiene una fuerza de sugestión siempre nueva.


Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado--Dios ha venido-- ni el futuro, --Dios vendrá--, sino el presente: Dios viene. Si prestamos atención, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que siempre tiene lugar: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá una vez más. En cualquier momento, «Dios viene».


El verbo «venir» se presenta como un verbo «teológico», incluso «teologal», porque dice algo que tiene que ver con la naturaleza misma de Dios. Anunciar que «Dios viene» significa, por lo tanto, anunciar simplemente al mismo Dios, a través de uno de sus rasgos esenciales y significativos: es el Dios-que-viene.

El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento provechoso que tiene lugar con el pasar de los días, de las semanas, de los meses: ¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora! El único verdadero Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob» no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

Es un Padre que no deja nunca de pensar en nosotros, respetando totalmente nuestra libertad: desea encontrarnos, visitarnos, quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Este «venir» se debe a su voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo aquello que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

Vivamos pues este nuevo Adviento --tiempo que nos regala el Señor del tiempo--, despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de justicia y de paz, y que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra.

Dejémonos guiar en esta espera por la Virgen María, madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada: que nos conceda la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, a quien, con el Padre y el Espíritu Santo, se alabe y glorifique por los siglos de los siglos. Amén.


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Extracto de la homilía que pronunció Benedicto XVI durante la celebración de las vísperas del primer domingo de Adviento. Diciembre 2006

Manipulación: para lograr "mis" objetivos / Autor: Francisco de P. Cardona Lira

Los valores se van trasgiversando, hasta lograr que la mentalidad de la sociedad se adecue a éstos, producto de la manipulación.

¿Qué es la manipulación?

Manipular es el emplear alguna cosa, un papel, una piedra, un lápiz, un pedazo de tela, etc., para lograr un objetivo que una persona tenga.

Las cosas se manipulan. Sin embargo, hay muchas personas que consideran a otras personas como cosas, y las manejan, las manipulan, como si en realidad lo fueran.

La manipulación de personas es una degradación a la dignidad humana, pues cada persona tiene un valor incalculable, que merece todo el respeto a su naturaleza como tal. Quien manipula usa a los demás como si fueran cosas, como quien se quita o pone un calcetín. ¡Qué vileza es esta acción!. Quien manipula no reconoce la dignidad de los demás, quienes son reducidos a la condición de cosas. “¡Eres una cosa! ¡Te uso mientras me sirvas! ¡Mientras satisfagas alguno de mis caprichos, placeres o intenciones!” Esta es la mentalidad del manipulador. No le importan las personas. Únicamente le importa lograr sus metas y satisfacer sus deseos.

La manipulación es lo más denigrante para la persona humana.

¿Quién manipula?

Toda persona que use a los demás para alcanzar sus deseos, es un manipulador. Por ejemplo, quien usa la pornografía o acude con una prostituta, manipula a la mujer pues la usa para satisfacer sus placeres; o quien engaña para obtener beneficios personales.

¿Cómo se manipula?

Hay varias formas de manipulación. Unas que manipulan a una persona, otras que los hacen con poblaciones enteras. En ambos casos, el manipulador busca, como decíamos, satisfacer sus intereses propios.

Cuando la manipulación busca que toda una población se comporte como uno o unos cuantos desean que así lo hagan. Por ejemplo, muchos anuncios publicitarios buscan que la población compre tal o cual producto, sin explicar si realmente es necesario o no. Buscan los centavos de los habitantes, y nada más. No les importa lo que vaya a suceder. Un caso extremo es la droga. El único interés del narcotraficante el dinero del drogadicto. No le importa lo que a éste último se le vaya a causar o dañar.

¿Qué características comunes tienen todos
los actos manipuladores?


1.En todo acto de manipulación encontramos al menos a dos personas: al manipulador y al que es manipulado.

2.Como son dos personas, necesariamente tiene que haber decisiones de ambas: La del manipulador, que libremente busca usar al otro; y la del manipulado que, por miedo, engaño o presión decide someterse al manipulador.

3.Encontramos, también, que todo manipulador busca satisfacer sus propios deseos o caprichos, sin importarle la dignidad de los demás. Su única medida es su propio provecho, a costa de la denigración de la persona a quien manipula. Se puede decir que el manipulador es un egoísta consumado, que se ve a sí mismo con dignidad, pero que niega la de los demás.

4.En todo acto manipulador se emplea a la verdad como elemento característico, pero a la verdad reducida a un solo aspecto. Por ejemplo, cuando un padre o una madre de familia obliga a sus hijos a servirle según sus caprichos, apela a que es el padre o la madre. Esa es la verdad: es el padre o la madre del niño, a quien, por ser progenitor, hay que respetar y obedecer. Sin embargo, esa es únicamente parte de la verdad, pues los hijos son personas al igual que los papás; merecen el respeto a su dignidad; obedecer no quiere decir que cumplan ciegamente los caprichos de los padres, o que por el hecho de ser papás, los hijos ya son sus servidores o criados. En este caso, la madre o el padre manipulador usa su condición de progenitor para su conveniencia, reduciendo la verdad de la paternidad o de la maternidad a un solo aspecto de éstas: la obediencia filial de los hijos.

Algo similar sucede en las grandes manipulaciones de la sociedad. Se presenta a una parte de la verdad como si lo fuera ésta, todo. Por ejemplo, el caso de aquel desodorante que por el hecho de usarlo ya dará seguridad a quien lo compra. Sí, da la seguridad que uno no va a oler mal, pero entre eso y adquirir seguridad para enfrentarse a los problemas de la vida, hay un gran abismo.

5.En todo acto de manipulación la intención es lograr que el manipulado presente un comportamiento preestablecido por el manipulador. Por tanto, entre menor sea la reflexión del primero, mayor será la garantía para el segundo. De aquí que la ignorancia, el miedo o el falseamiento de los argumentos, se encuentren en este acto, o al menos uno de ellos.

6.En toda manipulación se busca que el manipulado no se percate del engaño o de las intenciones del manipulador, pues de hacerlo, lo más probables es que este último no se deje manipular. Por tanto, suele haber sutiles comentarios, bajo el pretexto de un falso respeto hacia el manipulado.

7.Otro gran aspecto de la manipulación es que, astutamente, no se definen con exactitud las cosas, dejando abierto el contexto y el fondo de la acción. Por ejemplo, cuando a alguien le comentan: “Se dice en todo el pueblo, que no sabes tratar a la gente, que eres un inconsiderado, un mal educado…”. Nunca te aclararán ni quien lo dice, ni el por qué, ni en qué circunstancias. “¡Ah! Todo el pueblo es la tía Eufrosina y la tía Dorotea, que están molestas porque no me acordé de ellas el día de su cumpleaños!”. Entre esto y “todo el pueblo” hay gran diferencia.

8.En toda acción manipuladora se juega con los verdaderos valores, pues se usan como pretexto para que la acción aparente basarse en ellos, aunque, realmente, los niega.

¿Cuáles son los tipos más frecuentes
de manipulación?


1.La manipulación semántica o de las palabras.
2.La manipulación publicitaria.
3.La manipulación de la sexualidad.
4.La manipulación de los valores.

1. La manipulación semántica o de las palabras

Esta manipulación consiste en vaciar a una palabra de su auténtico significado, para darle otro conveniente a los intereses de algunos. Generalmente se reduce ese significado a una parte de él, nada más. Por ejemplo, la palabra amor. Actualmente se dice que amar es un sentimiento. Se reduce la grandeza del amor al mero enamoramiento. Más aún, hacer el amor es reducir la grandeza del amor a la mera unión carnal en busca de placer. Recordemos que amar es buscar el bien de la persona que se ama. En el amor como sentimiento, el beneficiado es quien siente el enamoramiento. Nadie puede sentir lo que el otro siente. Si busco el bien de quien amo basado en el enamoramiento, realmente estoy buscando mi propio bien, pues yo son quien siento el enamoramiento. ¡Me estoy amando a mí mismo! ¡Soy egoísta! ¡Lo más contrario al amor!. Y, ¿qué decir de hacer el amor? ¿Acaso no busco únicamente mi placer carnal a costa del cuerpo de la otra persona?

Si hablamos de “sexo”, “libertad”, “felicidad”, “paternidad responsable”, “amor a la patria”, etc., lo más probable es que no estemos hablando del mismo tema.

La manipulación semántica es verdaderamente peligrosa.

2. La manipulación publicitaria

Nos encontramos ante uno de los peligros más frecuentes que se presentan en la vida cotidiana: la manipulación publicitaria. No toda esta publicidad es manipuladora. No. Sin embargo, muy frecuentes son los anuncios que buscan ganar la “libre” voluntad y decisión de los consumidores para adquirir los productos. La intención, pues, se encuentra en que, sea como sea, hay que lograr que el público compre el producto que se presenta.

Habrá manipulación cuando la publicidad no facilita la reflexión, sino que únicamente “fabrica” las razones para consumir.

Recordemos que cuando se acude a las tendencias inferiores del ser humano, es decir, a las tendencias afectivas y biológicas o se falsea la verdad, se cae en manipulación. Porque la voluntad del consumidor decidirá movido por esas tendencias, y no por razones que iluminen su inteligencia.

En el mundo de la publicidad es bien conocido que el hombre tiende a llevarse por sus sentimientos o por sus tendencias biológicas. Por ello, en pocas ocasiones te hablan realmente con razones válidas, con las ventajas y desventajas reales del producto, sino que, más bien, se enfocan a producirte la necesidad afectiva, cómoda, placentera de consumir ese producto.

Generalmente la publicidad une siempre al producto con un deseo o valor. Por ejemplo, si quieres ser feliz, usa pantalones “Trives”; si deseas sentirte a la moda, usa calcetines “Confort”; si anhelas tener pegue con las mujeres, usa la loción “Hombre”, etc.

El placer, la comodidad, la libertad, la sensación, la felicidad,…, son los argumentos que se emplean para vender los productos.

Si se añaden las imágenes a las palabras, más eficaz será la publicidad: modelos
guapas, paisajes placenteros, acciones atrevidas, gestos de satisfacción, etc.

3. La manipulación de los valores

La manipulación de los valores afecta directamente a las fibras más íntimas del ser humano. Procura reducir a la persona humana a un mero consumidor de productos novedosos en un clima de vaciedad y de confusión.

Observa lo que sucede con la moda, la sociedad permisiva, los cambios acelerados y precipitados que afectan a la sociedad, las demás formas de manipulación, la crisis permanente de valores, y descubrirás cómo se manipula en los valores.

La consecuencia más delicada y grave de esta manipulación de los valores se manifiesta en dos campos:

A) El grave desorden y desorientación en las costumbres de la sociedad.

B) El rápido incremento de la angustia, la soledad y el aburrimiento.

Los valores han sido manipulados según la conveniencia de algunos cuantos. Por ejemplo, el valor de la auténtica libertad, que implica la responsabilidad de los actos y de sus consecuencias, se ha trastocado por el placer de hacer lo que a mí me parezca, mientras no afecte a los demás.

Actualmente se considera que todo lo que es nuevo, por el simple hecho de serlo, es bueno, mientras que todo lo viejo, por el hecho de serlo, es malo.

Por otro lado, independientemente de lo que sea, si la mayoría de la gente lo hace, es bueno. Por ello, todo lo que la moda dicta, independientemente de lo que sea, ha de ser la ley de la vida, nos dice la publicidad.

Los valores se van trasgiversando, hasta lograr que la mentalidad de la sociedad se adecue a éstos, producto de la manipulación.

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Fente: Catholic.net

Observaciones relativas a la película La brújula dorada para niños

VERITAS) Ante las múltiples reacciones que La brújula dorada ha suscitado en diversos ámbitos por su presunto anticatolicismo y sobre todo debido a la importante cantidad de solicitudes de información y criterio por parte de muchos fieles católicos y padres de familia, parece conveniente señalar algunas observaciones muy breves que se refieren exclusivamente a la película, y no a la novela original de Philip Pullman.

1. El elemento más importante que puede interpretarse como alusión soterrada a la Iglesia católica es el “Magisterium”, una institución tiránica que lleva siglos ejerciendo su poder, especialmente sobre los niños -almas inocentes- y contra los avances científicos.

2. Hay otros elementos cuya interpretación simbólica anticatólica es claramente posible, si bien es cierto que -sin ser ingenuos- pueden no ser leídos en esa clave. Nos refereimos, por ejemplo, a la indumentaria de los miembros del Magisterio con algún atributo que parece episcopal; al hecho de que uno de los malvados se llame Fra, como si se tratara del apelativo que precede al nombre de muchos religiosos; a un par de pinturas que aparecen en los edificios del Magisterio y que evocan representaciones iconográficas cristianas o al palacio del Magisterio que se podría ver como alegoría al Vaticano.

3. Pensamos que, aunque nadie duda de la militancia antirreligiosa de ciertas novelas de Philip Pullman, en la película casi todas estas alusiones camufladas a la Iglesia pasarán desapercibidas para la mayoría del público que no haya tenido noticia de la polémica que ha precedido el estreno del film.

4. Como filosofía de fondo la película propone un mundo donde nada ni nadie tenga autoridad -aunque en el film se habla a veces de la “verdad”-, un mundo en el que la última palabra cosmológica parece tenerla el materialismo.

5. Por último, nos parece muy sensato que padres católicos prefieran que sus hijos no vean este film, por las razones arriba expuestas. También creemos que la encriptación de las analogías anticatólicas hace que su supuesta eficacia quede suficientemente mermada e incognoscible para el público juvenil.

6. Para tener un mayor conocimiento de la obra literaria de Pullman, y ante el temor lógico de muchos padres de familia de que el film invite a la lectura de sus novelas, recomendamos el artículo que adjuntamos, extraído de www.bienvenidosalafiesta.com

SIGNIS- ESPAÑA

De empresario a filántropo: Thomas Monaghan, creador de Domino’s Pizza y de Ave Maria University, revela los secretos de su éxito








Thomas Monaghan (centro) saluda a miembros de la Agrupación Católica Universitaria (ACU) después de su charla, el 28 de noviembre. Monaghan habló de la importancia de integrar su fe católica dentro del negocio.

Cuando Thomas Monaghan era niño, quería realizar tres cosas en su vida: jugar en el campo corto (short stop) de los Tigres de Detroit, ser sacerdote y ser arquitecto. Aunque nunca realizó ninguno de estos sueños, el fundador de la cadena de pizzerías Domino’s Pizza, ha podido integrar en su vida elementos de cada una de estas vocaciones.

“Hiciera lo que hiciera, sabía que tenía cinco prioridades en la vida: la salud física, la salud mental, lo social, lo espiritual y lo financiero. Pero lo más importante era ser un buen católico. Ésta es mi primera prioridad. No puedo transigir en esto”, dijo Monaghan el 28 de noviembre, durante el primer seminario de una serie de conferencistas distinguidos en la Agrupación Católica Universitaria (ACU), de Miami.

La cantante católica Cristy Arias cantó el Ave María durante la oración final, al terminar el primer seminario de una serie de conferencistas distinguidos en la ACU. Ave Maria es el nombre de la universidad y ciudad fundadas por Monaghan.

Después que su padre falleció, cuando Monaghan tenía cuatro años, él y su hermano estuvieron bajo cuidado tutelar hasta que llegaron al St. Joseph Home for Children, un orfanato y escuela.

“Mi padre fue mi héroe y mi persona favorita en el mundo”, indicó Monaghan. “Pero le debo mi fe a una de las Hermanas del orfanato. Cuando dije que quería ser short stop, sacerdote y arquitecto, los otros niños se rieron, pero ella nunca me dijo que no podría lograrlo. Lo único que me dijo fue: ‘Tommy, debes ser un niño bueno’. Ella fue una inspiración, y esto se quedó conmigo”, señaló.

Monaghan nunca se distinguió en el colegio. Según él, se graduó en el último lugar entre 44 estudiantes de bachillerato, y si logró graduarse fue sólo porque obtuvo buenas notas en el seminario durante el 10º grado. Comenzó en Ferris State University, en Michigan, y después de un semestre, se inscribió en la Universidad de Michigan, pero no pudo pagar las clases. En 1956, Monaghan viajó haciendo autostop hasta Chicago, pero, como no encontró trabajo, se enroló en la Marina para poder estudiar en la universidad gratuitamente.

“Es lo mejor que me ha pasado. Yo atribuyo mi éxito en los negocios a los Marine Corps”, señaló Monaghan.

Al concluir su servicio militar en 1959, Monaghan regresó a la universidad para estudiar arquitectura, pero sólo permaneció por tres semanas, porque carecía del dinero necesario para comprar sus libros.

Su hermano, que trabajaba de cartero en Ann Arbor, Michigan, le ofreció la oportunidad de ser su socio en una pizzería pequeña llamada Dominick’s Pizza. En 1960, pidieron $900 prestados a un banco y abrieron la pizzería.

“No teníamos ninguna idea de lo que estábamos haciendo. Mi hermano volvió a ser cartero y me dejó solo en el negocio. Cuando yo cerraba el restaurante cada noche, todavía tenía que pagar las cuentas, hacer la masa de la pizza y preparar el queso. Fue así como aprendí a hacer las pizzas mas rápidas del mundo”, explicó Monaghan.

Al principio, Monaghan también tenía que ocuparse de entregar las pizzas a domicilio, y al responder a un encargo hecho desde la residencia de estudiantes de la universidad de Ypsilanti, Michigan, conoció a la joven con la que hoy lleva 45 años de casado.

Aunque confrontó numerosos problemas financieros durante muchos años en el negocio de las pizzas, Monaghan empezó a crear franquicias con el nuevo nombre de Domino’s Pizza, firma que hoy cuenta con más de 8,000 restaurantes en más de 60 países.

“La regla de oro de Domino’s es tratar a los demás como tú deseas ser tratado. En 38 años de negocio, nunca he tratado a nadie injustamente. Siempre me pareció mucho mejor que la gente se aproveche de mí, a que yo me aproveche de la gente”, afirmó Monaghan.

Aunque nunca llegó a ser short stop, entre los otros logros de Monaghan se cuenta la compra de su equipo favorito, los Tigres de Detroit, por $54 millones, en 1983. Un año después los Tigres ganaron la Serie Mundial. Monaghan fue dueño del equipo durante 9 años. También escribió su autobiografía, Pizza Tiger, en 1986, y actualmente se encuentra escribiendo otra autobiografía, “más espiritual que la primera”.

Pero, para Monaghan, sus mejores éxitos son los que ha logrado después que vendió Domino’s en 1998 y se convirtió en filántropo, donando su dinero a la Iglesia Católica y a ministerios pro-vida, tales como la construcción de una misión en Honduras hace más de 25 años, y la construcción de una nueva catedral en Managua, Nicaragua, para reemplazar el templo que fue destruido por un devastador terremoto. Monaghan, además, ha creado la Fundación Ave María para trabajar en la educación y los medios de educación católicos, junto con otros proyectos comunitarios y de caridad.

También fundó Legatus, una organización de líderes empresariales y gerentes católicos, para promover los valores de la Iglesia dentro de la sociedad.

Actualmente, Monaghan está llevando a la realidad su sueño de crear una nueva universidad católica, Ave Maria University, en Naples, Florida, junto con una gran iglesia y una ciudad con la universidad como centro, un proyecto en el que se expresa su amor por la arquitectura. La universidad también tiene recintos en Michigan y en Nicaragua. Sin embargo, Monaghan ha recibido algunas críticas por crear una nueva universidad católica, cuando ya existen muchas en el país, y también por la creación de la ciudad de Ave Maria, donde, según el concepto de Monaghan, ninguna farmacia puede vender anticonceptivos.

“¿Por qué construir esta universidad, con el dinero y el tiempo limitados que me quedan?”, se cuestionó el hoy padre y abuelo, de 69 años de edad. “Me pregunto: ¿Qué es lo más valioso que puedo hacer con lo que Dios me ha dado? Decidí que lo más importante que los católicos pueden hacer con su dinero, es ayudar a otros a llegar al paraíso, no importa de dónde sean – de África, Honduras, Nicaragua o Naples”, respondió, agregando: “Lo más importante que uno puede hacer es obtener una educación. Es lo que el mundo más necesita. Esto es importante; por eso estoy dedicando mi vida a esto”.

Manny García-Tuñón, vicepresidente de ventas y mercadeo de Lemartec Engineering and Construction Corporation, se sintió conmovido por la charla de Monaghan.

“Fue una inspiración ver a alguien tan firme en su fe católica”, expresó García-Tuñón. Monaghan, “está elevando el estándar más que muchas organizaciones y diócesis católicas. Me ha dado una tremenda inspiración para vivir mi fe católica dentro de mi profesión”.

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Autor: Angelique Ruhi-López | Fuente: La Voz Católica

TESTIMONIO: Una ley más eficaz: el amor

Gracias a la ‘simple’ escucha de un abogado, una pareja a punto de separarse retira los “papeles” y vuelve a empezar la vida juntos

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Más allá de las normas jurídicas que regulan nuestra vida, el amor es la medida más alta de la justicia, y resuelve también las situaciones aparentemente sin salida.

Como abogado, no me faltan las ocasiones para ejercitar mi capacidad profesional al servicio de los demás, tratando de no poner límite a la posibilidad de amar en las circunstancias concretas. Este modo de interpretar y conducir la profesión a menudo produce un cambio radical en los demás.

Un día me llamó por teléfono una señora. Su hija, después de una pelea con el marido, había decidido separarse. El yerno había buscado un abogado que –más o menos en 24 horas- habría preparado el recurso para la separación consensual; faltaba sólo la firma de la esposa. La señora, preocupada, me pedía que interviniera. Sabía que el gesto de los dos jóvenes lo dictaba la rabia del momento, y no quería que esto perjudicara el futuro de su familia.

Pero sin el consentimiento de una de las partes, no podía hacer nada. La señora me había pedido que de todas formas recibiera a la hija, que había venido a mí con la excusa de escuchar el parecer de otro abogado.

Escuché largo rato a la joven esposa y me di cuenta de que el matrimonio se podía salvar y que realmente los dos habían actuado por impulso, sin darse cuenta de las reales consecuencias: de hecho sólo firmar el recurso podía significar para los dos el final de su relación. Terminando la conversación la señora me pidió que la representara en el juicio.

De este modo llamé al colega que había preparado el recurso, diciéndole que antes de preparar una separación tengo la costumbre de profundizar bien las razones de las crisis y que 24 horas no me eran suficientes. Me hice mandar el boceto del recurso. Después de algunos días volví a llamar a la señora. Me respondió que tanto ella como su marido lo habían vuelto a pensar y que habían decidido dar marcha atrás. Últimamente he sabido que ahora además tienen dos bellísimos niños.

(F.C.)

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Fuente: Movimiento de los Focolares

Saberse necesitado de Dios / Autor: P. Cipriano Sánchez LC

Isaías: 25, 6-10.
San Mateo: 15, 29-37.


“¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”. Este párrafo del Evangelio nos ubica en una dimensión del Adviento muy básica: el hecho de que cada uno de nosotros tiene que saberse necesitado de Dios.

Es muy fácil decir “yo necesito a Cristo”, “el Señor es alguien importante para mí”, “Él me hace falta”. Pero, cuántas veces, la experiencia nos lleva a la afirmación contraria, nos lleva a pensar que somos hombres o mujeres que podemos bastarnos a nosotros mismos. En muchas ocasiones esto no lo hacemos de una forma consciente, pero sí de una forma escondida dentro de nuestro corazón. Y tenemos que tener muy claro que por el hecho de estar escondida, no significa que no sea efectiva y válida.

No basta saber que uno está alejado de Dios, tenemos que sabernos necesitados de Él. Solamente puede llegar a Belén, puede encontrarse con Cristo, aquel que lo necesita. Si no es así, es como si uno de estos tullidos, ciegos, lisiados o mudos, de los que nos habla el Evangelio, dijese: “Estoy tullido, estoy ciego, estoy lisiado o estoy mudo, pero yo de Jesús no necesito nada”.

¿Qué significa necesitar a Cristo? Significa, en primer lugar, darme cuenta que Él tiene que ser el elemento fundamental de mi vida. Él tiene que convertirse en criterio, en norma, en ley, en orientación de mi existencia. Cristo tiene que ser el punto de referencia al cual yo le pregunto, con el cual yo me confío, con el cual yo me presento.

Necesitar a Cristo, por otra parte, significa estar dispuesto a poner el remedio que Él me quiera indicar, estar dispuesto a asumir todo lo que Él me pida. Cuántas veces nos creemos muy inteligentes y, entonces, tomamos de Cristo lo que nos conviene tomar, la parte que nos interesa, la parte que nos satisface. Cuántas veces soy yo el que le dice a Cristo lo que necesito, en vez de dejar que sea Él el que me lo indique. Cuántas veces no le damos a Cristo la libertad para que sea Él el que nos diga: “Esto es lo que tú necesitas”. Cada uno de nosotros tendría que revisar cuáles son las condiciones que le quiere imponer a Cristo, y preguntarse si nada más necesita un trocito de Cristo o lo necesita totalmente.

Pidámosle a Nuestro Señor que nos conceda la gracia de sentirnos necesitados de Él. Permitamos que Cristo entre en nuestro corazón para que sea Él quien guíe nuestra vida, porque sólo así estaremos en el camino verdadero que conduce al encuentro con el Señor en Belén.

Reflexión sobre la pobreza / Autor: Jorge Enrique Mújica, LC

¿Es la pobreza una virtud? Si así es, ¡cuántos miles de seres humanos vagan por el mundo viviéndola sin saberse virtuosos! No, no es esa pobreza la que hace, sin más, a las personas virtuosas. Y esta afirmación ¿no es ir contra de aquellas palabras del Maestro: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos” (Lc 6, 20)?

Escribir sobre la pobreza puede parecer como una falta de respeto a los pobres y pecar de doblez. Con qué facilidad nos quejamos de ella –pues hasta llegamos a pensar que la vivimos radicalmente– cuando para millones de hombres, mujer y niños nuestra “pobreza heroica” es el hecho normal de todos los días y de toda su vida. ¡Cuántas veces eso que nosotros tenemos por menos sería para ellos el mayor lujo! ¡Cuántas veces una jornada de pan y agua podría significar para nosotros la máxima austeridad mientras que para millones sería una especia de sueño con el que tendrían asegurada la existencia!

Sólo puede entender la virtud de la pobreza quien la ha abrazado voluntariamente y ha hecho suyas todas las radicales consecuencias que de ella se desprenden. Consecuencias que van más allá del mero desprendimiento material. Consecuencias que abarcan gustos, aficiones, deseos, lícitos quereres…

Jesús no canonizó la pobreza a secas. San Mateo especifica mejor la bienaventuranza evangélica de Jesús cuando dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no salva, aun cuando sea cierto que los más perjudicados de este mundo pueden contar de un modo especial con la bondad de Dios. Pero la pobreza tampoco es una actitud espiritual.

Nos encontramos así con dos matices de pobreza: la material y la espiritual. Dentro de cada una de éstas hay dos tipos de pobrezas más, una mala y una buena.

La pobreza material negativa deshumaniza y debe ser combatida. Es la pobreza ante la que muchos preferimos no voltear, ante la que se calla, ante la que se enmudece cuando se mira de frente. ¡Cuántos se han hecho santos de Dios al entrar en contacto con ella! Sabemos que existe, conocemos en dónde, su rostro nos es del todo familiar… Pero hasta que uno no se pone en la realidad más absoluta del otro la pobreza se sigue mirando con indiferencia.

La pobreza material positiva libera y eleva; es el ideal evangélico que debemos cultivar. Es el querer vivir desprendido para que nada me ate y sea efectivamente libre. Y aquí entra el desapego de cosas, personas y pensamientos. No es minusvalorar ni una especie de frigidez del corazón, no. Es un ensanchamiento del mismo donde todos tienen recta cabida a partir de la jerarquía encabezada por Dios y del cual proviene el orden.

La pobreza espiritual negativa es ausencia de los bienes del espíritu y de los valores humanos: es la pobreza de los ricos. Nada más grotesco, nada más burdo que una pobreza de este tipo. La sensibilidad no existe, los valores y las virtudes se han extinguido; no hay amor, ni esperanza, ni fe; no hay un horizonte, la vida no importa, la existencia es oscura, el hombre -¿quién es?-, no han sido amados ni saben amar: Dios no existe.

La pobreza espiritual positiva está hecha de humildad y fe en Dios que son los frutos más bellos nacidos del árbol frondoso de la pobreza bíblica: es la riqueza de los pobres. Es la pobreza de los hombres que se saben pobres también en su interior, personan que aman, que aceptan con sencillez lo que Dios les da, y precisamente por eso viven en íntima conformidad con la esencia y la palabra de Dios.

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No ha pobreza más grande que el de aquel que le falta Dios. El hombre que a Él tiene podrá derrumbársele el mundo pero permanecerá impasible porque sabe a Quien tiene a su lado, Quien es su compañía.


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Fuente: GAMA - Virtudes y valores

miércoles, 5 de diciembre de 2007

María «Un celestial plano inclinado» / Una meditación de Chiara Lubich

María no es fácilmente comprendida por los hombres, aunque es muy amada. En un corazón alejado de Dios es más fácil encontrar la devoción a ella que la devoción a Jesús.

Es amada universalmente. Y el motivo es éste: que María es Madre. En general, a las madres no se las «comprende» —especialmente los hijos pequeños—, sino que se las ama. Y no es raro, sino más bien muy frecuente, que incluso un hombre de ochenta años muera pronunciando en último lugar la palabra «madre».

La madre es más objeto de intuición del corazón que de especulación del entendimiento; es más poesía que filosofía, porque es demasiado real y profunda, y cercana al corazón humano.

Lo mismo sucede con María, la Madre de las madres, a la que la suma de todos los afectos, las bondades y las misericordias de las madres del mundo no son capaces de igualar.

Jesús, en cierto sentido, está frente a nosotros. Sus divinas y espléndidas palabras son demasiado distintas de las nuestras como para confundirse con ellas.

María es pacífica como la naturaleza, pura, serena, tersa, templada, bella; esa naturaleza alejada del trajín del mundo, como en la montaña, en el campo, en el mar, en el cielo azul o estrellado. Y es fuerte, vigorosa, ordenada, continua, inflexible, rica de esperanza, porque en la naturaleza está la vida que aflora perennemente beneficiosa, engalanada con la etérea belleza de las flores, caritativa en la rica abundancia de los frutos. María es demasiado sencilla y está demasiado cerca de nosotros como para ser «contemplada».

Ella es «ensalzada» por corazones puros y enamorados que expresan así lo mejor que hay en ellos. Trae lo divino a la tierra, suavemente, como un celestial plano inclinado que desciende desde la inmensa altura de los Cielos a la infinita pequeñez de las criaturas. Es la Madre de todos y de cada uno, la única que sabe balbucear y sonreír a su niño de tal manera que cualquiera, por pequeño que sea, puede gozar de esas caricias y responder con su amor a ese amor.

No se comprende a María porque está demasiado cerca de nosotros. Destinada por el Padre Eterno a traer a los hombres las gracias, divinas joyas del Hijo, está junto a nosotros y espera, siempre paciente, que advirtamos su mirada y aceptemos su don. Y si alguien, para su dicha, la comprende, ella lo transporta a su Reino de paz, donde Jesús es rey y el Espíritu Santo es el aliento de ese Cielo.

Desde allí, purificados de nuestras escorias e iluminados en nuestra oscuridad, la contemplaremos y gozaremos de ella, como un paraíso añadido, como un paraíso aparte.

Merezcamos desde aquí que nos llame por «su camino», no para continuar siendo pequeños en el espíritu, con un amor que es sólo súplica, imploración, petición e interés, sino para que, conociéndola un poco, podamos glorificarla.

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(María, transparencia de Dios, Ciudad Nueva, Madrid 2003)

martes, 4 de diciembre de 2007

Plegaria de S.S. Juan Pablo II a la Inmaculada Concepción

"Establezco hostilidades entre ti y la mujer... ella te herirá en la cabeza" (Gen 3, 15).

Estas palabras pronunciadas por el Creador en el jardín del Edén, están presentes en la liturgia de la fiesta de hoy. Están presentes en la teología de la Inmaculada Concepción. Con ellas Dios ha abrazado la historia del hombre en la tierra después del pecado original:

"hostilidad": lucha entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado.

Esta lucha colma la historia del hombre en la tierra, crece en la historia de los pueblos, de las naciones, de los sistemas y, finalmente de toda la humanidad.

Esta lucha alcanza, en nuestra época, un nuevo nivel de tensión.

La Inmaculada Concepción no te ha excluido de ella, sino que te ha enraizado aún más en ella.

Tú, Madre de Dios, estás en medio de nuestra historia. Estás en medio de esta tensión.

Venimos hoy, como todos los años, a Ti, Virgen de la Plaza de España, conscientes más que nunca de esa lucha y del combate que se desarrolla en las almas de los hombres, entre la gracia y el pecado , entre la fe y la indiferencia e incluso el rechazo de Dios.

Somos conscientes de estas luchas que perturban el mundo contemporáneo. Conscientes de esta "hostilidad" que desde los orígenes te contrapone al tentador, a aquel que engaña al hombre desde el principio y es el "padre de la mentira", el "príncipe de las tinieblas" y, a la vez, el "príncipe de este mundo" (Jn 12, 31).

Tú, que "aplastas la cabeza de la serpiente", no permitas que cedamos.
No permitas que nos dejemos vencer por el mal, sino que haz que nosotros mismos venzamos al mal con el bien.
Oh, , Tú, victoriosa en tu Innmaculada Concepción, victoriosa con la fuerza de Dios mismo, con la fuerza de la gracia.
Mira que se inclina ante Ti Dios Padre Eterno.
Mira que se inclina ante Ti el Hijo, de la mima naturaleza que el Padre, tu Hijo crucificado y resucitado.
Mira que te abraza la potencia del Altísimo: el Espíritu Santo, el autor de la Santidad.
La heredad del pecado es extraña a Ti.
Eres "llena de gracia".
Se abre en Ti el reino de Dios mismo.
Se abre en Ti el nuevo porvenir del hombre, del hombre redimido, liberado del pecado.
Que este porvenir penetre, como la luz del Adviento, las tinieblas que se extienden sobre la tierra, que caen sobre los corazones humanos y sobre las consciencias.
¡Oh Inmaculada!
"Madre que nos conoces, permanece con tus hijos".
Amén.

«Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios» / Autor: Raniero Cantalamessa, ofmcap.

1. El mensaje para la Jornada Mundial de la Paz

Las bienaventuranzas no están dispuestas según una sucesión lógica. Excepto la primera, que da el tono a todas las demás, se pueden considerar cada una por separado, sin que su sentido se vea comprometido lo más mínimo. El mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz me ha impulsado a dejar para otra ocasión la reflexión sobre la tercera bienaventuranza, la de los mansos, a fin de dedicar este encuentro a la bienaventuranza de los que trabajan por la paz. Es bueno, de hecho, que el mensaje de la paz destinado a todo el mundo sea ante todo acogido, meditado y de frutos aquí, entre nosotros, en el centro de la Iglesia.

El de este año es un mensaje para la paz a todo campo; abarca desde el ámbito más personal a los más amplios de la política, de la economía, de la ecología, de los organismos internacionales. Ámbitos diferentes, pero unificados por el hecho de tener todos como objeto primario a la persona humana, como indica el título del mensaje: «La persona humana, corazón de la paz» [íntegramente disponible en el enlace
www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/peace/documents/hf_ben-xvi_mes_20061208_xl-world-day-peace_sp.html. Ndt].

Hay en el mensaje una afirmación fundamental que es como la clave de lectura de todo; dice:

«La paz es al mismo tiempo un don y una tarea. Si bien es verdad que la paz entre los individuos y los pueblos -la capacidad de vivir unos con otros, estableciendo relaciones de justicia y solidaridad- supone un compromiso permanente, también es verdad, y lo es más aún, que la paz es un don de Dios. En efecto, la paz es una característica del obrar divino, que se manifiesta tanto en la creación de un universo ordenado y armonioso como en la redención de la humanidad, que necesita ser rescatada del desorden del pecado. Creación y Redención muestran, pues, la clave de lectura que introduce a la comprensión del sentido de nuestra existencia sobre la tierra» [1].

Estas palabras ayudan a comprender la bienaventuranza de los que trabajan por la paz, y ésta, a su vez, arroja una luz singular sobre estas palabras. La inminencia de la Navidad da un tono especial, litúrgico, a nuestra meditación. En la noche de Navidad escucharemos las palabras del himno angélico: «Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor», cuyo sentido no es: haya paz, sino hay paz; no un deseo, sino una noticia. «La Navidad del Señor -decía San León Magno- es la natividad de la paz»: Natalis Domini natalis est pacis [2].

2. Quiénes son los que trabajan por la paz

La séptima bienaventuranza dice: «Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios». Junto con la de los misericordiosos, ésta es la única bienaventuranza que no dice tanto cómo hay que «ser» (pobres, afligidos, mansos, puros de corazón), sino también qué se debe «hacer». El término eirenopoioi significa aquellos que trabajan por la paz, que «hacen paz». No tanto, sin embargo, en el sentido de que se reconcilian con los propios enemigos, cuanto en el sentido de que ayudan a los enemigos a reconciliarse. «Se trata de personas que aman mucho la paz, tanto como para no temer comprometer la propia paz personal interviniendo en los conflictos a fin de procurar la paz entre cuantos están divididos» [3].

Los que trabajan por la paz no implican, por lo tanto, un sinónimo de pacíficos, esto es, de personas tranquilas y calmadas que evitan lo más posible los choques (estos son proclamados bienaventurados en otra bienaventuranza, la de los mansos); no son tampoco sinónimo de pacifistas, si por ello se entiende aquellos que se alinean contra la guerra (con mayor frecuencia, ¡con uno de los contendientes en guerra!), sin hacer nada para reconciliar entre sí a los adversarios. El término más justo es pacificadores.

En tiempos del Nuevo Testamento pacificadores eran llamados los soberanos, sobre todo el emperador romano. Augusto situaba en la cumbre de sus propias empresas la de haber establecido en el mundo la paz, mediante sus victorias militares (parta victoriis pax), y en Roma hizo levantar el famoso Ara pacis, el altar de la paz.

Hay quien ha pensado que la bienaventuranza evangélica intenta oponerse a esta pretensión, diciendo quiénes son los que verdaderamente trabajan por la paz y de qué manera ésta se promueve: mediante victorias, sí, pero victorias sobre ellos mismos, no sobre los enemigos, no destruyendo al enemigo, sino destruyendo la enemistad, como hizo Jesús en la cruz (Ef 2, 16).

En cambio hoy prevalece la opinión de que la bienaventuranza se lea teniendo en cuenta la Biblia y las fuentes judaicas, en las que ayudar a las personas en discordia a reconciliarse y a vivir en paz se ve como una de las principales obras de misericordia. En boca de Cristo la bienaventuranza de los que trabajan por la paz desciende del mandamiento nuevo del amor fraterno; es una forma en la que se expresa el amor al prójimo.

En tal sentido se diría que ésta es por excelencia la bienaventuranza de la Iglesia de Roma y de su obispo. Uno de los más preciosos servicios brindados a la cristiandad por el papado ha sido siempre el de promover la paz entre las diversas Iglesias y, en ciertas épocas, también entre los príncipes cristianos. La primera carta apostólica de un Papa, la de San Clemente I, escrita en torno al año 96 (antes aún, tal vez, que el cuarto Evangelio), se redactó para devolver la paz a la Iglesia en Corintio, desgarrada por discordias. Es un servicio que no se puede prestar sin una cierta potestad real de jurisdicción. Para darse cuenta de su valor basta con ver las dificultades que surgen allí donde aquél está ausente.

La historia de la Iglesia está llena de episodios en los que Iglesias locales, obispos o abades, en disputa entre sí o con la propia grey, han recurrido al Papa como árbitro de paz. También hoy, estoy seguro, éste es uno de los servicios más frecuentes, si bien de los menos conocidos, que se dan a la Iglesia universal. Igualmente la diplomacia vaticana y los nuncios apostólicos encuentran su justificación en ser instrumentos al servicio de la paz.

3. La paz como don

Pero Dios mismo, no un hombre, es el verdadero y supremo «agente de paz». Precisamente por esto, los que se afanan por la paz son llamados «hijos de Dios»: porque se asemejan a Él, le imitan, hacen lo que hace Él. El mensaje pontificio dice que la paz es característica del obrar divino en la creación y en la redención, esto es, tanto en el obrar de Dios como en el de Cristo.

La Escritura habla de la «paz de Dios» (Flp 4, 7) y aún con más frecuencia del «Dios de la paz» (Rm 15, 32). Paz no indica sólo lo que Dios hace o da, sino también lo que Dios es. Paz es lo que reina en Dios. Casi todas las religiones que brotaron en torno a la Biblia conocen mundos divinos en guerra en su interior. Los mitos cosmogónicos babilónicos y griegos hablan de divinidades que luchan y se despedazan entre sí. En la propia gnosis herética cristiana no existe unidad y paz entre los Eones celestes, y la existencia del mundo material sería precisamente fruto de un incidente y de una desarmonía ocurrida en el mundo superior.

Con este fondo religioso se puede comprender mejor la novedad y la alteridad absoluta de la doctrina de la Trinidad como perfecta unidad de amor en la pluralidad de las personas. En un himno suyo, la Iglesia llama a la Trinidad «océano de paz», y no se trata sólo de una frase poética. Lo que más impresiona contemplando el icono de la Trinidad de Rublev (reproducido en esta capilla en el muro frontal, sobre la Virgen en el trono) es la sensación de paz sobrehumana que de él emana. El pintor logró traducir en una imagen el lema de San Sergio de Radonez, para cuyo monasterio se pintó el icono: «Contemplando a la Santísima Trinidad, vencer la odiosa discordia de este mundo».

Quien mejor ha celebrado esta Paz divina, que llega de más allá de la historia, fue Pseudo-Dionisio Areopagita. Paz es para él uno de los «nombres de Dios», con el mismo título que «amor» [4]. También de Cristo se dice que «es» Él mismo nuestra paz (Ef 2, 14-17). Cuando dice: «Mi paz os doy», Él nos transmite aquello que es.

Hay un nexo inseparable entre la paz don de lo alto y el Espíritu Santo; no sin razón se representan con el mismo símbolo de la paloma. La tarde de Pascua Jesús dio, prácticamente en un mismo instante, a los discípulos la paz y el Espíritu Santo: «”¡La paz esté con vosotros!”... Sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”» (Jn 20, 21-22). La paz, dice Pablo, es un «fruto del Espíritu» (Gal 5, 22).

Se comprende entonces qué significa ser los que trabajan por la paz. No se trata de inventar o de crear la paz, sino de transmitirla, de dejar pasar la paz de Dios y la paz de Cristo «que supera toda inteligencia». «Gracia y paz de parte de Dios, Nuestro Padre, y de Jesucristo el Señor» (Rm 1, 7): ésta es la paz que el Apóstol transmite a los cristianos de Roma.

Nosotros no debemos ni podemos ser fuentes, sino sólo canales de la paz. Lo expresa a la perfección la oración atribuida a Francisco de Asís: «Señor, haz de mí un instrumento de tu paz». En inglés traducen justamente: Haz de mí un canal de tu paz, make me a channel of your peace.

¿Pero cuál es la paz de la que hablamos? Es clásica la definición que da San Agustín: «La paz es la tranquilidad en el orden» [5]. Basándose en ella, Santo Tomás dice que en el hombre existen tres tipos de orden: consigo mismo, con Dios y con el prójimo, y existen, en consecuencia, tres formas de paz: la paz interior, con la que el hombre está en paz consigo mismo; la paz por la que el hombre lo está con Dios, sometiéndose plenamente a sus disposiciones; y la paz relativa al prójimo, por la que se vive en paz con todos [6].

En la Biblia, sin embargo, shalom, paz, dice más que la sencilla tranquilidad en el orden. Indica también bienestar, reposo, seguridad, éxito, gloria. A veces designa, incluso, la totalidad de los bienes mesiánicos y es sinónimo de salvación y de bien: «Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva y proclama la salvación» (Is 52, 7). La nueva alianza es llamada una «alianza de paz» (Ez 37, 26), el Evangelio «evangelio de la paz» (Ef 6, 15), como si en la palabra se resumiera todo el contenido de la alianza y del evangelio.

En el Antiguo Testamento, paz se acerca frecuentemente a justicia (Salmo 85, 11: «La justicia y la paz se besan») y en el Nuevo Testamento a gracia. Cuanto San Pablo escribe: «Justificados por medio de la fe, estamos en paz con Dios» (Rm 5, 1), está claro que «en paz con Dios» tiene el mismo significado expresivo que «en gracia de Dios».

4. La paz como tarea

El mensaje del Papa dice que la paz, además de don, es también tarea. Y es de la paz como tarea de lo que nos habla en primer lugar la bienaventuranza de los que trabajan por la paz.

La condición para poder ser canales de paz es permanecer unidos a su fuente que es la voluntad de Dios: «En su voluntad está nuestra paz», le hace decir Dante a un alma del purgatorio. El secreto de la paz interior es el abandono total y siempre renovado a la voluntad de Dios. Ayuda a conservar o a reencontrar esta paz del corazón repetir frecuentemente uno mismo, con Santa Teresa de Ávila: «Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta».

La parénesis apostólica es rica en indicaciones prácticas sobre lo que favorece u obstaculiza la paz. Uno de los pasajes más conocidos es el de la Carta de Santiago: «Donde hay envidia y ambición, allí reina el desorden y toda clase de maldad. En cambio, la sabiduría de arriba es en primer lugar intachable, pero además es pacífica, tolerante, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial y sincera. En resumen, los que promueven la paz van sembrando en paz el fruto que conduce a la salvación» (St 3, 16-18).

De este ámbito personalísimo debe partir todo esfuerzo de construir la paz. La paz es como la estela de un navío, que va ensanchándose hasta el infinito, pero comienza por una punta, y la punta es, en este caso, el corazón del hombre. Uno de los mensajes de Juan Pablo II para la Jornada de la Paz, el de 1984, llevaba por título: «La paz nace de un corazón nuevo».

En este ámbito personal no es donde desearía insistir. Hoy se abre ante los que trabajan por la paz un campo de trabajo nuevo, difícil y urgente: promover la paz entre las religiones y con las religiones, esto es, tanto de las religiones entre sí como de los creyentes de las distintas religiones con el mundo laico no creyente. El mensaje del Papa dedica un párrafo a las dificultades que se encuentran en este campo. Dice:

«Respecto a la libre expresión de la propia fe, hay un síntoma preocupante de falta de paz en el mundo, que se manifiesta en las dificultades que tanto los cristianos como los seguidores de otras religiones encuentran a menudo para profesar pública y libremente sus propias convicciones religiosas... Hay regímenes que imponen a todos una única religión, mientras que otros regímenes indiferentes alimentan no tanto una persecución violenta, sino un escarnio cultural sistemático respecto a las creencias religiosas. En todo caso, no se respeta un derecho humano fundamental, con graves repercusiones para la convivencia pacífica. Esto promueve necesariamente una mentalidad y una cultura negativa para la paz» (n. 5).

De este escarnio cultural, o al menos intento de marginación, de las creencias religiosas, estamos teniendo ejemplo precisamente estos días, con la campaña puesta en marcha en varios países y ciudades de Europa contra los símbolos religiosos de la Navidad. Se aduce frecuentemente como motivo la voluntad de no ofender a las personas de otras religiones que están entre nosotros, especialmente a los musulmanes. Pero es un pretexto, una excusa. En realidad es un determinado mundo laicista el que no quiere estos símbolos, no los musulmanes. Ellos no tienen nada contra la Navidad cristiana, que incluso honran.

Hemos llegado al absurdo de que muchos musulmanes celebran el nacimiento de Jesús, desean el belén en casa y llegan a decir que «no es musulmán quien no cree en el nacimiento milagroso de Jesús» [7], mientras otros que se dicen cristianos quieren hacer de la Navidad una fiesta invernal, poblada sólo de renos y ositos.

En el Corán hay una Sura dedicada al nacimiento de Jesús que vale la pena conocer, también para favorecer el diálogo y la amistad entre las religiones. Dice:

«Los ángeles dijeron: Oh María, Dios te da la feliz noticia de un Verbo de Él. Su nombre será Jesús (‘Isà) hijo de María. Será ilustre en este mundo y en el otro... Hablará a los hombres desde la cuna y como hombre maduro, y será de los Santos. Dijo María: “Señor mío, ¿cómo podré tener un hijo, cuando ningún hombre me ha tocado?”. Respondió: “De esta forma: Dios crea lo que Él quiere, y cuando ha decidido algo, dice sólo: sé, y ello es”» [8].

En el programa sobre el evangelio dominical «A sua immagine», que se emite en «Rai Uno» mañana por la tarde, pedí a un hermano musulmán que leyera este pasaje y lo hizo con gran alegría, mostrándose feliz de contribuir a aclarar un equívoco que perjudica, decía, a los propios creyentes islámicos, con el pretexto de favorecer su causa.

El motivo que permite un diálogo entre las religiones -fundado no sólo en las razones de oportunidad que conocemos bien, sino sobre un sólido fundamento teológico-es que «tenemos todos un único Dios», como recordaba el Santo Padre con ocasión de su visita a la mezquita Azul de Estambul. Es la verdad de la que también San Pablo partió en su discurso en el areópago de Atenas (Hch 17, 28).

Tenemos, subjetivamente, ideas diferentes sobre Él. Para nosotros, los cristianos, Dios es «el Padre del Nuestro Señor Jesucristo», y a Aquél no se le conoce plenamente sino «a través de éste»; pero objetivamente bien sabemos que Dios no puede ser más que uno. Hay «un solo Dios que es Padre de todos, que está sobre todos, actúa en todos y habita en todos» (Ef 4, 6).

Fundamento teológico del diálogo es también nuestra fe en el Espíritu Santo. Como Espíritu de la redención y Espíritu de la gracia, Él es el vínculo de la paz entre los bautizados de las distintas confesiones cristianas; como Espíritu de la creación, Spiritus creator, Él es un vínculo de paz entre los creyentes de todas las religiones y, más aún, entre los hombres de buena voluntad. «Toda verdad, de donde quiera que venga dicha –escribió Santo Tomás de Aquino-, viene del Espíritu Santo» [9].

Pero como este Espíritu creador tendía a Cristo en los profetas del Antiguo Testamento (1 P 1, 11), así creemos que, de un modo conocido sólo por Dios, tiende ahora a Cristo y a su misterio pascual en su acción fuera de la Iglesia. Como el Hijo no hace nada sin el Padre, así el Espíritu Santo no hace nada sin el Hijo.

Todo el reciente viaje del Santo Padre a Turquía ha sido un obrar por la paz religiosa, rico de frutos como todas las cosas nacidas en el signo de la cruz: paz entre la Iglesia cristiana de Oriente y la de Occidente, paz entre el cristianismo y el islam. «Esta visita nos ayudará a encontrar juntos los modos y los caminos de la paz por el bien de la humanidad», fue el comentario del Santo Padre con ocasión de la oración silenciosa en la mezquita Azul.

5. ¿Una paz sin religiones?

El Occidente secularizado, desea, a decir verdad, un tipo distinto de paz religiosa: el que resulta de la desaparición de toda religión.

«Imagina que no existe el paraíso, / es fácil si lo intentas. / Ningún infierno bajo nosotros / y sólo el cielo encima de nosotros.
Imagina a toda la gente / viviendo para hoy,/ imagina que no hay países / no es difícil hacerlo. / Nada por lo que matar o morir / y tampoco religión alguna...
Imagina a toda la gente / viviendo la vida en paz. / Puede que digas que soy un soñador. / Pero no soy el único. / Espero que un día te unas a nosotros / y que el mundo viva como una sola cosa» [10].

Esta canción, compuesta por uno de los grandes ídolos de la música ligera moderna, con una melodía persuasiva, se ha convertido en una especie de manifiesto secular de pacifismo. Si se llevara a cabo, lo que aquí se desea sería el mundo más pobre y triste que se pudiera imaginar; un mundo chato, en el que son abolidas todas las diferencias, donde la gente está destinada a despedazarse, no a vivir en paz, porque como aclaró René Girard, allí donde todos quieren las mismas cosas, el «deseo mimético» se desencadena y con él la rivalidad y la guerra.

Los creyentes no podemos, sin embargo, dejarnos llevar por resentimientos ni polémicas, tampoco contra el mundo secularizado. Junto al diálogo y la paz entre las religiones, se sitúa otra meta para los que trabajan por la paz: la meta de la paz entre los creyentes y los no creyentes, entre las personas religiosas y el mundo secularizado, indiferente u hostil a la religión.

Será éste otro banco de pruebas: dar razón, también con firmeza, de la esperanza que está en nosotros, pero hacerlo -como exhorta la Carta de Pedro y como da ejemplo de ello su actual sucesor- «con dulzura y respeto» (1 P 2, 15-16). Respeto no significa en este caso «respeto humano», tener escondido a Jesús para no suscitar reacciones. Es respeto de una interioridad que le es conocida sólo a Dios y que nadie puede violar u obligar a cambiar. No es poner entre paréntesis a Jesús, sino mostrar a Jesús y el evangelio con la vida. Esperamos sólo que un respeto igual sea mostrado por los demás respecto a los cristianos, algo que hasta ahora frecuentemente ha faltado.

Terminamos volviendo con el pensamiento a la Navidad. Un antiguo responsorio de maitines en Navidad decía: Hodie nobis de caelo pax vera descendit. Hodie per totum mundum melliflui facti sunt caeli: «Hoy ha bajado del cielo para nosotros la paz verdadera. Hoy los cielos destilan miel sobre el mundo».

¿Cómo corresponder el don infinito que el Padre hace al mundo, dando por éste a su Hijo Unigénito? Si existe una metedura de pata que no hay que cometer en Navidad es reciclar un regalo ofreciéndoselo, por error, a la misma persona de la que se recibió. Pues bien, ¡con Dios no podemos más que hacer esto todo el tiempo! La única acción de gracias posible es la Eucaristía: volver a ofrecerle a Jesús, su Hijo, hecho hermano nuestro.

¿Y a Jesús qué regalo le haremos? Un texto de la liturgia oriental de Navidad dice: «¿Qué podemos ofrecerte, Oh Cristo, por haberte hecho hombre en la tierra? Toda criatura te da el signo de su reconocimiento: los ángeles sus cantos, los cielos su estrella, la tierra una gruta, el desierto un pesebre. ¡Pero nosotros te ofrecemos una Madre virgen!» [11].

Santo Padre, venerables padres, hermanos y hermanas: gracias por la benévola escucha y ¡feliz Navidad!

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[1] Benedicto XVI, «La persona humana, corazón de la paz». Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2007.
[2] San León Magno, Trattati 26 (CC 138, linea 130)
[3] J. Dupont, Le beatitudini, III, p.1001.
[4] Pseudo Dionisio Areopagita, Nomi divini, XI, 1 s (PG 3, 948 s).
[5] San Agustín, La città di Dio, XIX, 13 (CC 48, p. 679).
[6] Santo Tomás de Aquino, Commento al vangelo di Giovanni, XIV, lez.VII, n.1962.
[7] Magdi Allan, «Noi musulmani diciamo sì al presepe» [«Los musulmanes decimos sí al belén»], Il Corriere della sera, 18 diciembre 2006, p. 18.
[8] Corán, Sura III, traducción [al italiano] de M.M. Moreno, Turín, UTET, 1971, p. 65.
[9] Santo Tomás de Aquino, Somma teologica, I-IIae q. 109, a. 1 ad 1; Ambrosiaster, Sulla prima lettera ai Corinti, 12, 3 (CSEL 81, p.132).
[10] John Lennon, «Imagine there’s no heaven / it’s easy if you try. / No hell below us / above us only sky. Imagine all the people / living for today./ Imagine there’s no countries / it isn’t hard to do. / Nothing to kill or die for / and no religion too. /Imagine all the people / living for today./ Imagine there’s no countries / it isn’t hard to do./ Nothing to kill or die for /and no religion too...Imagine all the people / living life in peace. / You may say I’m a dreamer / But I’m not the only one./ I hope someday you’ll join us / and the world will live as one».
[11] Idiomelon ai Grandi Vespri di Natale.

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Enseñanza de Adviento de 10-12-2006 a la Casa Pontificia

La Inmaculada Concepción / Autor: Juan Pablo II

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad esta descrita con los rasgos de la mujer­Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer mas particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.

Publicado el programa del Encuentro de Jóvenes de Taizé en Ginebra / Autora: Miriam Díez i Bosch

Se esperan miles de muchachos de varias confesiones cristianas a final de año

(ZENIT.org) .- La ciudad suiza de Ginebra acogerá a decenas de miles de jóvenes del 28 de diciembre al 1 de enero con motivo del Encuentro Europeo de Taizé (www.taize.fr), una cita ecuménica para jóvenes de todo el Viejo Continente.

En la página web en decenas de lenguas de la comunidad de Taizé ya se puede ver el programa con los detalles para las inscripciones y la acogida.

Familias, parroquias, grupos y movimientos se están preparando para recibir a los jóvenes en la ciudad del lago Léman. El programa prevé momentos de oración, de canto, silencio, encuentros, ocasiones de testimonio al estilo de la comunidad ecuménica de Taizé fundada en Francia en 1940 por el Hermano Roger.

La Comunidad de Taizé prepara este encuentro europeo para «redescubrir la Iglesia como fermento de reconciliación en la familia humana» y para «preparar un porvenir de paz más allá de los muros que nos separan».

Los encuentros de Taizé pretenden ayudar a los jóvenes a «ser portadores de esperanza allí donde viven».

El programa se abre el día 28 de diciembre con la llegada en distintos centros de acogida. Por la noche se cenará en Palexpo con una primera oración al atardecer, y después los muchachos regresarán con las familias que durante estos días abren sus hogares para compartir su vida con ellos.

Los otros días empezarán con una oración común por la mañana. Seguirán encuentros en pequeños grupos y con personas comprometidas en la vida de la parroquia o del barrio. Por las tardes están previstos talleres y encuentros nacionales.

El día 31 la oración por la paz será seguida de una «Fiesta de naciones» y el martes 1 de enero terminará el encuentro con un llamado a seguir siendo «semillas de paz y confianza en los propios lugares».

Taizé organiza estos encuentros todos los años en una ciudad distinta. El acontecimiento une a personas que habitualmente han pasado por Taizé, en la Borgoña francesa, donde la comunidad está formada por un centenar de hermanos, católicos y de diversos orígenes evangélicos, de más de veinticinco nacionalidades, además de voluntarios de todo el mundo que pasan temporadas en este lugar que propicia la promoción de la unidad entre los cristianos.

Ginebra es la sede de varios organismos comprometidos en el diálogo ecuménico. Quienes trabajan en el Consejo Mundial de las Iglesias y en las demás organizaciones que tienen su sede en el Centro Ecuménico de Ginebra, como la federación Luterana Mundial, la Alianza Reformada Mundial, o la Conferencias de las Iglesias Europeas, comienzan su semana de trabajo con una oración los lunes por la mañana a las 8:30 para preparar este encuentro a final de diciembre.

“El amor es la plenitud de la ley” (Rom 13, 10) / Autora: Chiara Lubich


Con estas palabras concluye una amplia sección de la Carta a los Romanos, en la cual San Pablo nos presenta la vida cristiana como una vida de amor a nuestros hermanos y hermanas. Éste es, en efecto, el nuevo culto espiritual que el cristiano está llamado a ofrecer a Dios bajo la guía del Espíritu Santo1, el cual se anticipa a suscitarlo en nuestros corazones.

Resumiendo el contenido de esta sección, el apóstol afirma que el amor al prójimo nos hace realizar plena y perfectamente la voluntad de Dios contenida en la Ley (es decir, en los Mandamientos). El amor a nuestros hermanos y hermanas es el modo más hermoso, más auténtico, de demostrar nuestro amor a Dios.

“El amor es la plenitud de la ley”

Pero ¿en qué consiste concretamente esa plenitud y perfección? Se lo comprende al leer los versículos precedentes, en los cuales el apóstol nos describe las distintas expresiones y los efectos de este amor.

Por lo pronto, el verdadero amor al prójimo no hace ningún mal. Además, nos hace vivir todos los Mandamientos de Dios, sin excluir ninguno, dado que su primer objetivo es el de hacernos evitar todas las formas de mal, hacia nosotros mismos y hacia nuestros hermanos y hermanas, en las que podríamos caer.

Además de no hacer mal a nadie, este amor nos impulsa también a realizar todo el bien que nuestro prójimo necesita.

Esta Palabra nos impulsa a un amor solidario y sensible a las necesidades, expectativas, derechos legítimos de nuestros hermanos y hermanas; a un amor respetuoso de la dignidad humana y cristiana; a un amor puro, comprensivo, capaz de compartir, abierto a todos, como nos ha enseñado Jesús.

Este amor no es posible si no se está dispuesto a salir del individualismo y de nuestra autosuficiencia. Por eso es un amor que nos ayuda a superar todas esas tendencias egoístas (soberbia, avaricia, lujuria, ambición, vanidad, etc.), que llevamos dentro de nosotros y que constituyen nuestro principal obstáculo.

“El amor es la plenitud de la ley”

¿Cómo vivir, entonces, la Palabra de Vida en este mes de Navidad? Teniendo presentes las distintas exigencias del amor al prójimo que ella menciona: en primer lugar, evitaremos así hacer el mal al prójimo en todas sus formas. Prestaremos atención constante a los mandamientos de Dios referidos a nuestra vocación, a nuestra actividad profesional, al ambiente en el cual vivimos. La primera condición para actuar el amor cristiano es la de no ir nunca contra los Mandamientos de Dios.

Por otra parte, prestaremos atención a lo que constituye el alma, el motivo, el objetivo de todos los Mandamientos. Cada uno de ellos nos quiere llevar, como hemos visto, a un amor cada vez más atento, cada vez más delicado y respetuoso, cada vez más concreto.

Al mismo tiempo, desarrollaremos en nosotros el espíritu de desapego de nosotros mismos, de superación de nuestros egoísmos, consecuentes con la práctica del amor cristiano. Así realizaremos “plenamente” la voluntad de Dios; le demostraremos nuestro amor del modo que a El más le agrada.

“El amor es la plenitud de la ley”

Ésta fue la experiencia de un abogado que se desempeña en el Ministerio de Trabajo. “Un día –cuenta– le presento al propietario de una empresa la denuncia de que los obreros no habían cobrado de acuerdo a las normas vigentes. Después de catorce días de búsqueda incesante, encuentro los documentos que atestiguan la irregularidad. Le pido a Jesús la fuerza para ser fiel a sus palabras –que exigen atenerme a la verdad– y ser, al mismo tiempo, instrumento de su amor. Ante las pruebas, el empresario se defiende diciendo que ciertas leyes le parecen injustas. Le hago notar que nuestros errores no pueden ser justificados por la incoherencia de los demás. Durante la conversación que entablamos me doy cuenta de que tiene las mismas exigencias de justicia e igualdad que yo, pero que se ha dejado llevar por su entorno. Al fin me dice: ‘Usted habría podido humillarme y maltratarme, pero no lo hizo. Por eso me siento en el deber moral de comenzar de nuevo’. Como tiene un compromiso que atender de inmediato, no le queda tiempo para la redacción del acta de infracción. Entonces toma una hoja, la firma en blanco y me la entrega, como prueba de que está dispuesto a cambiar ya mismo”.

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Fuente Movimiento de los Focolares

Morir a uno mismo / Autora: Catalina de Jesús

"Si alguno quiere seguir mi camino, que se niegue a si mismo, tome su cruz y me siga"

Señor, tómanos.
Nada podemos ofrecerte.
Nada somos.
Nada tenemos.
Sólo nuestro ser,la vida que Tú nos has dado.
Tómala.
Es toda tuya.
No nos importa ya nada, sólo Tú.
Toma nuestra vida,
entera,
haz con ella lo que quieras.
Rómpela, tritúrala, desmenúzala,para que dé fruto,
aunque al final no quede nada.
No nos importa.
Somos ya tuyos.
Nada nos ata en esta Tierra,
Tú nos tienes atados a tí para siempre.
Tómanos, gastanos y desgastanos,
hasta la última gota.
Hasta caer rendidos,
hasta caer muertos.
Que probemos en nuestra carne la Nada,
para que Tú lo llenes todo, te hagas Todo.
Sólo eso te pedimos,
arrasa con tu fuego lo que aun quede de nosotros,
para que Sólo Tú seas Todo.
Nuestro Señor.
Nuestro Dueño.
Amén.


Queridos amigos: dice San Juan de la Cruz,cuán descaminados van muchos que creen que "basta con cualquier manera de retiramiento, ejercitarse en virtudes y continuar la oración y mortificación...más no llegan a la desnudez y pobreza que aquí nos aconseja el Señor".Es necesario darle más, darlo todo, morir a todo, entregarle todo.No hay más camino a Dios que el de la nada...ni felicidad que se pueda comparar con la de darse a Dios en esta vida.Un abrazo en Cristo.

Testimonio a un año de mi conversión / Autora: Paula Cardona

En este camino Señor, Tu me tienes un destino hermoso…solo te suplico que ese sea Tu infinito Amor…

Sabiendo que Dios nos ha destinado para ser lámparas e iluminar le pido al Señor que nos de sabiduría y entendimiento, a mi para enviarles un mensaje lleno de Amor y a ustedes para recibirlo y que sea del mayor provecho, para Gloria y Honra de nuestro Señor.

Herman@s, pensando en el infinito amor del Señor por nosotros, quiero hablarles de mi experiencia en el primer año del comienzo de mi conversión.

Tenía un dolor agudo que no era más que la culpa, la falta de Dios, un vacío total. Sentía una desesperación y angustia que me impedía ver mas allá de las cosas. Cada día que pasaba me dolía el alma y mi cuerpo reflejaba el momento espiritual por el estaba pasando (adelgace, no dormía). Esto les da una idea del momento que estaba pasando y creo que muchos se identifican conmigo.

Empecé a ver las cosas que habían en mi corazón, como llegue hasta el punto en el que me encontraba (el punto mas bajo de mi vida). Poco a poco descubrí que mi vida no había sido lo que el Señor quería de mi, siempre pensé en dar a los demás lo mejor de mi, pero lo mejor de mi no era lo que yo tenía sino que era el Amor de Dios.

Si mis hermanos, hacia mi mejor esfuerzo, lo que yo pensaba en mi altivez que era lo mejor para mi y los demás, siempre pensaba y justificaba mis acciones, pensamientos por que supuestamente era para el bien de los demás.

Nos aferramos a nuestros juicios y lo que pensamos es lo correcto en nuestro afan de demostrar nuestro punto. Lo único que les pregunto es: acaso Jesus se aferro desesperadamente a sus ideas cuando predicaba, en ningún evangelio he leído que Jesus se obstinaba, discutía o se enojaba si alguien no estaba de acuerdo con sus ideas, su mensaje era de paz y amor.

He pensado muchas veces que quiere Dios de mi, me amo tanto que permitio un pequeño mal para salvar mi alma y el alma de mi esposo. Ninguno de los dos fuimos victimas ni culpables…Fuimos seres humanos movidos por motivos.

Ahora como una persona de 31 años, joven, profesional, llena de vida y amor para dar, pienso es que me voy a quedar sola?, pero de nuevo el Señor se mueve en nosotros, he hablado a otros del amor de Dios..Cada vez que me voy de viaje, a mis hermanos, a mi papa, a mi familia, a mis amigos. El reino de nuestro Señor se ha expandido con almas que están multiplicando Su amor a través de lo poquito que he hecho (por esta crisis y conversión) y lo que me hace falta. Allí veo no estoy sola, el Señor ha movido mi corazón y mi mente para amar.

Nuestro Padre nos ama y nos quiere felices, llenos y satisfechos. Trato de vivir mi vida al 100%, transmitiendo amor, cambiando enojos y rabias por calma y paz. Muchas lágrimas se han convertido en risas y no les niego que lloro de vez en cuando pero no como antes. Veo las maravillas del Señor HOY..Aquí y Ahora!!!! No lo que me espera, no lo que deje atrás.. El Señor me lo da TODO..Hasta las dudas, la tristeza..parece que me dijera Todo procede de mi..TODO…me reconforta en mis momentos mas oscuros.

Leí un epitafio en una tumba que decía: “Señor quisiera tener otra vida para dedicártela a Ti” Así es como me siento después de un año de incertidumbre, alegría, darlo todo por mi Señor..Dar testimonio del amor de Dios, decirle a la gente que Dios es hermoso, bello, que nos ama profundamente, expandir su reino, que mi esposo y yo vivamos la vocación del matrimonio en santidad y amor para la Gloría y Honra de nuestro Señor.

Asi es como me siento ahora, creo en Fe que Dios esta salvando a mi esposo y a nuestro hogar pero no para que los cuerpos esten juntos fisicamente sino para que las almas en la tierra construyan el cielo y empecemos a gozar de las gracias de nuestro Señor. Para que muchos vean, crean y sean salvos en el Señor.

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Fuente: Comunidad Católica Jesús, Salva a mi Familia

Es agradable sentirse animados / Autor: Albino Luciani

El fenómeno de haber muchos catequistas no es nuevo, sino gozoso. Y será más gozoso si los catequistas tienen las dotes requeridas. Primera, la vida limpia y esplendorosa de bondad. Siempre me han impresionado San Pablo y Manzoni. Escribió el primero: "Tú enseñas a los otros pero, ¿te enseñas a ti mismo?" (cfr. Rm 2, 21). Escribe el segundo, luego de haber expuesto cosas bellísimas sobre la religión: "Pensando en el demasiado mal que he sido y en el poco bien que aún soy, me avergüenzo con frecuencia y tal vez me remuerde el arrogarme que yo sé celebrar la religión".

En religión se enseña, en efecto, sobre todo, lo que se es. Conocer bien es otra dote. Y no basta haber estudiado; hay que mantenerse actualizado: si no se estudia, las nociones se escapan, barridas por el viento, por ideas y preocupaciones extrañas. Decía San Bernardino de Siena: "... si yo no hubiera aprendido, vosotros no me oiríais la palabra que os predico: que sólo por estudiar ha venido". Pero lo mismo quería también que las cosas dichas fueran dichas con claridad. Y contó acerca de dos frailes: uno era un predicador bonísimo, que "hablaba tan sutilmente, que era una maravilla"; el otro "tan grueso". El primero hizo la prédica; el segundo la escuchó y la magnificó a los compañeros frailes. Y este: "Di sobre lo que él dijo". Y él: "Vosotros habéis perdido la más bella prédica que jamás habríais podido oír... Él habló tan alto que yo no entendí nada".

Pero no basta ni siquiera la claridad, si no la acompaña el amor, la pasión de las ideas transmitidas. Se trata en efecto de ideas que sirven para la vida y deben desembocar en buenas acciones. Ahora, entre las ideas y la acción, hay etapas obligatorias que recorrer: yo no realizo una acción, si antes no la quiero; no la quiero, si antes no la deseo; no la deseo, si antes alguien no me la ha presentado como deseable y simpática. Es necesario, entonces, cargar de simpatía las ideas transmitidas, para que enciendan fuertes deseos y pongan en movimiento la voluntad de los oyentes. Decía el Papa Juan: "La verdad de Cristo, presentada sin cordialidad, dulzura y humildad, se arriesga a ser rechazada".

Pío IX ha proclamado Doctor de la Iglesia a San Francisco de Sales sobre todo porque "supo adaptar la doctrina de los santos a todas las situaciones de los fieles sapienter et leniter, con sabiduría y levedad". Aquel santo ha enseñado y escrito mucho, diciendo en esencia: "El camino al paraíso es estrecho, el viajar hacia allí requiere fatiga, sí, pero el paisaje, los alrededores, son bellos, amenos y está Dios que da una mano".

Él presenta siempre las cosas del mejor lado, con un tono gracioso y seductor: muestra la devoción amable para hacerla accesible; no le saca siquiera una de las espinas, pero tampoco una sola rosa. "Aquellos que querían disuadir a los Ebreos - escribe - de ir a la Tierra Prometida, decían que había un país que devoraba a los habitantes... pero Josué y Caleb declaraban que la Tierra Prometida no era sólo buena y bella, sino tal que hacía dulce y agradable la posesión... Así el Espíritu Santo y Jesús... nos aseguran que la vida devota es una vida dulce, placentera, feliz". Él trataba de seguir el método del Espíritu Santo y de Jesús.

A Santa Juana de Chantal, un poco escrupulosa, escribe: "Quisiera que Usted tuviera la piel del corazón un poco más dura y que no dejara de dormir por cualquier pulga pequeña". Y a otra: "No se detenga a dar picotazos sobre su pobre conciencia". Y a una tercera: "Eh, Dios mío... empólvese también los cabellos... también los faisanes se lustran las plumas... por miedo a que aniden los piojos". De la misma pasta graciosamente catequística era el San Bernardino citado más arriba, que de los vanidosos decía: "Si tú ves a uno y a una con estos antojos o con las fresas o con las trampas (n. d. t. En italiano, se trata de un juego de palabras: fragole = fresas, trapole = trampas), piensa que así les brilla la cabeza... Y así como tú ves las locuras en la vestimenta de afuera, piensa que dentro del corazón está todo lleno de quiquiriquí".

Imitaba a estos santos el catequista que exponía la dura verdad del infierno como sigue: "¿El infierno? Sí, existe, pero debéis saber que Dios se pone en medio de nuestro camino para detenernos e impedir que caigamos dentro. Y si alguno llega, es signo de que él mismo ha querido ir allí contra los miles esfuerzos de Dios, que respeta su libertad, pero trata de todas las formas de llevarlo al Paraíso. El mismo Judas se hubiera salvado, si hubiera tenido confianza. Se equivocó de árbol aquel día. Hubiera ido al árbol de la cruz, hubiera echado los brazos al cuello de Jesús agonizante, sería hoy un santo del Paraíso".

Hacen, en cambio, el camino opuesto los que prefieren siempre el lado negativo al positivo. Vi una vez una ilustración que representaba, en un salón, a la dueña de casa con una amiga de visita. Allí figuraban muebles elegidos, pero, sobre ellos, había tantos carteles. "No tocar el servicio de porcelana", "No caminar por el piso lustrado sin los patines", "No tirar la ceniza al piso", "Cuidado con la alfombra". Bajo la ilustración, en la leyenda: "Sí, tengo un magnífico salón - decía la dueña - pero, no sé por qué, mi marido lo rehuye". Y la amiga: "Coloca nuevas inscripciones prohibitivas: garantizado, tu marido odiará este salón".

Estamos hechos así: los no multiplicados nos parecen camisas de fuerza; nos irrita que los demás supongan que somos malos o desganados. Nos agrada, en cambio, sentirnos animados y conducidos, como auténticos valientes, a nuevas conquistas de bien.

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Inédito de 1972
De "Humilitas", Noviembre de 1988