* «Y así crece, crece la hostilidad y se termina mal. Siempre. Yo me separo de mi hermano, éste no es mi hermano, éste es un enemigo, éste debe ser destruido, echado… y así la gente se destruye, así las enemistades destruyen ¡todo! Ese amargarse la vida, siempre obsesionado con aquello. Esto ha sucedido a Caín, y al final mató a su hermano. No: no hay hermano. Sólo yo existo. No hay hermandad. Sólo yo existo. Esto que ha sucedido al inicio, nos sucede a todos nosotros, la posibilidad; pero este proceso debe ser detenido inmediatamente, al inicio, ante la primera amargura, detenerse. La amargura no es cristiana. El dolor sí, la amargura no. El resentimiento no es cristiano. El dolor sí, el resentimiento no»
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