«A veces, los propios excluidos dicen que la Iglesia les ha atendido muy bien, que les ha ayudado a vivir mejor, pero que les habría gustado que les hubieran hablado más de Dios y de Cristo…. Lo que distingue a la caridad cristiana es vivirla desde una espiritualidad, desde un seguimiento de Cristo. Y eso es lo que da radicalidad, generosidad, gratuidad, esfuerzo sin límites, amor sin juzgar… Por más que haya mucha acción, sin contemplación ni oración, no haríamos nada. En la Eucaristía nace la fuerza para hacer la caridad»

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