Sus amigos de Madrid los invitaron a una peregrinación a Fátima. Allí experimentaron un encuentro vivo con la Virgen. Cada uno por separado sintieron que Ella los llamaba a apoyarse el uno en el otro, a buscar en Juan Pablo II respuestas a su situación, a cuidar a los matrimonios y a orar y sacrificarse por los pecadores. No entendían lo que les ha pasado. Ella lo acogía con prontitud, él quedó perplejo y no sabe qué hacer. Desde ese momento empezaron a rezar el Rosario y a tener una gran sed de comprender su vocación al amor. Comenzaron a leer mucho y a compartirlo entre ellos
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