“La forma de actuar de Dios es muy diferente de la del maligno. El mal conquista fácilmente el corazón de los poderosos, se adueña de las instancias de poder y muestra ostentosa y prepotentemente su fuerza. A menudo, cuando juzgamos la situación de la Iglesia, nos dejamos llevar por criterios demasiado mundanos. Constatamos su influencia cada vez más pequeña en la sociedad, la progresiva disminución de los fieles que participan en la eucaristía, el auge de ideologías contrarias a la fe cristiana… y tendemos a desanimarnos. Nos hemos olvidado de la parábola de la semilla de mostaza, que nos dice que lo decisivo no es su tamaño, sino la presencia de Dios en ella”
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