* «Yo estaba metida en todo este ambiente de energías y a los cuarenta años yo no creía en Dios ni en el demonio. Un día una amiga que me había tratado en varias ocasiones me confesó que le estaban haciendo exorcismos porque estaba poseída. Esta revelación me dejó paralizada y en un momento de gracia, entendí que existía el demonio y que si existía el demonio también existía Dios. Entendí entonces que yo llevaba muchos años equivocada, ofendiendo gravemente a quien me había creado, a quien me amaba y sufría por mí. En ese mismo instante decidí que si había dos bandos, yo quería estar en el grupo de los buenos»
Camino Católico.- Raquel Blaya vivió durante 35 años alejada de Dios. Su vida no era cómo ella la había imaginado, por lo que cayó en una gran depresión que comenzó a tratar con medicina homeopática. Después llegó el consultar cartas astrales, los masajes energéticos…Un día descubrió que una de sus «maestras» estaba poseída por el demonio y que asistía a exorcismos para ser liberada. Raquel comprendió que, si el demonio existe, Dios también debía de existir. Raquel Blaya explica su testimonio de conversión en el programa “Cambio de Agujas” de H.M. Televisión, que se visualiza y escucha en el video.
Raquel Blaya Andreu es profesora de latín en un instituto y desde 2011 es una entusiasta evangelizadora callejera con el grupo Kerygma, de la diócesis de Alcalá, y una de las promotoras de Arde Complutum, la escuela de evangelización veraniega de esta diócesis.
Pero durante muchos años Raquel estuvo muy alejada de la fe católica, decidió que Dios no existía y se enmarañó en el mundo de la Nueva Era, las «energías» y otras espiritualidades vaporosas… y de pago. Empezó a salir de allí por dos razones. Por un lado, reflexionó sobre la existencia del mal y lo preternatural. Por el otro, conoció la alegría de la alabanza al estilo carismático.
Familia de misa dominical
«En mi familia había una fe tradicional»,recuerda Raquel. «Íbamos los domingos a misa, pero en casa no se hablaba de Dios. Mi madre rezaba mucho por todos nosotros y especialmente por mí, cuando empecé mi adolescencia».
«Cuando yo tenía 15 años se murió Franco y entró la democracia en España. En ambientes estudiantiles hablábamos de Dios y de su existencia y casi siempre llegábamos a la conclusión de que Dios no existía. La religión católica era algo que se asociaba al régimen anterior y muchos jóvenes nos alejamos de la fe, porque no teníamos una fe muy firme», recuerda.
Aunque había recibido una educación religiosa y había ido a varios colegios de monjas, «en la adolescencia me volví rebelde y bastante soberbia».
Depresión y New Age
«Cumplidos los treinta, tuve una depresión que me duró varios años y cuando estaba saliendo de ella, encontré apoyo en las terapias alternativas, tipo New Age, pero allí nada era gratis. Pagabas cada consulta, cada curso y cada sesión terapéutica. Lo que yo buscaba era recuperar la salud, la paz, el control sobre mí misma. Unos te iban llevando a otros y unos eran más fiables que otros,pero siempre necesitabas una consulta más, un curso más, una sesión más. Nada te llenaba».
¿Qué fallaba en este mundo New Age? «Hoy veo que todas esas terapias se centran en uno mismo. Te conviertes en el centro de tu vida: ejercicios, dietas, estética, imagen personal… y crees que no necesitas a Dios», avisa Raquel.
«Me están haciendo exorcismos», dijo una amiga
«Yo estaba metida en todo este ambiente de energías y a los cuarenta años yo no creía en Dios ni en el demonio. Un día una amiga que me había tratado en varias ocasiones me confesó que le estaban haciendo exorcismos porque estaba poseída. Esta revelación me dejó paralizada y en un momento de gracia, entendí que existía el demonio y que si existía el demonio también existía Dios. Entendí entonces que yo llevaba muchos años equivocada, ofendiendo gravemente a quien me había creado, a quien me amaba y sufría por mí. En ese mismo instante decidí que si había dos bandos, yo quería estar en el grupo de los buenos».
Aquel fue el momento clave en el que inició su vida de vuelta a la Iglesia. «Desde entonces sigo en ella, intentando servir a Dios, amándole y queriendo desagraviarlo por todas las ofensas, ultrajes y sacrilegios con que le ofendemos cada día».
Una confesión… y descubrir la alabanza
En esa fase Raquel conoció a un sacerdote que le confesó y después la llevó a la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática Católica (www.rcc-es.org), el gran encuentro anual de oración, música y alabanza que se celebra cada verano en Madrid con miles de personas de toda España, abierto a todo el mundo.
A ella siempre le había gustado la música, y el estilo carismático, muy alegre y musical, le consolidó en la Iglesia. «Me encantó ese modo de orar, cantando, alabando a Dios con todo el cuerpo, por fuera y por dentro. La Renovación me ayudó mucho a acercarme a Dios y estuve en varios grupos carismáticos de la diócesis de Alcalá».
Con los años sentía que Dios trabajaba en sus sentimientos. «Me ha hecho experimentar su amor por mí y también por los demás, especialmente por los más pobres, por los que se han perdido y todavía no le han encontrado. Poco a poco he ido conociendo a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a la Virgen María y a los Santos. Vivir como Dios quiere no es difícil ni complicado. Lo difícil es renunciar a uno mismo para poner a Dios en el centro».
Evangelizar en la calle…
En 2011, en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, conoció al grupo Kerygma de evangelización callejera. «Me caían bien, pero no quería ir con ellos porque sabía que salían a la calle a evangelizar y yo no quería salir a la calle de ninguna de las maneras. Pero empecé a ir a sus oraciones y después a las evangelizaciones. Un día me propusieron salir a la calle y acepté».
¿Cómo fue esa primera experiencia de hablar de Dios a desconocidos en la calle?
«Fue en Madrid, en la iglesia de San Ildefonso, en pleno centro de Malasaña. Paramos a mucha gente, pero nadie nos hacía caso. Yo sabía que estaban equivocados, que Dios sí existía y que los amaba, que sufría porque se hubiesen alejado de Él. En un momento determinado, viendo a todas aquellas personas, entendí que el Señor me preguntaba si quería ayudarle, porque había mucho trabajo por hacer. Interiormente le dije que sí y desde entonces salgo a la calle cada vez que toca, consciente de mi pobreza y de mi torpeza, pero confiada en su Misericordia. Creo que se lo debo».
Después de años con el grupo Kerygma y unas cien experiencias de evangelización callejera aún sigue poniéndose nerviosa, y también sus compañeros, pero perseveran. «Muchas tentaciones nos sugieren quedarnos en casa, no insistir, que no sirve para mucho, que es mejor no molestar a la gente…» Saben, por otra parte, que la Virgen les ayuda. «Cuando hay una evangelización y se prevén lluvias, le pedimos a María que no llueva durante la evangelización y siempre nos lo ha concedido. Es uno de sus regalos», comenta.
Lo que se aprende saliendo a la calle
En este tiempo ha aprendido 3 cosas:
1) «Que Jesús está en la Eucaristía, vivo, y que actúa cuando alguien se presenta ante Él. En las evangelizaciones se nota mucho la presencia de Dios. Y le agrada lo que hacemos. Siempre nos regala su alegría».
2) «Que nosotros, los que salimos a la calle, somos solo unos instrumentos y que estos instrumentos mejoran cuanto más dóciles son al Espíritu Santo».
3) «Que evangelizar asiduamente te cambia la vida, porque Jesús necesita que seamos totalmente de Él. Cuando dejas una pequeña parte de tu vida cerrada a Cristo, el Enemigo aprovecha para entrar y tumbarte. Jesús nos fortalece purificándonos, permitiendo pruebas en nuestra vida para que dejemos que Él crezca y nosotros disminuyamos».
Y hay momentos de alegría desbordante.
«La experiencia más alegre es cuando ves la mano de Dios sobre una persona, que estaba alejada y que, frente a Jesús, se rompe, abre su corazón y empieza a llorar. Y la alegría ya se desborda cuando ves que se acerca al sacramento de la confesión y se reconcilia con Jesús. Por cada vez que esto ocurre, merecen la pena todas las evangelizaciones que hacemos».
Ella, que pasó tantos años lejos de Dios, tiene un mensaje para los que se están pensando si vale la pena explorar la fe.
«A los que están lejos de la fe les digo que no les dé vergüenza volver, que Jesús está vivo, que les quiere mucho y que siempre les está esperando. Que yo perdí a todos los amigos que tenía antes de mi conversión, pero que he encontrado a mucho más. Que vivir con Dios es vivir de verdad. Lo demás son imitaciones».
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