* «Siempre he dicho que los anticonceptivos atentan contra el derecho a que no nos quiten la vida, en el caso de los fármacos o instrumentos micro-abortivos. Contra el derecho a la igualdad razonable entre los sexos, porque la carga contraceptiva casi siempre recae sobre la mujer. Contra el derecho a una atención sanitaria con los menos efectos adversos posibles, porque los contraceptivos provocan daños y los medios naturales de reconocimiento de la fertilidad no. La fertilidad no es ninguna enfermedad. Contra el derecho a la educación, porque toda mujer debería poder ser instruida en el reconocimiento de sus ritmos de fertilidad-infertilidad. Hoy en día los métodos naturales de regulación de la fertilidad, de reconocimiento de las fases fértiles de la mujer, son sencillos de aprender y de enseñar. Maridos y mujeres cooperan activamente en su aplicación y, en ocasiones, también se sacrifican en unos días de abstinencia. Los profesionales sanitarios fuimos requeridos explícitamente en la encíclica a dar a los esposos que nos consultan sabios consejos y directrices sanas que de nosotros esperan con todo derecho»
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