* «Estaba en segundo de bachiller y en mi iglesia se celebra la festividad de San Pablo de forma especial, siempre asiste muchísima gente. Los ministros extraordinarios (fieles que reparten la comunión) no estaban ese día, por lo que, ante la necesidad de agilizar el proceso, mi párroco me autorizó. Se me saltaron las lágrimas cuando cogí el copón con el Santísimo. Me hizo pensar que quizá Dios me estaba pidiendo algo más y no me estaba dando cuenta»
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