* «Descubrí el sentido de mi vida cuando me encontré con Jesús y con su Madre. Mi fe empezó a hacerse realidad. Jesús era real. Y este momento de cambió empezó cuando fui a Medjugorje. Así, en mi desesperación me puse de rodillas y como el leproso dije: ‘¡Jésús, Hijo de David, ten compasión de mí!’. Me acuerdo de pedir a la Virgen: ‘¡Por favor María, si Jesús y Tú podéis cambiar mi vida, hacedlo, por favor!»
* «Luego de mi primer año en Comunidad le dije a Jesús que quería consagrarme… pero no que quería hacerme monja. Quería vivir una vida plena, llena de niños, con libertad para partir, ayudar, amar a todos, pero todavía esperaba mi príncipe azul. Pasaba el tiempo y le pedía a Dios poder entender Su voluntad. Al final comprendí que Jesús no impone nada, Él quiere hacerme feliz y realizar mi vida. Elegí yo ser monja. La oración me hizo comprender que el camino de la consagración es el que más se corresponde con mi persona y los deseos más profundos de mi corazón. Hoy me siento en mi lugar, libre para vivir y amar, para equivocarme y recomenzar, para ser como soy. Todos los días experimento la obra de Dios en mi vida y que Él me sostiene. Esta es mi vida consagrada a Dios hoy: Decir “sí” a su amor y dejar que Él habite mi pobre humanidad para ser madre, hermana, amiga universal de los niños, de los misioneros y de las hermanas con las que vivo. ¡Qué historia fantástica!»
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