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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

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jueves, 14 de febrero de 2008

Curada de un tumor / Autora: Venera Longo

El 13 de mayo de 1996 fui sometida a una colicistectomía por cálculos biliares, luego de haber estado en terapia por unos ocho meses por piastrinopenia.
Luego de la intervención quirúrgica exitosa, unos veinte días después, comencé a acusar dolores de vientre y en la zona inguinal. Se pensó que se deberían a adherencias de la cicatrización. Se hicieron los debidos controles ecográficos y hematológicos pero ellos no mostraron ninguna anomalía orgánica.

Al inicio de junio, un ligero movimiento de las piernas me provocó la fractura del hueso de la cadera con un consecuente hematoma en la zona interna del muslo, confirmado por los exámenes radiográficos. Por lo tanto estuve obligada a la inmovilidad.

Pasando las semanas, en lugar de advertir los alivios de una mejoría, los dolores aumentaban. Se probó la terapia médica y la terapia de rehabilitación, pero sin éxito ya que el dolor y la dificultad para moverme aumentaban cada vez más. Se agregó la dificultad para respirar y a mover el brazo y el hombro izquierdos (ya que ambos habían resultado fracturados también). De esta situación se culpaba a una elevada e imprevista cuota de osteoporosis.

En breve y como sea, aquel verano se caracterizó por tremendos y lacerantes dolores, hasta que en septiembre la situación había llegado a un punto verdaderamente insostenible.

Así una noche, como si todo lo anterior no fuera suficiente, por el simple gesto de levantar el auricular del teléfono, me fracturo el brazo derecho (era la noche de la octava de la fiesta de la Virgen de la Guardia, patrona de nuestro barrio).
En esos momentos fui sometida a ulteriores exámenes clínicos, los que revelaron el terrible e infausto diagnóstico de mieloma múltiple ya en estado avanzado.
Ignorante de todo y como siempre, yo rezaba a Dios y a su amadísima Madre Maria para que me ayuden a soportar con serenidad estos momentos terribles.

No obstante un día, presa de la incomodidad y del cansancio, me dirigí a Dios, a la Virgen y al alma de mis padres "reprochándoles" su silencio. "Haz dicho: golpea y se te abrirá... mamá... papá, me habéis abandonado..."

Durante la noche soñé, en los pocos momentos que alcanzaba a dormir, que muy verosímilmente mis padres se presentaron a los pies de mi cama. Mi madre me exhortó a levantarme (ya hacía cinco meses que no caminaba más) e ir hacia la Virgen. Me levanté y juntas alcanzamos la calle. Llegadas al cruce, estaba por dirigirme hacia nuestra iglesia parroquial cuando conocidos míos me detuvieron para tener noticias del estado de mi salud. Contemporáneamente mi madre me exhortó a continuar mi camino, conduciéndome hacia la Roca de Belpasso, porque era aquel el lugar que había que alcanzar.

Al despertarme de aquel maravilloso sueño, vivido con extrema intensidad, comencé a sentirme mejor hasta mi completa curación. Esta sensación de bienestar estaba acompañada por el asombro y la maravilla de parte de mis seres queridos y de los médicos. Todos los análisis clínicos habían vuelto a sus valores normales y aún las fracturas (unas 27) se habían ido soldando sin el aporte y sostén de ninguna escayola.

Ahora, a la distancia de cuatro años, siento la necesidad de testimoniar la gracia recibida de la Ssma. Virgen, esto es, mi completa curación, sucedida, según el decir de los médicos, de manera inexplicable.

No encuentro palabras adecuadas para agradecer a Dios y a la Ssma. Virgen por todo aquello que me han concedido, pero espero alabarlos en cada uno de los momentos de mi vida.

En fe, Venera Longo

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Fuente: http://www.rocciadibelpasso.it

Curación de un adolescente que no podía caminar / Autor: Andrés Gemma, Obispo de Isernia – Venafro

En mis visitas a Sicilia y particularmente a la diócesis de Catania, donde mi Congregación custodia y oficia el hermoso santuario de Santa Maria de la Consolación en Paternò, nunca omití hacerme acompañar a la Roca de Belpasso, donde desde hace años se honra a la Ssma. Virgen, que habría bendecido con su aparición a un joven del lugar.

Siempre me ha sorprendido lo sugestivo de aquel sitio, que el cuidado de los devotos, de año en año, hace cada vez más acogedor. Son evidentes, igualmente, los pequeños signos de gratitud dejados por los fieles en memoria de alguna gracia recibida.

También a mí, luego de estas visitas, la Ssma. Virgen dispensó un favor que estoy obligado a señalar.

No recuerdo más la fecha precisa. En cambio recuerdo que había llegado hasta allí acompañado por un gentil amigo, justo antes de ir al aeropuerto desde donde volvería a Nápoles y desde allí a Isernia, mi sede episcopal.

Los días precedentes había estado en Paternò donde estaba dando un curso de predicación y quizás aunque no recuerdo bien, a presidir la fiesta anual. Recuerdo que en aquella peregrinación a la santa roca recomendé a la Ssma. Virgen a mi amigo Pasqualino, adolescente de catorce años. La mamá de este joven me lo había recomendado mucho porque estaba misteriosamente impedido en el uso de piernas y brazos, sin que los médicos hubieran podido explicar las razones. Naturalmente tenía una gran pena por este muchacho y aquella noche, recuerdo, lo recomendé con fervor a la intercesión de la Virgen, junto a tantas otras personas queridas.

Regresé muy tarde a Isernia. Al día siguiente, muy temprano, sonó el teléfono. Del otro lado de la línea una voz conmocionada me gritaba: "¡Pasqualino camina!". Era su madre que me informaba de la gracia finalmente obtenida. Yo le comuniqué que justamente la tarde precedente había confiado su hijo a la protección de la Virgen de Belpasso. Agradecimos juntos a la Reina del Cielo. Luego de algunas semanas nos encontramos juntos en el pueblito donde vive la familia para agradecer al Señor y a su Madre Santa. Pude ver personalmente a aquel muchacho correr libremente con sus compañeros, a ese mismo muchacho que semanas atrás llevaban a mi obispado en una silla llevada por cuatro personas.

Andrés Gemma, Obispo de Isernia – Venafro

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Fuente: http://www.rocciadibelpasso.it