En mis visitas a Sicilia y particularmente a la diócesis de Catania, donde mi Congregación custodia y oficia el hermoso santuario de Santa Maria de la Consolación en Paternò, nunca omití hacerme acompañar a la Roca de Belpasso, donde desde hace años se honra a la Ssma. Virgen, que habría bendecido con su aparición a un joven del lugar.
Siempre me ha sorprendido lo sugestivo de aquel sitio, que el cuidado de los devotos, de año en año, hace cada vez más acogedor. Son evidentes, igualmente, los pequeños signos de gratitud dejados por los fieles en memoria de alguna gracia recibida.
También a mí, luego de estas visitas, la Ssma. Virgen dispensó un favor que estoy obligado a señalar.
No recuerdo más la fecha precisa. En cambio recuerdo que había llegado hasta allí acompañado por un gentil amigo, justo antes de ir al aeropuerto desde donde volvería a Nápoles y desde allí a Isernia, mi sede episcopal.
Los días precedentes había estado en Paternò donde estaba dando un curso de predicación y quizás aunque no recuerdo bien, a presidir la fiesta anual. Recuerdo que en aquella peregrinación a la santa roca recomendé a la Ssma. Virgen a mi amigo Pasqualino, adolescente de catorce años. La mamá de este joven me lo había recomendado mucho porque estaba misteriosamente impedido en el uso de piernas y brazos, sin que los médicos hubieran podido explicar las razones. Naturalmente tenía una gran pena por este muchacho y aquella noche, recuerdo, lo recomendé con fervor a la intercesión de la Virgen, junto a tantas otras personas queridas.
Regresé muy tarde a Isernia. Al día siguiente, muy temprano, sonó el teléfono. Del otro lado de la línea una voz conmocionada me gritaba: "¡Pasqualino camina!". Era su madre que me informaba de la gracia finalmente obtenida. Yo le comuniqué que justamente la tarde precedente había confiado su hijo a la protección de la Virgen de Belpasso. Agradecimos juntos a la Reina del Cielo. Luego de algunas semanas nos encontramos juntos en el pueblito donde vive la familia para agradecer al Señor y a su Madre Santa. Pude ver personalmente a aquel muchacho correr libremente con sus compañeros, a ese mismo muchacho que semanas atrás llevaban a mi obispado en una silla llevada por cuatro personas.
Andrés Gemma, Obispo de Isernia – Venafro
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Fuente: http://www.rocciadibelpasso.it
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jueves, 14 de febrero de 2008
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