* «¿Cuál es el edificio más hermoso, el tesoro más precioso, la inversión más rentable a los ojos de Dios? Somos nosotros, somos todos nosotros, hijos amados de un mismo Padre, llamados a su vez a difundir el amor»
Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa
* «El amor que Dios nos muestra, y que a su vez nos invita a practicar, actúa de este modo: responde generosamente a las necesidades de los pobres, se caracteriza por la piedad hacia los que sufren, está dispuesto a ofrecer hospitalidad, es fiel en los momentos difíciles, está siempre dispuesto a perdonar, a esperar»
12 de septiembre de 2024.- (Camino Católico) El Papa Francisco celebra la última misa de su 45° Viaje Apostólico a Asia y Oceanía en el Estadio Nacional “Sport Hub” de Singapur desbordante de fieles, según las autoridades locales han estado presentes más de 50.000 personas. El Papa invita a reconocer que «sin amor no somos nada» y a abrazar a los hermanos y hermanas encontrados en el camino.
Y en día que se celebra la memoria litúrgica del Santísimo Nombre de María pone como modelo a la Virgen: “En María, vemos el amor del Padre manifestado en una de las formas más bellas y totales: la de la ternura ―¡no olvidemos la ternura!― la ternura de una madre, que todo lo comprende y lo perdona todo, y que nunca nos abandona. Por eso nos encomendamos a ella”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
Viaje apostólico a Singapur
SANTA MISA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE
Estadio Nacional en el «Singapore Sports Hub»
Jueves, 12 de septiembre de 2024
«El conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor edifica» (1 Co 8,1). San Pablo dirige estas palabras a los hermanos y hermanas de la comunidad cristiana de Corinto —que era una comunidad rica de múltiples carismas (cf. 1 Co 1,4-5)— a la cual el mismo Apóstol, en sus cartas, con frecuencia recomienda cultivar la comunión en la caridad.
Escuchamos estas mismas palabras mientras agradecemos juntos al Señor por la Iglesia de Singapur, que también es rica de dones, está viva, en crecimiento y en diálogo constructivo con las distintas confesiones y religiones con las que comparte esta maravillosa tierra.
Quizás alguno pudiera pensar que se trata de una afirmación ingenua, pero si lo reflexionamos detenidamente, no es así. De hecho, no existe una obra buena detrás de la cual no haya, tal vez, personas brillantes, fuertes, ricas, creativas, aunque sean siempre mujeres y hombres frágiles, como nosotros, para los cuales sin el amor no hay vida, ni impulso, ni razón para actuar, ni fuerza para construir.
Así pues, lo que nosotros vemos es un signo, y detrás de cada una de las obras que tenemos ante nosotros hay muchas historias de amor por descubrir. Historias de hombres y mujeres unidos entre sí en una comunidad; de ciudadanos comprometidos con su país; de madres y padres preocupados por sus familias; de profesionales y trabajadores de todo tipo y grado, implicados sinceramente en sus diversos roles y tareas. Y es bueno que aprendamos a interpretar estas historias, escritas en las fachadas de nuestras casas y en los trazados de nuestras calles, y a transmitir su memoria, para recordarnos que nada que sea perdurable nace y crece sin amor.
La fe, pues, nos confirma y nos ilumina aún más sobre esta certeza, porque nos dice que en la raíz de nuestra capacidad de amar y de ser amados está Dios mismo, que con corazón de Padre nos deseó y nos llamó a la existencia de modo totalmente gratuito (cf. 1 Co 8,6) y que, de manera igualmente gratuita, nos ha redimido y liberado del pecado y de la muerte, mediante la muerte y resurrección de su Hijo Unigénito. En Él, en Jesús, está el origen y el cumplimiento de todo lo que somos y lo que podemos llegar a ser.
Hermanos y hermanas, estas son unas palabras importantes para nosotros porque, más allá de lo maravillados que nos sentimos ante las obras creadas por el hombre, nos recuerda que hay una maravilla todavía más grande, que hay que abrazar con admiración y respeto aún mayores. Se trata de los hermanos y hermanas que encontramos cada día en nuestro camino, sin preferencias ni diferencias. Testimonio de ello lo dan la sociedad y la Iglesia de Singapur, étnicamente tan diversas y, sin embargo, tan unidas y solidarias.
El amor que Dios nos muestra, y que a su vez nos invita a practicar, actúa de este modo: “responde generosamente a las necesidades de los pobres, se caracteriza por la piedad hacia los que sufren, está dispuesto a ofrecer hospitalidad, es fiel en los momentos difíciles, está siempre dispuesto a perdonar, a esperar”, perdonar y esperar hasta el punto “de corresponder con una bendición a una blasfemia, esta es la esencia del Evangelio” (cf. S. Juan Pablo II, Homilía de la Santa Misa en el Estadio Nacional de Singapur, 20 noviembre 1986).
Esto lo podemos constatar en numerosos santos, hombres y mujeres conquistados por el Dios de la misericordia, hasta el punto de convertirse en su reflejo, en su eco, en su imagen viva. Y quisiera, para terminar, mencionar a dos de ellos.
El segundo es un santo muy querido en esta tierra, que encontró aquí hospitalidad muchas veces durante sus viajes misioneros. Hablo de san Francisco Javier, que fue recibido en esta tierra en numerosas ocasiones, la última de ellas el 21 de julio de 1552.
También nosotros podríamos hacer nuestras estas palabras, siguiendo su ejemplo y el de María: “Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que haga?”. Que estas palabras nos acompañen no sólo en estos días, sino siempre, como un compromiso constante de escuchar y responder con prontitud a las invitaciones al amor y a la justicia, invitaciones que también hoy nos siguen llegando desde la infinita caridad de Dios.
Francisco