La Sabiduría de Dios, el Pensamiento y la Palabra eterna del Padre.
Adorar la Sabiduría de Dios, e implorarle que nos conceda conocer el misterio del Padre y que nos ilumine para acertar en la vida, es una urgencia para todos los creyentes.
Identificar a Jesucristo con la sabiduría Divina fue un caminar progresivo en la compresión de la revelación. Antiguamente los israelitas llamaban “sabiduría” al discernimiento [1 R 3,9). Luego para subrayar su importancia, la compararon con la mujer amada, con la madre bondadosa, con la esposa
También los antiguos vieron en el espíritu de sabiduría un don del Espíritu de Yahvé que caracterizaría al Mesías
[Is 11,2].
Este don, que después fue estudiado como el primero de los dones del Espíritu Santo, posibilita “saborear” las cosas de Dios, y juzgarlo todo, a partir no solamente del conocimiento intelectual de Dios, sino de una relación experimental y amorosa con Él.
Conocer el misterio divino produce un gusto especial. Es sabroso, tiene buen gusto estudiar la Palabra divina, aficionarse por ella, experimentarla y vivirla. Eso es lo que significa la palabra “sabiduría”.
El hombre queda como embelezado al contemplar el abismo de la Sabiduría Divina. “Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios”, exclama Pablo [Romanos 11,33]; en el Misterio de Dios están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia [Col 2,3], y Dios los hace conocer por medio del Espíritu [1 Cor 2,10].
Un carisma de Enseñanza
En la primera carta de San Pablo a los Corintios, al enumerar los carisma concedidos ala Iglesia, se menciona en primer lugar, y por lo tanto con subraya importancia, ía [1 Cor 12,8].
Precisar exactamente en qué consiste este carisma no es fácil. Algunos lo identifican con el don de la sabiduría, a que acabamos de aludir, pero la mayoría de los exegetas piensan que la Palabra de Sabiduría es el carisma que permite expresarse con facilidad acerca de las verdades de la fe, y enseñarlas a quienes deseen instruirse en ellas.
Los dones de Dios son para beneficio de la Iglesia. Es posible que el conocimiento de los misterios divinos aproveche sólo a quien lo tiene, pero normalmente habrá de servir a toda la comunidad, mediante una enseñanza correcta y pedagógica.
La Palabra de Sabiduría asegura la formación de los cristianos ya avanzados.
La Palabra, fruto de la acción del Espíritu, es la que posibilita la correcta presentación de la enseñanza teológica, de la catequesis avanzada, de los cursos de crecimiento.
Sería, pues, la palabra de sabiduría un carisma de enseñanza para cristianos maduros, que han pasado por las primeras etapas de conocimiento “perfecto” [1 Cor 10,20; Col 1,28; 4,12; Fil 3,15; Hb 5,11-6,8].
Así dice San Pablo. “Hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; sino que hablemos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra” [1 Cor 2,6-7].
Este carisma caracterizaría los ministerios de la enseñanza y exhortación de que habla la carta a los [Rom 12,7-8].
Las cartas de San Pablo fueron escritas con sabiduría. El apóstol enseño el misterio de Dios a las comunidades que fundo y a toda la Iglesia, según la sabiduría que le fue otorgada [2 Pe 3,15]. Con razón, pues, el apóstol podía invitar a sus discípulos a que se exhortasen con toda sabiduría [Col 3,16].
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Fuente: Misioneros de Jesus
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miércoles, 11 de junio de 2008
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