Cómo responder a los hermanos separados cuando dicen que los católicos adoramos imágnes en dos vídeos testimoniales con dialogos prácticos.
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viernes, 22 de agosto de 2008
sábado, 9 de agosto de 2008
Cosas de santos / Autora: María Vallejo-Nágera
(Revista Misión) Qué raros son los santos, Dios mío…! Compruébenlo ustedes mismos leyendo este texto sobre la madre Yvonne-Aimeé, conocida mística francesa del siglo XX, cuyos extraordinarios dones y carismas sorprendieron enormemente a todos aquellos que la conocieron. Uno de ellos era el de saber en el corazón cuándo alguien había profanado una Sagrada Forma.
A CONTINUACIÓN les transcribo una carta datada el 31 de marzo de 1923, que en su día hizo llegar a un sacerdote llamado Padre Crété. La misiva dice así: “Querido Padre: […] Anoche, mi Señor Jesús me dijo que fuera a buscarle a la casa de una persona que, desde el sábado, le tiene de forma incorrecta encerrado en su hogar. Dicha persona recibió la Sagrada Forma durante una misa, pero nada más regresar a su banco, la sacó de la boca y la escondió en un pañuelo con la intención de profanarla. […]
Esa misma noche, siguiendo las instrucciones de mi Señor Jesús, me encaminé a la casa de tal persona. Ella misma me abrió la puerta y comprobé que su hogar era señorial y de muy alto nivel económico. Le dije que había acudido a recoger la Sagrada Forma; palideció y me invitó hacia el salón, en donde tomó una cajita de la que sacó la Sagrada Forma. ¡El Señor estaba ahí! La tomé en mis manos y, siguiendo la inspiración de mi Señor, dirigí unas palabras a esa pobre mujer, quien comenzó a derramar grandes lágrimas de arrepentimiento.(Desgraciadamente desconocemos las palabras con las que la madre Yvonne-Aimeé tocó el corazón a esta alma). Luego regresé a mi residencia, cargando cuidadosamente a mi Amado.Mientras caminaba con mi Señor, Él me dijo: ‘Guárdame hasta que yo te diga lo que deseo que hagas conmigo’”. La madre Yvonne-Aimeé recibió la orden de su director espiritual de consumir ella misma esa Sagrada Forma.
Esta anécdota se repitió en muchas ocasiones a lo largo de su vida y no siempre los profanadores la trataron con indulgencia.A veces llegaba a su residencia con moretones, heridas o arañazos. Sólo cuando lleguemos al cielo podremos saber por qué el Señor ha dado estos dones a ciertas personas como a la madre Yvonne-Aimeé. Esta mujer no sólo era capaz de saber cómo, quién y dónde había profanado una Sagrada Forma, sino que además, tenía la increíble capacidad de estar en dos sitios a la vez y ser vista por muchos testigos (este don se conoce como “bilocación”). Su director espiritual (el padre Labutte) ha dejado escritas increíbles anécdotas de esta delicada alma, que para nosotros se han convertido en joyasde la fe.
Una de ellas se refiere a lo quele sucedió cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, mientras estaba en Malestroit, Francia. Sin saber cómo, se vio de pronto frente a Hitler, en su despacho de Berlín. Él, sorprendido de ver a una monja aparecer de la nada, sacó un arma y le disparó. Aunque las balas le atravesaron, no la hirieron. Hitler quedó petrificado por el miedo mientras ella, impasible, le dijo unas palabras que el mismo Jesús le había dictado para él. (Desgraciadamente tampocohay detalles sobre tal mensaje). Se sabe que Hitler no quiso creerle y le rogó que se marchara de inmediato. Ella, antes dedesaparecer, se acercó al mapa de Europa que yacía sobre la mesa, y señaló un lugar con el dedo diciendo: “cuando usted llegue con sus tropas a este lugar, perderá su guerra”. Y así ocurrió…
Aquellos que deseen saber más pueden consultar:
http://www.augustines-malestroit.com/
A CONTINUACIÓN les transcribo una carta datada el 31 de marzo de 1923, que en su día hizo llegar a un sacerdote llamado Padre Crété. La misiva dice así: “Querido Padre: […] Anoche, mi Señor Jesús me dijo que fuera a buscarle a la casa de una persona que, desde el sábado, le tiene de forma incorrecta encerrado en su hogar. Dicha persona recibió la Sagrada Forma durante una misa, pero nada más regresar a su banco, la sacó de la boca y la escondió en un pañuelo con la intención de profanarla. […]
Esa misma noche, siguiendo las instrucciones de mi Señor Jesús, me encaminé a la casa de tal persona. Ella misma me abrió la puerta y comprobé que su hogar era señorial y de muy alto nivel económico. Le dije que había acudido a recoger la Sagrada Forma; palideció y me invitó hacia el salón, en donde tomó una cajita de la que sacó la Sagrada Forma. ¡El Señor estaba ahí! La tomé en mis manos y, siguiendo la inspiración de mi Señor, dirigí unas palabras a esa pobre mujer, quien comenzó a derramar grandes lágrimas de arrepentimiento.(Desgraciadamente desconocemos las palabras con las que la madre Yvonne-Aimeé tocó el corazón a esta alma). Luego regresé a mi residencia, cargando cuidadosamente a mi Amado.Mientras caminaba con mi Señor, Él me dijo: ‘Guárdame hasta que yo te diga lo que deseo que hagas conmigo’”. La madre Yvonne-Aimeé recibió la orden de su director espiritual de consumir ella misma esa Sagrada Forma.
Esta anécdota se repitió en muchas ocasiones a lo largo de su vida y no siempre los profanadores la trataron con indulgencia.A veces llegaba a su residencia con moretones, heridas o arañazos. Sólo cuando lleguemos al cielo podremos saber por qué el Señor ha dado estos dones a ciertas personas como a la madre Yvonne-Aimeé. Esta mujer no sólo era capaz de saber cómo, quién y dónde había profanado una Sagrada Forma, sino que además, tenía la increíble capacidad de estar en dos sitios a la vez y ser vista por muchos testigos (este don se conoce como “bilocación”). Su director espiritual (el padre Labutte) ha dejado escritas increíbles anécdotas de esta delicada alma, que para nosotros se han convertido en joyasde la fe.
Una de ellas se refiere a lo quele sucedió cerca del final de la Segunda Guerra Mundial, mientras estaba en Malestroit, Francia. Sin saber cómo, se vio de pronto frente a Hitler, en su despacho de Berlín. Él, sorprendido de ver a una monja aparecer de la nada, sacó un arma y le disparó. Aunque las balas le atravesaron, no la hirieron. Hitler quedó petrificado por el miedo mientras ella, impasible, le dijo unas palabras que el mismo Jesús le había dictado para él. (Desgraciadamente tampocohay detalles sobre tal mensaje). Se sabe que Hitler no quiso creerle y le rogó que se marchara de inmediato. Ella, antes dedesaparecer, se acercó al mapa de Europa que yacía sobre la mesa, y señaló un lugar con el dedo diciendo: “cuando usted llegue con sus tropas a este lugar, perderá su guerra”. Y así ocurrió…
Aquellos que deseen saber más pueden consultar:
http://www.augustines-malestroit.com/
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miércoles, 11 de junio de 2008
El Carisma de Sabiduría / Autor: Neil Velez
La Sabiduría de Dios, el Pensamiento y la Palabra eterna del Padre.
Adorar la Sabiduría de Dios, e implorarle que nos conceda conocer el misterio del Padre y que nos ilumine para acertar en la vida, es una urgencia para todos los creyentes.
Identificar a Jesucristo con la sabiduría Divina fue un caminar progresivo en la compresión de la revelación. Antiguamente los israelitas llamaban “sabiduría” al discernimiento [1 R 3,9). Luego para subrayar su importancia, la compararon con la mujer amada, con la madre bondadosa, con la esposa
También los antiguos vieron en el espíritu de sabiduría un don del Espíritu de Yahvé que caracterizaría al Mesías
[Is 11,2].
Este don, que después fue estudiado como el primero de los dones del Espíritu Santo, posibilita “saborear” las cosas de Dios, y juzgarlo todo, a partir no solamente del conocimiento intelectual de Dios, sino de una relación experimental y amorosa con Él.
Conocer el misterio divino produce un gusto especial. Es sabroso, tiene buen gusto estudiar la Palabra divina, aficionarse por ella, experimentarla y vivirla. Eso es lo que significa la palabra “sabiduría”.
El hombre queda como embelezado al contemplar el abismo de la Sabiduría Divina. “Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios”, exclama Pablo [Romanos 11,33]; en el Misterio de Dios están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia [Col 2,3], y Dios los hace conocer por medio del Espíritu [1 Cor 2,10].
Un carisma de Enseñanza
En la primera carta de San Pablo a los Corintios, al enumerar los carisma concedidos ala Iglesia, se menciona en primer lugar, y por lo tanto con subraya importancia, ía [1 Cor 12,8].
Precisar exactamente en qué consiste este carisma no es fácil. Algunos lo identifican con el don de la sabiduría, a que acabamos de aludir, pero la mayoría de los exegetas piensan que la Palabra de Sabiduría es el carisma que permite expresarse con facilidad acerca de las verdades de la fe, y enseñarlas a quienes deseen instruirse en ellas.
Los dones de Dios son para beneficio de la Iglesia. Es posible que el conocimiento de los misterios divinos aproveche sólo a quien lo tiene, pero normalmente habrá de servir a toda la comunidad, mediante una enseñanza correcta y pedagógica.
La Palabra de Sabiduría asegura la formación de los cristianos ya avanzados.
La Palabra, fruto de la acción del Espíritu, es la que posibilita la correcta presentación de la enseñanza teológica, de la catequesis avanzada, de los cursos de crecimiento.
Sería, pues, la palabra de sabiduría un carisma de enseñanza para cristianos maduros, que han pasado por las primeras etapas de conocimiento “perfecto” [1 Cor 10,20; Col 1,28; 4,12; Fil 3,15; Hb 5,11-6,8].
Así dice San Pablo. “Hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; sino que hablemos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra” [1 Cor 2,6-7].
Este carisma caracterizaría los ministerios de la enseñanza y exhortación de que habla la carta a los [Rom 12,7-8].
Las cartas de San Pablo fueron escritas con sabiduría. El apóstol enseño el misterio de Dios a las comunidades que fundo y a toda la Iglesia, según la sabiduría que le fue otorgada [2 Pe 3,15]. Con razón, pues, el apóstol podía invitar a sus discípulos a que se exhortasen con toda sabiduría [Col 3,16].
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Fuente: Misioneros de Jesus
Adorar la Sabiduría de Dios, e implorarle que nos conceda conocer el misterio del Padre y que nos ilumine para acertar en la vida, es una urgencia para todos los creyentes.
Identificar a Jesucristo con la sabiduría Divina fue un caminar progresivo en la compresión de la revelación. Antiguamente los israelitas llamaban “sabiduría” al discernimiento [1 R 3,9). Luego para subrayar su importancia, la compararon con la mujer amada, con la madre bondadosa, con la esposa
También los antiguos vieron en el espíritu de sabiduría un don del Espíritu de Yahvé que caracterizaría al Mesías
[Is 11,2].
Este don, que después fue estudiado como el primero de los dones del Espíritu Santo, posibilita “saborear” las cosas de Dios, y juzgarlo todo, a partir no solamente del conocimiento intelectual de Dios, sino de una relación experimental y amorosa con Él.
Conocer el misterio divino produce un gusto especial. Es sabroso, tiene buen gusto estudiar la Palabra divina, aficionarse por ella, experimentarla y vivirla. Eso es lo que significa la palabra “sabiduría”.
El hombre queda como embelezado al contemplar el abismo de la Sabiduría Divina. “Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios”, exclama Pablo [Romanos 11,33]; en el Misterio de Dios están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia [Col 2,3], y Dios los hace conocer por medio del Espíritu [1 Cor 2,10].
Un carisma de Enseñanza
En la primera carta de San Pablo a los Corintios, al enumerar los carisma concedidos ala Iglesia, se menciona en primer lugar, y por lo tanto con subraya importancia, ía [1 Cor 12,8].
Precisar exactamente en qué consiste este carisma no es fácil. Algunos lo identifican con el don de la sabiduría, a que acabamos de aludir, pero la mayoría de los exegetas piensan que la Palabra de Sabiduría es el carisma que permite expresarse con facilidad acerca de las verdades de la fe, y enseñarlas a quienes deseen instruirse en ellas.
Los dones de Dios son para beneficio de la Iglesia. Es posible que el conocimiento de los misterios divinos aproveche sólo a quien lo tiene, pero normalmente habrá de servir a toda la comunidad, mediante una enseñanza correcta y pedagógica.
La Palabra de Sabiduría asegura la formación de los cristianos ya avanzados.
La Palabra, fruto de la acción del Espíritu, es la que posibilita la correcta presentación de la enseñanza teológica, de la catequesis avanzada, de los cursos de crecimiento.
Sería, pues, la palabra de sabiduría un carisma de enseñanza para cristianos maduros, que han pasado por las primeras etapas de conocimiento “perfecto” [1 Cor 10,20; Col 1,28; 4,12; Fil 3,15; Hb 5,11-6,8].
Así dice San Pablo. “Hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; sino que hablemos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra” [1 Cor 2,6-7].
Este carisma caracterizaría los ministerios de la enseñanza y exhortación de que habla la carta a los [Rom 12,7-8].
Las cartas de San Pablo fueron escritas con sabiduría. El apóstol enseño el misterio de Dios a las comunidades que fundo y a toda la Iglesia, según la sabiduría que le fue otorgada [2 Pe 3,15]. Con razón, pues, el apóstol podía invitar a sus discípulos a que se exhortasen con toda sabiduría [Col 3,16].
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Fuente: Misioneros de Jesus
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