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jueves, 11 de octubre de 2007

Sobre la corrupción / Autor: Cardenal Jorge Medina Estévez


• Introducción general


El tema de la corrupción ha tomado en la actualidad especial relieve, sobre todo a raíz de la comprobación, en países extranjeros, de vastas "redes" de negociados en los que han sido piezas claves personas investidas de autoridad o colocadas en cargos públicos, las que se han valido de su poder e influencias para favorecer intereses no limpios y ganancias ilegítimas. Los hechos que ha reseñado la prensa han sucedido en países en que abunda el dinero, pero no es seguro que en naciones más pobres no exista el flagelo de la corrupción.

La corrupción se ampara en el silencio, en manipulaciones "reservadas" que procuran no dejar rastro. Cuando hace uso de la violencia y de amenazas hasta de muerte, se le atribuye el nombre de "mafias" o "carteles". Una vez que alguien ha cedido a las insinuaciones de la corrupción, adquiere "tejado de vidrio" y se ve en la necesidad de guardar silencio y de aceptar, mal que le pese, un status de complicidad: quien se ha dejado corromper vivirá condicionado por el temor de que su situación sea conocida y de perder su fama.

La corrupción radica ante todo en las personas, pero se convierte en sistema, es decir en un "tejido" o "madeja" en que se crean vastas interdependencias de las que es difícil prescindir, incluso para aquellos que no son corruptos y detestan la corrupción. En todo acto de corrupción hay alguien que corrompe y otro que se deja corromper, pero influye también un ambiente corrompido que no estigmatiza la corrupción y que incluso la acepta, cuando no la fomenta.

El ministro Fouché, de triste memoria, afirmaba que "todo hombre tiene su precio; lo que hace falta saber es cuál". Ese juicio generalizado corresponde a la época de fines del siglo XVIII y principios del XIX en Europa, y debe referirse a los medios conocidos por su autor. No hay que creer que la corrupción es un flagelo de los tiempos modernos: la Biblia narra como los filisteos corrompieron con dinero a Dalila, la concubina de Sansón, a fin de que lo traicionara y les hiciera saber la explicación de su fuerza portentosa (Jue 16, 4-21; siglo XI o XII antes de Cristo). En la Roma antigua uno de sus próceres mandó que a su muerte, sus cenizas fueran llevadas fuera de la ciudad, e hizo colocar como epitafio una frase desafiante: "Ciudad venal: ¡no poseerás mis cenizas!". En el tristemente célebre proceso de Savonarola, hay también un indicio de corrupción de uno de sus jueces. Problema, pues, de ayer y de hoy.


1.- Significado del vocablo "corromper"


Esta palabra castellana es de origen latino, y en esa lengua significa "destruír", "arruinar", "enturbiar", "echar a perder", "seducir", "sobornar", "falsificar", "viciar", "depravar". Es pues, considerable la amplitud de acepciones con que los clásicos latinos emplearon esta palabra, según los contextos en que la usaron. Tanto en latín como en castellano, del verbo corromper derivan otras palabra como "corrompido", "corruptor", "corruptela", "corruptible", "corrupto", etc.

En el Diccionario de la Real Academia de la lengua castellana se leen las siguientes acepciones: "Corromper: alterar y trastrocar la forma de alguna cosa. Echar a perder, depravar, dañar, podrir, sobornar o cohechar al juez o a cualquier persona, con dádivas o de otra manera. Pervertir o seducir a una mujer. Estragar, viciar, pervertir. Oler mal. "Corrupto: dañado, perverso, torcido". "Corruptela: mala costumbre o abuso, especialmente los introducidos contra la ley". "Corruptor: que corrompe". Como se ve, el horizonte de las acepciones castellanas de la palabra corromper es también muy amplio. En todo caso se trata generalmente de una situación moralmente vituperable, negativa e indeseable. En especial se puede subrayar el significado de "podrir", que equivale a lo contrario a la vida, lo putrefacto. Es precisamente lo que sucede a una sociedad en que la corrupción se generaliza.

Como se ve, el concepto, de "corrupción" es muy amplio. Se habla en forma general de la "corrupción de las costumbres" y esa calificación abarca muchas formas de actuación que destruyen la integridad moral del hombre.

Aquí se restringirá esta reflexión a las formas de corrupción que tienen su origen en dádivas ofrecidas y aceptadas de modo incorrecto, con vistas a obtener decisiones favorables a los intereses de quien corrompe. Esas dádivas no siempre son dinero, aunque muchas veces sí lo son.

2.- El poder corruptor del dinero

Nadie pone en duda que el dinero es una necesidad en el mundo actual. Si se lo suprimiera sería inimaginable la sociedad moderna. Sabemos también que el dinero no es "intrínsecamente perverso" y que es posible hacer de él un uso moral, conforme a los designios de Dios, si se lo maneja como quien administra algo que El ha puesto en nuestras manos y de cuyo empleo habrá que darle cuentas.

Sin embargo, y a causa de la impronta que el pecado ha dejado en el corazón humano, es fácil que los hombres empleen mal el dinero y le atribuyan una importancia que no tiene. San Pablo nos previene que "la codicia es una idolatría" (Col 3, 5), con lo que nos está advirtiendo que el dinero puede llegar a adquirir los contornos de una "divinidad" a la que todo se pospone y a la que se está dispuesto a sacrificarlo todo. Sobran ejemplos para demostrar que esto es, por desgracia, una triste realidad. La enseñanza del Apóstol es el eco fiel de la de Jesús: "Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6, 24; Lc 16, 13). Poco antes el texto de San Lucas habla del ."dinero injusto" (v. 9), en el sentido de que el dinero puede ser ocasión de cometer injusticias. Estas palabras de Jesús explican por qué nos advierte que "nos guardemos de toda codicia" (Lc 12, 15), es decir de todo apego inmoderado a los bienes de este mundo. Hacia el fin de su vida, San Pablo escribe un texto aleccionador: "... nosotros no hemos traído nada al mundo, y nada podemos llevarnos de él. Mientras tengamos comida y con qué vestirnos, estemos contentos. Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque la raíz de todos los males es el afán del dinero, y algunos, por dejarse llevar de él se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores" (1 Tm 6, 7-10).

En forma positiva Jesús proclamó bienaventurados a los pobres en el espíritu y a los limpios de corazón (Mt, 5, 3.8), bienaventuranzas que constituyen la oposición radical a la avaricia y al endiosamiento de los bienes materiales. En la parábola del sembrador, al explicar por qué la Palabra de Dios queda en algunos sin dar fruto, dice que a veces cae entre "abrojos y espinas", y que eso representa a los que la oyen, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin dar fruto (Mt 13, 6.22).


3.- Algunos casos de corrupción en el Nuevo Testamento

El caso más conocido y clamoroso es sin duda el de Judas Iscariote. El Evangelio de San Juan dice que "no le preocupaban los pobres, sino que era ladrón, y como tenía la bolsa (de la comunidad de los discípulos de Jesús), se llevaba lo que echaban en ella" (Jn 12, 6). Era pues, un corrompido y así se explica que fuera donde los sumos sacerdotes judíos y les dijera: "¿qué queréis darme, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron treinta monedas de plata". (Mt 26, 14 ss; ver Mc 14, 10s y Lc 22, 3-6). El corazón de Judas estaba corrompido, pues fue él quien pidió recompensa por su traición, y los sumos sacerdotes judíos también pertenecían a la ralea de los corruptores, pues aceptaron el trato y se comprometieron a pagar por la traición. En este caso se ve con claridad como un acto concreto de corrupción requiere la convivencia entre el que se deja corromper y el corruptor.

En una segunda oportunidad los sacerdotes judíos actuaron como corruptores: "algunos de la guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo lo que había pasado (la resurrección de Jesús), éstos, reunidos con los ancianos, celebraron consejo y dieron una buena suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: decid: ´sus discípulos vinieron de noche y robaron (el cuerpo de Jesús) mientras nosotros dormíamos´. Ellos tomaron el dinero y procedieron según las instrucciones recibidas" (Mt 28, 11-15). Los sumos sacerdotes ya habían visto que el dinero podía inducir a un discípulo a la traición, y ahora, naturalmente, empleaban el mismo recurso para que los soldados que custodiaban el sepulcro de Cristo mintieran de modo que su resurrección apareciera como un fraude.

Cuando los Apóstoles Pedro y Juan fueron a Samaría para consolidar la acción misionera de Felipe, impusieron las manos a los que ya habían sido bautizados a fin de que recibieran el Espíritu Santo, lo que ocurrió con manifestación ostensible de la gracia de Dios. Había en Samaría un mago llamado Simón, el que también creyó y se hizo bautizar. Cuando Simón vió "que mediante la imposición de las manos de los Apóstoles se daba el Espíritu, les ofreció dinero, diciendo: ´dadme a mí también este poder para que reciba el Espíritu Santo también aquel a quien yo imponga las manos´. Pedro le contestó: ´Vaya tu dinero a la perdición y tú con el, pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero. En este asunto no tienes tu parte ni herencia, pues tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te perdona ese pensamiento de tu corazón, pues veo que tú estás en hiel de amargura y en ataduras de iniquidad" (Hech 8, 19-23).

El episodio de Simón marcó profundamente la memoria de la Iglesia, y desde entonces se calificó con el nombre de "simonía" el pecado de intentar adquirir por un precio material los dones espirituales que Cristo confió a su Iglesia. La historia enseña que hubo épocas en que este pecado no fue infrecuente, y por eso se lo castigó con severidad, sobre todo cuando se pretendió "comprar" las ordenaciones de Obispos, presbíteros o diáconos.

Aparece en la vida de San Pablo un episodio en el que hay un indicio de corrupción. Pablo estaba prisionero en poder del procurador romano Félix, en Cesarea, en la costa palestina del Mediterráneo. Félix conocía el cristianismo y sabía que Pablo era inocente de las acusaciones que contra él presentaban los judíos. Como era un burócrata ávido de ascensos, postergó la decisión, pero "esperaba Félix al mismo tiempo que Pablo le diese dinero; por eso frecuentemente le mandaba a buscar y conversaba con él" (Hech 24, 26). Como Pablo no le dió dinero, Félix, deseoso además de congraciarse con los judíos, al ser trasladado a otro cargo, dejó a Pablo en prisión. Así pues, Pablo no adquirió mediante dinero la libertad, a la que tenía derecho. Y Félix negó un derecho porque no le dieron dinero para que lo reconociera. Pablo no quiso aplicar el falso principio de que "el fin justifica los medios" y no aceptó colaborar con la corrupción, aunque apareciera como "un mal menor". Félix, que era un corrupto, antepuso el dinero a la justicia.

En los cuatro casos de corrupción que se han reseñado hay elementos comunes. En dos de ellos hay rechazo de la corrupción, y ese rechazo viene de los Apóstoles. En los dos otros casos son los sacerdotes judíos quienes intentan corromper y lo logran. En el caso de Simón es éste, ya bautizado, quien asume el papel de corruptor: ¿qué grado de sinceridad había en su adhesión a la fe? Judas acepta la corrupción porque era ladrón. Los soldados custodios del sepulcro de Jesús aceptaron la corrupción porque probablemente no tenían muchos principios morales y, además, porque los sacerdotes judíos les garantizaron la impunidad: en verdad es más fácil dejarse corromper cuando se tiene la seguridad de contar con protecciones poderosas.

Hay un relato evangélico que pertenece también al tema de la corrupción, y es el que refiere cómo Jesús fue tentado por Satanás. La tercera tentación se presenta así: "... lo lleva el diablo (a Jesús), a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: ´todo esto te daré si postrándote me adoras´. Le dice entonces Jesús: ´apártate, Satanás, porque está escrito´ al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto´" (Mt 4, 8-10; Lc 4, 5-8).

El episodio de la tentación de Jesús puede ser interpretado en clave de corrupción. el Maligno ofrece a Jesús bienes de este mundo y gloria a cambio de obtener de él nada menos que adoración. Sabe Satanás que los bienes de este mundo no le pertenecen, pues su dueño es solamente Dios, y sabe también que la gloria es algo que pertenece en propiedad a Dios, y sin embargo ofrece esos bienes, que no le pertenecen, a Jesús; el camino es el de siempre: la mentira. Y trata de obtener algo que no le pertenece: la adoración. Se presenta como un ídolo ansioso de gloria. Interpretada esta tentación como un loco intento de corrupción, es posible considerar que toda tentación, en la medida que en ella se percibe algún bien (aunque sea engañoso), contiene la malicia de la corrupción. Y de una corrupción con engaño y falsía. ¿Será excepcional hoy día la tentación de corrupción? ¿O será, por el contrario, más frecuente de lo que imaginamos?


4.- Formas de corrupción

Las formas que toma la corrupción son muy variadas. He aquí algunos ejemplos más corrientes:

-Exigir dinero o algo equivalente para cumplir lo que es una obligación del cargo que se desempeña. Correlativamente, ofrecer dádivas para que alguien cumpla lo que debe cumplir.

-Exigir o aceptar dinero o "regalos" para conceder algo que no es correcto.

-Exigir servicios, y peor aún si son incorrectos, para conceder ascensos o cargos.

-Condicionar el cumplimiento de un deber al cumplimiento de servicios no obligatorios de quien va a ser el beneficiario de una decisión.

-Otorgar cargos no en función de la capacidad o méritos de las personas, sino como recompensa de servicios o por compadrazgos.

-Concederse a sí mismo beneficios injustificados valiéndose del cargo que se desempeña.

-Tomar decisiones por favoritismo, para beneficiar a familiares o amistades, postergando a personas con mayores méritos o mejores derechos.

-Ocultar delitos o manejos incorrectos a cambio de obtener ventajas pecuniarias u otras.

-Presionar a personas con amenazas ostensibles o encubiertas, para lograr su complicidad.

-Ofrecer "comisiones" para obtener trabajos o contratos, públicos o privados.

-Ofrecer o aceptar "coimas".

-Aprovecharse en beneficio propio de objetos, vehículos, viáticos u otros beneficios concedidos exclusivamente para el desempeño de la función y no para uso personal.

-Regalar notas o aprobar exámenes a cambio de ciertos "favores".

-Amenazar con el recurso a amistades o influencias para obtener facilidades de un subordinado de aquellas.

En una palabra, vender lo que no se puede vender, comprar lo que no es una mercancía, "venderse" o "comprar".

Una forma sutil de corrupción puede darse cuando se hacen donativos importantes, aparentemente gratuítos y desinteresados, pero que tienen la finalidad de captar la benevolencia de quien es o puede llegar a ser poderoso, o prevenir su posible mala voluntad. Se trata de una especie de "seguro" contra previsibles acciones perjudiciales para el que hace el "obsequio". Lo mismo podría decirse de "distinciones" u "homenajes" cuya concesión no tiene como fundamento los méritos del agraciado, sino el deseo de halagarlo y captar su benevolencia o influencias. Si los "obsequios" o "contribuciones" son exigidos, la corrupción toma características de extorsión.

Es real el caso de un empresario que realizaba obras por cuenta ajena, que en una oportunidad se presentó a una propuesta, cumpliendo con todos los requisitos establecidos. Abiertas las propuestas, lo llamó un alto ejecutivo para sugerirle que alzara el precio en un cierto porcentaje y que de esa alza le diera a él la mitad, con lo que le garantizaba que le sería concedido el contrato. El empresario no aceptó y no volvió a intentar la realización de trabajos en la referida institución. Lo trataron de corromper, pero no se dejó corromper. Probablemente dejó de obtener importantes ganancias, pero hay algo más importante que el dinero: la honradez.

En los medios en que hay mucha corrupción se aducen excusas que terminan por ser aceptadas como justificaciones del sistema: "todos lo hacen", "es parte del precio", "si no pago la ´comisión´ me quedo sin trabajo", "los negocios son los negocios", "si yo rechazo el trabajo, lo tomará otro que lo hará mucho peor, con daño para el país (si se tratara de una institución pública)", "si no entramos los que somos honrados, tal o cual área de nogocios quedará en manos de una mafia de corruptos". ¡Qué complejo es hacer el juicio concreto en un caso determinado! ¡Y qué enorme responsabilidad la que pesa sobre quienes tienen la posibilidad de poner atajo a la corrupción! Los ejemplos que ofrecen las sociedades organizadas del crimen y los "carteles" todopoderosos del narcotráfico, son las espeluznantes consecuencias de haber permitido que la corrupción proliferara, cerrando los ojos a las evidencias, y aduciendo fácilmente, cada vez que aparece un caso, que "se trata de una situación aislada", o que "el caso está bajo control", sin adoptar las medidas drásticas y tajantes que son las que resguardan realmente el bien común.


5.- ¿Qué hacer?

El tema de la corrupción es pluridimensional. Influyen en ella factores personales y sociales, problemas derivados de la falta de formación moral y de muy bajos ingresos. No es sólo un problema circunscrito a la realidad de un país, sino que tiende a ser "transnacional". Poner atajo a la corrupción supone acciones concertadas y convergentes, algunas de las cuales se enumeran a continuación:

Lo primero, la formación moral sólida, fundada en principios firmes y no sólo en "conveniencias". Formación ajena al relativismo que si se acepta en un campo moral, no hay cómo impedir que se propague a otros. Nada puede suplir el factor de reciedumbre moral para contrarrestar la corrupción. Si el corazón está corrompido, pocas esperanzas hay de poner atajo externo y eficaz a que se produzcan frutos de corrupción. Si no hay limpieza de corazón, algo se podrá obtener por la vía de la coacción, pero los logros serán siempre frágiles y se aguzará la creatividad para burlar las normas.

Lo segundo es el ejemplo de quienes detentan el poder o las influencias. Si exhiben una conducta sobria, ajena a los halagos; si demuestran un espíritu de servicio y una actitud transparente en el manejo de los recursos de que disponen; si desalientan el consumismo desenfrenado, y lo hacen con su propio ejemplo, todo ello redundará en ayudar a que se afiancen los valores que hacen imposible la corrupción.

Lo tercero es una formación clara y firme en cuanto al significado, el valor, y los peligros del dinero. Quien hace del dinero o del consumo un verdadero "dios" está a un paso de caer en la trampa de la corrupción. Al contrario, quien es austero, sobrio en sus gastos, vigilante para no dejarse cautivar por la propaganda que promete la felicidad a base de bienes materiales, comodidad y placer, esa persona está bien defendida ante las tentaciones de corrupción.

Lo cuarto es la transparencia en el manejo de los recursos de la sociedad, a todos sus niveles. Las aguas corrompidas no son transparentes.

Lo quinto es la sanción justa de quien o quienes son sorprendidos en actos de corrupción, tanto de los corruptores como de los que se dejan corromper, cualquiera sea el nivel de su cargo o autoridad. Pocas cosas son más desalentadoras que la impunidad de los corruptos, impunidad que es ella misma una forma sutil de corrupción. La autoridad pública no puede ser un mero espectador de la corrupción, ni hacerse cómplice encubriendo casos comprobados de venalidad.

En la Iglesia Católica suele recitarse, antes de comenzar las reuniones de los cuerpos colegiados que tienen poder de decisión, una antigua oración compuesta por el célebre Obispo de Sevilla y doctor de la Iglesia, San Isidoro (560-636), que dice así:

"¡Espíritu Santo y Señor!, aquí estamos, impedidos por la gravedad del pecado, pero especialmente congregados en tu nombre...

Ya que amas la perfecta justicia, no permitas que nosotros la perturbemos.

Que la ignorancia no nos desvíe de lo que es recto,

ni nos incline la simpatía,

ni nos corrompan las dádivas,

o la acepción de personas."


¡Qué importante es orar para que el Espíritu Santo nos preserve de la corrupción y de la injusticia que siempre entraña!.

De rezar el rosario en familía a ser sacerdote /Autor. P. Ángel Peña Benito, O.A.R.

El padre Patrick Peyton, sacerdote norteamericano de origen irlandés, (en la imagen)
fue el gran apóstol del rosario y fundador de la Cruzada del rosario.
Durante los años 40, consiguió que cientos de emisoras transmitieran el
rezo del rosario en USA. En los años 50, realizó una serie de películas
sobre el rosario con actores y actrices famosos. Con ocasión de una
entrevista, dijo:
Dios nos ha dado en María un regalo tan grande que, por más que nos
esforcemos, nunca lo apreciaremos suficientemente. Un día un pastor
evangélico me dijo: “Padre, háblenos por favor de la Virgen María.
Háblenos del rosario. Porque yo, les envidio a ustedes católicos por tener
una forma tan estructurada de oración. ¿No podría escribir algo sobre
el Rosario para nosotros los evangélicos?”.

El padre Peyton respondió: La razón para hacerme sacerdote ha sido,
ante todo, la Santísima Virgen a través, especialmente, del rosario
familiar... Dos años antes de mi ordenación me puse enfermo: los médicos
diagnosticaron tuberculosis. Me llevaron a la enfermería. Estaba mal de
cuerpo y alma... Uno de mis profesores de la universidad de Notre Dame,
padre Cornelio Hegarty, vino a verme y durante media hora me habló de la
Virgen María, y me convenció de pedirle la salud. De María recibí la
salud, y su amor me liberó de la enfermedad, dejándome volver feliz a mi
vocación. Fui ordenado sacerdote. Por Ella moriría en agradecimiento y
le daría un millón de mundos, si los tuviera. La Cruzada del rosario en
familia ha sido el medio que Dios me ha concedido para manifestarle mi
gratitud.

Cuando el Papa Juan XXIII recibió en audiencia privada a la hija de
Kruscev, el primer ministro de Rusia, el Papa le pidió que le pronunciara
en ruso el nombre de cada uno de sus hijos. Después le obsequió un
rosario (aunque sabía que ella era oficialmente atea) y le dijo: Sé que
usted quiere mucho a sus hijos. Por eso, le doy un rosario, que para
nosotros los católicos muestra una maravillosa relación entre una madre y su
hijo Jesús, y recuerda los momentos tristes y alegres de su vida a
través de los misterios. Son la mejor madre y el mejor hijo de todos los
tiempos: la Virgen María y Jesucristo. La hija de Kruscev lloró de
emoción.

No se equivoca.../ Autor: Fr. Nelson M.

No se equivoca el río cuando, al encontrar una montaña en su camino, retrocede para seguir avanzando hacia el mar; se equivoca el agua, que por temor a equivocarse, se estanca y se pudre en la laguna.

No se equivoca la semilla cuando muere en el surco para hacerse planta; se equivoca la que, por no morir bajo la tierra, renuncia a la vida.

No se equivoca el pájaro, que ensayando el primer vuelo, cae al suelo; se equivoca aquel, que por temor a caerse, renuncia a volar por la seguridad del nido.

No se equivoca el hombre que ensaya distintos caminos para alcanzar sus metas; se equivoca aquel, que por temor a equivocarse, nunca acciona.

Creo que al final del camino no te premiarán por lo que encuentres, sino por aquello que hayas buscado honestamente.

El error más grande lo cometes cuando, por temor a equivocarte, te equivocas dejando de arriesgar en el viaje hacia tus objetivos.

¿Dónde está la diferencia? / Autor: P. Sergio A. Córdova LC


Dijeron los apóstoles al Señor; Auméntanos la fe. El Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: Arráncate y plántate en el mar, y os habría obedecido. ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: Pasa al momento y ponte a la mesa? ¿No le dirá más bien: Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú? ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer. Lucas 17, 5-10


¿Cuál es la diferencia entre un creyente y un ateo? ¿O qué distingue a una persona religiosa de otra que es indiferente a la religión? Por supuesto que muchas cosas. Pero yo creo que la diferencia más fundamental es, precisamente, la fe. Es muy diferente creer y no creer, tener fe o vivir como si Dios no existiera.

Muchas veces he preguntado a niños, jóvenes y adultos si es igual estar bautizado o no, tener fe o no tenerla; y qué es lo que hace la diferencia. Y, desafortunadamente, no siempre me lo han sabido decir. Yo estoy convencido de que existe un abismo entre uno y otro. La persona bautizada ha recibido, además de la purificación del pecado original y la filiación divina –que es un regalo verdaderamente increíble— el don incomparable de la fe. Y la fe cambia radicalmente la vida. Es como si un ciego de nacimiento comenzara a ver y pudiera contemplar toda la belleza de esta maravillosa creación que Dios ha hecho para nosotros. O como si un hombre encerrado en una cueva fuera, de pronto, llevado a la cima de una elevada montaña para contemplar desde las alturas todos los valles y el paisaje que se extiende delante de sus ojos.

Una persona con fe es tremendamente afortunada. Tiene en su mano la llave de la felicidad y el secreto para vivir en paz, con alegría y serenidad todos los momentos de su existencia, incluso los más difíciles e incomprensibles para nuestra pobre naturaleza humana. Muchas veces he podido asistir y acompañar a tantas personas en momentos terribles de dolor –ante la muerte de un ser querido o ante desgracias inesperadas— y siempre me han dado mucho que pensar. Unos, porque han sabido aceptar esos sufrimientos con una grandísima paz y serenidad, y siempre me han edificado muchísimo; y los otros porque, en las mismas circunstancias o ante situaciones menos dramáticas, se han rebelado contra Dios, se han desesperado y perdido temporalmente la luz e incluso la razón de su misma existencia....

¡De veras que la fe cambia radicalmente la vida! Y, por desgracia, en nuestro mundo secularizado de hoy –sobre todo acá en Europa— es cada vez más frecuente encontrar a gente que se declara agnóstica o que, siendo cristianos, viven una fe muy superficial y subjetiva; o que, por el ambiente tan materialista que los envuelve, parece como si Dios no existiese para ellos.

En el Evangelio, los discípulos le piden a nuestro Señor, a quemarropa: “Señor, auméntanos la fe”. Seguramente, al lado de Cristo, ya habían aprendido lo que era la fe, y la diferencia tan abismal entre una persona creyente y otra incrédula. Jesús, antes de hacer cualquier milagro, ponía siempre la fe como condición para realizarlo. Aquella mujer sirofenicia, a pesar de no pertenecer al pueblo elegido, arrancó de Cristo la curación de su hijita gracias a su fe humilde y perseverante. Y aquel centurión romano –que también era “pagano”— logró de Jesús un milagro para uno de sus servidores enfermos, y nuestro Señor quedó profundamente conmovido ante una fe tan maravillosa. Fue también la fe de aquella mujer hemorroísa la que arrancó de Cristo su curación, después de doce años enferma y tras haber gastado toda su fortuna en médicos. Gracias también a la fe, Jairo consiguió que Jesús resucitara a su hijita muerta.

Todo el Evangelio está lleno de estos ejemplos. Y Cristo nos dice hoy algo muy impresionante. Tal vez, a fuerza de escucharlo, ya nos hemos acostumbrado. Pero fijémonos muy bien en sus palabras: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, dirías a esta morera: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y os obedecería”.

¿Cuántos de nosotros, que nos llamamos buenos cristianos –y que, seguramente lo somos— hemos hecho algún milagro? O mejor: ¿cuántos milagros hemos realizado hasta el día de hoy, gracias a nuestra fe en Cristo? Cristo cumple siempre su palabra. Entonces, ¿dónde está el problema? Tal vez en que nuestra fe es tan, tan pequeña que no llega ni siquiera al tamaño de un minúsculo granito de mostaza... Y no me estoy refiriendo yo a milagros “espectaculares”. Cuando Cristo habla de trasplantar moreras y de mover montañas, se refiere no tanto a las montañas físicas, sino a las dificultades de la vida y a circunstancias aparentemente insuperables. La fe, si es auténtica, es capaz de remover obstáculos gigantescos.

En la segunda parte del Evangelio se nos presenta otro tema que, en apariencia, no tiene nada que ver con esta primera parte. Nuestro Señor nos pone el caso del criado que sirve a su amo en cuanto éste llega del campo. Y Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Acaso deberá estar agradecido con el criado porque ha hecho lo mandado?”. La frase, aunque cierta, podría desconcertarnos un poco, como si nuestro Señor nos estuviera diciendo que Dios no tiene por qué agradecer nuestros servicios. Aparte de que no se ve mucha relación con el tema de la fe, la afirmación parece un poco dura...

Pero vamos a explicarlo. Hay que decir, en primer lugar, que no tenemos que aplicar esta frase a Dios, sino a nosotros. O sea, Jesús no nos está revelando los sentimientos del Padre en relación con nosotros, sino que nos está indicando cuáles deben ser nuestros sentimientos y actitudes personales en nuestras relaciones con Dios. En otras palabras, nuestro Señor no se identifica con ese amo de la parábola, que con razón nos resulta un poco chocante: un arrogante señorón, mandón y orgulloso, que primero se interesa de sí mismo y luego de los demás. En realidad, el amo tiene el derecho de comportarse así con el criado, pero nos parece egoísta y pretencioso. Al menos, debería cuidar las buenas formas de educación, también con su criado.

Pero hay que mirar las cosas en sentido inverso. Es decir, desde la perspectiva del criado. Nosotros somos esos “siervos inútiles” del Evangelio. Y, cuando hayamos hecho todo lo que nos está mandado, digamos como el siervo de la parábola: “Somos unos siervos inútiles, y lo que teníamos que hacer, eso hicimos”.

Somos nosotros los afortunados al haber sido llamados por Dios para su servicio. Es una honra y un santo orgullo poder ser contados entre los servidores de Dios. Y lo que necesitamos para cumplir bien con nuestro deber es, ante todo, una grandísima humildad, disponibilidad, empeño generoso y docilidad para servir y obedecer. Es un don gratuito el que hemos recibido de parte de Dios. ¡Y dichosos nosotros si nos comportamos así! Además, es lo único lógico y sabio que podemos hacer, siendo creaturas e hijos de un Padre tan generoso y tan bueno.

Esto, en definitiva, es también fe. No sólo es la capacidad para hacer milagros. Fe es también saber obedecer y servir a Dios con humildad, sencillez, amor y dedicación. La fe debe traducirse en obras. Si no –como nos dice el apóstol Santiago—“es una fe muerta” (cfr. St 2, 14-26) . La fe debe ser activa y operante para ser auténtica. Una fe amorosa hecha obediencia, humildad y servicio fiel a Dios nuestro Señor.

Juan Pablo II dió testimonio de lo vivido trás su atentado : «Alguien desvió esta bala»

El libro de Juan Pablo II, «Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios» permitió conocer de primera mano los sentimientos del Papa cuando sufrió el atentado en 1981, una experiencia que él mismo comparte en sus páginas junto a su secretario personal, monseñor Stanislaw Dziwisz.

El libro fué fruto de conversaciones del Papa con los filósofos polacos Józef Tischner y Krzysztof Michalsk en los jardines de Castelgandolfo en el verano del 1993. A continuación publicamos íntegras las páginas del relato del atentado contra el Santo Padre, qué significó para él y su reflexión sobre las «proporciones gigantescas» del mal en el siglo XX, las redes del terror que hoy amenazan a millones de inocentes y finalmente sobre el sentido del sufrimiento, que abre las puertas a la esperanza, pues «no existe mal del que Dios no pueda obtener un bien más grande».

* * *


EPÍLOGO


La última conversación tuvo lugar en el pequeño comedor del palacio pontificio de Castel Gandolfo. Participó también el secretario del Santo Padre, monseñor Stanislaw Dziwisz.


«Alguien desvió esta bala»


¿Cómo se desarrollaron verdaderamente los hechos de aquel 13 de mayo de 1981? El atentado y todo lo que comportó, ¿no revelaron alguna verdad sobre el papado, tal vez olvidada? ¿No se podría leer en ellos un mensaje peculiar de su misión personal, Santo Padre? Usted visitó en la cárcel al autor del atentado y se encontró con él cara a cara. ¿Cómo ve hoy aquellos sucesos, después de tantos años? ¿Qué significado han tenido en su vida el atentado y los demás acontecimientos relacionados con él?

Juan Pablo II: Todo esto ha sido una muestra de la gracia divina. Veo en ello una cierta analogía con la prueba a la que fue sometido el cardenal Wyszynski durante su prisión. Sólo que la experiencia del primado de Polonia duró más de tres años, mientras que la mía fue más bien breve, apenas unos meses. Agca sabía cómo disparar y disparó ciertamente a dar. Pero fue como si alguien hubiera guiado y desviado esa bala...

Stanislaw Dziwisz: Agca tiró a matar. Aquel disparo debería haber sido mortal. La bala atravesó el cuerpo del Santo Padre, hiriéndolo en el vientre, en el codo derecho y en el dedo índice izquierdo. El proyectil cayó después entre el Papa y yo. Oí dos disparos más, y dos personas que estaban a nuestro lado cayeron heridas.
Pregunté al Santo Padre: «¿Dónde?» Contestó: «En el vientre.» «¿Le duele?» «Duele.»
No había ningún médico cerca. No había tiempo para pensar. Trasladamos inmediatamente al Santo Padre a la ambulancia y a toda velocidad fuimos al Policlínico Gemelli. El Santo Padre iba rezando a media voz. Después, ya durante el trayecto, perdió el conocimiento.

Varios factores fueron decisivos para salvar su vida. Uno de ellos fue el tiempo, el tiempo empleado para llegar a la clínica: unos minutos más, un pequeño obstáculo en el camino, y hubiera llegado demasiado tarde. En todo esto se ve la mano de Dios. Todos los detalles lo indican.

Juan Pablo II: Sí, me acuerdo de aquel traslado al hospital. Estuve consciente poco tiempo. Tenía la sensación de que podría superar aquello. Estaba sufriendo, y esto me daba motivos para tener miedo, pero mantenía una extraña confianza. Dije a don Stanislaw que perdonaba al agresor. Lo que pasó en el hospital, ya no lo recuerdo.

Stanislaw Dziwisz: Casi inmediatamente después de la llegada al policlínico llevaron al Santo Padre al quirófano. La situación era muy grave. Su organismo había perdido mucha sangre. La tensión arterial bajaba dramáticamente, el latido del corazón apenas era perceptible. Los médicos me sugirieron que administrara la Unción de los Enfermos al Santo Padre. Lo hice de inmediato.

Juan Pablo II: Prácticamente estaba ya del otro lado.

Stanislaw Dziwisz: Después hicieron al Santo Padre una transfusión de sangre.

Juan Pablo II: Las complicaciones posteriores y el retardo en todo el proceso de restablecimiento fueron, después de todo, consecuencias de aquella transfusión.

Stanislaw Dziwisz: El organismo rechazó la primera sangre. Pero se encontraron médicos del mismo hospital que donaron su propia sangre para el Santo Padre. Esta segunda transfusión tuvo éxito. Los médicos hicieron la operación sin muchas esperanzas de que el paciente sobreviviría. Como es comprensible, no se preocuparon para nada del dedo índice traspasado por la bala. Me dijeron: «Si sobrevive, ya se hará algo después para resolver este problema.» En realidad, la herida del dedo cicatrizó sola, sin ninguna intervención particular.

Después de la operación, llevaron al Santo Padre a la sala de reanimación. Los médicos temían una infección que, en aquella situación, podía ser fatal. Algunos órganos internos del Santo Padre estaban gravemente afectados. La operación fue muy difícil. Pero, finalmente, todo cicatrizó perfectamente y sin complicaciones, aunque todos saben que éstas son frecuentes tras una intervención tan compleja.

Juan Pablo II: En Roma el Papa moribundo, en Polonia el luto... En mi Cracovia, los estudiantes organizaron una manifestación: la «marcha blanca.» Cuando fui a Polonia, dije: He venido para agradeceros la «marcha blanca». Estuve también en Fátima para dar gracias a la Virgen. ¡Dios mío! Esto fue una dura experiencia. Me desperté sólo al día siguiente, hacia el mediodía. Y dije a don Stanislaw: «Anoche no recé Completas.»

Stanislaw Dziwisz: Para ser más exactos, usted, Santo Padre, me preguntó: «¿He rezado ya Completas?» Porque pensaba que todavía era el día anterior.

Juan Pablo II: No me daba cuenta alguna de todo lo que sabía don Stanislaw. No me decían que la situación era tan grave. Además, había estado inconsciente durante bastante tiempo. Al despertar, me hallaba incluso de bastante buen ánimo. Por lo menos al principio.

Stanislaw Dziwisz: Los tres días siguientes fueron terribles. El Santo Padre sufría muchísimo. Porque tenía drenajes y cortes por todos los lados. No obstante, la convalecencia seguía un proceso muy rápido. A comienzos de junio, el Santo Padre volvió a casa. Ni siquiera tuvo que seguir una dieta especial.

Juan Pablo II: Como se ve, mi organismo es bastante fuerte.

Stanislaw Dziwisz: Algo más tarde, el organismo fue atacado por un virus peligroso, como consecuencia de la primera transfusión o tal vez del agotamiento general. Se había suministrado al Santo Padre una enorme cantidad de antibióticos para protegerlo de la infección. Pero eso redujo notablemente sus defensas inmunológicas. Comenzó a desarrollarse así otra enfermedad. El Santo Padre fue llevado de nuevo al hospital.

Gracias a una terapia intensiva, su estado de salud mejoró de tal manera que los médicos estimaron que se podía acometer una nueva operación para completar las intervenciones quirúrgicas realizadas el día del atentado. El Santo Padre escogió el 5 de agosto, el día de Nuestra Señora de las Nieves, que en el calendario litúrgico figura como el día de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor.
También aquella segunda fase fue superada. El 13 de agosto, tres meses después del atentado, los médicos emitieron un comunicado en el que informaban de la conclusión de los cuidados clínicos. El paciente pudo regresar definitivamente a casa.
Cinco meses después del atentado, el Papa volvió a asomarse a la plaza de San Pedro para recibir de nuevo a los fieles. No demostraba sombra alguna de temor ni de estrés, por más que los médicos hubieran advertido de esta posibilidad. Dijo entonces: «Y de nuevo me he hecho deudor de la Santísima Virgen y de todos los santos Patronos. ¿Podría olvidar que el evento en la plaza de San Pedro tuvo lugar el día y a la hora en que, hace más de sesenta años, se recuerda en Fátima, Portugal, la primera aparición de la Madre de Cristo a los pobres niños campesinos? Porque, en todo lo que me ha sucedido precisamente ese día, he notado la extraordinaria materna protección y solicitud, que se ha manifestado más fuerte que el proyectil mortífero.»

Juan Pablo II: Durante el tiempo de Navidad de 1983 visité al autor del atentado en la cárcel. Conversamos largamente. Alí Agca, como dicen todos, es un asesino profesional. Esto significa que el atentado no fue iniciativa suya, sino que algún otro lo proyectó, algún otro se lo encargó. Durante toda la conversación se vio claramente que Alí Agca continuaba preguntándose cómo era posible que no le saliera bien el atentado. Porque había hecho todo lo que tenía que hacer, cuidando hasta el último detalle. Y, sin embargo, la víctima designada escapó de la muerte. ¿Cómo podía ser?

Lo interesante es que esta inquietud lo había llevado al ámbito religioso. Se preguntaba qué ocurría con aquel misterio de Fátima y en qué consistía dicho secreto. Lo que más le interesaba era esto; lo que, por encima de todo, quería saber.

Mediante aquellas preguntas insistentes, tal vez manifestaba haber percibido lo que era verdaderamente importante. Alí Agca había intuido probablemente que, por encima de su poder, el poder de disparar y de matar, había una fuerza superior. Y, entonces, había comenzado a buscarla. Espero que la haya encontrado.

Stanislaw Dziwisz: Considero un don del cielo el milagroso retorno del Santo Padre a la vida y a la salud. El atentado, en su aspecto humano, sigue siendo un misterio. No lo ha aclarado ni el proceso, ni la larga reclusión en cárcel del agresor. Fui testigo de la visita del Santo Padre a Alí Agca en la cárcel. El Papa lo había perdonado públicamente ya en su primera alocución después del atentado. Por parte del prisionero nunca le he oído pronunciar las palabras: «Pido perdón.» Le interesaba únicamente el secreto de Fátima. El Santo Padre recibió varias veces a la madre y los familiares del ejecutor, y con frecuencia preguntaba por él a los capellanes del instituto penitenciario.

En el aspecto divino, el misterio consiste en todo el desarrollo de este acontecimiento dramático, que debilitó la salud y las fuerzas del Santo Padre, pero que en modo alguno aminoró la eficacia y fecundidad de su ministerio apostólico en la Iglesia y en el mundo.

Pienso que no es ninguna exageración aplicar en este caso el dicho: «Sanguis martyrum semen christianorum». Tal vez había necesidad de esta sangre en la plaza de San Pedro, en el lugar del martirio de muchos de los primeros cristianos.
El primer fruto de esta sangre fue sin duda la unión de toda la Iglesia en la gran oración por la salud del Papa. Durante toda la noche después del atentado, los peregrinos venidos para la audiencia general y una creciente multitud de romanos rezaban en la plaza de San Pedro. Los días sucesivos, en las catedrales, iglesias y capillas de todo el mundo, se celebraron misas y se elevaron plegarias por la recuperación del Papa. El mismo Santo Padre decía a este respecto: «Me resulta difícil pensar en esto sin emoción. Sin una profunda gratitud para todos. Hacia todos los que el día 13 de mayo se reunieron en oración. Y hacia todos los que han perseverado en ella durante este tiempo [...]. Estoy agradecido a Cristo Señor y al Espíritu Santo, el cual, mediante este evento, que tuvo lugar en la plaza de San Pedro el día 13 de mayo a las 17.17, ha inspirado a tantos corazones para la oración común. Y, al pensar en esta gran oración, no puedo olvidar las palabras de los Hechos de los Apóstoles que se refieren a Pedro: "La Iglesia oraba insistentemente a Dios por él" (Hch 12, 5)».3

Juan Pablo II: Vivo constantemente convencido de que en todo lo que digo y hago en cumplimiento de mi vocación y misión, de mi ministerio, hay algo que no sólo es iniciativa mía. Sé que no soy el único en lo que hago como Sucesor de Pedro.

Pensemos, por ejemplo, en el sistema comunista. Ya he dicho precedentemente que su caída se debió principalmente a los defectos de su doctrina económica. Pero quedarse únicamente en los factores económicos sería una simplificación más bien ingenua. Por otro lado, también sé que sería ridículo considerar al Papa como el que derribó con sus manos el comunismo.

Pienso que la explicación se halla en el Evangelio. Cuando los primeros discípulos enviados en misión vuelven a Cristo, dicen: «Hasta los demonios se nos someten en tu nombre» (Lc 10, 17). Cristo les contesta: «No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo» (Lc 10, 20). Y en otra ocasión añade: «Decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer"» (Lc 17, 10). Siervos inútiles... La conciencia del «siervo inútil» crece en mí en medio de todo lo que ocurre a mi alrededor, y pienso que me va bien así.

Volvamos al atentado: creo que haya sido una de las últimas convulsiones de las ideologías de las prepotencias surgidas en el siglo XX. El fascismo y el hitlerismo propugnaban la imposición por la fuerza, al igual que el comunismo. Una imposición similar se ha desarrollado en Italia con las Brigadas Rojas, asesinando a personas inocentes y honestas.

Al leer de nuevo hoy, después de algunos años, la transcripción de las conversaciones grabadas entonces, noto que las manifestaciones de los «años de plomo» se han atenuado notablemente. No obstante, en este último período se han extendido en el mundo las llamadas «redes del terror», que son una amenaza constante para millones de inocentes. Se ha tenido una impresionante confirmación en la destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York (11 septiembre 2001), en el atentado en la Estación de Atocha en Madrid (11 marzo 2004) y en la masacre de Beslan en Osetia (1-3 septiembre 2004). ¿Dónde nos llevarán estas nuevas erupciones de violencia?

La caída del nazismo, primero, y después de la Unión Soviética, es la confirmación de una derrota. Ha mostrado toda la insensatez de la violencia a gran escala, que había sido teorizada y puesta en práctica por dichos sistemas. ¿Querrán los hombres tomar nota de las dramáticas lecciones que la historia les ha dado? O, por el contrario, ¿cederán ante las pasiones que anidan en el alma, dejándose llevar una vez más por las insidias nefastas de la violencia?

El creyente sabe que la presencia del mal está siempre acompañada por la presencia del bien, de la gracia. San Pablo escribió: «No hay proporción entre la culpa y el don: si por la culpa de uno murieron todos, mucho más, gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos» (Rm 5, 15). Estas palabras siguen siendo actuales en nuestros días. La Redención continúa. Donde crece el mal, crece también la esperanza del bien. En nuestros tiempos, el mal ha crecido desmesuradamente, sirviéndose de los sistemas perversos que han practicado a gran escala la violencia y la prepotencia. No me refiero ahora al mal cometido individualmente por los hombres movidos por objetivos o motivos personales. El del siglo XX no fue un mal en edición reducida, «artesanal», por llamarlo así. Fue el mal en proporciones gigantescas, un mal que ha usado las estructuras estatales mismas para llevar a cabo su funesto cometido, un mal erigido en sistema.

Pero, al mismo tiempo, la gracia de Dios se ha manifestado con riqueza sobreabundante. No existe mal del que Dios no pueda obtener un bien más grande. No hay sufrimiento que no sepa convertir en camino que conduce a Él. Al ofrecerse libremente a la pasión y a la muerte en la Cruz, el Hijo de Dios asumió todo el mal del pecado. El sufrimiento de Dios crucificado no es sólo una forma de dolor entre otros, un dolor más o menos grande, sino un sufrimiento incomparable. Cristo, padeciendo por todos nosotros, ha dado al sufrimiento un nuevo sentido, lo ha introducido en una nueva dimensión, en otro orden: en el orden del amor. Es verdad que el sufrimiento entra en la historia del hombre con el pecado original. El pecado es ese «aguijón» (cf. 1 Co 15, 55-56) que causa dolor e hiere a muerte la existencia humana. Pero la pasión de Cristo en la cruz ha dado un sentido totalmente nuevo al sufrimiento y lo ha transformado desde dentro. Ha introducido en la historia humana, que es una historia de pecado, el sufrimiento sin culpa, el sufrimiento afrontado exclusivamente por amor. Es el sufrimiento que abre la puerta a la esperanza de la liberación, de la eliminación definitiva del «aguijón» que desgarra la humanidad. Es el sufrimiento que destruye y consume el mal con el fuego del amor, y aprovecha incluso el pecado para múltiples brotes de bien.

Todo sufrimiento humano, todo dolor, toda enfermedad, encierra en sí una promesa de liberación, una promesa de la alegría: «Me alegro de sufrir por vosotros», escribe san Pablo (Col 1, 24). Esto se refiere a todo sufrimiento causado por el mal, y es válido también para el enorme mal social y político que estremece el mundo y lo divide: el mal de las guerras, de la opresión de las personas y los pueblos; el mal de la injusticia social, del desprecio de la dignidad humana, de la discriminación racial y religiosa; el mal de la violencia, del terrorismo y de la carrera de armamentos. Todo este sufrimiento existe en el mundo también para despertar en nosotros el amor, que es la entrega de sí mismo al servicio generoso y desinteresado de los que se ven afectados por el sufrimiento.

En el amor, que tiene su fuente en el Corazón de Jesús, está la esperanza del futuro del mundo. Cristo es el Redentor del mundo: «Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron» (Is 53, 5).

Orientaciones para ser buenos / Autor: Juan Pablo I


A mi derecha y a mi izquierda hay cardenales y obispos, hermanos míos en el
Episcopado. Yo soy sólo su hermano mayor. Mi saludo afectuoso a ellos y también a
sus diócesis.

RECUERDO DE PAULO VI

Hace un mes justo, moría en Castelgandolfo Pablo VI, un gran Pontífice, que ha
prestado servicios enormes a la Iglesia durante quince años. Los efectos se notan ya
ahora en parte, pero creo yo que se verán sobre todo en el futuro. Todos los
miércoles venía aquí y hablaba a la gente.

En el Sínodo de 1977 muchos obispos dijeron: « los discursos de los miércoles que
pronuncia el Papa Pablo son una auténtica catequesis adecuada al mundo
moderno ».

Trataré de imitarlo, con la esperanza de poder yo también ayudar de alguna manera a
la gente a hacerse más buena. Pero para ser buenos es necesario estar en regla con
Dios, con el prójimo y con nosotros mismos.

LOS MANDAMIENTOS DE DIOS

Ante Dios, la postura justa es la de Abrahán cuando decía: « ¡Soy sólo polvo y ceniza
ante ti, Señor! ». Tenemos que sentirnos pequeños ante Dios. Cuando digo: « Señor,
creo », no me avergüenzo de sentirme como un niño ante su madre; a la madre se le
cree; yo creo al Señor y creo lo que É1 me ha revelado.

Los mandamientos son un poco más difíciles de cumplir, a veces muy difíciles; pero
Dios nos los ha dada no por capricho ni en interés suyo, sino muy al contrario,
únicamente en interés nuestro.

Una vez, una persona fue a comprar un automóvil. Él vendedor le hizo notar algunas
cosas: Mire que el coche posee condiciones excelentes. trátelo bien: ¿sabe?. gasolina
súper en el depósito, y para el motor, aceite del fino. Él otro le contestó: No; para su gobierno le diré que de la gasolina no soporto ni el olor, ni tampoco del aceite; en el depósito pondré champagne que me gusto tanto, y el motor lo untaré de mermelada. Haga Ud. como le parezca, pero no venga con lamentaciones si termina con el coche en un barranco. Él Señor ha hecho algo parecido con nosotros: nos ha dada este cuerpo, animado de un alma inteligente, y una buena voluntad. Y ha dicho: esta
máquina es buena, pero trátala bien.

Estos son los mandamientos. Honra al padre y a la madre, no matarás, no te
enfadarás, sé delicado, no digas mentiras, no robes... Si fuéramos capaces de cumplir
los mandamientos, andaríamos mejor nosotros y andaría mejor también el mundo.

AMOR Y OBEDIENCIA A LOS PADRES Y A LOS SUPERIORES

Y luego, el prójimo...; pero el prójimo está a tres niveles: unos están por encima de
nosotros, otros están a nuestro nivel, y otros debajo. Sobre nosotros están nuestros
padres. Él catecismo decía: respetarlos, amarlos, obedecerles. Él Papa debe inculcar
respeto y obediencia de los hijos a los padres.

Me dicen que están aquí los monaguillos de Malta. Que venga uno, por favor... los
monaguillos de Malta, que han prestado servicio durante un mes en San Pedro.
Veamos ¿cómo te llamas? -James.-¡James! . Dime, James, ¿no has estado enfermo
alguna vez?-No.-¿Nunca?-No.-¿Nunca has estado malo?-No. -Ni siquiera con un
poco de fiebre?-No.-¡Qué afortunado! Pero, cuando un niño se pone enfermo, ¿quién
le da un poco de caldo, alguna medicina? ¿No es la madre? Pues bien. Después, tú te
haces mayor y tu madre envejece; tú te conviertes en un gran señor y tu pobre madre
estará enferma en la cama. Entonces, ¿quien le dará a la mamá un poco de leche y
medicinas? ¿Quién? -Mis hermanos y yo.-¡Estupendo! Sus hermanos y él, ha dicho.
Me gusta. ¿Has entendido?

Pero no sucede así siempre. Yo, de obispo en Venecia, solía ir a voces a visitar asilos de ancianos. Una vez encontré a una enferma, una anciana. « Señora, ¿Cómo está? ». -« Bah, comer, como bien; calor, bien también, hay calefacción ». --«
Entonces, está contenta ¿verdad? ».-« No », y casi se echó a llorar. -« Pero,
¿por qué llora? ». -« Es que mi nuera y mi hijo no vienen nunca a visitarme. Yo
quisiera ver a los nietecitos ». No bastan la calefacción, la comida: hay un corazón;
es menestar pensar igualmente en el corazón de nuestros ancianos. Él Señor ha dicho
que los padres deben ser respetados y amados, también cuando son ancianos.

Y además de los padres, está el Estado, están los superiores. ¿Puede aconsejar el
Papa la obediencia? Bossuet, que era un gran obispo, escribió: « Donde ninguno
manda, todos mandan. Donde todos mandan, no manda nadie ya, sino el caos ».
Se ve algo parecido a veces también en este mundo. Respetemos, pues, a los que son
superiores.

LA JUSTICIA Y LA CARIDAD

Luego están nuestros iguales. Y aquí de costumbre hay dos virtudes que practicar: la
justicia y la caridad. Pero la caridad es el alma de la justicia. Hay que amar al prójimo, ¡el Señor nos lo ha recomendado tanto! Yo recomiendo siempre no sólo las grandes caridades, sino las caridades menudas. En un libro titulado « Él arte de ganar amigos», escrito por el americano Carnegie, he leído este episodio insignificante: Una señora tenía cuatro hombres en casa: el marido, el hermano y dos hijos ya mayores. Ella se ocupaba de la compra, de lavar y planchar la ropa, de la cocina.... todo ella. Un domingo, llegan a casa. La mesa está preparada, pero en los platos hay sólo un puñado de heno. Protestan y dicen: ¡oh!, pero qué, ¿heno? Y ella dice: « No, todo está preparado. Pero dejadme deciros esto: yo cambio el menú, tengo todo limpio, atiendo todo. Y nunca jamás me habéis dicho ni siquiera una vez: Nos has
preparado una comida estupenda. No soy de piedra. Se trabaja más a gusto
cuando se ve agradecimiento ». Estas son las caridades menudas. En casa todos
tenemos alguna persona que espera un detalle nuestro.

Están además los que son más pequeños que nosotros; están los niños, los enfermos, y
hasta los pecadores. Como obispo, he estado muy cerca incluso de los que no creen
en Dios. Me he convencido de que muchas veces éstos rechazan no a Dios, sino a la
idea errónea que de Dios tienen. ¡Cuánta misericordia hay que tener! Y también los
que se equivocan... Es necesario de verdad

LA MANSEDUMBRE Y LA BONDAD

Me limito a recomendaros una virtud muy querida del Señor: ha dicho: « Aprended de
mí que soy manso y humilde de corazón ».

Corro el riesgo de decir un despropósito. Pero lo digo: el Señor ama tanto la humildad que a veces permite pecados graves. ¿Para qué? Para que quienes los han cometido -estos pecados, digo- después de arrepentirse lleguen a ser humildes. No vienen ganas de creerse medio santos, medio ángeles, cuando se sabe que se han cometido faltas graves.

¡Él Señor ha recomendado tanto ser humildes! Aun si habéis hecho cosas grandes,
decid: siervos inútiles somos. En cambio la tendencia de todos nosotros es más bien lo contrario: ponerse en primera fila. Humildes, humildes: es la virtud cristiana que todos necesitamos.

La brujería adquiere reconocimientos públicos. La atracción de un fenómeno pagano de la uija

La sed y el hambre espiritual de Dios hacen buscar al hombre por caminos equivocados. La Samaritana quedó saciada y convertida al encontrarse con Jesús


La brujería cada vez aparece más abiertamente en Holanda. Un tribunal holandés ha dictaminado que los costes de las lecciones de brujería pueden tener deducción en los impuestos, informó el 31 de octubre de 2005 Associated Press.

El mes anterior, el tribunal de distrito de Leeuwarden confirió el derecho legal a sustraer los costes de la enseñanza --incluyendo la brujería-- de la declaración de la renta. Los costes pueden ser sustanciales, según una bruja entrevistada para el artículo.

Margarita Rongen gestiona la «Granja de las Brujas» en una provincia del norte. Sus talleres cuestan más de 200 dólares por fin de semana, y más de 2.600 dólares por un curso completo. Rongen declara que ha entrenado a más de 160 discípulos en las últimas 4 décadas. En Inglaterra, la prisión de Kingston en Portsmouth ha empleado un sacerdote pagano para dar consejo espiritual a tres internos que cumplen sentencias de por vida, informó el 1 de noviembre el Telegraph. Los presos se han convertido al paganismo y, según las normas de la prisión, se les permite un capellán de la misma forma que a los cristianos o a otros credos religiosos. Denegarles un capellán pagano podría infringir sus derechos humanos, declaró John Robinson, director de la prisión.

Antes, el 17 de octubre, el Times de Londres informó de que se permitirá en todas las prisión a los sacerdotes paganos utilizar vino y varas en las ceremonias llevadas a cabo en las cárceles. El Times observaba que, bajo instrucciones enviadas a los directores de prisión por Michael Spurr, director de operaciones del servicio de prisiones, se permitirá a los internos que practiquen el paganismo una vestidura sin capucha, incienso y una pieza de joyería religiosa entre sus pertenencias personales. Se dio a los directores una completa guía sobre paganismo, basada en información facilitada por la Pagan Federation. También se permitirá a los presos practicar el paganismo en sus celdas, incluyendo la oración, el canto y la lectura de textos y rituales religiosos. No se sabe cuántos prisioneros paganos hay en las cárceles de Inglaterra y Gales, añadía el Times.

En alza

La práctica de la brujería atrae a un creciente número de personas, especialmente entre mujeres jóvenes. Un intento reciente de comprender su atractivo es el libro «Wiccas Charm» (El Encanto de la Uija), publicado en septiembre por Shaw Books.

La autora es la periodista Catherine Edwards Sanders, y el libro fue fruto de un artículo que le encargaron para una revista. Aunque inicialmente no se tomó en serio la uija, durante sus investigaciones Sanders llegó a apreciar que un hambre espiritual genuina llevaba a la gente a las prácticas neopaganas.
Sanders, que se profesa cristiana, define la uija como una «religión politeísta neopagana de la naturaleza, inspirada por varias creencias occidentales precristianas, que tienen como su deidad central a la Diosa Madre y que incluye el uso de magia herbaria».

El libro, que se limita a examinar la situación en Estados Unidos, admite que es difícil estimar el número de los adheridos a la uija. Sanders cita una estimación de un grupo, el Covenant of the Goddess, que dice que hay 800.000 paganos y adheridos a la uija en Norteamérica. Una socióloga, Helen Berger, en 1999 puso la estimación en entre 150.000 y 200.000 paganos.

La Uija se compone de muchos elementos diversos, con todo, Sanders identifica algunas creencias comunes entre sus seguidores. Éstas son: todos los seres vivientes tienen igual valor y los seres humanos no tienen un lugar especial, y no están hechos a imagen de Dios; quienes se adhieren a la uija creen que poseen el poder divino dentro de ellos mismos y que son dioses o diosas; su propio poder persona no se ve limitado por ninguna deidad; y su conciencia puede y debe ser alterada a través de la práctica de un rito y del ritual. Lo que es importante para ellos, explica Sanders, es la experiencia de una realidad espiritual, y no la verdad o un cuerpo de conocimientos. No hay ortodoxia, texto definido o creencias base. Y, aunque tiene raíces antiguas, Sanders observa que se ve atraído por la modernidad puesto que puede ser moldeado para adaptarse a los deseos del consumidor espiritual.

El hacer hechizos es otro elemento clave de la uija. Pero Sanders observa que de todas las personas adheridas a la uija con las que habló, ninguna entró para utilizar hechizos para dañar a otras personas. La mayoría eligen la uija porque no están satisfechos con las iglesias y las religiones organizadas y están buscando una experiencia espiritual que no pueden encontrar en otro lugar.

Uija verde

Otro rasgo común en la uija es el medioambientalismo. La vida moderna ha perdido su conexión con la tierra, explica Sanders, y la uija, con su énfasis en la naturaleza, los calendarios de las estaciones, y las celebraciones ligadas al cambio de estaciones, es tanto una forma de recobrar esta conexión como también de espiritualizar la relación con la tierra. Muchos de sus seguidores también rechazan la cultura consumista materialista.

Los grupos paganos y de la uija, de hecho, han estado presentes en algunas de las protestas antiglobalización de los últimos años. Sanders describe algunas de las ceremonias de las que fue testigo en el 2002 durante el Foro Económico Mundial reunido en Nueva York. Llamaban la atención sobre asuntos tales como el daño medio ambiental, el bienestar de los animales y la preservación de la pureza del agua. El aspecto ecológico de la uija considera la inspiración en parte de la espiritualidad conocida como Gaia. Gaia era la diosa de la tierra de los antiguos griegos y en los círculos neopaganos se ha transformado ahora en la idea de la tierra como un organismo vivo, también llamado Gaia.

El feminismo es otro elemento importante de atracción de las personas por parte de la Uija. Sanders observa que las mujeres pertenecientes a la uija sienten que las iglesias cristianas las tratan como ciudadanas de segunda clase, limitadas a enseñar en la escuela dominical. Sanders estima que cerca de dos tercios de los neopaganos en Estados Unidos son mujeres. Muchas de ellas practican alguna forma de adoración a una diosa, normalmente en forma de una diosa madre, que es una metáfora de la tierra. Los rituales uija también ponen de relieve el concepto de potenciación, y se concede un papel de respeto a las funciones biológicas femeninas.

A esto se añade la creencia de que lo que están haciendo los actuales creyentes en la diosa es reclamar la herencia de un mundo primitivo en el que dominaba una sociedad matriarcal pacífica. Este «mito matriarcal» carece de cualquier evidencia histórica, observa Sanders, pero es una afirmación que se repite comúnmente. De hecho, Sanders dedica una sección de su libro a explicar cómo los rituales y los conjuros de la uija no tienen raíces anteriores al año 1900, y son el resultado de invenciones y adaptaciones de un grupo de hombres, especialmente de Aleister Crowley y Gerald Gardner. Lejos de ser un renacimiento de cierto paganismo antiguo o sociedad matriarcal, la uija es una invención moderna masculina.

Hambre espiritual

El deseo de experimentar la espiritualidad de forma más directa e intensa es otro factor de atracción de la uija. Algunas chicas adolescentes, observa Sanders, están insatisfechas con la cultura superficial adolescente y buscan algo que dé un significado más profundo a sus vidas.

Pero, en vez de volverse a la religión tradicional para satisfacer esta necesidad, un creciente número experimenta con la uija. Sanders sostiene que en parte esto es culpa de algunas iglesias, que han perdido de vista el mundo espiritual y la realidad de una relación con Cristo y la inhabitación del Espíritu Santo, reduciendo sus actividades sólo a un ejercicio social. Otras iglesias proporcionan poco en cuanto alimento serio para las mentes inquisitivas adolescentes, especialmente para las femeninas. Otro factor que lleva a las adolescentes a la uija, en lugar de al cristianismo es el deseo de rituales y ceremonias. La cultura eclesial moderna, observa Sanders, ha reducido la importancia de los rituales religiosos y las celebraciones solemnes, llevando a la gente a buscar alternativas que ofrezcan experiencias sobrenaturales más tangibles.

Para concluir, Sanders afirma que sus investigaciones la han hecho apreciar más el hambre espiritual que lleva a la gente a experimentar con la uija. Al mismo tiempo, sostiene que el cristianismo ofrece todo lo que los neopaganos buscan: un mensaje verdadero hace dos mil años y válido todavía hoy.

Fuente: El Amor de Dios hecho corazón (blog)

¿La santería es un ritual católico?



Tabla de orishas con su respectivo santo católico

Historia

La Santería es una religión que tiene sus orígenes con la tribu Yoruba del África. Los Yorubas vivían en lo que se conoce hoy como Nigeria, a lo largo del Río Niger. En un tiempo tuvieron una poderosa y compleja estructura organizada en una serie de reinos, de los cuales el más importante era Benin, y este duró por 12 siglos hasta el 1896.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los Yoruba pelearon una serie de guerras con sus vecinos y entre ellos. Esta pelea interna y los ataques externos llevaron a la caída y esclavización del pueblo Yoruba. Entre 1820 y 1840, la mayoría de los esclavos enviados desde Benin eran Yorubas. Estos esclavos fueron llevados a Cuba y al Brasil a trabajar en las plantaciones de azúcar. Los Yoruba pronto fueron llamados los "Lucumi", debido a su saludo "oluku mi", "mi amigo".

Las leyes españolas, al mismo tiempo que permitían la esclavitud, trataban de atenuar esa injusticia concediendo a los esclavos algunos derechos, al menos en teoría. Tenían derecho a propiedad privada, matrimonio y seguridad personal. También las leyes exigían que los esclavos fueran bautizados católicos como condición de su entrada legal a Las Indias.

La Iglesia trató de evangelizar a los negros Lucumí pero las condiciones eran muy difíciles. Además de la escasez de sacerdotes, la condición de esclavitud dificultaba que los Lucumí comprendieran y aceptaran lo que se les enseñaba acerca de Dios. El resultado fue que muchos aceptaron exteriormente las enseñanzas católicas mientras interiormente mantenían su antigua religión.

Con la revolución comunista, que triunfó en Cuba en 1959, más de un millón de cubanos se exilaron en USA (principalmente en Miami, New York y Los Angeles) y otros países. Entre ellos habían santeros que propagaron la Santería en sus nuevos ambientes.


Santería: Una religión pagana fruto del sincretismo Yoruba + Catolicismo

En sus esfuerzos de esconder su religión africana y sus prácticas mágicas, los lucumís identificaron sus deidades africanas (orishas) con los santos del catolicismo, dando como resultado un sincretismo religioso conocido hoy como la Santería. Un santo católico y un orisha lucumí son vistos como manifestaciones diferentes de la misma entidad espiritual.

La Santería adora una fuerza central y creativa llamada Olodumare. De él procede todo lo que existe, y todo regresa a él. Olodumare se expresa a sí mismo en el mundo creado a través de Ashe. Ashe es la sangre de la vida cósmica, el poder de Olodumare hacia la vida, la fuerza y la justicia. Es una corriente divina que encuentra muchos canales de mayor o menor receptividad. Ashe es la base absoluta de la realidad.

Creen que la vida de cada persona viene ya determinada antes del nacimiento en Ile-Olofi, la casa de Dios en el cielo. Aquellos que no lo cumplen serán castigados por los orishas y deben reencarnar hasta satisfacer el castigo.


Los Santos

Los católicos veneramos a los santos comprendiendo que son seres humanos que vivieron heroicamente su fe, murieron y están ahora en el cielo desde donde interceden por nosotros gracias a su participación en la gloria de Jesucristo.

Para los santeros, los santos son dioses (orishas) que deben adorarse. Olodumare creó a los orishas para manifestar su voluntad y su esencia en la creación. Estos son una personificación de Ashe. Los orishas también son los guías y protectores de la raza humana.

Los santos que tomaron para identificarlos con los orishas eran los más conocidos en la Iglesia en Cuba. La Virgen Santísima en diferentes advocaciones es también identificada con un orisha como si fuese un santo más. La identificación a menudo tiene que ver con las vestimentas o las razones por las que el santo o la Virgen es conocida. Así Santa Bárbara, vestida de rojo y con espada en las imágenes católicas, se identifica con el dios shangó, guerrero a quien se le atribuye la fuerza.

Según la Santería, la vida de cada persona está supervisada por un santo (orisha) que toma parte activa su vida diaria. En la fiesta de su santo, la persona, debe asistir a misa y a las ceremonias de ese orisha.


La iniciación

Antes de la iniciación la persona debe recibir una "limpieza" para purificarse. La primera iniciación es la de los collares, conocidos como "elekes". Se entregan cinco collares que pertenecen a Eleggua, Obatalá, Shangó, Yemayá y Oshún y protegen del mal. Se espera que la persona respete a los orishas y se comporte con moral.


La jerarquía

No todos los practicantes de la Santería son santeros. Este nombre suele reservarse a los sacerdotes (omo-orishas) de la Santería a quienes acuden los creyentes para consultas y sacrificios.

La ceremonia en la que una persona se hace santo se llama "asiento". Se forma un vínculo entre el santero y un orisha. Después de haber recibido el "asiento" la persona puede ascender en la jerarquía de la Santería. Pasan entonces por el rito del cuchillo que les permite hacer sacrificios de animales.

Los sacerdotes de mayor jerarquía se llaman "babalaos". Hacen de adivinos de modo que si hay un caso muy difícil para el santero este acude al "babalao".


Adivinación

Las adivinaciones son para conocer el futuro o para descubrir alguna maldición o si a la persona se le ha pegado un espíritu maligno o bueno . En caso de espíritu maligno, el santero procede a hacer "limpieza". Si el espíritu es bueno, hay que reenforzarlo. Para la adivinación los santeros utilizan diferentes formas de interpretar un oráculo.

1-Una cadena de medallones que el santero tira sobre su mesa. El oráculo se lee de acuerdo a como caigan los medallones.

2-Una bandeja de madera llamada "ifa" sobre la que se echa un polvo (eyero-sun). Con un cuerno el babalao traza líneas y ceros para componer el oráculo. Se pretende descubrir la presencia de fuerzas en torno a la persona y la naturaleza buena o mala de ellas.

3-Un tipo de adivinación es el "ikin" en el que tres babalaos usan 16 cocos para hacer adivinaciones.


Los sacrificios (ebbo)

A los orishas hay que ofrecerles sacrificios o "ebbo" lo cual necesitan para vivir ya que no son inmortales. El orisha consume el ashe invisible liberado de los sacrificios a través de una consagración (palabras sagradas de dedicación).

El "ebbo" consiste de hierbas especiales y la sangre de los animales sacrificados. Cada orisha tiene unas hierbas y animales que le gusta consumir y solo estas cosas que disfruta el orisha son las que se deben sacrificar. La sangre y las hierbas se vierten sobre piedras rituales que representan a cada orisha y que contienen la esencia espiritual de los orishas. Por eso la Santería requiere de tiendas llamadas "botánicas" donde se venden las hierbas y otros objetos de la religión.

Hay tres tipos de sacrificios de animales:

1- Para limpiar de un mal o una maldición
2- Al orisha pidiendo su asistencia
3- Para la ceremonia de iniciación en una de los órdenes de la Santería.

Antes de que un "ebbo" pueda ser ofrecido se debe invocar el "eggun" o "Eleggua", los cuales son los espíritus de los ancestros, ya sea de la persona o de la familia santera a la que pertenece. Eleggua es el orisha que lleva la ofrenda a los otros orishas y por eso debe honrársele primero.


Como entender la Santería

En los cinco años que fui capellán en la Ermita de la Virgen de la Caridad en Miami, tuve oportunidad de evangelizar a muchos santeros que venían pensando que visitaban al dios Oshún. Generalmente no tenían entendimiento de Jesucristo como Salvador, ni de la necesidad de conversión. Al no tener conocimiento de la revelación cristiana no veían conflicto entre ser católicos y santeros.

Las personas suelen entrar en la Santería buscando resolver un problema. Por ejemplo, una enfermedad, la infidelidad de un esposo, problemas económicos, etc. Se les ha dicho que el santero tiene contactos especiales con el mas allá y poco se preocupan si ese contacto es con Dios o con el demonio, con tal que les de resultado. En algunos casos, la persona ha tratado de resolver el problema recurriendo a Jesús y a Su Iglesia pero no les ha "funcionado". He escuchado muchos testimonios en que dicen haberlo probado todo antes de entrar en la Santería. No dudo que eventualmente sientan una experiencia de Dios, pero en la santería no encontrarán la revelación de Dios que nos ha dado todo Su amor en Su Hijo Jesucristo.

Una vez iniciado a la santería, se le dice que debe seguir para obtener mejores resultados. El santero va tomando control de la persona hasta que el miedo la gobierna. Se le dice que si se separa, algo muy malo va sucederle... El Santero se va convirtiendo en un personaje indispensable que domina toda la vida y del cual no hay salida. En esto es parecido a la relación con la mafia.

Es natural que se busque resolver problemas, pero el auténtico encuentro con Dios no se puede centrar sino en el amor de Dios y en hacer la voluntad de Dios por amor aunque requiera abrazar la cruz. Dios es un Padre bueno que nos dará la fuerza para llevarla. Esa confianza, aunque no comprendamos Sus designios, es la base de nuestra fe cristiana. La obediencia muchas veces requiere abrazar grandes problemas por amor.

Mateo 7, 21 «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial."

Jesús mismo nos da el mejor ejemplo: «Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Lucas 22, 42

He aquí la radical diferencia: Cristo nos invita a negarnos a nosotros mismos y abrazar la cruz por amor obediente a Dios, la santería busca los poderes divinos para resolver problemas y el santero se va enfrascando en un mundo espiritual que exige ciertos ritos para asegurar su bienestar. Quien es ese dios que proporciona seguridad no tiene aparente importancia para el santero. El cristiano vive en el Espíritu Santo, el santero se somete a otros espíritus.

El relativismo de la santería queda ilustrado en una carta que me escribió un babalao:

No lo trate como anatema o herejía, trate de comprender a las gentes que van de rodillas el día de San Lázaro ante Babalú-Aye para pedirle salud. Esas gentes son tan dignas de nuestro amor y comprensión como lo son los que van ante la Virgen de Guadalupe o El Cristo de Medinacelí. Trate de abrir su mente y su corazón hacia esas gentes y no las trate con desprecio y sorna, no se lo merecen aunque le recen a Yemayá o a Obatalá, al fin y al cabo tienen las misma fe y la misma necesidad que los que van a rezar a la Virgen de las Mercedes o a la Virgen de Regla...

Es precisamente por amor que anunciamos a los santeros el amor de Dios en Jesucristo. Ciertamente que son dignos de amor y comprensión. Por eso son dignos de que se les diga la verdad sobre el amor perfecto: Cristo.

Quien ha estado en Santería necesita mucho amor y apoyo de la comunidad cristiana para librarse del miedo y de la ansiedad. Hay que insistirle en Dios amor que viene a salvarnos, que tiene todo poder para defendernos. Hay también que explicarle que por amor estamos dispuestos a ser fieles y obedecer sus mandamientos aunque tengamos que sufrir hasta la muerte.


Tras la conversión

Cuando ha aceptado salir de la santería, es necesario que se le exhorte a no guardar ningún amuleto ni artículo relacionado con la santería, ya que frecuentemente se sienten que no pueden soltarse del todo por miedo a castigos. Debe confesarse y se debe orar por el. Recomendamos que el sacerdote ore por liberación de cualquier espíritu maligno y le ayude a renovar su compromiso bautismal.

Ante toda esta realidad de lo oculto, no podemos mas que orar y sacrificarnos por todos aquellos que se encuentran atados y engañados por el demonio. Pidamos a la Santísima Virgen María que interceda por toda la humanidad trayendo las gracias de conversión a todos los hombres.

(Fuente: corazones.org Autor: n/a )

El agua que Tú das no se agota nunca / Autor: Pedro García, Misionero Claretiano


Podríamos comenzar hoy con la visita a una espléndida iglesia de Viena. Nos vamos a detener ante el grandioso cuadro de un artista que quiso hacernos ver lo que es la Gracia de Dios derramada en toda la Iglesia.

Arriba del cuadro está en su trono de gloria la Santísima Trinidad, fuente de la Gracia, que por Jesucristo va a caer sobre toda la Humanidad redimida.

La primera que la recibe y queda llena a rebosar es María, y junto a Ella San José, el Santo más favorecido de Dios.

Siguen hacia abajo San Juan Bautista y los Niños Inocentes, tan distinguidos en el Evangelio.

Después, la corona espléndida de los Apóstoles, a los que rodean una multitud de mártires, vírgenes, santos y santas de todas las edades y estados de vida.

Los predestinados de antes de la venida de Jesucristo aparecen ofreciendo el incienso del sacrificio al Eterno Padre, el Dios a quien adoraron.

Este cuadro es el eco de aquella visión del Apocalipsis, que nos describe a Dios en su trono y ante Él una multitud inmensa que nadie puede contar, de santos y santas llegados de todos los pueblos, lenguas y naciones, cantando felices el aleluya eterno de la salvación.

Este es el cuadro. La imaginación del artista, como la nuestra, no llega a más. Pero todos sabemos que la realidad supera a todo lo que nosotros podemos pensar.

La fuente de la vida es Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El Hijo de Dios se hace hombre, abre el chorro y de la Gracia, que estalla a borbotones y se difunde en todos los elegidos.

Es ésta la inundación que vio el profeta Ezequiel, cuando contempló la Jerusalén restaurada rodeada de torrentes incontenibles, y que convertían la sequedad clásica de la ciudad y de sus contornos en frondosos bosques y jardines exuberantes.

Dios no excluye a nadie del beneficio de esta agua divina, y hace gritar a Isaías:
- Los que tenéis sed, venid, y bebed gratis cuanta agua queráis.

Hace alusión el profeta a la costumbre de sus tiempos en Palestina. Hoy nosotros compramos más bien una coca-cola fresca u otra soda embotellada. En aquel entonces había vendedores ambulantes que llevaban por las calles agua potable, algo cara a veces por lo mucho que escaseaba, y la ofrecían a precio bien elevado. Viene Dios ahora y la ofrece de balde.

Jesús repetirá la invitación, y dirá:
- El que tenga sed, que venga a mí, y beba.
La primera que queda saciada y en una abundancia inimaginable es María, saludada por el Angel como la llena de Gracia.

E igual que María, todos los santos habidos y por haber, hasta nosotros, portadores de esa vida divina que llamamos la Gracia Santificante.

Cuando se haya consumado en el Cielo, estaremos metidos en el mar inmenso de la Gloria de Dios, término de toda la obra de la salvación y consumación feliz de la vida de la Gracia.

Nuestro mundo tiene mucha necesidad de estas visiones bíblicas, representadas con acierto por el arte para hacernos comprender, o barruntar al menos, lo que es el don de Dios. Jesús se lo expresó a la Samaritana con la misma comparación del agua:
- Si supieras tú quién es el que te dice dame de beber, serías tú quien le pedirías a él, y él te daría agua viva.
¡Si supiera el mundo de hoy quien es ese Jesucristo! Él se sigue ofreciendo para apagar la sed que atormenta a todos los hombres.

¿Amor?... Jesucristo es el mayor amador, que da su Espíritu e incendia la tierra.
¿Justicia?... Jesucristo, con su precepto de caridad hace imposibles las desigualdades entre hermanos.
¿Vida de Dios?... Jesucristo quiere convertirnos en surtidores de agua que salta hasta la vida eterna.

Las Naciones Unidas han elaborado estudios muy serios sobre la situación del agua en el mundo, y ven que para los próximos siglos se echa encima un problema muy grave, a no ser que se tomen medidas urgentes y de mucha envergadura. Es muy de alabar esta solicitud de esos hombres tan preocupados por el bien de la Humanidad.

Pero a nosotros, cristianos, nos preocupa, y muy seriamente también, el problema de la otra agua, la de la Gracia de Dios, que escasea en tantos pueblos donde se mete la incredulidad o en los que se prescinde de la Ley de Dios. ¿Llegan a darse cuenta de la sed que padecen?...
¡Señor Jesucristo!

En tu Corazón tienes remansada toda la Gracia de Dios, merecida por ti en la Cruz.
Danos sed, ya que tenemos donde saciarla, porque esa agua que Tú das no se agota nunca.

Queremos beber, y, al beber, queremos tener cada vez una sed más ardiente, que Tú sabes apagar cuando nos acercamos a ti, cuando aplicamos los labios a la llaga de tu costado, cuando nos abrevamos en la mera fuente de la Eucaristía.

Te pido.... / Autora: Zenaida Bacardí de Argamasilla

Te pido, Señor, por el primer párrafo de todos mis escritos y por el último capítulo de todos mis libros.

Por la primera rosa de cada mañana y el último pensamiento de cada noche.

Por los primeros sueños de un hijo y el último adiós de una madre.

Porque no haya mala hierba en mi siembra y no se eche a perder la semilla. Porque cada uno dé su fruto y podamos vivir con la aportación de todos.

Porque el daño no se haga rencor, el amor no se haga egoísmo, la fe no se haga hábito, la prueba no se haga rebeldía ¡y la ambición no se haga dueña!

Te pido luz para el interior del hombre, porque ahí se gestan todos los derrumbes, todas las batallas y todos los males.

Te pido mucho amor para vivir, aunque ésa sea la vida más sacrificada y tenga las lágrimas más amargas, los sueños más dificiles y el camino más tormentoso. Porque la vida sin amor es fría, y una vida fría no vale nada.

Te pido que cuando llegues, mi puerta esté abierta; cuando hables, mis oídos estén atentos, y cuando mires, mi corazón esté lleno de luz. Que nunca esté cerrado para Ti, ni duro, ni insensible.

Te pido no ceder, no claudicar y no rendirme.

Te pido por los imposibles de mi impotencia, por los pequeños milagros que no percibo, por el sufrimiento que dejo perder, por los sueños postergados, las alas cerradas y el miedo de subir.

Te pido, Señor, que todas las vertientes de mi río sean de agua dulce; que las manos no se me cierren como un puño, sino como una caricia; que la felicidad no se me escabulla en hojarasca, sino se me ahonde en tronco.

Que no vuele como la mariposa, sin saber dónde posarme, sino que todo lo que necesite lo encuentre dentro de mí mismo.

Te pido no sólo repartir, sino compartir; no sólo compadecer, sino remediar; no sólo mirar y oír, sino comprender y consolar; no sólo decir cómo deben ser las cosas, sino dar testimonio de mi verdad.

Señor, que sepa ser oveja cuando necesite caminar en la manada, y pastor cuando algunas de mis ovejas se aparten del redil.

Cuida mi mensaje, que no lo oscurezca la belleza literaria. Dale pinceladas reales a mis vuelos para que todos me alcancen y me superen. Y ve manejando mi plumita por la tela del mundo, para llegar al corazón de los hombres.

Te pido vivir siempre persiguiendo algún ideal, siempre sierviendo alguna causa, siempre dando un nuevo paso hacia la perfección.

Que acepte el paisaje que me presentes, asimile las palabras que me digas y me mueva el moar a que me ofrezcas.

Te pediría, Señor, una vida que no fuera deshilachada, como hecha a pedazos, sino armoniosa, donde todas las bisagras y los elementos formaran unidad y contenido.

No me dejes conocer el vacío, porque sería llevar la nada dentro. Porque me convertiría en un ser sin pensamientos, sin recuerdos, sin luz y sin Dios.

Enséñame a cultivar rosas, pues cada prójimo necesita una para su cruz.

Enséñame a entender el amor para que los frutos sean dulces y abundantes.

Enséñame a perseverar, pues el camino de la vida se rompe a veces por donde más duele.

Enséñame a conducirme. Que no lo haga por arranques del temperamento, sino por la cordura de la inteligencia y la serenidad de la fe.

Señor, dame copa de los que saben beber, dame fuego de los que saben sentir, dame sabiduría de los que saben entender ¡y nido de los que saben amar!

Señor, retoña mis fracasos en nuevas primaveras. Hazme crecer en cada experiencia y madurar en cada lágrima.

Ponte sobre mi vida como un goteo constante, sobre mis planes como una estrella alumbradora, y sobre mis tristezas como un tierno compañero y un eje de resistencia.

Señor, dame una conciencia recta, de ésas que se reportan a la menor alteración. Dame una rienda fuerte, de ésas que no se andan aflojando por cualquier cosa; un camino orientado, de ésos que saben a dónde van y hasta dónde pueden llegar, y sobre todo, un deber alegre, de ésos que saben sonreír en medio de los sufrimientos.

Enséñame que cada deber tiene su momento, cada necesidad su servicio y cada llamada su designio.

Enséñame que para servirte no basta la fragilidad de la voluntad humana: se necesita el aporte de la gracia divina.

Enséñame que hacen falta muchas pisadas pequeñas, antes de dar un gran paso, y muchas reflexiones serias para los planes de acción y las reformas de vida.

Que cuando se tiene una verdadera convicción, ella sola se impone.

Que todo el mundo tiene algo defendible.

Que la talla de la vida la da el amor, pero la dimensión del amor la da el dolor.

No aspiro a ser una destacada, pero sí quisiera dejae en el mundo esas grandes cosas que caben en las distintas pequeñeces de todos los dias.

Me basta, Señor, ser el granito de arena, la lucerita, el rocío, la sonrisa, la lámpara. Ser ese relleno que necesita la felicidad diaria. Ser como la mano oculta de Dios, trabajando por debajo para la armonía de todos los míos. ¡Ser algo, en tan poco!

Gracias, Señor:

Por dejarme vivir tantos años.
Por dejarme reinar en el hogar.
Por dejarme escribir lo que siento.
¡Y por dejarme poner en tus manos lo que yo
llamo "los grandes tesoros del alma"!

miércoles, 10 de octubre de 2007

Sabor del Espíritu Santo / Autor: Padre Fabio de Melo

No viváis ya como viven los paganos

El tiempo del Espíritu es el tiempo de la Iglesia. El tiempo de la Iglesia es el tiempo de crear el camino que nos lleva a la plenitud de aquello que ya nos fue revelado. Mientras Cristo anda con los discípulos Él es el responsable por esa propiedad, Él es el cumplimiento de la promesa que el pueblo esperaba: la tierra donde mana leche y miel, el lugar de nuestro descanso, donde podemos reclinar nuestra cabeza. El lugar demarcado para el encuentro es también paraíso.

“No viváis ya como viven los paganos, que andan a merced de sus ideas frívolas”. (Ef.4,17) Este pasaje nos abre los ojos que a partir del momento que nos entregamos a Dios no podemos vivir como paganos. Nosotros podemos muchas veces creer que estamos siguiendo a Jesús y que estamos como telespectadores.

Nuestra inteligencia muchas veces no nos lleva a nada, reflexionamos, pero actuamos como pagano. Nuestra inteligencia no actúa a nuestro favor cada vez que optamos por la vida sin sabor, haciendo una opción burra, pues la vida pasa rápida y desperdiciamos el tiempo. Una vida en el Espíritu Santo es una vida de sabor, de alegría y que siempre tiene espacio para la lucha. Aquello que más te hace feliz es aquello por la cual más luchaste, aquello que viene muy fácil no tiene mucho sabor. Vivir como pagano es decir que no tienes sabor.

La vida pagana va retirando de nosotros toda disposición para cualquier cosa. Jesús era un hombre que reinauguraba a las personas todos los días. Necesitas descubrir a que rutina precisas colocar un nuevo condimento. Así como necesitamos del pan nuestro de cada día necesitamos del sabor de cada día.

Si comes arroz, frijóles y col todos los días te empalagas, necesitamos cambiar el sabor. Por eso no podemos vivir como pagano. Nadie aguanta religión por obligación, necesita tener sabor. La fuerza del Espíritu Santo coloca en nosotros la alegría de que vale la pena seguir los pasos de Jesús. Cristianismo es también deber, pero si te sumerges en él verás que él tiene más sabor que cualquiera otra cosa.

No podemos asociar que la vida en Dios es sólo sufrimiento, ¡No! Ella tiene sabor, pues Dios va cambiando tu forma de ver el mundo, Dios está intentando poner sabor en tu vida. Dios amplía tu mirada para el mundo para que no seas víctima de mirar las cosas con el ojo torcido con una visión preconceptuosa. Imagina a Jesús mirando al pueblo con una visión preconceptuosa, nadie tendría una oportunidad con Él. Nuestra visión muchas veces es preconceptuosa porque es sin sabor.

La cosa más pesada que puede haber es que coleccionemos prejuicios. El prejuicio cierra la puerta para muchos acontecimientos en nuestra vida. Esta visión pagana está dentro de nosotros. Y conversión es eso, es apertura de nuestra mente para que veamos las cosas con más inteligencia. Un corazón endurecido es un corazón ignorante.

¿Cuál es la primera acción del Espíritu en nosotros? Librarnos de la ignorancia. Él retira de nosotros el endurecimiento del corazón y todo que nos impide de crecer. El principal acto de ignorancia es cuando no sabemos y fingimos que sabemos. Necesitamos reconocer que no sabemos. Salir de la ignorancia es muy difícil. Preferimos enseñar que aprender. Para salir de la ignorancia es necesario que haya tranquilad. El proceso de Dios y del Espíritu Santo es lento dentro de nosotros, dura la vida entera.

¿Como superas el miedo? ¡Nunca vi una persona que tenga más miedo de los difuntos que yo! Y tengo que ir a los velatorios, pues soy padre. Son traumas que quedan en el inconsciente. Pues cuando yo era pequeño escuchaba varias historias sobre difuntos antes de dormir, entonces crecí con miedo de ellos. El Espíritu Santo es quien nos modifica de todas esas cosas que en nosotros necesita ser más saludable.

Dios te hace un hombre libre cada vez que tú permites que el Espíritu Santo te lleve a su casa. Es necesario que tomemos pose. La promesa que el Espíritu Santo hace a la Iglesia es: “yo haré nuevas todas las cosas”. Por eso necesitamos siempre acoger la gracia que nos cabe. Nosotros vamos a llegar a aquello que tenemos de más sagrado cuando nuestros ojos estén clavados en la seducción de Jesús. Pero si tu mirada está clavado en la seducción del demonio te transformarás en un ser humano despreciable, mezquino. Pero mirando a Jesús podrás proclamar desde ya la victoria en Jesús, la propiedad es tuya, toma pose cuando quieras.

Descubrir nuestra vida, vivirla en plenitud y donarla con Amor y por Amor / Autora: Madre Elvira, Comunidad Cenáculo

La primera vocación del misionero es “repetir” a Jesús. Él ha sido el verdadero, el gran misionero del Padre: se ha molestado, ha dejado su naturaleza divina y se revistió de nuestra pobre naturaleza humana sufriendo exactamente igual a nosotros el sueño, el hambre, la persecución, las humillaciones…

Jesús de Nazaret es la fuente del Amor y la Vida en que nosotros creemos. Él se ha entregado por nosotros con libertad, con alegría, con coraje, con mucho Amor. Gracias a Él nosotros ahora nos podemos alimentar con su vida para entregar la nuestra a todos los que nos encontremos.

Todos estamos llamados a vivir la misión, el fascinante viaje de salir de nosotros mismos, de darse uno mismo por Amor. Hay quienes piensan que ser misioneros es partir hacia tierras lejanas para ayudar a los más pobres. En realidad, si lo vemos así es sólo una excusa; nos mentimos a nosotros mismos y a los demás; permanecemos en el mismo lugar, encerrados en nuestros egoísmos, en nuestros miedos, en nuestros pensamientos. Entonces hacemos el bien sólo si tenemos a cambio una gratificación personal, pero esto es un gran fracaso, estamos desvalorizando todos los dones que Dios nos ha dado, disminuye nuestra humanidad.

En cambio, ayudemos a nuestro prójimo preocupándonos no solo de lo que hacemos, sino sobretodo de lo que somos. Ser misioneros significa entrar en nosotros mismos, descubrir nuestra vida, vivirla en plenitud y donarla con Amor y por Amor. Entregarla con ternura, con paciencia, con alegría, con coraje, con entusiasmo y con la certeza en el corazón de que así encontraremos otras vidas plenas, cien, mil… porque lo ha prometido Jesús.

El hombre no es capaz de este amor gratuito y desinteresado sólo contando con sus propias fuerzas, por eso que ser verdaderos misioneros significa “tener callos en las rodillas”, poner en el centro de la propia existencia la oración, el diálogo con Jesús.

Queremos ser misioneros que se confían ellos y sus obras a la Virgen María : Ella ha sabido formar y educar , amar y servir, proteger y defender a Su Hijo Jesús, el primero y verdadero Misionero. A Ella, Reina de las Misiones, le pedimos que interceda por nuestra Madre Iglesia y por su misión universal en el mundo de hoy.

Dolor / Autor: P. Jesús Higueras


Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se averguence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles. Pues de verdad os digo que hay algunos, entre los aquí presentes, que no gustarán la muerte hasta que vean el Reino de Dios. Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías, sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle. Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto. (Lc 9, 25-36)

Dice un cuento de niños, que las avestruces, cuando ven acercarse algún peligro, esconden la cabeza debajo del suelo, pensando que si no lo ven deja de existir. Así hacemos nosotros, en nuestro tiempo, con todo el misterio del sufrimiento humano. Es verdad que cuando los telediarios o las revistas nos muestran imágenes de dolor, el recurso más fácil es volver la cara, cambiar de canal o incluso decir: “¡Dios mio, que espanto!”, y poco más.

Sin embargo, en nuestra sociedad, el sufrimiento está muy presente, bien en personas cercanas, bien en tantos hermanos de otros paises y culturas. Y ante esto, no podemos dar la espalda. Muchas veces buscamos un camino para dar sentido y razón al dolor, algo por lo que merezca la pena no desesperanzarse, no arrepentirse ni de ser humano ni de tener fe en un Dios que es Padre y es Creador.

Este no querer volver la espalda al sufrimiento es lo que Jesucristo nos enseña con la Transfiguración: Él acababa de decir a sus discípulos que subía a Jerusalén para padecer y ser ejecutado y, como sabe que le van a ver crucificado, quiere llenarles de esperanza y les enseña su lado más bello. Porque solo aquél que sabe descubrir la belleza o el lado mas bello de cada ser humano, es capaz después de seguir amándolo aunque ese ser humano quede deformado o transformado por el sufrimiento.

Es lo que decía la madre Teresa de Calcuta cuando recogía a los enfermos o a los moribundos por las calles, y sabía descubrir en ellos la misma belleza del rostro de Cristo, pero sumergido en el dolor.

¿Cuál es nuestra actitud ante el sufrimiento? Ante las personas que cerca, dentro de la familia, padecen una enfermedad, ¿les damos la espalda o afrontamos la situación?. Dice el Evangelio que estaban en una nube contemplando el verdadero ser de Cristo, lo que de verdad se esconde tras las apariencias. Queremos profundizar en la razón por la cual Dios permite todavía hoy el sufrimiento humano. Por eso, más allá de la primera máscara del dolor desfigurada, existe en cada ser humano que sufre, un fondo de belleza, de transfiguración: un fondo único e irrepetible.

Y sólo cuando sabemos reconocer esa dignidad humana, aceptamos al sufriente y aceptamos al que nos hace sufrir. No tenemos que mirar el dolor, que en sí, no tiene ningun sentido sino a la persona que lo sobrelleva, en la cual se asienta ese dolor y que por más que quiera, nunca le quitará una gota de dignidad humana. Deberíamos todos acercarnos un poco más al mundo del dolor, y saber descubrir en cada persona que está sufriendo, ese verdadero rostro transfigurado de Cristo. Podría preguntarme cómo está siendo mi limosna, no tanto la limosna material sino la limosna de mi tiempo, de mi cariño, con quien sufre a mi lado. ¿Sé encararme con el dolor y descubrir ese rostro transfigurado que hay dentro de cada ser humano? Entonces sí: comprenderemos que Cristo se transfiguró para que sus apóstoles soportaran el escándalo de la pasión, sabiendo que detrás de ese hombre crucificado existía un hombre hermoso.También nosotros necesitaremos de muchas transfiguraciones para sobrellevar el escándalo del sufrimiento de las personas más amadas, para descubrir que es su belleza la que nos sostiene en el amor.

¡No tengas miedo! / Autor: Pedro García, Misionero Claretiano


A los que nos toca vivir esta hora grandiosa de la Historia, nos resultará siempre actual aquel grito que nos lanzó el Papa Juan Pablo II al inaugurar su pontificado:
- ¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo! Y se dirigía a todos: -No le tengáis miedo y abridle las puertas.

Vosotros, que tenéis ya la dicha inestimable de creer. Vosotros, que vais buscando todavía a Dios. Y también vosotros, que camináis atormentados por la duda. ¡No tengáis miedo!...

¡Qué le vamos a tener miedo, por favor! Si en Jesucristo está nuestra salvación... Precisamente es lo que más queremos. Hacer una realidad lo que nos pedía un antiguo escritor de la Iglesia:

Que Cristo se meta en tu respirar y en toda tu vida; entonces sabrás lo que es el fruto del verdadero descanso.

Si hoy el mundo quiere respirar otros aires, nosotros no queremos respirar más que a Jesucristo, en quien tenemos nuestra paz y el descanso de nuestras almas.

¿Quién es Jesucristo?... Muchas veces nos hacemos y nos vamos a repetir esta pregunta. Pero nadie nos lo ha respondido como el apóstol San Pablo, cuando escribe:
- En Cristo tenemos la redención, el perdón de los pecados. ¡Jesucristo es nuestro Salvador!
- Él es imagen del Dios invisible, primogénito de Dios, existente antes que cualquier criatura. ¡Jesucristo es Dios! ¡Dios verdadero! ¿Más grande que Jesucristo, que es Dios? Nada ni nadie...
- Todas las cosas han sido creadas por él y en vistas a él. ¡Jesucristo es el Creador, y el centro de todo lo que existe, porque todo converge en Él, y en Él se resume todo!
- Él es el Cabeza de la Iglesia, el primero en haber resucitado de entre los muertos.

¡Jesucristo es y será siempre el primero en todo!
- Por medio de Él, y por su sangre derramada en la cruz, Dios ha reconciliado consigo todas las cosas del cielo y de la tierra.
¡Jesucristo es nuestra paz, ya no somos enemigos de Dios, sino sus hijos y los herederos de su gloria!

Hoy el mundo se debate en medio de muchas tragedias, que nos hacen sangrar el corazón a todos, porque todos tenemos corazón al ver las angustias que aplastan a tantos hermanos nuestros. Y no se arreglará nada con las armas, sino con el amor a Jesucristo.

Una Religiosa valiente y un guerrillero nos dieron una lección que vale por miles de discursos en las Naciones Unidas. La Hermana Religiosa se mete a hablar con los bandoleros de Colombia, allá por los años sesenta. A uno le habló de Cristo, de la Virgen, del pecado... Y al final, el bandolero:
- Hermana, yo le doy la pistola y usted me da su Crucifijo.
Hacen el intercambio. La monjita valiente no utilizó nunca la pistola para matar, y el bandolero dejó de matar y daba miles de besos al Crucifijo... ¡Qué gesto tan significativo! ¡Qué realidad!...

Si el mundo empieza a escuchar la voz de Jesucristo que llama; si el mundo empieza a amar a Jesucristo y ama como Jesucristo, que reparte amor; si el mundo empieza a hacer caso a Jesucristo, que nos enseña...,
entonces el mundo se salvará, el mundo tendrá paz, el mundo será más feliz...

Hoy constatamos a cada momento que allí donde entra Jesucristo entra con Él la felicidad. Hogares a lo mejor antes deshechos, apenas han permitido a Jesucristo meterse en ellos, se han convertido en mansiones de paz. Personas que vivían sin ideal, apenas conocido Jesucristo y decididas a hacer algo por El, se tornan verdaderos apóstoles, que recuerdan tanto a aquel convertido frente a las puertas de Damasco.

Y es que Jesucristo es un verdadero revolucionario de almas. Es imposible aceptarlo y no sentir una transformación total. Desaparece la vejez del pecado y aparece la novedad de la vida de Dios. Realiza Jesucristo lo que promete en el Apocalipsis: -Mirad que hago nuevas todas las cosas.

Jesucristo nos sigue enseñando y guiando por los Pastores de la Iglesia, especialmente por su Vicario el Papa, y estaremos siempre atentos a la Doctrina de los Apóstoles, como aquella comunidad de Jerusalén, la de nuestros primeros hermanos en la fe.

¡Jesucristo, Señor! Nosotros creemos en ti. Y te escuchamos. Y te amamos. Y queremos seguir adelante con paso alegre, mientras nos dirigimos gozosos a tu encuentro....