Te pido, Señor, por el primer párrafo de todos mis escritos y por el último capítulo de todos mis libros.
Por la primera rosa de cada mañana y el último pensamiento de cada noche.
Por los primeros sueños de un hijo y el último adiós de una madre.
Porque no haya mala hierba en mi siembra y no se eche a perder la semilla. Porque cada uno dé su fruto y podamos vivir con la aportación de todos.
Porque el daño no se haga rencor, el amor no se haga egoísmo, la fe no se haga hábito, la prueba no se haga rebeldía ¡y la ambición no se haga dueña!
Te pido luz para el interior del hombre, porque ahí se gestan todos los derrumbes, todas las batallas y todos los males.
Te pido mucho amor para vivir, aunque ésa sea la vida más sacrificada y tenga las lágrimas más amargas, los sueños más dificiles y el camino más tormentoso. Porque la vida sin amor es fría, y una vida fría no vale nada.
Te pido que cuando llegues, mi puerta esté abierta; cuando hables, mis oídos estén atentos, y cuando mires, mi corazón esté lleno de luz. Que nunca esté cerrado para Ti, ni duro, ni insensible.
Te pido no ceder, no claudicar y no rendirme.
Te pido por los imposibles de mi impotencia, por los pequeños milagros que no percibo, por el sufrimiento que dejo perder, por los sueños postergados, las alas cerradas y el miedo de subir.
Te pido, Señor, que todas las vertientes de mi río sean de agua dulce; que las manos no se me cierren como un puño, sino como una caricia; que la felicidad no se me escabulla en hojarasca, sino se me ahonde en tronco.
Que no vuele como la mariposa, sin saber dónde posarme, sino que todo lo que necesite lo encuentre dentro de mí mismo.
Te pido no sólo repartir, sino compartir; no sólo compadecer, sino remediar; no sólo mirar y oír, sino comprender y consolar; no sólo decir cómo deben ser las cosas, sino dar testimonio de mi verdad.
Señor, que sepa ser oveja cuando necesite caminar en la manada, y pastor cuando algunas de mis ovejas se aparten del redil.
Cuida mi mensaje, que no lo oscurezca la belleza literaria. Dale pinceladas reales a mis vuelos para que todos me alcancen y me superen. Y ve manejando mi plumita por la tela del mundo, para llegar al corazón de los hombres.
Te pido vivir siempre persiguiendo algún ideal, siempre sierviendo alguna causa, siempre dando un nuevo paso hacia la perfección.
Que acepte el paisaje que me presentes, asimile las palabras que me digas y me mueva el moar a que me ofrezcas.
Te pediría, Señor, una vida que no fuera deshilachada, como hecha a pedazos, sino armoniosa, donde todas las bisagras y los elementos formaran unidad y contenido.
No me dejes conocer el vacío, porque sería llevar la nada dentro. Porque me convertiría en un ser sin pensamientos, sin recuerdos, sin luz y sin Dios.
Enséñame a cultivar rosas, pues cada prójimo necesita una para su cruz.
Enséñame a entender el amor para que los frutos sean dulces y abundantes.
Enséñame a perseverar, pues el camino de la vida se rompe a veces por donde más duele.
Enséñame a conducirme. Que no lo haga por arranques del temperamento, sino por la cordura de la inteligencia y la serenidad de la fe.
Señor, dame copa de los que saben beber, dame fuego de los que saben sentir, dame sabiduría de los que saben entender ¡y nido de los que saben amar!
Señor, retoña mis fracasos en nuevas primaveras. Hazme crecer en cada experiencia y madurar en cada lágrima.
Ponte sobre mi vida como un goteo constante, sobre mis planes como una estrella alumbradora, y sobre mis tristezas como un tierno compañero y un eje de resistencia.
Señor, dame una conciencia recta, de ésas que se reportan a la menor alteración. Dame una rienda fuerte, de ésas que no se andan aflojando por cualquier cosa; un camino orientado, de ésos que saben a dónde van y hasta dónde pueden llegar, y sobre todo, un deber alegre, de ésos que saben sonreír en medio de los sufrimientos.
Enséñame que cada deber tiene su momento, cada necesidad su servicio y cada llamada su designio.
Enséñame que para servirte no basta la fragilidad de la voluntad humana: se necesita el aporte de la gracia divina.
Enséñame que hacen falta muchas pisadas pequeñas, antes de dar un gran paso, y muchas reflexiones serias para los planes de acción y las reformas de vida.
Que cuando se tiene una verdadera convicción, ella sola se impone.
Que todo el mundo tiene algo defendible.
Que la talla de la vida la da el amor, pero la dimensión del amor la da el dolor.
No aspiro a ser una destacada, pero sí quisiera dejae en el mundo esas grandes cosas que caben en las distintas pequeñeces de todos los dias.
Me basta, Señor, ser el granito de arena, la lucerita, el rocío, la sonrisa, la lámpara. Ser ese relleno que necesita la felicidad diaria. Ser como la mano oculta de Dios, trabajando por debajo para la armonía de todos los míos. ¡Ser algo, en tan poco!
Gracias, Señor:
Por dejarme vivir tantos años.
Por dejarme reinar en el hogar.
Por dejarme escribir lo que siento.
¡Y por dejarme poner en tus manos lo que yo
llamo "los grandes tesoros del alma"!
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