Elige tu idioma

Síguenos en el canal de Camino Católico en WhatsApp para no perderte nada pinchando en la imagen:

viernes, 26 de octubre de 2007

¿También tú liberas a Barrabás? / Autores: Conchi y Arturo


Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres." Jn 8, 31-32.

La fe no consiste sólo en "creer en Dios" sino en "creer a Dios". La única forma de poner en práctica nuestras profundas convicciones es aplicar la Palabra de Jesús a cada situación de la vida cotidiana. Eso es mantenerse en la Palabra. Es fruto de la perseverancia lograr crecer como discípulos. La verdad va ocupando nuestro corazón y son erradicadas toda mentira y pecado.

Es difícil mantenerse en la Palabra de Dios ante el mundo que nos llama a armarnos de razones intelectuales y oratoria fácil para aparecer ante todos como los mejores. Cristo hace lo que dice: "la voluntad del Padre del Cielo". Fijémonos en el texto de Juan 18, 29-40, donde Jesús no deja de manifestar su divinidad pese a saber que sería condenado. Pilato tenía autoridad para librarle de la muerte, pero Cristo ha escuchado antes la voluntad del Padre y ya había anunciado a sus discípulos como iba a morir:

"Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?"
Ellos le respondieron: "Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado."
Pilato replicó: "Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley." Los judíos replicaron: "Nosotros no podemos dar muerte a nadie."
Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir.
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?"
Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?"
Pilato respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?"
Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí."
Entonces Pilato le dijo: "¿Luego tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."
Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él.
Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?"
Ellos volvieron a gritar diciendo: "¡A ése, no; a Barrabás!" Barrabás era un salteador."


Alguien nos comentó que, el pasado domingo, quedó impresionado por las palabras del sacerdote en la homilía: "Jesús nunca negó nada a nadie. Curó a ciegos, leprosos, tullidos, endemoniados. Resucitó muertos. Todos cuantos pedían algo a Cristo siempre recibían una respuesta positiva al interceder Él ante el Padre. Jesús lo obtuvo todo del Padre para los demás. Únicamente una petición no fue escuchada, la que hizo para si mismo: "Padre que pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya"".

Todos conocemos esta realidad de la vida de la fe. Jesús sólo pide a sus discípulos que oren también mientras hace la petición más difícil de su vida. Todos se duermen. Cristo quiere enseñarles que cuando la voluntad del Padre parece locura para el mundo es necesario orar por aquellos que deben vivirla. Lo que humanamente era inconcebible acaba salvándonos a todos del pecado y de la muerte. Cristo es crucificado pero resucita para siempre. El juicio de este mundo se celebró hace casi 2000 años, cuando Jesús entregó su vida. La sentencia establece la Verdad que Cristo había predicado en palabras:

"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto."
Jn 14, 6-7

Jesús declara que Él es la Verdad y que nosotros podemos ser testimonios de la Verdad. Para hacerlo sólo debemos seguir el camino de Jesús dando la vida. Podemos ser auténticos testigos si hacemos de nuestras obras una verdadera oración al Padre, en el nombre de Jesús por el don del Espíritu Santo: "Que se haga Tu voluntad y no la mía Padre Santo."

Conocemos a una mujer que en el momento de dar luz los médicos le advirtieron que corría peligro su vida y la de su hija. Preguntada por cual debía ser la prioridad sanitaria en caso de tener que elegir en salvar a una de las dos, esta persona contestó, haciendo en su interior una oración: "Mi hija". Las dos viven para la gloria de Dios y siguen a Cristo en medio de no pocas dificultades, pero su fidelidad es una gracia poderosa del Altísimo.

San Pablo ya nos advierte de la dificultad de caminar en la verdad en Efesios 6, 14: "ceñida vuestra cintura con la Verdad". Llevar el cinturón ceñido significa ponerlo apretado, ajustado. La Verdad revelada en Jesús siempre es ajustada para cada situación. Ser testimonios de la Verdad es actuar según la Voluntad de Dios manifestada en su Palabra.

Llevar ceñida la cintura con la Verdad es entrar por la puerta estrecha. Estamos más cómodos cuando el cinturón no nos aprieta. Andar por el camino ancho del mundo es acomodar la Palabra de Jesús a nuestra comodidad humana, sin pensar que el paso por esta vida debe ser un trabajo continuo por instaurar el Reino de los Cielos. Creerán que somos testigos si hacemos lo que decimos y reconocemos que sólo podemos llevarlo a cabo con la ayuda de la gracia de Dios.

Releamos nuevamente un párrafo del texto de Juan de Jesús ante Pilato: "Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."Le dice Pilato: "¿Qué es la verdad?" Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él." Escuchar la voz de Jesús que nos muestra la Voluntad del Padre es lo único que nos puede hacer partidarios y testimonios de la Verdad. Pilato escucha perfectamente la voz de Jesús, pero sabiendo su autoridad le plantea un falso debate: "¿Qué es la verdad?"

Pilato es consciente que la Verdad está en Jesús pero hace ver que no entiende. Sin embargo, al salir delante de los judíos manifiesta la Verdad: "Yo no encuentro ningún delito en él". Lejos de pronunciarse a favor de Jesús, Poncio Pilato es partidario de salvar su prestigio ante el pueblo y les pide que le digan a quien desean que deje en libertad. Los judíos eligen a Barrabás, un salteador. A cada decisión nuestra nos encontramos ante la pregunta: ¿También tú liberas a Barrabás? ¿Deseas iluminar tu camino dejando que Cristo inunde tu ser? ¿Verdad que es difícil en ocasiones liberar a Jesús? Estos interrogantes debemos discernirlos siempre como se lee en el libro del Deuteronomio 30, 19-20: "Yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel".

A veces, optamos por el papel de Pilato ante determinadas situaciones, para salvar nuestro prestigio social, laboral o personal. Recordemos que después Pilato se lava las manos. Un acto con el que quiere mostrar ante el pueblo que él no es responsable ante Dios de ésta sentencia de muerte, pero eso no le (o nos) quita responsabilidad. En el caso de Pilato de la sangre derramada por su acción de omisión de justicia y en nuestro caso por las lágrimas, sufrimientos y consecuencias de nuestros actos u omisiones. Al no optar por la Verdad, lo hacemos por la mentira y dejamos libre a Barrabás, que asalta nuestro corazón en forma de pecado y mal y nos daña a nosotros y a los demás.

Un salteador es un hombre que saltea y roba en los despoblados o caminos. Jesús cuando se declara el Buen pastor dice en Juan 10, 8-11: Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
Barrabás es lo contrario del Buen Pastor en lugar de dar la vida por las ovejas, las roba y mata. Como afirma San Pablo: "el salario del pecado es la muerte". Barrabás es igual a mentira, pecado y muerte. Jesús es el Camino, la Verdad, la Vida, el Buen Pastor.

Cristo murió por todos. Ante cualquier situación en la que nos decantemos por el mal siempre Dios va a venir a rescatarnos. Lo intentará de mil formas. En Juan 3, 16-21, leemos: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios."

Oremos con el capítulo 9 del libro de la Sabiduría:

"Dios de los Padres y Señor misericordioso, que hiciste todas las cosas con tu palabra,
y con tu Sabiduría formaste al hombre,
para que dominara a los seres que tú creaste,
para que gobernara el mundo con santidad y justicia
e hiciera justicia con rectitud de espíritu:
dame la Sabiduría, que comparte tu trono,
y no me excluyas del número de tus hijos.

Porque yo soy tu servidor y el hijo de tu servidora,
un hombre débil y de vida efímera,
de poca capacidad para comprender el derecho y las leyes;
y aunque alguien sea perfecto entre los hombres,
sin la Sabiduría que proviene de ti, será tenido por nada.

Tú me preferiste para que fuera rey de tu pueblo
y juez de tus hijos y de tus hijas.

Tú me ordenaste construir un Templo sobre tu santa montaña
y un altar en la ciudad donde habitas,
réplica del santo Tabernáculo
que habías preparado desde el principio.

Contigo está la Sabiduría, que conoce tus obras
y que estaba presente cuando tú hacías el mundo;
ella sabe lo que es agradable a tus ojos
y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala desde los santos cielos,
mándala desde tu trono glorioso,
para que ella trabaje a mi lado
y yo conozca lo que es de tu agrado:
así ella, que lo sabe y lo comprende todo,
me guiará atinadamente en mis empresas
y me protegerá con su gloria.
Entonces, mis obras te agradarán,
yo gobernaré a tu pueblo con justicia
y seré digno del trono de mi padre.

¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor?

Los pensamientos de los mortales son indecisos
y sus reflexiones, precarias,
porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma
y esta morada de arcilla oprime a la mente
con muchas preocupaciones.

Nos cuesta conjeturar lo que hay sobre la tierra,
y lo que está a nuestro alcance lo descubrimos con esfuerzo;
pero ¿quién ha explorado lo que está en el cielo?

¿Y quién habría conocido tu voluntad
si tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu?
Así se enderezaron los caminos de los que están sobre la tierra,
así aprendieron los hombres lo que te agrada
y, por la Sabiduría, fueron salvados".

No hay comentarios:

Publicar un comentario